He dejado un cartel para que el reportero no se despiste: “Víctor, aquí.” Cuando la puerta se abra lo saludaré sentado, frente al ordenador.
—Aquí estoy, chico, haciendo mi página web. ¡Me van a salir callos en el culo!, le diré con una carcajada de remate.
Esta mañana tengo las canas alborotadas y el bigote bien estilizado. Tengo mis gafas de pasta colgadas al cuello y la camisa azul y el pantalón negro con algunas manchas de pintura de colores encendidos.
En España me conocen como Waldo Balat, pero en realidad me llamo Waldo Díaz Balart. Nací en Holguín, un pueblo de Banes (Cuba), en 1931. Estudié contabilidad y cuando Fidel Castro llegó al poder me fui a vivir a Nueva York. Ahí me hice pintor y conocí la libertad plena. ¡Chico, Nueva York era una atracción! Y lo sigue siendo, pero en 1960 comenzaba todo. Figúrate tú que hacía 15 años que se había acabado la Segunda Guerra Mundial… Así que me fui abriendo al mundo del arte y me encontré un gran grupo. Yo vivía hasta abajo de la calle 14 y desde ahí todo parecía más fácil. Pero… ¿sabes?, hace poco fui a Nueva York y la encontré muy demandante. Te exige mucho. En aquella época parecía decirte: “lo que tú me des está bien.” Ahora te exige. Quizá por eso los años 60 son irrepetibles.
¿Qué cómo conocí a Andy Warhol? Pues, chico, mira: en un bar. Tú eres joven y conoces gente en los bares, ¿no? El bar estaba al doblar de mi casa y se llamaba Max´s Cansas City. Estaba en el número 213 de la Park Avenue South y ahí nos reuníamos varios artistas en los 60. Entonces yo podía hacer amistades en los bares. Ahora ya no. Con este deterioro humano de cojones… no.
Durante el día, Warhol trabajaba y, a partir de una hora, pues iba a gente a verlo. La que él quería. Él hacía muchas reuniones… Era un tío muy organizado mentalmente. Siempre se relacionó con la gente del poder y con los jóvenes que empezábamos. Y nos mezclaba. Gente de dinero, de los museos… él estaba siempre entre el poder. Él sabía lo que era eso. Eran fiestas en las que había alcohol, pero no drogas. Tampoco eran orgias, ¿eh? Pero tampoco aburridas. A ver: cuando tú eres joven, pues… pasan cosas. Tú entiendes, ¿no? Pero no eran orgias, si es lo que quieres saber. Anda que… el morbo es el morbo. Ahí conocí a la gente de Vogue y todos esos. Pero yo no me llevo bien con el poder. Me debería llevar mejor. Pero realmente creo que soy un desastre. Estoy en un ambiente de poder y no lo utilizo como debería utilizarlo. Podría sacar provecho, para hablar claro. Pero no.
Ah, yo nunca me drogué. Estoy jodido de una pierna porque me emborraché, cogí el coche y choqué. Bueno, no iba conduciendo yo, era otra persona, se salió de la carretera y yo me enteré cuando venía en una ambulancia para Madrid. Ay… y pensar que íbamos a comer una paella valenciana… Hace cuarenta años, quizá.
En fin. Debes saber que hice dos películas con Andy: La vida de Juanita Castro y Los amores de Ondina. El rodaje de La vida de Juanita Castro fue aburridísimo. ¿Tú las has visto? Estábamos en mi casa un grupo de latinos y empezamos a comer paella y a emborracharnos y él puso las cámaras y ya. Pero no es una película muy andywarholiana. Por eso no la ven mucho.
En Nueva York me metí a la Escuela del Museo de arte Moderno y tenía muy buenos profesores. Me metí a hacer grabado, naturalezas muertas, abstracto expresionismo, ¿tú entiendes? Y fue adquiriendo disciplina. Hay un momento en que tienes aspiración, pero la inspiración no puede venir si tú no estás trabajando. Hay que trabajar. Todo es disciplina. Fundamentalmente la disciplina
La idea de nosotros los concretistas es trabajar con el incremento de la conciencia. A ver: si el artista tiene calidad y es bueno, te hace llegar a otro nivel. Te invita a trabajar contigo mismo, a buscarte en el pensamiento abstracto, a implicarte en una imagen. Entonces, para mí, una imagen es como si fuera un mantra de los budistas. Es algo que te puede abstraer y llevarte hacia ti mismo. Pero uno como artista no te dice exactamente qué es lo que hay que ver. Es cosa tuya. Hay un misterio ahí. Pero el misterio no es mío. Es tuyo. Ante el cuadro, dices: “¿qué cojones eso?” Pero te gusta, te atrae. Y te lleva a ti mismo. Entonces te metes y le das sentido a las figuras que yo hice.
Creo que a la gente le gusta mi obra. Y hasta la entienden. Pero… no me siento comprendido. Aunque tampoco me ha ido mal, ¿eh? ¡He expuesto en sitios muy importantes! ¿Sabes de qué me he dado cuenta? De que en América Latina tengo que explicar de qué van mis cuadros y en Europa no.
Yo trabajo con sistemas. Con una tabla de números. Del uno al ocho. Cada uno de estos números es un color: el uno, el violeta. El dos, el azul marino. El tres, el cian… Es el orden de los colores como vienen en el espectro de la luz. Lo único que he hecho es ponerle un número a cada color y combinarlos. Es un orden axiomático. Desde hace tiempo trabajo a partir de esto. Esto es para hacer el misterio, luego te toca a ti ver la verdad. Pero es una verdad tuya, ¡qué coño! Esto es sólo mi forma de organizarme.
Yo, usualmente, me levanto a las nueve. Me lo tomo con calma y empiezo a pintar a las once u once y media y a las dos y media ya estoy comiendo. Bueno, pues me levanto a las nueve. Me gusta desayunar tranquilo, después me pongo a trabajar, hasta las dos y media. Tengo que organizarme porque si no me jodo la mente. Me hago mi comida. Trato de salir siempre con mis amigos o por la tarde vuelvo a trabajar. Ya tengo que salir con alguien. Por eso ya no voy a los museos a ver exposiciones: me cuesta mucho trabajo. Tengo que prever todo: con quién voy a salir, cómo voy a salir… si hay un lugar dónde sentarme… ¡Yo ya absorbí! Ahora lo que tengo que hacer es dar, producir. Ya fui a muchas exposiciones en Estados Unidos y en toda Europa y me hice mi propio universo. Ahora no es que no pueda absorber: es que es más difícil. Tengo que producir como necesidad de vida.
Dejé Nueva York y me vine a España para trabajar. Mi hermano hacía préstamos a compañías españolas, me viene a trabajar con él y comencé a relacionarme con los artistas. Llegué en el 70 y tuve aquí una exposición en el Museo de Arte Contemporáneo en el 72. Vivía Franco, sí, pero si tú no te metías con Franco no te pasaba nada. Pero si te metías con Franco, te cortaban los huevos. ¡Esto era una dictadura, chico!
Cuando empecé a estudiar en Cuba, primero empecé a hacer arquitectura. Pero tenía que trabajar por el día y estudiar por la noche. Después Filosofía y fue ahí donde me decanté por el arte, como una manera de búsqueda. Como un camino irracional, sin respuestas. Por eso no me interesó la política, porque ahí tienes que tener respuestas a todo.
No acepto la tiranía de Cuba porque quiere imponerme la forma de pensar. Cuando conocí a Fidel Castro no me imaginaba que pudiera llegar a ser un tirano. Yo lo veía como un ser normal que se casó con mi hermana, que la hizo feliz y luego infeliz y que tuvieron un hijo. Pero el que hablaba con él era mi hermano mayor, que era de su misma edad, que eran compañeros mientras estudiaban Derecho y por eso conoció a mi hermana. Pero yo no.
Después el régimen fue horroroso y… ya no volví a Cuba. Y no volvería a menos que se fueran esos hijos de puta, ¡coño! Que me dejaran vivir. Eso de decir qué pienso, qué hago, con quién me reúno, todo… No. Sería muy difícil. ¿Tú crees que esta vida que tengo ahora, aquí en Madrid, yo la puedo tener en Cuba? ¿Este pedacito de libertad de la que estoy disfrutando? Aquí tengo individualidad, egoísmo personal si tú quieres, pero puedo hacer lo que me apetece. Si se va Fidel, Cuba va a funcionar. Como cualquier otro país. No debemos temer nada. No le temo al futuro. Se van a meter las multinacionales, pero ¿cómo no se van a meter si están donde quiera? Los cubanos se adaptarán. El ser humano es así.
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