Paz, en construcción

Sobre el blog

Un espacio de reflexión y debate sobre la necesidad de generar condiciones de paz en un mundo azotado por la violencia y la injusticia. El blog será coral, nutrido por colaboraciones de varias personas vinculadas a los centros de investigación, ONG y movimientos sociales por la paz de todo el Estado. También contará con alguna colaboración puntual de voces internacionales.

Sobre los autores

Jordi Armadans Jordi Armadans Politólogo, periodista y analista en temas de seguridad, conflictos, militarismo, desarme y cultura de paz. Director FundiPau (Fundació per la Pau), miembro de la Campaña Armas Bajo Control y miembro de la Junta Directiva de AIPAZ.

Jordi CalvoJordi Calvo Economista, analista e investigador sobre economía de defensa, militarismo, paz y desarme. Investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz (Justícia i Pau) y miembro de la Junta Directiva de la Federació Catalana d’ONG y del International Peace Bureau (IPB).

Josep Maria RoyoJosep Maria Royo Politólogo, analista e investigador sobre conflictos y construcción de paz de la Escola de Cultura de Pau de la UAB. Miembro de la Junta Directiva de la Federació Catalana d’ONG.

El mito de la seguridad

Por: | 21 de febrero de 2015

Pere Brunet - Centre Delàs d'Estudis per la Pau

TerremotoJapon_Reuters
                                                         Terremoto en Japón/Reuters 2011

Las grandes nevadas y los atentados terroristas tienen puntos en común. Nos preocupan, nos hacen sentir débiles e indefensos. Querríamos que alguien nos garantizase una mayor seguridad. Los colapsos de tráfico producidos por los temporales de nieve de hace algunas semanas son un buen ejemplo de ello, y las peticiones de mayor previsión y seguridad que leímos en los medios de comunicación no fueron pocas. En cambio, Elisabet Viladomiu, directora del servicio de apoyo a la gestión de crisis del Institut Cerdà, hablaba del difícil equilibrio entre la previsión y lo que acaba pasando y de la necesidad de acabar aceptando el "riesgo de incertidumbre". Asimismo, Sergi Saurí, director del Centre
d’Innovació del Transport (CENIT, consorcio entre la Generalitat de Catalunya y la UPC), consideraba que no tiene sentido hacer grandes inversiones para estar permanentemente preparados para afrontar grandes nevadas, insistiendo en que hay que valorar los costes asociados a luchar contra un fenómeno que sufrimos sólo una vez cada cinco años.

Coincido plenamente con el análisis de Sergi Saurí y con su planteamiento de saber vivir en el riesgo. Por desgracia, vivimos inmersos en el mito de la seguridad. Desde una falsa creencia en la omnipotencia de los que pretenden protegernos y en los artefactos que supuestamente nos garantizan una mayor tranquilidad, deseamos y pedimos el máximo nivel de seguridad sin percatarnos de que es una quimera, porque el coste de un riesgo nulo es infinito.

Veamos el caso de las nevadas de hace unos días. De vez en cuando nieva, y se bloquean algunas carreteras. Nos sentimos desprotegidos, rápidamente buscamos culpables (esto de buscar culpables es básico) y exigimos planes de prevención que garanticen una mayor seguridad. Pero ¿qué grado de seguridad deseamos?. Pensemos en tres alternativas: el plan de prevención actualmente vigente, un plan más sofisticado con más sistemas de coordinación y máquinas quitanieves, y el mejor plan actualmente existente en el mundo. Evidentemente, ninguno de los tres planes pueden garantizar un riesgo nulo, con total ausencia de nevadas en el futuro. Hagamos lo que hagamos, acabaremos teniendo algún colapso de tráfico por nevadas, aunque sea al cabo de cincuenta años. Y cuando ocurra, la gente protestará y pedirá mayor seguridad. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué riesgos debemos reducir y cuáles no?. La respuesta nos viene de la mano de la estadística, que nos ayuda a conocer la probabilidad de aquellos sucesos "raros" que nos afectan de vez en cuando. Los sucesos independientes que nos afectan de vez en cuando siguen la llamada ley de distribución de probabilidad de Poisson, que sólo depende del número medio anual (por ejemplo) de sucesos. El razonamiento estadístico nos explica que debemos aceptar el riesgo inherente a la vida, siendo conscientes de que nunca podremos anular el riesgo de padecer colapsos de tráfico por grandes nevadas.

Lo interesante de todo ello es que el razonamiento estadístico en base a probabilidades sirve en todos los contextos de riesgo. Hagamos el ejercicio de repetir el párrafo anterior substituyendo "nevadas" por "atentado terrorista". Queda así: "De vez en cuando sufrimos un atentado terrorista, como en el caso del atentado a la revista Charlie Hebdo. Nos sentimos desprotegidos, rápidamente buscamos culpables (esto de buscar culpables es básico) y exigimos planes de prevención que garanticen una mayor seguridad. Pero ¿qué grado de seguridad deseamos? ... Hagamos lo que hagamos, acabaremos teniendo algún atentado terrorista, aunque sea al cabo de cincuenta años. Y cuando ocurra, la gente protestará y pedirá mayor seguridad. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué riesgos debemos reducir y cuáles no?"

Si analizamos adecuadamente los riesgos y las probabilidades y si no nos dejamos engañar, veremos que la pretendida falta de seguridad en el mundo actual (hablo sobre todo del primer mundo) es falsa. Es la excusa para incrementar el gasto militar y el volumen de las fuerzas de seguridad, y para continuar fabricando armas. Los atentados terroristas generan miedo, el miedo irracional genera peticiones de mayor seguridad, la necesidad de más seguridad termina en más peticiones de armas, y estas nuevas armas terminarán en manos de gente violenta y terroristas. Para romper el círculo hay que entender bien donde hay riesgo y qué situaciones son en cambio menos peligrosas de lo que pensamos, racionalizando siempre nuestros miedos y reacciones.

La revista National Geographic nos presentaba hace poco la probabilidad que tenemos de morir por diferentes causas. En el gráfico del artículo, vemos en primer lugar la probabilidad que tenemos de morir: es del 100%. Todos moriremos. También vemos, con datos de Estados Unidos, que la probabilidad que tenemos de acabar muriendo de un ataque al corazón es de uno entre cinco (20%) y que la de morir como resultado de un cáncer es de uno entre siete (un 14%) mientras que la probabilidad de morir de forma violenta por arma de fuego es de uno entre 314 (un 0,3%). Y, evidentemente, la probabilidad de morir por arma de fuego en Europa es aún más baja.


Ways-to-go

Fuente: nationalgeographic.com (Originally published in the August 2006 National Geographic)

¿Por qué nos inquieta tanto esta pretendida falta de seguridad (que implica un riesgo bajísimo) y en cambio pensamos mucho menos en nuestra dieta y en el riesgo de acabar muriendo de un ataque al corazón o de un cáncer? Probablemente porque nuestra percepción del riesgo es totalmente acientífica y se basa en mitos y en intuiciones equivocadas. Un análisis estadístico con espíritu crítico y con la cabeza fría nos demuestra que no deberíamos tener miedo a morir como consecuencia de actos violentos, que deberíamos temer más los viajes en coche que los que hacemos en avión, porque lo más probable es que acabamos muriendo por alguna malfunción de nuestro propio cuerpo.

Si somos capaces de adoptar una actitud más tranquila ante el riesgo de la posible violencia de los demás, estaremos rompiendo los argumentos de quienes hacen propaganda de la necesidad de mayor seguridad para terminar incrementando el gasto militar.

Del desencuentro al encuentro

Por: | 11 de febrero de 2015

Nelsa Curbelo, experta en derechos humanos y no-violencia y directora de Ser Paz Ecuador

Siempre me he preguntado por qué no tenemos un verbo que quiera decir construir, hacer, edificar la paz. No hemos inventado el verbo que la define como tarea, inspiración,  movilización. Tenemos que hacer uso de otros verbos o hablar de ella en negativo: la no violencia. Y pensaba que era porque no actuábamos en esa realidad. Porque los verbos se inventan a partir de la realidad de lo que hacemos.

Amo las palabras, trato de cuidarlas como la joya más preciada, porque ellas definen, sugieren, crean, comunican, nos hacen seres humanos que se relacionan. Pero también es verdad que a veces limitan, encierran, y hacen que las cosas pierdan la belleza de existir porque las aprisionamos en las ideas preconcebidas que tenemos sobre aquello que decimos. El árbol es mucho más que el término con que lo designamos y la paz es mucho más profunda que lo que la palabra sugiere.

Más importante que lo que decimos es el silencio en el que la palabra nace, después de comulgar con la realidad.  En el diálogo y las acciones para construir la paz, —esa realidad esquiva y casi desconocida—, luego de conflictos violentos las palabras se engendran en el silencio del sufrimiento padecido, asimilado, negado, evadido, transformado y compartido. Viene de las profundidades y el abismo del ser, al cual pocos osan acercarse pues produce vértigo y desazón.

Normalmente las sigue un silencio de comprensión, de escucha, de asimilación antes de decir la nuestra que debe estar fecundada por la palabra del otro, solo entonces nacerán las acciones adecuadas. 

Por eso al hablar de procesos de paz el tiempo es un factor esencial.

Florit

Ilustración de Pau Badia (nomdenoia)

El tiempo del silencio y la asimilación, de la comprensión y de la indignación por aquello que aprehendemos, por la novedad de lo ya conocido visto por otros ojos y otras personas. Los procesos a veces están reñidos con la política tan necesitada de triunfos, éxitos y rankings, de votos y aplausos. Los procesos que involucran a los seres humanos tienen tiempos impredecibles, pueden ser como el desierto sin hierba ni árboles durante décadas, hasta que una llovizna inesperada hace florecer millones de flores apresuradas por producir frutos y semillas. O pueden ser como el agua mansa de un río que recorre llanuras o el torrente que baja de las montañas en cascadas o rápidos. Hay que sintonizar con esos tiempos, pues así como una planta no crece por más que tratemos de estirar sus hojas la paz luego de conflictos violentos tiene su ritmo y sus etapas.

Al leer el texto del suelo ético aprobado por el Parlamento Vasco, con el acento puesto en el respeto a los derechos humanos, el reconocimiento de la injusticia de la violencia, la aceptación del daño causado y de la dignidad de todas las víctimas, todas, no importa su ideología o en qué lado del conflicto se encontraran, comprendí que un paso enorme en la conciencia colectiva de la humanidad se estaba dando.

Lo que sucede con el pueblo vasco tiene que ver con todos nosotros. Como en los métodos chinos de sanación la acupuntura aplicada en puntos neurálgicos sana todo el cuerpo y restablece el equilibrio, lo que suceda en ese proceso de paz tan exhaustivamente planificado y asentado en la formulación expresa del respeto a todos los seres humanos en él involucrados, y de la sociedad en su conjunto, es un paso en firme para elevar la conciencia y experiencia de la humanidad toda.

Sometidos como estamos al espectáculo grotesco de decapitaciones y muertes aberrantes en nombre de Dios,  la justicia y la diferencia de civilizaciones, sostener que “lo sucedido —el terrorismo, la violencia y las vulneraciones de derechos humanos— fue posible porque en el razonamiento de grupos y personas se antepusieron al valor de la dignidad humana, otros valores como la defensa de una causa, un objetivo, una razón de estado, una visión ideológica u otras certezas o convicciones. En el futuro, nunca más, ni una causa política o razón partidaria ni ninguna otra convicción o certeza deben situarse como si fueran un valor absoluto por encima del valor de los derechos humanos, la persona y la vida”.

El proceso tendrá seguramente estancamientos y aceleraciones, pero pasar del malestar al bienestar, de la desconfianza a la confianza, del desencuentro al encuentro, requiere los programas y recursos concretos que el plan de paz gestiona y la visión de que la meta es posible más allá de las brumas, escollos y tempestades que el barco atraviese.

Visto con ojos del Sur en la parte de verdad y convicción que es la mía, quizás habría que poner más énfasis en la participación ciudadana, donde percibo una  cierta desconfianza.

Lo que el pueblo vasco pueda lograr, será el triunfo de una sociedad madura, reflexiva y del trabajo original y profundo de los diferentes actores, que los demás tomaremos como un camino posible de recorrer, en las realidades diversas que vivimos.

 

Este artículo forma parte de la serie de 10 artículos "Tribuna Abierta" dentro del proyecto "Por un futuro de paz en el País Vasco: derribando murallas y construyendo puentes", impulsado por la Fundación Cultura de Paz con el apoyo de la Secretaría General para la Paz y la Convivencia del Gobierno Vasco.

El proyecto tiene objetivo explorar y analizar elementos de conciliación que faciliten la comunicación y la convivencia en la sociedad vasca, aportando nuevas perspectivas y miradas al escenario actual del País Vasco después de cincuenta años de violencia y tensión.

Información del proyecto: http://fund-culturadepaz.org/pazyddhh

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal