Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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Antonio Calderón, el arquitecto de la radio moderna

Por: | 25 de noviembre de 2013

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Una combinación de pasos y silencio fue la protagonista de uno de los seriales radiofónicos de mayor éxito en España. La idea se le ocurrió a Antonio Calderón (1915-2006), el hombre que definió y redefinió la forma de hacer radio en este país. Al protagonista de la historia se le reconocía sólo por el sonido de sus pasos, así que el público tenía que permanecer muy atento a las acciones de los personajes y a los ruidos del ambiente para detectar su presencia.

Antonio Calderón tenía 17 años cuando un día de 1932 llegó a Radio Madrid. “No sé hacer nada, salvo tocar el violín”, dijo. Sin más escuela que la improvisación, poco tardó en comenzar a escribir guiones de anuncios y programas. Pero tenía una certeza: “la magia había desaparecido de la vida y, a una sociedad tan maltratada, tan desilusionada, tan falta de fe, le hacía falta una luz que la iluminara, una maravilla que apareciese en sus hogares.”
Quizá por eso fue él quien creó el Cuadro de Actores de Radio Madrid, en el que estuvieron Matilde Conesa, Pedro Pablo Ayuso, Teófilo Martínez, Juana Ginzo y Matilde Vilariño, entre otros, voces protagonistas de las principales radionovelas y de los Teatros del Aire, adaptaciones de las obras clásicas de la literatura en las ondas.
No sólo se ocupó del entretenimiento. En un tiempo en el que únicamente Radio Nacional podía dar información, Calderón encontró un hueco en la madrugada para poder emitir (no sin reticencias) Matinal SER. También pensó en un programa “de cuestiones actuales” (un eufemismo para logar el permiso del régimen) que todavía permanece en antena: Hora 25. Años más tarde, en el ocaso de la dictadura, echó a andar el primer informativo “en condiciones”, con Iñaki Gabilondo y José Joaquín Iriarte al frente. La orden fue una sola: “estén conscientes de que la credibilidad es el elemento primordial en una empresa periodística. El oyente ha de decir ´es verdad´ por el simple hecho de que lo ha escuchado en la radio.” La audiencia respondió al instante. COMPAI~1

Iñaki Gabilondo, el apóstol de la radio

Por: | 18 de noviembre de 2013

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José Ignacio Gabilondo Pujol era un niño que miraba con detenimiento el edificio de Radio San Sebastián y soñaba con vivir ahí. Era, para él, el centro de todo. Sabía que en su casa había “un aparato mágico que, en una España oscura, abría las ventanas al mundo”, pero esto lo reflexionaría después porque, en aquella época, en la que todavía no había televisión, sólo le gustaba escuchar concursos y música y radioteatros junto a sus hermanos. Pasaron los años, se apuntó a periodismo en la Universidad de Navarra, se convirtió en un joven que ligaba con fragmentos de El cantar de los cantares y no con poemas de Neruda, como la mayoría de su generación, y cuando cumplió 21 ya estaba ante los micrófonos. Seis años después ocupó el despacho de director en aquel edificio que marcó su infancia.
“Sí, es un sueño de niño que se me ha cumplido: he vivido toda mi vida en la radio. He sido un hombre muy afortunado”, dice ahora el periodista que durante casi 20 años estuvo al frente de uno de los programas con más audiencia de la radio española (Hoy por Hoy). Está sentado en medio de su despacho de las instalaciones de Prisa Radio, en la Gran Vía de Madrid. Iñaki Gabilondo viste traje gris, camisa blanca y corbata azul marino. En una estantería hay algunos libros y discos y media docena de estatuillas. “Son los premios que me dieron el año pasado”, aclara. Todos los demás (Gabilondo es uno de los periodistas más premiados) se los ha dado a algunos miembros de su equipo o los tiene en su casa. Es media mañana y por las ventanas se cuela un sol tímido.
Aquel crío enamorado de la radio tiene ahora 71 años y una autoridad y credibilidad profesional como pocos. Suelta sin rodeos: “yo he sido un apóstol de la radio. A todos les hablo de mi pasión por ella. Todos los que me conocen lo saben. Creo en la radio más que en todo. Ese es el rasgo que más me define. He hecho tele, sí. Pero lo mío es la radio y siempre será la radio.” En 2011 publicó El fin de una época (Barril&Barral) dedicado “A ti, del que todos se ríen cuando dices que quieres ser periodista” y en donde, entre muchas otras lecciones, señala: “Los periodistas no podemos ser más importantes que los que deciden. El protagonista del periodista puede ser el máximo con tal de que no se confunda con el de los verdaderos protagonistas de la vida. Hay que asumir la condición de segunda voz.”
Fotonoticia_20130315160525_800—Pero con la trayectoria y el prestigio que tiene usted, ¿nunca ha tenido una sensación de poder, de ser uno más de los elementos de las situaciones que han determinado el rumbo de los últimos años?
—Yo siempre he tenido más sensación de responsabilidad que de poder. A todos los efectos siempre he tenido más sensación de responsabilidad. A mí me aplasta todavía un poco eso. Que mis puntos de vista sean muy comentados, para bien o para mal. Yo hacía mi programa en la radio con toda la profesionalidad que podía y fui percibiendo, poco a poco, que aquello adquiría una influencia grande. Y eso me llenaba de responsabilidad. Me asustaba un poco, la verdad. Me pesa bastante…. Además, España es un país que es muy difícil, ¿no? Produces olas de afecto tremendas y olas de ira terribles. Pero yo tengo un alma muy conciliadora, he nacido para la conciliación. Vivo con dificultad las grandes tensiones. Hago lo que tenga que hacer, pero no disfruto. Hay compañeros que en estos juegos de alto oleaje se sienten enormes. No, yo no. Entonces, que me elogien mucho me incomoda mucho. Y que me critiquen mucho y que se metan con mi padre pues me incomoda todavía más.
—¿O sea que aquello de que usted fue quien definió el resultado electoral de las generales de 2004 le parecerá una exageración?
—Sí. Eso es una exageración. Y es falso. Se sostiene en el principio de que yo agité a las masas, pero es que eso es un hecho absolutamente falso. Las circunstancias que se reprochan a la Cadena SER se produjeron un fin de semana, cuando yo no estaba. Como yo era el más conocido del momento, me atribuyeron a mí todo aquel lío. Pero yo no fui. Pero aunque hubiera sido verdad, es una exageración. Adjudicarle una responsabilidad tan grande a la Cadena SER forma parte de un conjunto de disparates y locuras que acompañaron aquel drama. Lo peor es que hoy la historia del 11-M ya no es la historia de muchos muertos. Es la historia de políticos. Decimos 11-M y estamos hablando del 14-M. Los reproches que se le hacen a la SER de haber agitado a la gente para ir a las sedes del PP y todo eso…, no.
—Aún así, hubo quien a partir de entonces lo catalogó como su “enemigo.”
—Después del 11-M mucha gente me puso en su lista negra. Soy totalmente consciente de ello. Lo he comprobado y lo sigo comprobando de una manera regular y sistemática. Hay muchísima gente que me hacía reproches muy duros y, además, regularmente. Crueles. En la calle y a la cara. Gente común, no políticos y empresarios. Gente agitada por la pasión… ¡Con el drama que teníamos aquella vez, ni me acordaba que teníamos elecciones! He tenido algunos episodios que… No sé, que cuatro personas, en un restaurante, se pongan de pie y te griten “hijo de puta”, por ejemplo. 
—¿Hay alguien que le haya negado alguna vez una entrevista?
—[lo piensa unos segundo] Bueno, sí: el Rey. Yo creo que la hemos pedido a todos y nos la ha negado. Pero además de él, a mí la única persona que me ha negado una entrevista fue Alicia Koplowitz, Le pedí una entrevista, como todos en su momento. Y luego me mandó una carta, no sé si como a todos, y me invitó a tomar un té para hablar: que sentía por mí mucho respeto, que no lo tomara como una grosería, que podíamos hablar pero no en una entrevista formal. Y estuvimos hablando mucho tiempo. Lo que pasa es que en las entrevistas no se trata de que te las nieguen. Sino que es muy difícil que coincida el momento en el que el periodista quiere la entrevista y el que el personaje quiere la entrevista. Entonces, finalmente obtienes la entrevista, pero a lo mejor no precisamente cuando lo has querido. Luego estuvo la famosa negativa de Aznar y eso forma parte también de ese exceso que la gente me atribuía a mí, pero en realidad le estaba negando la entrevista a toda la SER. Es decir, no me la dio a mí, pero tampoco a Carlos Llamas en Hora 25. Simbolizaba un poco el veto general a la casa. Lo que sí ha pasado muchas veces es que me han negado la entrevista cuando la pedía. Normalmente el periodista es un ser que anda persiguiendo a seres que no quieren hablar, pero, a la vez, es perseguido por personajes que no le interesan. Es manera que en han rechazado muchas veces, pero en este sentido.
—Pero supongo que eso no le pesa demasiado, ¿no? Con tantas grandes entrevistas que ha hecho, como aquella a Felipe González cuando le preguntó por los GAL. 
—Bueno, aquella entrevista fue muy celebrada por muchas cosas. Pero yo insisto siempre en que la clave de todo estaba en el punto de expectación que había en España en torno al GAL el día aquel que hice la entrevista. Fue a las 9:30 de la noche en la primera cadena de televisión y tuvo casi 8 millones de espectadores. No creo que haya habido nunca una entrevista política vista por esa cifra, ¿no? Y eso era antes de que Felipe González y yo abriéramos la boca. Había una expectación monumental. Pero siempre ilustro esto recordando un hecho: la entrevista se emitió a las nueve y media de la noche en TVE en directo después del telediario. Y en la media hora de ese telediario, 20 minutos fueron para los GAL. Quiero decir que el GAL ocupaba un lugar colosal en la actualidad. El tema estaba al rojo vivo. Efectivamente era una entrevista importante. Yo he hecho miles en mi vida y él también. Los dos sabíamos que era un momento muy especial. Dadas las circunstancias, no cabía hacer otro tipo de entrevista. Yo no he tenido la idea de que haya un modelo de entrevista que se reproduzca: ser periodista feroz… a mí me parecen juegos un poco tontos. En una vida muy larga como la mía sabes que hay momentos en que tienes que hacer una entrevista puramente expositiva, donde no tendría sentido jugar a la ferocidad, puesto que se trata de algo que se tiene que difundir. En otro momento tienes otra necesidad. En aquel momento no había tiempo para otra cosa diferente, no había tiempo que perder ni estábamos para bromas. Pero yo he hecho entrevistas de otra naturaleza. 
Inaki-Gabilondo-durante-entrevista-Gemma-Nierga-Ventana—¿Y cómo prepara usted una entrevista?
—Pensando mucho en ellas. Yo no sé tener papeles en la mano. Primero, porque no me parece que uno formule una pregunta y ya esté más pendiente de la siguiente y no de la respuesta. Segundo, porque he aprendido que la gente sólo habla cuando sabe que se le está escuchando. Y tercero, porque la mayoría de la gente con la que estás ha hecho muchas entrevistas en su vida, sabe de qué va esto. Entonces, sólo mediante una atención muy grande a lo que dice puedes encontrar caminos diferentes para seguir la conversación. A lo que voy es que yo a la entrevistas no llevo un papel pero las preparo mucho. Es decir, pienso mucho qué elementos debo tener claros para no olvidarlos durante la entrevista. Pienso: qué quiero averiguar, qué es lo que la gente tiene derecho a saber. Me imagino cuántas ganas tendrá el personaje de hablar de esto o de lo otro. Pienso: si le pregunto esto, qué me va a decir. Si le pregunto aquello, por dónde irá. Qué lenguaje me empleará. Pienso mucho. Y luego me arriesgo a que se me olvide algún tema, que me ha pasado, ¿eh?
—Las que hace ahora, una vez al mes en Canal+, ya no son los duelos de inteligencia a los que nos tenía acostumbrados.
—Es verdad. Son, más bien, conversaciones. Para empezar, el mayor elemento de alivio que ahora tengo es que no hay un reloj. Antes era un trabajo en directo. Y eso implicaba a tres: una persona que pregunta, una que responde y un reloj. La gente que luego decía “se le ha ido vivo”… no sabe lo que es una entrevista en tiempo real. Es my difícil. El tiempo real es una tiranía extraordinaria que tienes que administrar bien. Y ahora hago conversaciones que me permiten no tener que buscar un titular. Son entrevistas que se reproducen varias veces en distintas épocas, que están condenadas a una cierta intemporalidad. Es, simplemente, estar con la gente y charlar. Por eso he querido hacerlas en un plató desnudo. Dos caras y una buena iluminación, para que se pueda hablar y escuchar tranquilamente. Tienes más tiempo. No es en directo. Y no hay reloj, no hay tensión.
—¿Cómo son sus días ahora?
—Mis días ahora… uy, frenéticos. Que te lo diga mi secretaria. Mucho más que antes. Antes tenía muchísima intensidad de trabajo, pero hacía sólo una cosa. Pero es que ahora voy a actos de todo tipo, conferencias, coloquios, discusiones de toda naturaleza. Estoy desde el consejo asesor del Teatro Real hasta en… en… en veinte mil cosas. Además mi agenda es muy rica, muy intensa, muy variada. Tan variada, como que, la semana pasada, estuve dando una conferencia en la Ópera de Bilbao sobre los coros de Verdi, hasta una cosa con Ramoneda sobre la situación política española y otra en San Sebastián sobre el proceso de Euskadi y otra sobre la cultura europea. Entonces, tengo una actividad mucho más intensa de lo que quisiera. Pero en un trabajo, ya sabes: siempre tienes más del que quieres o menos del que quieres. Ahora tengo más actividad que nunca, yo creo. Los días han ido sucediendo de esta manera. Me dijeron: oye y por qué no sigues con un comentario en Hoy por Hoy, un videoblog, unas entrevistas en CNN+… y voy haciendo eso. Todo ha ido sucediendo de esta manera natural. Y ahora el balance es que estoy muy contento. Porque es casi un privilegio que un tío de 71 años tenga tanta actividad y que le reclamen tantas cosas. Pero, al mismo tiempo, me gustaría controlar un poco más porque estoy un poquito arrollado.
Gabilondo4_ampliacion—Se acerca al medio siglo de ejercicio profesional. ¿Cuáles son los grandes momentos que destacaría en su dilatada carrera?
—Para mí el gran momento fue el día en que la Cadena SER pudo emitir en libertad un programa informativo. Ya antes se hacía Hora 25, pero se tenía que decir que era un programa de cuestiones actuales. El primer día que pudimos hacer, a las dos y media de la tarde, el primer informativo sin conexión con Radio Nacional de España ha sido el día en que yo he tenido mejor conciencia de estar haciendo historia. He tenido la suerte de hacer grandes entrevistas y de vivir grandes jornadas informativas, como el 23-F o el 11-M, pero aquel día ha sido el más importante. Cuando Radio Nacional anunció que abandonaba el horario de las dos y media porque creía que la gente tenía asociado ese horario a El Parte, y nosotros no estábamos preparados para hacer un despliegue informativo diario, Antonio Calderón vio en ese instante que había que ocupar ese espacio. Él y yo fuimos al despacho de Eugenio Fontán, el director, y se le dijimos: tenemos que salir con otro tono y otro aire, aprovechando esta enorme plataforma que nos dejaban. Tal vez era algo bisoño lo que hicimos enseguida, improvisado. Pero era algo fresco, diferente. Aquel día tuve mucha conciencia de estar asistiendo a un día histórico. Date cuenta de que yo había estudiado periodismo para estar en la radio y soñaba con el día en que pudiera hacer un informativo. Y habían pasado 13 años sin que lo pudiera hacer. 
—Usted ha dicho que no añora aquella radio, pero que es inevitable reconocer que tenía a gente muy valiosa. De ellos, ¿a quiénes considera sus maestros?
—Efectivamente, aquella radio tenía una mano atada y no la añoramos, desde luego. Pero había muchas cosas de gran calidad, muy elaboradas. La radio no era solamente un medio de comunicación, era un medio de expresión, con cosas muy bien construidas. Desdeñar eso y decir que era para chachas es cometer una injustica, no sólo con la gente que la hizo, sino que se comete una injusticia técnica. Porque aquella radio era de mucha calidad, amputada, pero de mucha calidad. Era una radio de expresión con grandes figuras. Pero en Antonio Calderón se simbolizan todas. Luego, hay una figura muy grande que es Manolo Martín Ferrán. Montó la primera FM, montó la primera Hora 25, porque Calderón se lo encargó, todo hay que decirlo. Yo le tuve siempre una reverencia enorme a Matías Prats padre, porque fue el que me enseñó que la radio era creadora de imágenes: la radio visual. Que la radio se ve me lo enseñó él. Recuerdo a Bobby Deglané, desde luego. Pero la importancia de Calderón en las transiciones de la radio ha sido determinante. Y eso hay que pregonarlo. Era un genio fuera de lo normal. Yo, a demás, le quería mucho. Fue como un segundo padre para mí. Después llegó Luis del Olmo. Luis abrió el camino por el cual seguimos todos.
—Un camino en el que luego usted lo rebasó, en términos de audiencia. 
—Bueno, sí. A lo mejor llegó el momento en que hacíamos un programa mejor, no lo sé. Durante años él estuvo por delante y yo salí a oponer resistencia al paseo militar de Luis del Olmo. Salí, lo igualé y luego le gané. Pero creo que todo fue como buen profesional, sin golpes bajos.
—Un profesionalismo que ha sido reconocido con un montón de premios.
—Sí. Pero yo tengo más premios de los que merezco. Es que era buen conductor porque tenía buen coche que si te lo conceden a ti harías lo mismo. Soy realista: no tengo mucho mérito. Tenía un coche de mil demonios con muchas posibilidades. Y la confianza de la empresa. Y un gran equipo que me ha dado un montón de satisfacciones.
—Sin duda ha tenido momentos llenos de satisfacción, pero también ha vivido otros más difíciles. La amenaza de ETA, por ejemplo.
—Bueno, sí. Pero… [se queda pensativo por unos segundos] Para mí los momentos más difíciles son las guerras entre compañeros. Lo llevo mal. Es muy difícil soportarlo. Eso me ha hecho pensar 40 veces en dejarlo. Lo de ETA, pues… sí, me creó problemas. Pero ETA me creó problemas en todas las líneas de pensamiento. Primero como ciudadano, segundo como vasco, tercero como conductor de un programa que, ante un atentado, tenía que modificar el contenido. Y lo de las amenazas, pues… de eso no me gusta hablar. No me gusta el exhibicionismo ni mostrar cicatrices. Nunca he hecho demasiado aspaviento de eso… Pero sí, lo pasé mal… En fin, que la guerra de medios la llevo fatal. Que alguien te ataque desde otro medio… No. Yo sólo he pensado en el oyente, no en mis compañeros de otros programas. Ha habido veces en que, de verdad, pensé en desistir. Mi mujer ha sido testigo de eso. Alguien diciendo que tú eres gay, hasta el punto que cuaje la idea… Que tú eres un tipo empeñado en la mentira, que juegas a la traición y no sé qué… desnaturalizando mi inocencia profesional con la que he vivido toda mi vida. Siempre he pensado en el oyente y nada más. Ellos son la razón de nuestro trabajo. Las broncas no.
—¿Qué es lo que más le ha dolido?
—El ejemplo más gordo puede ser el del 11-M. O sea: viviendo una alucinación, conduciendo en un trasatlántico con un montón unidades móviles, muertos… que alguien pueda pensar que uno usó todo eso para hacer una jugada política… ¡da náuseas! Uno estaba conduciendo un programa en medio de aquella tormenta… y había gente que vio otra cosa. Ese es un ejemplo peliagudo. También me ha producido mucha decepción los hechos de inhumanidad, en mi tierra, con el terrorismo. No hablo de atentados, sino que alguien en el ayuntamiento no se sumara a las condolecías por un concejal que a lo mejor estaba sentado al lado de él durante siete años… es decir: cuando la política llega a un extremo de locura que se apodera de todo. Que a un partido no le importen los muertos de otro partido. Esa es la suprema decepción. Ante cosas como esas, a uno de le dan ganas de poner una mercería en Jaca y olvidarse de este oficio. Yo he vivido mi oficio con una pasión por la radio, pero…
Microfonosdeoro4—Sin embargo usted no se ha enfrascado en pleitos como el de Federico Jiménez Losantos y Luis del Olmo.
—No, pero la SER y el Grupo Prisa ha estado en el centro de la borrasca y hemos sido acusados de ser unos apecebrados, gente sin cabeza… como si yo fuera un señor que llegaba por la mañana y los del PSOE y el dueño de Prisa me dijeran lo único que debía decir… ¡Me lo decían colegas! Y era mentira. Es como si yo dijera: todos los que trabajan en la COPE piensan exactamente igual que la Conferencia Episcopal, no tienen criterio propio, son sus títeres y no tienen ninguna libertad. ¡Pues no! Nunca diría eso. Ese tipo de juego, de estar permanentemente en la descalificación, no.
—¿Y a qué atribuiría esa forma de actuar en los medios de información españoles?
—Cada país es producto de su historia. Aquí, durante muchos años, el periodismo y la política han vivido juntos y no han sabido marcar distancia. En España siempre ha habido una división ideológica. Hay demasiada histeria. Y en la revalidad de medios y de periodistas, sobre todo, se libra una batalla de vanidad. Son batallas de estrellas. Los juegos de rivalidad son batallas por el liderazgo, el dinero, los premios. Y ya te digo: eso no me gusta.
—Oiga, ya lleva un buen tiempo despidiéndose de esta época. Si usted pudo transitar de la radio atada, como dijo antes, a la radio libre, ¿por qué no quiere acompañarnos en esta nueva era de la información?
—Pero, vamos a ver, Víctor: ¡que yo hago un videoblog! Y tengo trastos y cachivaches modernos. No. La vida es la que te saca de la pista. No te estoy diciendo ´me voy y ahí te dejo.´ Pero si la vida te va desplazando, pues lo comunicas. Yo estoy viviendo el principio de lo que viene. Pero, simplemente, digo que yo viví otra cosa y que el protagonismo ahora le toca a tu generación. Lo que viene está sin escribir. No lo sé. Asisto a la evidencia de un mundo que se cae, a un mundo que con Internet ha inaugurado un nuevo tiempo. Pero siempre lo digo: esto acaba de empezar, estamos en el minuto cinco del partido. Todavía no puedo dar conclusiones. Hay muchos chicos que ahora me dicen: ´tal como está esto, qué voy a hacer yo dentro de 20 años.´ Hombre, si dentro de 20 años todo sigue como ahora, pues suicidarte. Pero no tiene porque ser como ahora.

Gitta Sereny, "la cazanazis arrugada."

Por: | 11 de noviembre de 2013

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¿Los verdugos tienen derecho a ser tomados en cuenta por los periodistas? Para Gitta Sereny (1923-2012) era fundamental hacerlo. Fue ella quien desentrañó los horrores de los nazis y de los delitos de sangre cometidos por menores de edad.

Sereny, hija de una actriz alemana y de un aristócrata húngaro, educada en un colegio inglés, asistió en 1934 a un congreso nazi en Núremberg y, al ver el desfile militar, quedó deslumbrada por los movimientos precisos y el entusiasmo de los soldados. A lo lejos observó a Hitler. La apoteosis era desbordante.
Cuatro años después, cuando Gitta Sereny era enfermera de una organización benéfica católica, volvió a ver al Führer. Pero ya no quedó tan impresionada. Porque había conocido el horror expandido por él y los suyos. Ella se ocupaba de niños huérfanos y, ante los traumas que padecían los críos, comenzó a cuestionarse cómo era el carácter de los hombres que los habían producido. 
“Antes de que fuera demasiado tarde, pensaba yo, era esencial penetrar en la personalidad de al menos una de esas personas vinculadas íntimamente a este Mal absoluto. (…) ello quizá nos enseñaría a entender mejor hasta qué punto el mal en los seres humanos es fruto de sus genes y hasta qué punto es fruto de su sociedad y su entorno”, escribió en Desde aquella oscuridad. Conversaciones con el verdugo Franz Stangl, comandante de Treblinka, publicado en español por la editorial Edhasa, un libro donde recoge sus largas conversaciones con ese comandante de los campos de exterminio.
1340663224_591511_1340663531_noticia_normalHabló con él, en alemán, durante más de 70 horas. “El motivo por el que concedí que Franz Stangl podía ser un sujeto apropiado para el proyecto que deseaba llevar a cabo era que, comparado con los otros a quien había observado durante sus respectivos juicios, parecía menos primitivo, más abierto, serio y triste: el único hombre con un expediente tan horrible como el suyo que manifestaba cierto asomo de conciencia”, dijo la periodista. Stangl murió al siguiente día de su última entrevista y enseguida ella se fue a revisar archivos y a buscar gente involucrada en la historia que le había contado. “Las acciones de una persona jamás pueden juzgarse independientemente de los elementos externos que perfilan e influencian su vida”, concluyó.
Hizo un ejercicio similar con Albert Speer, el arquitecto y ministro de armamento de Hitler y quien llegó a ser el número dos del partido, con quien conversó entre 1977 y 1981. Y en El trauma alemán (Península) recopiló una serie de relatos autobiográficos que sintetizan la historia de los nazis en Europa con la intención de dejar claro que “el mal y la violencia pueden estar entre nosotros y estallar en cualquier momento.”
Gitta sereny pasó sus últimos días en un piso de Londres, al lado de su marido, el fotógrafo Don Honeyman, llevando con orgullo del mote de “la cazanazis arrugada.”

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Margo Glantz, cuando la novela es música (yII)

Por: | 04 de noviembre de 2013

UntitledEra 1981, era octubre y estaba en Ucrania. Margo Glantz había llegado con el propósito de conocer el paisaje que su padre tanto rememoraba y así poder concluir su libro Las genealogías. Encontró a algunos miembros de su familia. Primos hermanos, sobre todo. Pero lo que más llamó su atención fue un señor que había vivido en México. Estuvieron charlando durante horas. Le contó que cuando era niño su casa estaba en la Lagunilla. Ahí había tenido una novia a la que le cantaba canciones de Agustín Lara. Le enseñó un mapa de la Ciudad de México de los años 30 y dijo que salieron de ahí cuando a su padre le entró la nostalgia por la Unión Soviética. No fue la mejor época para volver: había hambre, frío, guerra. Dio más detalles y Margo quedó impactada. Terminó el libro con todo lo que vio y escuchó en aquel país.
Las genealogías resultó ser una obra memoriosa apoyada en fotos, fragmentos de poemas, citas de libros, cartas, proverbios, chistes, recetas y recuerdos fantasiosos. Todo un viaje al pasado familiar. Pero cuando se publicó, Margo Glantz ya tenía bastante experiencia en la escritura. Su primer libro había aparecido en 1964: Viajes en México. Crónicas extranjeras. Ese mismo año hizo otro sobre el teatro de Tennessee Williams. Luego se interesó en los narradores jóvenes y en 1971 publicó Onda y escritura, jóvenes de 20 a 33. A partir de entonces, los textos de José Agustín, Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña, entre otros, se identificaron como “Literatura de la Onda”, por el lenguaje coloquial juvenil que utilizaban.
Fue hasta 1978 cuando publicó su primera obra de ficción: Las mil y una calorías, novela dietética. Pero lo hizo en una edición de autor, porque no encontró quien que se la editara. Sin embargo, al poco tiempo, la Universidad Veracruzana se interesó en el libro.
Margo Glantz ha escrito siempre en forma paralela a sus trabajos como profesora o funcionaria cultural o colaboradora de periódicos y revistas. Alterna el ensayo con la narrativa. Dos personajes, dos mujeres, sobresalen en la serie de análisis que ha realizado: Sor Juana Inés de la Cruz y La Malinche.
Dice Jorge Herralde en el libro antes citado que “en España, Margo es aún poco conocida, excepto quizá en Alicante, un feudo en el que periódicamente va a dictar cursos sobre Sor Juana Inés de la Cruz, de la que Margo es una de las máximas estudiosas, por lo que la invitan a hablar de ella en numerosos foros (“Soy como el chulo de Sor Juana Inés de la Cruz”, comenta Margo).” Para la escritora, la monja novohispana es “una poeta admirable que tiene un pensamiento de una agudeza extraordinaria. Siendo mujer y monja, es la figura más importante de los siglos de oro. Cuando los galeones llegaban a España desde México, la gente preguntaba: “Además de oro, ¿han traído obras de la madre Juana?” Era el oro intelectual de América.”
Y considera a La Malinche como “una de las fundadoras de nuestra nacionalidad y un personaje muy enigmático. Sin ella Cortés no hubiera podido hacer lo que hizo. Hubiera conquistado México de cualquier manera pero no en el tiempo récord en que lo hizo. En los códices de la época La Malinche aparece vestida ya como una mujer de clase superior (no es una esclava), tiene el signo de la palabra (cuando las mujeres tenían que estar calladas) y alza la mano en un gesto de mandato.”
En sus novelas están presentes el erotismo, el cuerpo, la palabra, la música, la memoria, los viajes, lo femenino, la omnipresencia masculina, lo cotidiano, la pluralidad social. Como recursos estilísticos utiliza la reiteración de frases y definiciones: “la novela es como un andante con variaciones. Las variantes se repiten como en un texto musical”, sostiene. En El rastro, novela por la que obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y fue finalista del Premio Herralde, tiene como tema central el corazón, el órgano humano que permite y cancela la vida. Nora García, la protagonista, regresa al pueblo de su ex marido para velarlo. Juan era músico, como ella, y murió de un infarto al miocardio. Fiel al tango que dice “la vida es un herida absurda”, Margo Glantz mezcla la muerte, la música e incluso la medicina para mostrar la pulverización de una vida y la posibilidad de empezar de nuevo.
“Sor Juana –explica- nos habla de la relación entre la palabra amorosa y su verdad o su mentira. ¿En qué medida, con las mismas palabras, se dice la verdad o la mentira? Hay una ruptura del corazón metafóricamente, pero física cuando se estalla en lágrimas. Ella hace la relación entre el sentimiento que las provoca, como si el corazón y los ojos estuvieran unidos y se permitiese que saliera de los ojos lo que la palabra no dice. Es como expresar algo que la palabra ya no puede expresar. Es necesario que el corazón se deshaga, pero en lágrimas, para no dañar al órgano vital y permitir que se exprese. Es un problema literario y un problema fisiológico. Y creo que debe haber una convergencia entre ambos.”
En estos días se encuentra revisando los libros que integrarán sus Obras reunidas. “Encontré que el primer texto que publiqué, Viajes en México. Crónicas extranjeras, está muy bien escrito y de manera más sencilla que muchos de los textos posteriores. En algunos textos de los años setenta que estoy corrigiendo, me parecen excesivamente barrocos y creo que debí haber sido más sencilla. Me gusta mucho Saña. Perdone que sea inmodesta pero a mi edad puedo serlo. Es un texto escrito con mucha atención, muy corregido y que, a veces, tiene partes muy artificiosas. Saña es un libro mucho más trabajado, he hecho como 25 versiones; ahora va  a salir una nueva edición en Argentina y le agregué 50 textos más. Es un libro muy abierto, con la posibilidad de seguir escribiéndolo en lo que me resta de vida. Además, es un gran tema porque resulta muy complicado hallar algún fragmento de la realidad donde no se incluya la saña. Por eso pongo cosas de diferentes países, de distintas religiones, de la antigüedad, de la Edad Media, convencida de que es una característica del ser humano.”
Margo Glantz pertenece a la “Generación de Medio Siglo”, junto con Inés Arredondo, Sergio Pitol, Gabriel Zaid, Juan García Ponce, Elena Poniatowska, Salvador Elizondo, Marco Antonio Campos, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, entre otros. Dice que “aunque algunos sean más jóvenes, pertenezco a esa generación, de la que he sido muy cercana; en general, todos ya escribían cuando aún yo no había empezado a publicar.” Sin embargo enfatiza: “no se me ha integrado como debiera en la literatura mexicana porque soy una escritora vieja, que empecé a escribir muy tarde. Si uno revisa la historia de la literatura, pocas veces aparezco y no de la mejor manera. Me han dado algunos premios, pero pienso que en algunos niveles no se me ha integrado totalmente, legítimamente, por ejemplo a mi propia generación.”

Arton181350Margo Glantz –la piel blanca, los ojos pequeños, los labios delgados, el pelo corto, rizado y rojo, un collar, dos anillos, la actitud amable- vive en una casa situada en una esquina empedrada de Coyoacán, donde ha estado “escribiendo una novela que sería la tercera parte de la trilogía de Nora García, la protagonista de El rastro, Historia de una mujer caminando por la vida con zapatos de diseñador y ahora de esta otra, que ya tiene nombre pero todavía no estoy muy segura, pero ya llevo como 75 páginas. Estoy escribiendo también un libro de viajes muy extenso, que probablemente dividiré en varias partes, uno sobre la India. Voy a volver a la India. Espero que con eso ya le de la puntilla al texto, aunque hay muchos elementos de la India que están publicados en Saña, pero los voy a retrabajar y los voy a volver a poner en el mundo de viajes porque estoy encontrando que me gusta repetir ciertas cosas, irlas cambiando. Es el tipo de textualidad que me interesa: las variaciones, que se prestan muchísimo en música o en pintura y que no se trabaja tanto en narrativa de la misma manera.”
Echa de menos dar clases todos los días porque “una de las cosas más importantes para mí es enseñar. Hay una relación muy profunda con los alumnos. Muchos de ellos ahora son mis grandes amigos, como María Dolores Bravo, Cristina Barros, Laura Trejo, Ignacio Díaz, Víctor Manuel Moreno… Es una fase esencial de mi vida. Es fundamental leer y comunicar a los estudiantes lo que aprendo, dialogar con ellos sobre los textos. Encuentro muy natural pasar de la enseñanza a la escritura, del ensayo a la narrativa.”
Fiel a su tradición de crítica literaria, no pierde de vista las novedades de las librerías. “Hay escritores diversos, no me atrevería a hacer una catalogación como lo hice con la “Generación de la Onda”, no puedo ponerle títulos a las corrientes que están surgiendo. Pero sí es una literatura mucho más trabajada. La Onda rompió con formas establecidas e inauguró un lenguaje nuevo, pero ahí naufragaron muchos escritores. Ahora hay un mayor cuidado por la escritura. Interesan nuevos temas. Cada vez escriben mejor los nuevos.”
Pero lo que realmente quiere es “vivir mucho más. Quiero seguir viajando, seguir comprando, seguir gozando de mis hijas, de mis nietos. Quiero estar con mis amigos, seguir enseñando… hacer la vida que he hecho siempre. Quiero hacerlo con lucidez y fuerza. Ojalá que dentro de diez años, cuando cumpla 90, viva todavía tranquila y camine derechita. A ver qué pasa.” FIN.

El País

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