Mario Muchnik recuerda como aferrándose a la vida. Hay momentos en que su mirada se pierde en la ventana. Como si en realidad dialogara con la luz o esa luz le iluminara la memoria. Pero es una luz que ya no es tan intensa como hace rato, lo cual permite que sus ojos estén más cómodos. “Los recuerdos se cruzan. Es difícil ser viejo”, dice con un toque de melancolía. “Mira: mis traspiés de memoria se deben a mi edad. Son una novedad en mi vida. No me preocupan mayormente, salvo cuando tengo muchas ganas de contar algo y me olvido. Porque quedo mal conmigo mismo.”
Y sin embargo pronuncia una frase que parece ser la gran catalizadora de sus recuerdos: “los libros son sagrados. No por ser objetos, sino por ser obras de grandes personas.” Entonces comienza formar una cadena de nombres y anécdotas, no sin antes comentar: “yo habré editado a unos 500 autores durante toda mi vida. Y, salvo dos o tres, a todos los traté como amigos. Yo fui amigo de gente que no tenía amigos. Porque hay autores huraños, cascarrabias. Pero ¡qué relaciones hemos tenido! Yo el otro día le decía a Nicole: ¡la suerte que hemos tenido!... Porque uno no se da cuenta en el momento, sino hasta después.”
Jorge Guillén. “Con él tuvimos una relación de grandes amigos. Yo me doy cuenta ahora que tengo 80 años, que es la edad que tenía Jorge cuando le publicamos Y otros poemas. Lo recuerdo siempre de corbata. Él nunca se presentaba en público sin corbata, así fuera verano. En invierno: chaleco y chaqueta. Él estaba sentado en su sillón y Nicole y yo íbamos a saludarlo a su casa de Málaga. Y hacía un esfuerzo por levantarse y se ponía de pie y le daba la mano a Nicole y le decía con solemnidad: “Madame.” ¡Él no perdonaba a un hombre que no se pusiera de pie cuando entraba una dama! Y mira que éramos amigos, ¿eh?”
Susan Sontang. “Susan tuvo éxito en España hasta que yo edité La enfermedad y otras metáforas. Ese fue el libro que la dio a conocer. La conocí en París, teníamos alguna relación. No recuerdo quién era su editor entonces. Le dije: “ya sé que tienes editor, pero para el próximo libro tenme en cuenta.” Y luego me llamó: “Mario, le mandé un manuscrito a Carmen Balcells pidiéndole que te lo dé.” Carmen me lo dio y yo lo edité. Era Estilos radicales. Yo traduje La enfermedad y sus metáforas. Lo compaginé: trabajaba con tijeras, con celo, con papelitos amarillos que salían por todas partes… No sé si te han contado, pero hubo un tiempo en el que no había ordenadores.”
Octavio Paz. “Coincidió que viniera Octavio a Barcelona con la visita del Papa Juan Pablo Segundo. Paz tomó una habitación en el Hotel Colón, con un balcón para ver al Papa. Yo le dije: “¿Y no me dejarás ocupar un lugarcito en tu balcón?” Y me dijo: “Y Nicole, también. Y dile a tu papá, por supuesto.” Entonces estuvimos con él todo el día. Él pidió que subieran sándwiches y cervezas. Lo pasamos muy bien. Vimos el paso del papamóvil. Era Octavio Paz, sí, pero era sobre todo un hombre simpático que habla sobre Batman. Le interesaba muchísimo. Sabía todo de Batman. Y de Superman. Conocía todos los cómics, pero le interesaba más Batman por el trasfondo social. Y era capaz de estar hablando toda una tarde de Batman. Era un gran conversador, Octavio. Es que ya te habrás dado cuenta: España es un país muy ignorante. Comparado con México, esto es menos que la escuela primaria. Aquí no hablan inglés. Y para acceder a la gran cultura hay que saber inglés y francés. Y aquí está lleno de gente que no habla esas lenguas. Es como si fuera una cultura a la que le falta una pierna, algo por el estilo. Es terrible. Entonces, claro, cuando uno se encuentra con un Octavio Paz es maravilloso.”
Francisco Rico. “Tú debes saber de él, ¿no? Bueno, pues Paco Rico era temido en Seix Barral. Yo no lo conocía. Un día me lo presentan, yo le doy la mano y le digo: “he oído hablar mucho de usted.” Él viene a mi encuentro con una frase que era la que yo iba a pronunciar: “y qué le han dicho de mí.” Es una frase que viene del Western: se encuentran el malo y el bueno. Y éste último le dice: “he oídio hablar mucho de usted.” “Y qué le dijeron”, responde. “Que es un asesino.” Y saca la pistola y dispara: pa pa pa pá.”
Rafael Alberti. “Coincidí con él en Roma. Varias veces fui a su estupendo piso de la Vía Garibaldi. En la entrada tenía un cartel que decía: “no se hacen prólogos.” Luego estuvimos muchas veces aquí en Madrid. Yo me propuse editar toda su obra empezando por La arboleda perdida. Recuerdo que a él le gustaba recitar a Garcilaso: por vos nací, por vos tengo la vida / por vos he de morir y por vos muero.”
Julio Cortázar. “Todo el mundo me dice que tuve mucha relación con Julio. Y puede ser verdad. Editar Los autonautas de la cosmopista me permitió aguzar el ojo cazador de erratas, cómo sentir el texto, cómo armonizar la sucesión de páginas. Fueron numerosos ratos con él. En París, en Buenos Aires, aquí en España. Era un gran amigo, un gran autor… Julio murió dos días después de haber visto un ejemplar que hicimos de Nicaragua tan violentamente dulce.”
Kenizé Mourand. “De parte de la princesa muerta, su gran libro, fue el gran best seller de mi editorial. Cuando llegó a cien mil ejemplares, le hice una fiesta. Y me convertí en la comidilla de Barcelona. Me decían: “mira tú a este editor. Hace una fiesta no porque lance un libro, sino porque festeja el éxito que está teniendo un libro.” Y eso no suele hacerse. Hacían notas en el periódico acerca de eso. Con Kenizé tuve una relación muy estrecha que… terminó mal. Por el dinero. Ya te digo: no he sido bueno para eso. Terminamos peleados.”
Vicente Rojo. “Ojalá que Vicente viva muchos años. Él era claustrofóbico. Seriamente claustrofóbico. No podía subir el ascensor. De manera que no estuvo en mis casas. Yo siempre he vivido en un noveno piso, ahora en un onceavo… Y no se atrevía. Imagínate tú: Nicole pinta, pero ¿cómo hace una pintora que vive hasta acá arriba para mostrarle su obra a Vicente Rojo? Pues bajando las pinturas. Y así, los Rojo habrán visto unos 30 cuadros de Nicole.”
Tito Monterroso. “Tito nació en Guatemala, pero también se le considera mexicano. Es que ya que has venido quiero hablar de México. Yo le decía a Tito: “¿cómo haces para vivir en el DF, con tanta contaminación?” Y él decía: “muy fácil, nos habituamos a no respirar.” Cada vez que Tito venía a Europa, llamaba: “¡Tito Monterroso reportándose!”… Venía con Barbarita, Bárbara Jacobs. Siempre viajaban junto a Vicente Rojo y Albita. Los cuatro…Tito es el máximo cómico de la lengua. Pero quien lo sigue muy de cerca es Hugo Hiriart, que es increíble. Hugo tiene un libro que empieza diciendo: “Dios creó el mundo, el agua, las estrellas… y separó la luz de las tinieblas en seis días.” Punto y aparte: “se dice pronto.”
Y Muchnik vuelve a reír. Hasta con los ojos. CONTINUARÁ...
Hay 1 Comentarios
Muy interesante, Víctor. Con tu permiso, me gustaría invitar a tus lectores a leer y escuchar mi entrevista a este gran editor
http://despuesdelhipopotamo.com/2012/03/31/arqueologia/
Un cordial saludo
Publicado por: Joaquín Armada | 13/08/2013 19:54:06