Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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Margo Glantz, cuando la novela es música (I)

Por: | 28 de octubre de 2013

Glantz
Margo Glantz observa a su padre. No hace ruido, teme interrumpirlo. Don Jacobo –la barba, los anteojos, la vestimenta formal, decenas de libros rodeándolo- aporrea con dos dedos la máquina de escribir. Hace poemas que luego leerá y comentará con Lucía, su mujer. Margo es una niña y está intrigada y maravillada y sabe que, algún día, ella también escribirá. Por eso lee sin parar mitos y relatos de viajes. Pero hay algo que le causa confusión. Su familia es judía y, sin embargo, no vive en los barrios tradicionales de la comunidad judía. No va a clases al colegio israelí. Demora en entender por qué los católicos hacen la quema de Judas. ¿Hablar la mayor parte del tiempo yídish? Le parece cerrarse la posibilidad de adquirir más conocimientos. Además, cada tanto le dan la noticia de que se aproxima una nueva mudanza. Del Centro al barrio de la Condesa y de ahí al de  Tacuba. Luego, de regreso a la Condesa.
En los años veinte sus padres salieron de Ucrania y llegaron a México. Aprendieron español y se interesaron por la cultura mexicana, sin abandonar las tradiciones judías. Don Jacobo empezó a convivir con los grandes muralistas del país y a leer la literatura local. Vivían en el Centro de la ciudad de México, en una vecindad de la calle Jesús María, frente al convento del mismo nombre, entre las ofertas a gritos de los vendedores de La Merced.
Para 1930 el mundo se asombraba con el inicio de la marcha de la desobediencia civil en India, mientras un científico estadounidense anunciaba el descubrimiento de Plutón. En México, Pascual Ortiz Rubio asumía el poder en medio de la debacle económica mundial desatada un año antes, el censo de población resaltaba la concentración demográfica en el Distrito Federal y, el 28 de enero, había nacido Margarita Glantz Shapiro.
Pero desde pequeña, Margarita siempre ha sido Margo. Sólo le decían Margarita en la secundaria y cuando su madre la regañaba. En la adolescencia se convirtió en una lectora voraz: Faulkner, Kafka, Hermann Hesse, Thomas Mann. Estudió la preparatoria en el Colegio de San Ildefonso. Ahí fue alumna de Erasmo Castellanos Quinto y de Agustín Yañez. Después estudió Letras Inglesas, Letras Hispánicas e Historia del Arte, en la Facultad de Filosofía y Letras, entonces ubicada en el edificio de Mascarones, en el Centro Histórico. Era la época de esplendor de los grandes maestros: Alfonso Reyes, Julio Torri, Francisco Monterde, Rodolfo Usigli, Samuel Ramos. En las aulas y en las cafeterías conoció a Rosario Castellanos, Luis Villoro, José Luis Martínez, Jaime Sabines, Tomás Segovia. Hacían tertulias maratónicas sobre política, arte, literatura. Y toda esa atmósfera marcó su vida y su trabajo.
En 1953 viajó a París para doctorarse en Letras Hispánicas. Volvió a México y comenzó a dar clases sobre literatura e historia del teatro. Medio siglo después, aunque sea de manera esporádica, no ha dejado de enseñar. Es profesora emérita de la UNAM y visitante en las universidades de Yale, Cambridge, Princeton, Harvard, Siena, Alicante, Madrid, Buenos Aires y Santiago.
Poco tiempo después de su regreso de Francia, le dio una noticia a sus padres: “me quiero casar, pero él no es de la comunidad judía.” Y entonces fue la “oveja negra” de la familia. Hasta trataron de anular el matrimonio. Luego se divorció y vinieron más regaños. Pero disfrutaba su libertad e independencia.

Margo_Glantz_FSM_3750b“Conozco a Margo desde mediados de los años sesenta”, cuenta el editor Jorge Herralde en El optimismo de la voluntad. Experiencias editoriales en América Latina (FCE, 2009). “Forma parte del núcleo duro de mis amigos mexicanos desde el principio y hasta ahora. (…) Aparte de varios encuentros con Margo en varios lugares, recuerdo que pasamos un fin de año, en 1983, creo, en la isla de Lanzarote, en las Canarias. Viajamos [mi esposa] Lali [Gubern] y yo desde Barcelona, mientras que desde Praga (donde Pitol oficiaba de embajador con sobrio empaque) llegó la expedición mexicana: el propio Sergio flanqueado por dos inmejorables damas: Margo Glantz y Luz del Amo. Pasamos la noche de fin de año en el hotel donde ellos se alojaban, un hotel copado por escandinavos congestionados (sol y alcohol), y fue en Lanzarote donde empecé a disfrutar más demoradamente de la conversación con Margo y de su peculiar sentido del humor: inesperado, a menudo extravagante y surrealista, e incluso un tanto chiflado, es decir, el género de humor que prefiero.”
Pero ahora, en un frío y nublado día, Margo Glantz no se considera una persona especialmente divertida. “Yo creo que Herralde –explica– se refiere a la vida cotidiana, a la relación amistosa del día a día, donde estamos cenando y hago un chiste o hago una asociación completamente loca, que a él le gusta mucho. Es algo espontaneo, surge durante la conversación. Entre todos los amigos se crea una atmósfera donde surgen cosas chistosas. Nada más.”
Su vida es lectura, escritura, enseñanza y viajes. Sus hijas, sus nietos. Las compras. Premios literarios y académicos. Reflexión y creatividad. Melomanía.
No es cualquier viajera. Es una viajera profesional: “Son viajes que generalmente me pagan porque voy a dar conferencias, viajes de trabajo que luego se vuelven viajes de placer. Son profesionales en ese sentido porque tienen que ver con mi profesión de escritora y de profesora. También es la obsesión de estar fuera de casa. Me deprimo cuando estoy demasiado tiempo en mi casa. Me gusta salir fuera de México, ver nuevos paisajes. Me gustan más las ciudades. Pero últimamente también me está gustando mucho la naturaleza. En la India me gustó más el campo que las ciudades, porque a veces son terroríficas y el campo es mucho más amable. Calma estar en el campo indio. También me gustó mucho recorrer extensiones salvajes en Nueva Zelandia. Y en Australia ir a las montañas sagradas, Puerto Darwin, a los parques ecológicos.”
No hace fotografías. Apunta lo que ve, lo que siente, los recuerdos que llegan a su mente al contemplar un paisaje, un edificio, un monumento, una calle, una casa. Así reúne buena parte del material que luego utiliza para escribir sus libros. Orienta sus recorridos a partir de las tiendas. “Me encanta ir de compras. Me gusta todo, luego son demasiadas cosas y no sé qué hacer con ellas. No puedo sobrevivir si  ir de compras. Mi sentido de orientación depende de la compra. En cada país o ciudad a la que voy sé dónde están las tiendas, pero no los lugares turísticos. En mi último viaje compré chalinas, blusas, aretes, collares, pulseras, anillos… Todo eso se los voy a dejar a mis hijas.” CONTINUARÁ…

Nélida Píñón, la reina de las letras brasileñas (yII)

Por: | 21 de octubre de 2013

1129586403_850215_0000000003_sumario_normalDesde hace algunos años, la novedad en la vida de Nélida Piñón es su perrito. Un animal enano y coqueto que se llama Gravetinho (astillita) y le da lecciones de humanidad. La escritora dice que por momentos lo mira con el mismo gesto que una madre mira a su hijo. “Me está enloqueciendo, pero estoy encantada. Me está estimulando a pensar, me está despertando cuestiones morales relativas a los animales. Estoy descubriendo la sensibilidad de  un perrito, pequeñito, que es capaz de desafiarme, que no tiene miedo de mi persona, pero a la vez es tan vulnerable: sale a la calle y se pone a temblar como si estuviera zozobrando”, cuenta visiblemente emocionada.
“Él es de una gran naturaleza humana —continúa—, tiene reacciones de la gran humanidad y tiene unas pequeñas perversiones. Yo lo tomo en mis brazos, lo llevo a ver la laguna del paisaje deslumbrante que está frente a mi casa y le digo: Mira el mundo, travieso, mira el mundo. Él voltea para un lado y para otro, y mira. Y si en la ventana llega un poco de viento, él se emociona. Quizá piense: yo tengo que agradecer a esta mujer, está haciendo mucho por mi.”
Nélida Piñón vive en Río de Janeiro, ciudad situada al sureste de Brasil, en el litoral atlántico. Dice que es “una muy buena dueña o ama de casa”. Mantiene siempre su vivienda arreglada y procura que exprese sus sentimientos, cómo se encuentra delante de la vida y la manera en que celebra el sol y la luna. Temprano, después de despertar, toma un buen desayuno. “Es la comida del día que más me gusta”, dice. Enseguida lee los periódicos para luego dar instrucciones a los colaboradores de su casa y de su estudio de trabajo. Les señala qué es necesario arreglar, qué deben preparar para la comida y qué hace falta comprar. A sus asistentes les indica la manera en que pueden ayudarla en su proceso creativo con las letras. Luego les dice a todos:
—Señoras y señores: ahora voy a desaparecer para ustedes.
Y se va a su estudio a trabajar. Antes de sentarse tras su escritorio pone algún disco de música clásica o de ópera, géneros que adora desde niña. “Elijo música que me impacte, que despierte emociones, música que necesito para estimular mi temperamento. Elijo según el texto que estoy haciendo. Pero no me detengo a escuchar lo que se oye. Yo metaboliso todo con mucha naturalidad y confío en los defectos de mi ser. No digo: ¡música, hazme feliz! No. Ella sabe qué camino tendrá que recorrer en mi persona para que yo pueda hacer mi trabajo”, explica.
NP_e_Gravetinho_Pi_onFinalmente, enciende su computadora y empieza a escribir. Casi al final del día revisa su correo electrónico y atiende algunos pendientes. Después, sólo se ocupará de leer.
Su experiencia en la escritura y lectura, la han llevado a concluir que ella es “un receptáculo de todas las emociones”. Dice que hace seis años fue a México y cuando visitó la Basílica de Guadalupe vio a dos señoras que cruzaban el patio de rodillas. “¡Qué gran manifestación de amor!”, se dijo a sí mismo. Por cosas como esta, dice, “tengo que ser una antena, ver más allá de lo que me es permitido ver. Sin no tuviera experiencias como la de hoy, no creo que pudiera ser la escritora que soy. Yo he pasado mi vida recolectando el heroísmo y las sombras de la vida humana. Ahora soy más sensible, más tolerante.”
En consecuencia, sostiene, “la ficción, para mí, es un territorio de que involucra lo sagrado y lo profano. Todo está allí. La gran obra es aquella que aprehende lo invisible que está en cada cual. La ficción es, a mi juicio, la gran interpretación de la realidad. La ficción acomoda la tierra que se mueve. La ficción puede decir lo invisible. Un escritor no tiene compromiso con la verdad a secas, sino con la verdad de la narrativa. Tiene que convivir, en igual medida, con el mal y el bien. Tiene que dejar flotar el caos. El caos es un gran consejero de la literatura. El caos es nuestra materia prima, de ahí sale todo: el lenguaje para hacer historias y ejercicios poéticos.” FIN.

Nélida Piñón, la reina de las letras brasileñas (I)

Por: | 14 de octubre de 2013

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La villa española de Guernica acababa de ser destruida por aviones alemanes cuando nació Nélida Piñón en 1937 en Río Janeiro, Brasil. Sus abuelos eran emigrantes gallegos que habían dejado familiares en la península ibérica. Por esta razón, desde niña, Nélida viajaba varias veces a España.
Poco antes de que cumpliera 10 años, decidió dedicarse a las letras. Parecía lógico porque crecía rodeada de libros que disfrutaba leer. “Yo estoy muy agradecida con mis padres porque me dieron una cuenta abierta en tres librerías de Río de Janeiro. Pero nunca controlaron mi lectura, ni hubo censura. Yo leía sobre todo libros de aventuras. Y me estimulaban, casi me urgían a que yo me hiciera parte de las aventuras. Pero pensé que sólo había una manera: ser escritora. Y dije: el escritor es aquel que sólo tiene la propiedad de escribir porque ha vivido aventuras. Me encantaban los libros del Oeste americano, los almanaques de Flash Gordon. Tenía una pasión por Los tres mosqueteros. Bueno, eso es hasta hoy, porque voy a París y siempre visito el lugar de las batallas de los mosqueteros. O sea: hasta hoy, yo soy una aventurera, por lo menos mentalmente”, cuenta.
No obstante, Nélida Piñón primero estudió periodismo y luego filosofía. Fue hasta 1961 cuando comenzó su obra novelística con Guía-mapa de Gabriel Arcanjo. Y desde entonces empezó a cosechar varios reconocimientos como el Premio del Pen Club en 1985, el Juan Rulfo diez años después, el Internacional Menéndez Pelayo en 2003 y el príncipe de Asturias en 2005. Ha sido profesora en las universidades de Harvard, Georgetown, John Hopkins, Columbia y Miami, además de otras instituciones en Francia, España y Perú. Fue la primera mujer en presidir la Academia Brasileña de las Letras. La han calificado como una de las mejores embajadoras de Brasil y de su lengua.
Su obra se caracteriza por ser una mezcla de realidad, fantasía, ilusiones, sueños, memoria y reflexiones. En cada uno de sus libros es ella y, al mismo tiempo, los otros. En su discurso de aceptación del Premio Juan Rulfo 1995, expresó: “Tengo el placer de servir a la literatura con memoria y cuerpo de mujer. Narro porque soy mujer. Narro porque desde mis orígenes cumplo con una creencia proteica. Bajo el ardor de la vida, bajo la epifanía de las palabras, me toca asumir todas las formas humanas.”
Ahora explica aquella precisión que dijo en Guadalajara (México): “Vivimos en un laberinto sin salida. El laberinto tiene una entrada, pero jamás salida. Mientras estás buscando la salida, estás viviendo la vida. Te puedes encontrar con  flores, con un pedacito de pan, con una botella de vino... O sea: todo puede pasar dentro del laberinto. Somos hijos de laberintos. Si uno entiende la naturaleza compleja de cada cual, es más fácil vivir. En mi persona y en mis textos no existe la simplificación de la vida. Sólo complicidad, porque somos así. Y si reconocemos que somos así, es mucho más fácil convivir. Hay que aceptar el juego de la seducción para ablandar nuestra animosidad.”
Cuando se le pide que haga una autocrítica de su obra y diga aquello que considera deficiente en su forma de escribir, por un momento se desconcierta, abre totalmente sus pequeños ojos y levanta las cejas. “Nunca nadie me había preguntado eso. Pero es muy interesante”, responde, para luego agregar: “Yo creo que mi forma de escribir no está mal. Pero si me dijeras que quién quiero ser, te diría que Shakespeare o Cervantes. Pero como no soy ninguno de ellos, estoy muy contenta de ser Nélida porque he hecho todo lo que he podido. Me satisface que he servido en algo a la literatura.”
—Entonces, desde una visión retrospectiva y autoanalítica, ¿ninguno de sus textos o parte de ellos la ha decepcionado? —se le insiste.
—No, no. Es que yo soy muy natural. Claro, de pronto pienso que si volviera a vivir determinada experiencia, actuaría distinto. Pero no me reprocho nada. Lo que sí deseo es que la vida me sorprenda con un texto mejor y que yo pueda seguir exigiendo lo mejor de mi, como lo hago siempre. Yo soy muy exigente. Trabajo meticulosamente, asombradamente, el lenguaje.
Quizá por esto que dice ahora, Nélida Piñón ha definido a la novela como “un gran texto arqueológico.” Tan sólo para escribir Voces del desierto, donde recrea los días de Scherezade y reinventa la fascinación de Las mil y una noches, realizó una investigación sobre Medio Oriente durante cinco años y leyó tres veces el Corán.
“No pretendí hacer una ficción erudita, pero sí que el texto tuviera todos los elementos a su servicio. Yo tenía la  intención de hacer una novela que entronizara la imaginación, el arte de fabular. Todos los libros nacen de esto, sí. Pero quería poner más énfasis para poder observar la imaginación y la fabulación humana. Por eso elegí a Scherezade. En Oriente Medio hubo una excedencia de imaginación a partir de un paradigma del monoteísmo. La imposición de un Dios y la aceptación de que nadie podía verlo, es un milagro de la imaginación. Ingresaron a la esfera de lo abstracto y a partir de ahí todo es posible y cualquier ejercicio de imaginación es aconsejable. Pensé que sería muy interesante el mundo del desierto en donde la historia costura lo que el viento deshace. A ese pueblo pobre, la imaginación le devuelve la vida”, explica.
Pero la también autora de Dulce canción de Caetana ha salido del mundo del desierto para escribir un libro sobre Homero. Se trata de un conjunto de ensayos que tituló Aprendiz de Homero. “Todos nosotros —dice— somos eternos aprendices de Homero. En este libro hay un texto pequeño en donde digo: Homero sólo existe porque yo existo. Nosotros lo hemos eternizado. Todos somos discípulos y cómplices de Homero. Sin esa complicidad habría una ruptura. Hay escenas en la Iliada y en la Odisea que uno dice: yo he vivido esto. Es algo absolutamente extraordinario.” CONTINUARÁ...

Siete años sin Oriana Siete (y IV)

Por: | 07 de octubre de 2013

Oriana-Fallaci-by-Francesco-Scavullo-1990Conforme pasaban los días, las críticas fueron más severas. Pero a Oriana Fallaci poco le importaban. En 2005 apareció el nuevo libro para complementar la trilogía. Decenas de periodistas la buscaban todos los días para que les diera algunas declaraciones acerca de la polémica que había levantado. Entonces la escritora eligió a la única persona lo suficientemente preparada para entrevistarla: ella misma. Así, trazó una auto entrevista y un Post-Scriptum basado El Apocalipsis del evangelista Juan. El resultado fue Oriana Fallaci se entrevista a sí misma. El Apocalipsis.
Ante las provocaciones de su otro yo, la Fallaci habla de lo que para ella son los verdugos de Alá, pues como dice el analista saudita Abdel Rahman al-Rashed “No todos los musulmanes son terroristas, pero todos los terroristas son musulmanes.” Y desafiante (“Nadie podrá detenerme. Ni quemando todos mis libros.”) la italiana pregunta: “¿Quién tiene que integrarse, ellos o nosotros?”
Sus conclusiones se desprenden de la aparición del  Monstruo de las siete cabezas (de quien habla el apóstol Juan) pues él es el choque de civilizaciones entre Occidente y el Islam. Por ello, nos dice, hoy se vive la realización de una profecía de hace dos mil años.
En las páginas de su auto entrevista deja saber un poco acerca de su situación personal: su enfermedad elevada a categoría literaria (“el otro que me acosa”), su trabajo, el recuerdo de su pareja (“Desde la muerte de Alekos no he pisado Grecia, pero cada primero de mayo, aniversario de su muerte, le mando 37 rosas”), su vida familiar de antaño…
Pistoia3En el Beirut dividido de los años 80, recuerda, un joven alto, vestido con una cándida chilaba, caminaba lentamente por el salón de un gran hotel. Dos o tres veces rodeó el sofá en donde estaba sentada la periodista italiana. La  miraba con una austera antipatía.
— ¿Y ese tipo? ¿Tendrá algo contra mí por la entrevista a Jomeini?, pensó Oriana y enseguida se levantó con desazón para alejarse.
Años más tarde, la escritora recordaría quién era aquel joven: Bin Laden. Y también se arrepentiría de haber hecho a un lado el periodismo.
Pero reconsideraba: “Bin Laden sería la única persona por la que traicionaría mi promesa. Me encantaría entrevistarlo. Lo sorprendería. Lo interrogaría sobre su infancia y adolescencia porque ahí reside la clave del personaje. Algo le pasó en esa etapa de su vida que puso fuego en la pólvora de su orgullo.” Fallaci veía en el terrorista a un “auténtico líder: un genio del mal. El Napoleón del Islam.”
Pero en su texto desconcierta por manifestarse contra lo que la llevó a ser reconocida: “Detesto las entrevistas. Siempre las detesté. Para hacer buena una entrevista tiene que introducirse, hundirse en el corazón del entrevistado. Y esto siempre me ha ocasionado malestar. He visto siempre en esto un acto de violencia, de crueldad.”
En Marzo de 2004 Oriana salió de Nueva York para dirigirse a Milán. Fue a darle el visto bueno a la impresión de La Fuerza de la razón. Aprovechó para ir al médico. “Demasiado tarde para operar”, le dijo el cirujano y la pasó al oncólogo para que le administrara la quimioterapia. Fallaci sabía que “el otro” le estaba ganando. “Cristiana atea” se refugió en la lectura de algunos libros de Benedicto XVI y en su oficio de escritora. Pasaron los días y los meses y pidió que la trasladaran en secreto a Florencia. Ahí nació, ahí quería morir. Con 77 años, falleció la madrugada del 15 de septiembre de 2006. Con ella se fue parte del misterio que la envolvía en su profesión a fuerza de audacia, talento y una estela polémica. Retrató la Historia y ella misma, odiada o admirada, ya es parte de la Historia. Su nombre es Oriana Fallaci. FIN.

El País

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