Periodismo con futuro

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Con todas las incógnitas del momento, el título de este blog es una afirmación en la que creemos sin dudar. El cómo, quién, dónde y cuándo ya no están tan claros. Queremos abrir un debate sobre el presente y futuro del periodismo y su industria. Sobre nuevas tendencias, contenidos, tecnología, soportes y modelos de negocio. Con información y análisis. Y vivir en primera línea un nuevo ecosistema informativo tan apasionante como incierto.

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Especialistas de todo el mundo y periodistas de EL PAÍS reflexionan sin prejuicios sobre lo que ocurre, incluso sin esperar a que ocurra. Desde profesionales que viven en las redacciones hasta quienes dedican su tiempo al análisis en las universidades tendrán un hueco aquí y en el canal de Eskup.

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Periodismo, profecías autocumplidas y viejos caducos

Por: | 21 de octubre de 2012

Más tarde replicarán que cualquier crisis es más compleja de lo que se percibe desde el otro lado del charco. Puede ser. Pero lo cierto es que hoy sufren decenas para que otros —muy pocos: los que debieran desvanecerse aunque sólo fuese por elegancia, dignidad y confesa impotencia—, puedan mantener corona y aleguen que es por la supervivencia de los cientos restantes. He aquí una paradoja: hubo lucros, al parecer, pero, cuando llega el iceberg, culpan de la debilidad del casco a los que desde siempre sudaron a la luz de las calderas. Les llaman viejos, caducos. Algunos lo son, sí; también fueron en su momento reticentes al cambio, conservadores, ciegos a un entorno que les superó cuando se dejaron seducir por el ludismo, tan caro en esta profesión. Erraron y lo saben, aunque lo nieguen. Pero sus acusadores son más viejos y caducos todavía, mucho más. Lo eran hace más de una década, cuando demostraron que entendían poco (las bibliotecas son obra del diablo). Lo siguen siendo hoy, cuando lamentan el presente, añoran el pasado que exprimieron y hablan de un futuro sin esperanzas. Lo suyo se llama profecía autocumplida. Me cuenta un buen amigo que, en un reciente congreso en Brasil, el rostro era ceñudo; el ánimo, vacilante; la palabra, oscura. Lo creo. Mostrar la puerta a gente con quien se han compartido décadas debe de ser una experiencia que hiere, a menos que uno sea un sociópata. Pero estar a salvo gracias a amplios flotadores de papel moneda supongo que ayuda a levantar el ánimo y a reclamar austeridad de los demás. No es esa la situación de los que se van, creo, cargando la supuesta obsolescencia. Ellos, los de la orquesta y la caldera. Mañana, por cierto, si el buque incrusta su nariz en el lecho marino, la culpa se la llevará el peso de esos ausentes.

El País

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