Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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Ricardo Garibay, el artesano de la palabra

Por: | 27 de enero de 2014

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Su oído fino para reproducir el habla popular era uno de los rasgos que más lo distinguía. También sus ratos de mal humor. Pero, sobre todo, Ricardo Garibay emprendía una lucha diaria con el objetivo de dominar palabras. Reconocía: “el lenguaje es soberbio, difícil, insondable, apenas se le puede domeñar. Siempre nos rebaza, es incansable; siempre podrá mejorarse una frase enseguida. Esos que dicen escribir como si mearan son unos farsantes… Por eso huelen mal muchas cosas.”
Garibay (1923-1999) fue un escritor y periodista mexicano que retrató a la sociedad de su tiempo con un estilo exquisito. El crítico literario Adolfo Castañón ha dicho de él: "Ricardo Garibay aparece como un artesano riguroso de la palabra eclipsado por la fuerza de una personalidad malhumorada, a veces estrepitosa, orgullosa hasta el enfado. Algo en él recuerda a Ernest Hemingway: el culto del hombre rudo, la devoción machista, aparejada a un deportivo virtuosismo del cuento real."
El escritor hacía estampas costumbristas y de viaje. Creó un personaje cinematográfico con el que muchos latinoamericanos se identificaron (El Milusos, un campesino que llega a la ciudad para buscarse la vida y fracasa una y otra vez). Hizo programas de televisión para difundir las grandes obras literarias y comentar la actualidad. Escribió columnas para destrozar las mañanas políticas. Pero no son muchos los que conocen su obra.

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Anna Politkoskaya, la conciencia acribillada

Por: | 20 de enero de 2014

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A las cinco de la tarde del sábado siete de octubre de 2006, día del cumpleaños número 54 del presidente ruso Vladimir Putin, Anna Politkovskaya regresaba a su departamento en un edificio del centro de Moscú, después de hacer la compra en el supermercado. Había estacionado su automóvil Lada en la calle. En el portal del inmueble, mientras esperaba el elevador, un tipo delgado, estatura media, con gorra de béisbol negra (según las borrosas imágenes de una cámara de vigilancia), se le acercó con una pistola Makarov en la mano. Le disparó dos tiros al corazón, uno al hombro y otro en la cabeza. La muerte de la mujer de 48 años fue instantánea. Diez minutos después, una vecina encontró a Politkovskaya en el piso del ascensor y dio aviso a la policía. Pronto los portales de Intenet, la televisión, la radio y más tarde los periódicos y las revistas anunciaban la muerte de “la conciencia moral de Rusia” y símbolo de la oposición al presidente Vladimir Putin. La comunidad periodística internacional se conmovió porque todo apuntaba hacia el trabajo de la reportera que enfadaba a los altos círculos del poder ruso, como móvil del crimen. Al funeral acudieron numerosos periodistas, políticos de oposición, embajadores occidentales y representantes de la diáspora chechena. A pesar de la lluvia incesante, decenas de personas hicieron cola durante horas para acceder a la sala y depositar flores en el féretro, junto al que estaban sentados los dos hijos de la periodista y su madre, quien acaba de sufrir un infarto y de perder a su marido. Desde hace varios años, Anna Politcovskaya recibía frecuentes amenazas de muerte debido a sus denuncias de violaciones de derechos humanos y arbitrariedades cometidas por el gobierno ruso en Chechenia y el Cáucaso. Sus relatos sobre torturas y horrores sufridos por los civiles y sus críticas a los militares rusos en la zona, publicados en Novaya Gazeta, la hacían indeseable e incómoda para la élite política de su país. Apenas dos días antes del asesinato, Ramzan Kadyrov, primer ministro de Chechenia, cumplió 30 años. Ese día, Anna Politkovskaya hizo su última intervención pública al conceder una entrevista telefónica a Radio Liberty. Con cierta ironía el locutor preguntó: —¿Qué le desea a Kadyrov para su cumpleaños? —Deseo que por fin comparezca ante la justicia para responder por todos los crímenes que cometió en los últimos años: las exacciones horribles perpetradas por él y sus milicias. Y yo estoy dispuesta a presentarme como testigo contra él.

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Jagger, el viejo del rock

Por: | 13 de enero de 2014

Mick-Jagger-595x240Cuando en 2001 Mick Jagger concedió una entrevista para ocupar la portada de Saga, publicación dirigida a la llamada Tercera Edad, su intención era “desdramatizar el envejecer” y hacer a un lado la nostalgia para no dejarse atrapar por el pasado. Los sexagenarios Rolling Stones ven en el rock la causa de su antienvejecimiento. Por eso continúan en los escenarios, mientras el público se pregunta una y otra vez: ¿ésta será la última, la penúltima u otra más de sus giras de conciertos?
Más allá de del hábil marketing que los convirtió en la antítesis de sus rivales de turno (Los Beatles), los Rolling Stones iniciaron desde su debut el camino a la leyenda. Al blues lo convirtieron en rock para dejar ver un agresivo estilo: el fiel acompañante durante toda su carrera. Desde entonces, al irrumpir en la cultura de masas, nunca han abandonado las listas de popularidad. Y la lengua de Jagger se convirtió en uno de los iconos del siglo XX.
En 1962 Mick Jagger, Keith Richard, Brian Jones, William Wyman (quien dejó el grupo a finales de 1992) y Charles Robert Watts (Charlie), todos ellos ingleses, formaron el grupo.
Pero es hasta 1967 cuando se inicia la leyenda negra de los Stones, con las detenciones de Jones, Jagger y Richards acusados de posesión de estupefacientes.
Después, Jones abandona la banda: es junio de 1969 y al cabo de algunas semanas se hallaría su cadáver en la piscina de su residencia privada. En ese mismo año se producen otros incidentes durante la gira de la banda por Estados Unidos, destacando la tragedia de Altamont, California: mientras Jagger canta Sympathy for the Devil, un miembro del servicio de seguridad del concierto, perteneciente a la banda de motoristas Ángeles del Infierno, apuñala a un espectador exaltado, quien moriría a causa de las heridas.

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Ramón Xirau, la razón con imaginación

Por: | 06 de enero de 2014

UntitledA sus casi 90 años (los cumplirá el próximo 20 de enero), Ramón Xirau puede contar historias infinitas. Antes de que se iniciara la Guerra Civil española, este poeta y filósofo mexicano de origen catalán había estudiado un año en Inglaterra. “Era una escuela primaria muy chiquita, perdida entre la niebla”, acota. Y entre sus compañeros había una niña mexicana que le enseñó una canción: “Allá en el rancho grande.” “Pero a esa edad yo ni me imaginaba México. Creo que todos sabíamos que existía Pancho Villa. Era una figura como de cuento para nosotros los niños... ¿aquélla canción sería cosa del destino?”, se pregunta ahora, porque tan sólo algunos años después sus padres lo enviarían a Francia y luego a México.
Del sur de Francia salieron en barco hacia Nueva York. “Mi padre estaba muy afectado. Mi madre también, pero era más fuerte. O eso me parecía a mí. Llegué a Nueva York con ellos y con un tío mío, Juan Xirau, que era químico. Tocábamos la armónica en el barco. Durante el viaje la cosa terrible era ver cómo estábamos separados negros y blancos... En esa época era imposible imaginar que un negro sería presidente en Estados Unidos, por ejemplo”, comenta.
Al llegar a Nueva York, emprendieron un viaje en autobús hasta México. “A mis 15 años el viaje fue divertido. Supongo que para mis padres fue cansado”, suelta con una sonrisa. Era 1939 y Joaquín Xirau (1895-1946), su padre, era un filósofo muy respetado entre los académicos de Iberoamérica. Por eso, apenas llegó a este país, comenzó a dar clases en la entonces Casa de España, hoy El Colegio de México. Así, el adolescente Ramón abandonó sus deseos de ser marinero y músico para dedicarse a la poesía y a la filosofía.
“Yo estaba, en el buen sentido, condenado a la filosofía. Mi padre era amigo de José Gaos y de Juan David García Bacca. Y Josep Carner, un gran poeta catalán, me llevó hacia la poesía. También Agustí Bartra. ¿Qué soy más, poeta o filosofo? Pues las dos cosas. ¿En el origen? Poeta. Lo primero que escribí en mi vida fue un poema muy corto sobre un bombardeo en Barcelona, que debió haber sido horrible. No lo acuerdo... A ver si me acuerdo un poco (se lleva la mano derecha a la frente e inclina la cabeza): Como águilas que se lanzaban hacia su presa/ trajeron muerte y crimen... algo así.”
Además de ser poeta y filósofo, Ramón Xirau ha sido ensayista literario, traductor, editor y profesor. Es autor El sentido de la presencia (1955), Tres poetas de la soledad: Gorostiza, Villaurrutia y Paz (1955), El péndulo y la espiral (1959), Octavio Paz, el sentido de la palabra (1970), Entre ídolos y dioses (1980), Poesía y conocimiento, Dos poetas y lo sagrado (1993) e Introducción a la historia de la filosofía (1964), entre otros libros. Este último ha servido de libro de texto a miles de jóvenes estudiantes hispanoparlantes. Desde 1974 es miembro de El Colegio Nacional, la institución que agrupa a los sabios en México. Entre los numerosos premios y distinciones que ha obtenido destacan el Premio de Literatura Magda Donato (1970), el Premio Internacional Alfonso Reyes (1988), el premio Mazatlán de Literatura (1990) y el Premio Nacional de Ciencias y Artes (1995).
Cuando escribe, Xirau utiliza el catalán para la poesía y el castellano para la prosa. “El catalán para la poesía porque es el que aprendí primero. La prosa vino después y espontáneamente empecé a escribir en castellano. Las dos lenguas son importantes pero ese es mi modo de trabajar”, explica.
Define la poesía como un acontecimiento intuitivo. “Es decir, que se da inmediatamente. No hay que reflexionar para que se de. El que más me ha influido en mi vida es el poeta catalán Joan Maragall, creo que murió en 1911, pero es el gran poeta catalán. Y claro, Agustí Bartara y Josep Carner, los dos. En la poesía, debe haber razón con imaginación. Un poema también es racional. La poesía no es un puro dispararte. La poesía y la filosofía se complementan”.
Para elaborar sus ensayos literarios, Xirau asegura que conversa con los textos. “Es que el texto es algo vivo. Uno como persona tiene una relación viva con una cosa, en este caso los libros.”
—¿Qué ha sido lo más difícil que le ha tocado vivir?
—Lo más difícil ha sido siempre accidentes y enfermedades. Pero lo peor ha sido la muerte de mi padre en un accidente y la muerte de mi hijo en otro accidente, cuando estaba estudiando en Harvard... Yo fui hijo y alumno de mi padre y padre y maestro de mi hijo. Fue muy extraño. Justo en medio de los dos. Ah, y los dos se llamaban Joaquín. ¿Cómo superé esos acontecimientos? Con mucha dificultad pero sobre todo trabajando. Escribiendo y dando mis clases. Sin esto hubiera sido muy difícil.
Sem-sosegada2—A lo largo de su vida ha convivido con grandes mexicanos...
—Sí (interrumpe) y varios han pasado por esta casa, como Octavio Paz por supuesto, Alí Chumacero, Juan Rulfo... Juan Rulfo era muy especial porque parecía muy hosco pero en realidad era muy tierno. Alguna vez que regresábamos de un congreso en Yucatán, en pleno vuelo dijo: “miren, allá hay un cementerio”. Todos estábamos asustadísimos. Pero él seguía platicando muy tranquilo... Alfonso Reyes era muy amigo de mi suegro y luego iba con mi esposa, recién casados. Reyes nos daba un chocolate y luego le pedíamos que nos leyera algo. Se hacía del rogar, pero al final nos leía.
Ramón Xirau tiene un andar pausado y un tono de voz más bien bajo. Su amabilidad y generosidad parecen ser los amuletos de su vida. Al igual que su padre, suele invitar a sus alumnos a su casa  para continuar las “tertulias de aprendizaje”. Es un lector voraz. No sólo de libros, también de revistas culturales, como si con esto recordara su época de editor de Diálogos. “Ahora las que me gustan más son la Revista de la Universidad de México y la revista Biblioteca de México”. Las dos son de libros, claro. 

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