Los ganadores de las becas de la Fundación Knight de este año ilustran las diferencias entre invención e innovación, que son ya lugar común después de que Malcolm Gladwell las popularizase en artículos ([1] [2]) y entrevistas: inventor es quien —guiado por un intelecto privilegiado o por presiones socioculturales— crea; innovador es quien implementa. Los proyectos vencedores muestran que el futuro del periodismo pasa por centrarse más en lo segundo que en lo primero: en tomar ideas preexistentes, arrojarlas a la hormigonera y examinar la consistencia del concreto resultante de su combinación.
Más allá de esa obviedad, un análisis superficial de los becados sugiere que el filtrado y la visualización de datos se consolidan ([1], [2], [3], [4]) como herramientas periodísticas y que la mayor parte de las buenas ideas surge fuera de los medios, incluso cuando son estos quienes las patrocinan. El primer fenómeno es esperanzador; el segundo, viejo conocido, es inquietante y está en el centro de la siguiente anécdota, transitada por economistas en las antípodas, gráficos inusuales y, finalmente, metáforas evolutivas sobre la supervivencia de la profesión.
El visualizador improbable
A finales de 1958, la revista británica Economica, de la London School of Economics, publicó un artículo de apariencia inocua firmado por William Phillips, profesor neozelandés. Su título presagiaba un contenido de interés solo para académicos: "The Relationship between Unemployment and the Rate of Change of Money Wages in the United Kingdom 1861–1957".
Phillips describía la conexión entre salarios y desempleo en el Reino Unido a principios del siglo XX. A grandes rasgos, el estudio indicaba que dichas variables son inversamente proporcionales: cuanto mayor el desempleo, menor la inflación; y, viceversa, cuanto menor la cantidad de parados, más poderosa la presión para subir los sueldos con el fin de aumentar el atractivo de los puestos de trabajo sin cubrir.
Pero lo más interesante, por lo menos para nuestros propósitos, es la forma en que el economista mostró sus datos. Lo hizo por medio del gráfico a la derecha, hoy llamado Curva de Phillips.
En la curva, cada punto es un año. La secuencia comienza en 1913 y acaba en 1948 (los años están identificados con sus dos últimas cifras: 13, 14, 15, etc.). La posición en el eje vertical corresponde a la variación porcentual de los salarios; en el horizontal, al porcentaje de trabajadores sin empleo.
Imagine que la línea que conecta los puntos es un camino. Comience a recorrerlo: si entre un año y el siguiente la línea avanza hacia la derecha, el desempleo crece; si retrocede (hacia la izquierda), el desempleo cae; si la línea sube, los salarios están al alza; si desciende, a la baja.
El gráfico deja percibir patrones interesantes: entre 1920 y 1921 el desempleo aumentó drásticamente y los salarios cayeron. En años anteriores, entre 1915 y 1919, el desempleo se mantuvo muy bajo (cerca del 0%) y los aumentos salariales se dispararon hasta un 32% (en 1919).
Phillips, reivindicado
No me interesa discutir la validez de las hipótesis derivadas de los datos de Phillips (el debate no ha cesado), sino la curva en sí, esa forma tan curiosa y efectiva —cuando uno entiende su mecanismo— de mostrar la covariación de magnitudes. En los últimos años he visto en The New York Times dos excelentes gráficos inspirados en ella. Ilustran la relación entre el precio de los combustibles fósiles y el consumo de gasolina. Explórelos; valen la pena ([1], [2]).
Yo mismo la tomé como ejemplo para algunos trabajos en la revista brasileña Época. Uno de los más recientes compara el PIB de Brasil con la desigualdad (según el coeficiente GINI) entre 1981 y 2010. En él se ve que no siempre en los últimos treinta años el desarrollo económico ha estado acompañado por un mayor bienestar general. Solo desde 2003 (inicio del Gobierno Lula, en rojo) se percibe una línea recta diagonal descendente, que indica crecimiento continuo del PIB y caída progresiva de la desigualdad; en presidencias anteriores, sobre todo las de Collor y Sarney, el cuadro fue mucho más inestable, con la desigualdad variando aleatoriamente y el PIB casi estancado. Recuerde: si la línea avanza hacia la derecha, el PIB aumenta; si retrocede, la economía empeora; si asciende, la desigualdad crece; si cae, la desigualdad se reduce.
El “redescubrimiento” de la curva de Philips es producto de una doctrina nacida hace una década en ciertos departamentos de infografía, principalmente en Estados Unidos. Consiste en prestar atención a las innovaciones en disciplinas como la cartografía, la estadística y las ciencias de la computación y tomar de ellas nuevas formas de presentar información.
La base ideológica de esta doctrina informal es la siguiente: dado que la visualización de datos tiene poco más de doscientos años, tanto su vocabulario como su sintaxis están todavía en desarrollo. Por eso es necesario recuperar y poner en práctica artilugios poco comunes, como la curva de Phillips, aun a riesgo de equivocarse. Al igual que sucedió cuando William Playfair inventó los gráficos de barras y líneas, a finales del siglo XVIII, lo que hoy es inusitado y difícil de entender, mañana será cotidiano, trivial. Hasta hace muy poco, diagramas de dispersión y cartogramas eran inexistentes en la prensa. En la actualidad, hasta diarios visualmente conservadores los usan.
La redacción reluctante
El obstáculo para aprender una lección histórica tan sencilla —y es un problema incluso entre los más vanguardistas— es que los medios de comunicación son, por motivos diversos, alérgicos a la novedad. Ello explica lo que sucedió con las gráficas inspiradas por Phillips, así como con otras propuestas interesantes, peculiares, osadas, no solo en el Times: son tan insólitas que, en un primer momento, provocaron cierto rechazo.
Cualquier profesional con intención de aumentar su repertorio de herramientas (físicas o virtuales) es consciente de que primero debe estudiar en profundidad cómo funcionan y después gastar una notable cantidad de energía para convencer a superiores y colegas de que merece la pena usarlas. En demasiados medios, la reacción más frecuente ante cualquier propuesta —no solo infográfica, sino llegada de cualquier área— no es ¿por qué no?, sino ¿para qué?. Respetan la memoria del ensayista británico Walter Bagehot, que escribió en una ocasión: "uno de los mayores dolores para la naturaleza humana es el provocado por una nueva idea".
Esta forma de actuar ha conducido a algunos buenos periodistas a desencantarse con el oficio e incluso a desistir de él, bien abandonándolo, bien optando por el exilio interior. Generalizar es injusto, y tal vez lo sea también transformar anécdota en categoría, pero no son pocos los directores y editores que:
1. Erosionan la ilusión de profesionales con iniciativa al castigar con dureza los errores (o supuestos errores; las redacciones son el paraíso de los análisis subjetivos y las reacciones hormonales) derivados de experimentar con nuevas técnicas.
2. Piensan, sin evidencia alguna, que su lector medio es incapaz de entender y aceptar alteraciones en la forma en que se presentan noticias, reportajes y gráficos. En mi memoria está todavía fresca la expresión más cruda de esta idea, que escuché hace más de una década de labios del responsable de un diario español: “nuestro lector es idiota”. Los ejecutivos de esta calaña obvian la sentencia más rotunda en The Elements of Style: "No one can write decently who is distrustful of the reader's intelligence, or whose attitude is patronizing" (traducción libre: "nadie puede escribir bien si desconfía de la inteligencia del lector o si adopta una actitud condescendiente").
El futuro del periodismo: analogías evolutivas
¿Es el conservadurismo en tantos medios una aberración o un rasgo natural? Imaginemos la redacción como si fuese un autómata biológico cuyo objetivo es sobrevivir en un ecosistema repleto de congéneres con los que lucha por el acceso a recursos limitados. Cuanto más escasas las fuentes de energía, menos rentable será invertir esfuerzo en tareas no relacionadas con funciones fisiológicas primarias. Cualquier mutación en una célula significará que esta continuará consumiendo alimentos sin que sea claro que el cambio generará beneficios para el organismo.
Como en la naturaleza —y aunque esta analogía no sea, ni de lejos, exacta—, la mayor parte de las mutaciones son perniciosas. Solo una parte minúscula de ellas dota al individuo que las sufre de ventajas sobre sus competidores. Es por ello por lo que, incluso si la redacción parece una criatura en constante actividad, en sus entrañas los órganos son forzados a la inercia eterna, repitiendo de forma automática operaciones que, en el pasado, fueron eficaces para mantenerla viva. Better safe than sorry, musitan los angloparlantes.
El problema de esta estrategia de supervivencia es la hipótesis de la Reina Roja: mientras que el organismo permanece estático, el ecosistema continúa en evolución. Salgamos de la analogía: como en eras anteriores, los periodistas tradicionales mantienen la fe en la supremacía de lo textual, en lo visual como mero "complemento" y en las estructuras lineales, mientras que las nuevas generaciones de lectores (el ecosistema) llegan a nosotros acostumbradas al uso de herramientas visuales y multimedia y a la absorción de información de manera fragmentaria e interactiva. Consecuencia: los periodistas nos extinguimos, sumidos en una mezcla de autocomplacencia y desdén por audiencias con las que cada día tenemos menos en común. De ahí la importancia de la Fundación Knight, del Nieman Lab, del Center for Entrepreneurial Journalism, del Reese Felts Digital News Project, del J-Lab, del MMLab y de tantos otros laboratorios: ayudan a que el tozudo genotipo periodístico se transforme en fenotipo adaptado a la realidad voluble.
Para ellos, un elogio.
Alberto Cairo (Twitter: @albertocairo) es director de infografía y multimedia de la revista Época (Editora Globo, Brasil)
Hay 3 Comentarios
Great, informative discussion. I learned a lot of things, Here's what blogging is all about. Keep it flowing thanks!
Publicado por: where to buy meladerm | 14/12/2011 5:46:34
Las ideas son globales, El PAIS es el mejor periódico del mundo, siempre es creativo y es el líder en opinión mundial....me gusta leer su edición global y que los periodistas tengamos nuestro blog...un abrazo sincero...
Publicado por: Francisco de Asís Solís Reátiga | 29/06/2011 7:06:35
soy periodista de Culiacán , Sinaloa, México y considero que todo periodista debe tener su blog el mío se llama www.solisnotas.com y felicito a El pais de España por impulsar esta clase de periodismo global....un abrazo a todos los compañeros del mundo y que expongan sus ideas libremente, para que el mundo esté bien informado.un abrazo sincero a todos y a todas....
Publicado por: Francisco de Asís Solís Reátiga | 29/06/2011 7:00:40