Paz, en construcción

Sobre el blog

Un espacio de reflexión y debate sobre la necesidad de generar condiciones de paz en un mundo azotado por la violencia y la injusticia. El blog será coral, nutrido por colaboraciones de varias personas vinculadas a los centros de investigación, ONG y movimientos sociales por la paz de todo el Estado. También contará con alguna colaboración puntual de voces internacionales.

Sobre los autores

Jordi Armadans Jordi Armadans Politólogo, periodista y analista en temas de seguridad, conflictos, militarismo, desarme y cultura de paz. Director FundiPau (Fundació per la Pau), miembro de la Campaña Armas Bajo Control y miembro de la Junta Directiva de AIPAZ.

Jordi CalvoJordi Calvo Economista, analista e investigador sobre economía de defensa, militarismo, paz y desarme. Investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz (Justícia i Pau) y miembro de la Junta Directiva de la Federació Catalana d’ONG y del International Peace Bureau (IPB).

Josep Maria RoyoJosep Maria Royo Politólogo, analista e investigador sobre conflictos y construcción de paz de la Escola de Cultura de Pau de la UAB. Miembro de la Junta Directiva de la Federació Catalana d’ONG.

Alberto Estévez, María del Pozo, Jordi Armadans, Sara del Río y Paula San Pedro, son responsables de la campaña Armas Bajo Control de Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón

POST ALBERTO PAIS

Vecinos inspeccionan los daños tras un ataque aéreo de la coalición encabezada por Arabia Saudí en el que murieron 17 civiles en una zona residencial del barrio de Bab al-Sha’b de Sa’wan, al este de Sana'a el 1 de mayo de 2015. Foto: Amnistía Internacional

De la guerra y las bombas en Siria, Irak, Afganistán, Somalia, Yemen, Sudán del Sur, Somalia, República Centroafricana… De las atrocidades cometidas con armas, en su mayoría estadounidenses, rusas, europeas y chinas, como consecuencia del comercio irresponsable de armas durante décadas, que destroza sus vidas y medios de subsistencia. De eso es lo que huyen las personas refugiadas.

He arriesgado mi vida para llegar aquí y quiero que valga la pena. Estoy cansada, agotada y no quiero que todo haya sido para nada”. Así se expresaba en septiembre Noujain, una niña discapacitada siria detenida en Eslovenia, que actualmente está en un centro de acogida en Alemania.

Según la Organización Internacional para las Migraciones, en 2015 un millón de personas refugiadas y migrantes han llegado a Europa en busca de una vida mejor. Casi 3.700 han muerto en todo el Mediterráneo.

La vergonzosa respuesta de la Europa fortaleza a una de las mayores crisis de refugiados de la historia: darles con la puerta en las narices e intentar poner puertas al campo. Los Estados miembros de la UE han construido más de 235 km de vallas en las fronteras exteriores, que han costado más de 175 millones de euros.

Organizaciones como Amnistía Internacional y Oxfam reclaman a la Unión Europea que no mire hacia otro lado y que cumpla con sus obligaciones y garantice rutas legales y seguras a las personas refugiadas. Es necesaria una estrategia para salvar vidas en el Mare Nostrum y un aumento de la ayuda humanitaria y del número de plazas de reasentamiento acorde a las necesidades. Barcos de Greenpeace colaboran con las operaciones de rescate de Médicos Sin Fronteras. La respuesta humanitaria queda en manos de ONG como Oxfam, que ayuda a personas que llegan a Italia, Grecia, Serbia o Croacia proporcionándoles servicios básicos, un lugar de acogida y facilitando apoyo legal y psicológico.

En última instancia, la crisis de refugiados y migrantes terminará cuando se aborden las causas que la generan. Los Estados deben actuar sobre las causas de fondo que abocan a millones de personas a abandonar su hogar para buscar un futuro: participar en la exigencia de rendición de cuentas por los abusos cometidos, la resolución de conflictos, el control de la venta de armas y aumentar dramáticamente su inversión en las políticas de lucha contra la pobreza, la desigualdad y el cambio climático.

Destaca la escasa atención prestada a una de las principales causas subyacentes de esta crisis sin precedentes: el comercio irresponsable de armas, cuyas ventas en el último lustro superan los 90.000 millones de Euros anuales. La mala regulación de los flujos de armas hacia Irak durante decenios y la falta de control sobre el terreno han proporcionado al autodenominado Estado Islámico un gran arsenal mortífero que se está utilizando para cometer crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra a escala masiva en Irak y Siria. Entre 2012, cuando empezó la Primavera Árabe, y 2013, las transferencias de armas de la UE a Oriente Próximo y el norte de África superaron los 20.000 millones de Euros.

España no es ajena a esta cuestión. Entre 2010 y 2014, España fue el séptimo exportador mundial de de las principales armas convencionales, con el 3 por ciento del pastel. En 2013, una de cada tres exportaciones de armas españolas, por valor de casi 1.400 millones de euros, fue a parar a Oriente Próximo. Arabia Saudí se lleva la palma: en 2010—14 recibió armas españolas por valor de casi 800 millones de Euros desde 2004. La coalición encabezada por ese país ha sido acusada de cometer presuntos crímenes de guerra en Yemen en los últimos meses, y no sabemos si el gobierno español ha investigado si bombas y municiones españolas se han utilizado en estos crímenes de derecho internacional.

En la última legislatura, España aumentó un 50 por ciento las exportaciones de armas respecto a la anterior. Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón alertamos en diversos informes sobre una posible relajación en los controles de las exportaciones de armas debido a la crisis económica. Llamamos la atención sobre la clara tensión entre las limitaciones y restricciones que la Ley española de 2007 que regula el comercio de armas y la voluntad del gobierno de incrementar esas exportaciones. Identificamos exportaciones concretas preocupantes. Denunciamos que el gobierno estaba jugando con fuego y corría el peligro de autorizar armas para cometer crímenes de derecho internacional.

La nueva legislatura tiene tres retos importantes:

i) no exportar armas para cometer atrocidades.

ii) mejorar la evaluación de riesgo en la toma de decisiones de exportaciones de armas, los mecanismos de control de quién y cómo usan las armas exportadas; e,

iii) impulsar la transparencia, dejando de considerar secretas las actas de la Junta Interministerial que aprueba estas exportaciones, y el control parlamentario.

La pelota está en el tejado del nuevo Parlamento y el próximo gobierno, que serán claves para que armas españolas no alimenten los conflictos que causan la crisis actual de personas refugiadas.

Los drones en el ensamblaje mundial de la excepción

Por: | 16 de diciembre de 2015

Enric Luján, miembro de Críptica e investigador del Centre Delàs d'Estudis per la Pau

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                                                            John Moore (AFP / Getty)

421 en Pakistán, casi 180 en Afganistán, alrededor de 120 en Yemen, unos 18 en Somalia: son el número de ataques confirmados llevados a cabo por drones, aviones remotamente tripulados, según The Bureau of Investigative Journalism. Capaces de sobrevolar durante horas un mismo territorio, estos “ojos que no parpadean” hace tiempo que trascendieron su mera condición de arma para pasar a representar la idea matriz que articula la lucha contrainsurgente de la administración Obama. Las grandes campañas militares están quedando paulatinamente atrapadas por esta “dronificación” de los esquemas de la guerra, que ahora tiende a expresar su violencia en forma de descomunales programas secretos de asesinatos selectivos. Con los drones se produce un movimiento que desplaza algunas de las cuotas del poder soberano del ejército a la Central Intelligence Agency (CIA), a la que se ha conferido la tutela del programa dron. La CIA es la encargada de seleccionar los objetivos, clasificarlos según el nivel de amenaza atribuido y planteárselos al presidente Obama en una reunión semanal, en la que espera recibir la autorización correspondiente para proceder a su eliminación. Pero, contrariamente a lo que se suele pensar, la CIA no es el único sector de la inteligencia estadounidense inmiscuido en este tipo de operaciones: la National Security Agency (NSA), cuyas prácticas ilegales fueron el principal blanco de las revelaciones de Edward Snowden, colabora estrechamente en la confección de los objetivos.

Para las campañas con drones, la información de inteligencia facilitada por la NSA representa un activo indispensable. Esta agencia, que dispone de un auténtico arsenal de instrumentos para intervenir las comunicaciones de todo tipo de dispositivos con conexión a Internet, desempeña un rol clave en los asesinatos mediante drones, que hasta ahora no ha sido tomado suficientemente en consideración. De hecho, la NSA ha llegado al punto de desplegar sus propios drones de vigilancia en las zonas de combate, los cuales incorporan aparatos que simulan ser antenas de telefonía para poder geolocalizar tarjetas SIM en tiempo real, en el marco de su programa GILGAMESH. Así, todos los teléfonos de un determinado lugar quedan secretamente capturados por la inteligencia americana, que los añade a su monumental "archivo de la sospecha" con vistas a asociarlos con potenciales candidatos a ingresar las diferentes escalas de alguna de las múltiples kill lists ("listas de asesinato") existentes. A su vez, la política de categorización con la que trabaja la NSA ("tres saltos" que conforman 3 grados de separación) hace que no solamente el número del teléfono detectado, sino que también sus contactos y los contactos de sus contactos, se sumen a sus listas de sospechosos. Para hacernos a la idea, un teléfono estándar con 40 únicos contactos haría que 2,5 millones de individuos pasaran automáticamente a tener potenciales vínculos con el terrorismo, a ojos de la agencia.

La información proporcionada por la NSA hace que, en los ataques con drones, la lógica operacional se desplace del seguimiento de personas al seguimiento de sus teléfonos. Esto significa, antes que nada, sobredimensionar la importancia que se le otorga a las señales emitidas por los diferentes dispositivos en detrimento de la información de inteligencia sobre el terreno. Los metadatos referentes a la geolocalización, historial de conversaciones telefónicas o correos electrónicos reproducen una imagen fantasmal de la persona, que en muchos casos es equivocada, segmentada o incluso irreal. La posibilidad de intercambiar teléfonos o tarjetas SIM después de reunirse, dejarlos en manos de amigos o familiares, que un individuo utilice diferentes tarjetas SIM (acciones que, de hecho, los talibanes llevan haciendo desde hace años)... burlan en cierto modo el complejo aparato de rastreo desarrollado por la inteligencia estadounidense. Y todo esto sin entrar, evidentemente, en la posibilidad real de que un civil se encuentre, sin saberlo, cercano al lugar en donde se reúnen los objetivos buscados por la CIA, conque pase a formar parte de alguna kill list de manera colateral, basándose solo en la señal de geolocalización emitida por su teléfono móvil. "Matamos a gente basándonos en sus metadatos", admitía el antiguo director tanto de la CIA como de la NSA. Y estos metadatos, lejos de la fiabilidad suprema que les otorga otro alto cargo de la NSA ("los metadatos te lo dicen absolutamente todo de la vida de alguien. Si tienes suficientes metadatos, no necesitas realmente el contenido"), se revelan como extremadamente engañosos desde el mismo momento en que una persona puede desprenderse de su dispositivo o intercambiarlo por otro. Contrariamente al optimismo de las instancias oficiales, los metadatos no les dicen (casi) nada del objetivo real, que se esconde en la maraña virtual del Big Data.

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                                                                  www.dronesurvivalguide.org

La apariencia de objetividad que rodea a los metadatos, interpretados como silenciosos actos de confesión para las agencias de inteligencia que planifican los ataques, exhibe aquí su fragilidad estructural. Comprobamos que construir un patrón de comportamiento coherente, que desanonimice realmente a un único individuo para integrarlo luego en alguna kill list, es algo especialmente difícil de conseguir sin otras fuentes de información que no sean los propios metadatos. Y las campañas con drones, que plantean un concepto de guerra que tiende a reducir el número de tropas desplegadas sobre el terreno (conque la información a pie de zona es más escasa que nunca), no podían acabar haciendo otra cosa que delegar paulatinamente en el singular oráculo de los metadatos, el cual bien puede constituir un discurso de objetividad aparente destinado a apaciguar las posibles críticas ("siempre se da en el blanco", dejando de lado el hecho fundamental de que el objetivo perseguido sea un teléfono, no una persona: la posibilidad de seguir equivocándose de objetivo aun acertando el disparo sigue siendo un riesgo real), pero que en el plano operacional real no da casi pistas que sirvan para identificar claramente a los objetivos designados. "Una vez la bomba cae o llevamos a cabo un asalto nocturno, sabemos que el teléfono se encuentra allí. Pero no sabemos quien esta detrás de el, quien lo lleva en el bolsillo (...) [disparamos] con la esperanza de que la persona al otro lado del misil sea realmente el objetivo", afirmaba para The Intercept un antiguo operador de drones. Naturalmente, esta dificultad a la hora de detectar a los objetivos reales convierte a casi todo el mundo tanto en potencial sospechoso como en integrante fantasmal de una kill list, contra el cual pudiera golpear súbitamente un misil lanzado por un dron. Los falsos positivos son algo estructural, no puntual, de los ataques con drones.


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"Incluso suponiendo que el "terrorismo" sea detectable a través de patrones que pudieran ser identificados vía la minería de datos (lo cual es, como mínimo, una hipótesis arriesgada), semejante sistema generaría inevitablemente una plétora de sospechosos, con una arrolladora mayoría de falsos positivos, que a la postre se estiman en millones". En los Estados Unidos, un hipotético sistema de detección casi virtuoso, con una fiabilidad del 99.9999%, seguiría generando 2750 falsos positivos diarios. De esta observación derivan dos consecuencias fundamentales: primero, la fragilidad implícita de los criterios que vendrían a caracterizar una violencia supuestamente "milimetrada" o "quirúrgica"; segundo, la peligrosa ineficacia del régimen de retención masiva de (meta)datos en lo referente a las metas que dice perseguir. El caso de Francia, que aprobó en 2013 una ley que daba poderes tanto a la policía como a la inteligencia francesa para monitorizar sin una orden judicial previa el tráfico de Internet de cualquier usuario, o que aprobó tras el ataque a la redacción de Charlie Hebdo otra legislación para que éstos pudieran intervenir las comunicaciones telefónicas o vía Internet, en este caso también sin garantías judiciales para los "sospechosos"... revela a fin de cuentas una paradoja: que, después de los atentados de París, el fracaso absoluto de los programas de vigilancia masiva al prever los atentados se está usando como pretexto para ampliarlos aún mas. Lo nunca visto: para las agencias de inteligencia europeas, la propia incompetencia parece que sirve como argumento para justificar la concesión de más poderes.

De la arquitectura política que dispone los mecanismos societales que sustentan las vastas cuotas de violencia asumidas por aviones remotamente tripulados trata precisamente “Drones. Sombras de la guerra contra el terror”, publicado recientemente por Virus Editorial. El irresistible ascenso del dron en el imaginario militar, un dispositivo que tiende a administrar parcelas cada vez mayores de la violencia del Estado, es un fenómeno que debemos someter a examen. Su uso por parte de la administración Obama para desplegar formas de violencia al margen de la tutela judicial o democrática forma parte de una agenda política en expansión, que delega sus funciones en la suma opacidad que caracteriza a las agencias de inteligencia (de hecho, una de las consecuencias más notables de la “guerra contra el terror” ha sido que estos organismos estén asumiendo de manera gradual el control del aparato del Estado, sin tener que rendir cuentas ante nadie). En el ensayo publicado por Virus, se realiza una aproximación tanto histórica como política de los ataques con drones, al tiempo que se indaga en las razones por las cuales estos aparatos se han convertido en una verdadera obsesión para los ejecutivos de medio mundo: en palabras del propio texto, “el dron fascina y aterroriza a partes iguales por la innegable ventaja que confiere a quienes pueden recurrir a su poder de muerte”. Nos corresponde situar al dron bajo nuestra mirada, antes de que él lo haga bajo la suya propia.

Ya lo habíamos dicho: No a la guerra. Y así nos va

Por: | 03 de diciembre de 2015

Retumban los tambores de guerra en Francia, reivindicando la “grandeur” herida e imitando al big brother estadounidense en sus fracasadas aventuras asiáticas. Estado Islámico –o mejor dicho, DAESH, como destacó el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, en septiembre de 2014, para deslegitimar su vinculación al Islam y su supuesta estatalidad, tal y como también ha señalado en nuestro país, entre otras, la islamóloga Dolors Bramon– se frota las manos por haber conseguido su doble objetivo, que es golpear a Occidente y conseguir que la respuesta sea la de siempre, es decir, la reivindicación del militarismo y la cultura de la violencia y el incremento del racismo y la xenofobia de parte de la ciudadanía europea hacia una parte de esta misma ciudadanía europea, sus propios vecinos y vecinas musulmanas, lo que supone agravar el espiral de estigmatización, marginación, exclusión a que se ve sometida esta parte de la ciudadanía europea y en otras partes del mundo –ligado, no lo olvidemos, a la mal llamada crisis económica que nos azota y ya no amainará, que es en realidad una crisis del modelo de sistema capitalista–  lo que es a su vez el caldo de cultivo para que surjan más jóvenes sin expectativas ni futuro que puedan sentirse atraídos por el mensaje de DAESH.

No obstante, ya lo habíamos dicho de forma reiterada y proactiva: No a la guerra. En Catalunya y en el Estado español, lo decían los compañeros y compañeras en los años 70 para acabar con el Servicio Militar Obligatorio (el Moviment d’Objecció de Consciència, Mili KK y posteriormente las asambleas de insumisos) y desde las asambleas antimilitaristas por todo el Estado. También en las movilizaciones en contra de la OTAN en los años 80, o desde otra perspectiva, las movilizaciones a favor de devolver el 0,7% en los años 90 y por la abolición de la deuda externa (XCADE/RECADE, que también propuso una consulta, ilegal como de costumbre) de inicios de siglo XXI. Así como las campañas en contra del comercio de armas del Estado español (Secretos que Matan, Adiós a las armas) de mediados y finales de los 90, sabedores que nuestras armas Made in Spain se encuentran en muchos de los conflictos armados actuales. Tenemos todavía en nuestras retinas las masivas movilizaciones altermundialistas en contra de la cumbre del Banco Mundial en Barcelona el 2001 cuando se gritaba Otro mundo es posible, libre de desigualdades y en el que se promueva la paz desde una perspectiva de justicia social, y cuando gritábamos No a la Guerra de Iraq y nos acampábamos en contra de esa guerra en 2003 en diversas ciudades, convirtiendo el movimiento por la paz en el Estado español en un referente internacional. Y en otras decenas –seguramente centenares– de movilizaciones en contra del apartheid palestino cometido por Israel, las guerras de los Balcanes, los aniversarios de la guerra de Iraq y el desastre del trío de las Azores, las guerras en Libia, Siria, en solidaridad con el pueblo saharaui y con tantos conflictos que exigen una respuesta desde la multilateralidad, las políticas de prevención de conflictos, la negociación, la presión política y económica, las sanciones económicas y embargos de armas y políticas de cooperación hacia estos países convertidos en empobrecidos, en muchos casos por el expolio al que se han visto sometidos desde Occidente junto a las propias clases políticas locales herederas del colonialismo. Y tantos otros mecanismos de carácter preventivo existentes. ¿Por qué? Porque somos conscientes que la respuesta bélica solo conlleva una nueva espiral de militarización y carrera armamentística que nunca corrige las causas que han originado dichos conflictos, si acaso las agrava. Como algunas nuevas propuestas que huelen a viejas.

Hace unas semanas lo volvíamos a recordar el 31 de octubre, movilizados en contra de las políticas militaristas de la OTAN, con el objetivo de frenar la escalada de la guerra –antes de los atentados de París– y mostrando toda nuestra solidaridad hacia la población refugiada procedente de países en conflicto o que sufren graves violaciones de los derechos humanos como Afganistán, Iraq, Siria, Somalia, Ucrania, Yemen o Eritrea – y en tantos otros países –. Esta movilización en Barcelona vino acompañada de decenas de acciones por todo el territorio español en contra de la propuesta belicista que supone la ampliación de actividades de la OTAN en España. El pasado 28 de noviembre volvimos a salir a las calles en una movilización que aglutinó a miles de personas en numerosas ciudades del Estado español que repetían por enésima vez No en nuestro nombre y Nunca Más – Mai Més – y que secundaban diversos partidos políticos. Esperemos que no se quede en una mera política de gestos en vísperas de campaña electoral.

1448738554_704912_1448739061_noticia_normal3.000 personas han marchado en Barcelona contra la guerra y el terrorismo bajo el lema "Mai Més" / Gianluca Battista

Naciones Unidas lo dice cada año desde 1981, el 21 de septiembre, cuando se celebra el Día Internacional de la Paz, con el objetivo de “reforzar los ideales de la paz en todas las naciones y pueblos del mundo”. El lema de la celebración de este año fue «Colaboradores por la paz, dignidad para todos». Más allá de una traducción al español que invisibiliza a la mitad de la población a pocas semanas de conmemorar los 15 años de la resolución 1325, el lema hizo un llamamiento a la dignidad de las personas y para las personas, coincidiendo en un momento en el que centenares de miles de personas procedentes de países en conflicto ven como su dignidad está siendo pisoteada en cada una de las fronteras de la UE, tal y como señalábamos antes (amén de los países de tránsito y de las mafias que se enriquecen del tráfico de personas). La elogiosa respuesta ciudadana, de las organizaciones de la sociedad civil y de algunos municipios no puede sustituir la responsabilidad y las obligaciones que los Estados y la UE tienen con la legislación internacional relativa al derecho al refugio y asilo.

En definitiva, para construir un mundo donde las guerras no tengan razón de ser, el primer paso debe ser acabar con la injusticia y las desigualdades que se encuentran en las raíces de todas las guerras, combinando las políticas sociales redistributivas – que socialicen los beneficios del común en lugar de socializar las pérdidas – con las políticas predistributivas – actuando de forma proactiva y preventiva sobre las causas estructurales y para prevenir la reproducción de las desigualdades, promoviendo la educación para el desarrollo y la defensa de los derechos humanos y la paz – y convertirlas en política de Estado. Y lo volveremos a decir las veces que haga falta.

El País

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