Cisneros, el magnate negociador

Por: | 31 de marzo de 2014

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Gustavo Cisneros y Jimmy Carter llegaron a la Base Militar Fuerte Tiuna, a las afueras de Caracas, para reunirse con el presidente Hugo Chávez y “fumar la pipa de la paz.” Era la mañana del viernes 18 de junio de 2004 y habían pasado más de dos años del Golpe de Estado que intentó derrocar al mandatario venezolano. Chávez acusó una y otra vez a Cisneros de ser uno de los principales orquestadores de aquel asalto y de manipular a la opinión pública a través de Venevisión, el canal televisivo más visto del país. Cisneros demandó al presidente ante el Tribunal Superior de Justicia por difamación e injuria y dijo sentirse acosado por las constantes investigaciones gubernamentales a sus empresas, propiedades privadas e, incluso, la intención de quitarle la ciudadanía venezolana.
Jimmy Carter, ex presidente de Estados Unidos, Premio Nobel de la Paz y mediador en conflictos internacionales, se ofreció para resolver las “desavenencias y malentendidos” entre los dos personajes. Se acercaba la fecha del referéndum en el cual se decidiría el destino político de Chávez y Carter consideraba necesario que gobierno y medios de comunicación tuvieran puntos en común. Así que al llegar a Fuerte Tiuna la conversación giró en torno a la polarización de Venezuela y la necesidad de promover una reconciliación entre los distintos sectores de la sociedad con ayuda de los medios.
Dijo Cisneros que no hubo “negociación” sino “una muestra de buena voluntad.” Dijo Chávez que “no hubo pacto de honor con nadie.” Y, tres años después, dijo el periódico El Nuevo Herald, basado en un informe confidencial al que tuvo acceso, que en esa reunión de tres horas el empresario pidió “bajar el tono de la retórica contra los medios” y el presidente “manifestó su esperanza” de que Venevisión y otros medios privados “mostraran un mayor balance en sus coberturas informativas.” Según el mismo periódico, lo que ocurrió enseguida fue que “la estación de televisión bajó su tono crítico” y Chávez “abandonó sus ataques abiertos contra el empresario.”


Si Hugo Chávez se vio obligado a estar en paz con Gustavo Cisneros es porque le resulta imposible hacer a un lado al hombre más rico e influyente del país que gobernaba. Gustavo Cisneros Rendiles posee una fortuna de más de 4.000 millones de dólares y un emporio empresarial que incluye medios de comunicación, telecomunicaciones, productos de consumo, franquicias, complejos turísticos y un equipo de beisbol. Pero posee, sobre todo, una importante red de contactos internacionales entre los que se encuentran presidentes, intelectuales y magnates: personajes clave en toda América y Europa.
Un día decidió establecer su “base de operaciones” en República Dominicana, no sólo por la belleza de las costas del país caribeño, sino por su ubicación estratégica: a medio camino entre Miami y Caracas, las dos ciudades que albergan sus oficinas corporativas. Compró y remodeló una imponente hacienda colonial que se llama “La Serenísima” y una residencia conocida como “Casa Bonita”, donde ha hospedado a amigos como George Bush, Emilio Azcárraga, Joao Roberto Marinho, Rupert Murdoch, Belisario Betancur, Henry Kissinger, David Rockefeller, Celia Cruz y Julio Iglesias. Ejerce de anfitrión junto a su esposa Patricia Phelps, dueña de una numerosa colección de arte latinoamericano.
Cisneros es amigo de los Reyes de España y del ex presidente del Gobierno Felipe González. Don Juan Carlos le dio la nacionalidad española y el PP dijo, a principios de los años 80, que Felipe González y el PSOE se habían beneficiado con la venta de Galerías Preciados (previa expropiación a Rumasa) al venezolano. La compra de estos almacenes ha sido, sin embargo, buen ejemplo de una de las principales estrategias empresariales de Cisneros: comprar entidades con apuros, sanearlas y revenderlas. Pero hay otra que, incluso, suele estudiarse en las escuelas de negocios: la “Operación Cisne.”
Venezuela era el único mercado latinoamericano que Coca-Cola no dominaba. El 80 por ciento de los consumidores preferían beber PepsiCola. La familia Cisneros distribuía el refresco desde los años 40, pero cuando salió a competir a otros mercados de la región supo que era muy difícil ganarle a Coca-Cola. Entonces, en el verano de 1994, en la casa que Cisneros tiene en Aspen, Colorado, sus colaboradores comenzaron a diseñar con discreción absoluta un plan para hacerse con la concesión de Coca-Cola. Dos años después, en el verano de 1996, ocurrió el “violento cambio de marca” con el fin de borrar todo vestigio de PepsiCola en Venezuela. Cambiaron todos los anuncios y repintaron 2500 camiones sin que se interrumpieran la distribución, trajeron miles de botellas nuevas de Coca-Cola, les dieron un nuevo uniforme a los empleados y empezaron una feroz campaña publicitaria con estrellas del espectáculo y el deporte. Gracias a la imposición de la nueva marca a los consumidores, Coca-Cola no tardó en hacerse con el 70% del mercado venezolano.
Gustavo Cisneros es el cuarto hijo del empresario cubano Diego Cisneros que en los años 30 del siglo pasado se estableció en Venezuela incursionando en el sector del transporte. Luego obtuvo la concesión de PepsiCola y la de Venevisión. A Gustavo Cisneros le gustaba pasar las vacaciones junto a su padre, aprendiendo cómo funcionaban sus negocios y en 1970, cuando Diego Cisneros sufrió un infarto y ya no pudo trabajar, Gustavo se encargó de todo. Tenía 23 años. Se había licenciado en Economía en 1968 y de inmediato realizó una pasantía en la cadena ABC de Estados Unidos. Esa fue su gran escuela para manejar posteriormente Venevisión. A partir de la década de los 70 comenzaría a vender sus lacrimógenas telenovelas a varios países, a organizar el concurso de Miss Venezuela y a ganar con sus representantes bien entrenadas varios títulos de Miss Mundo y Miss Universo. A la par, adquiría supermercados y franquicias de restaurantes de comida rápida.
Luego fue objeto de duras críticas por su cercanía con el presidente Carlos Andrés Pérez, ya que durante su mandato la fortuna y las propiedades de Cisneros aumentaron de manera considerable. A principios de los 90 Cisneros se asoció con Emilio Azcárraga, de Televisa, para comprar Univisión, la principal cadena televisiva en español de Estados Unidos. También hizo un canal para Venezuela que educara sin dejar de entretener y divertir al público. Invitó a la Iglesia Católica venezolana a participar en un canal cultural. Se asoció con AOL con el propósito de arrasar en el negocio de Internet. Compró el equipo de beisbol más importante de Venezuela: Los Leones de Caracas y terminó de establecer así el vínculo afectivo con sus compatriotas, pues les ofrecía telenovelas, reinas de belleza y deporte.
Pablo Bachelet es un periodista chileno, especializado en economía, que conoció a Gustavo Cisneros en 1998 y, durante un lustro, se propuso realizar la biografía del magnate. Pero lo único que consiguió fue hacer un enciclopédico compendio de su trayectoria empresarial. En Gustavo Cisneros. Un empresario global (Planeta, 2004), Bachelet apunta: “Cisneros fue cuidadoso. Defendió a rajatabla la privacidad de su familia. Tampoco quiso que estas páginas sirvieran para saldar cuentas de viejos antagonismos.” El escritor mexicano Carlos Fuentes elaboró un ditirámbico prólogo al libro para presentar a su amigo: “Gustavo Cisneros se ubica en el centro democrático y sufre por ello los ataques, las calumnias y demás balística del sótano chavista. Ante las políticas divisivas de Chávez, Cisneros se sitúa, no en un centro anodino, sino en un centro de compromisos. Peligroso centro, peligroso para el autoritarismo demagógico. Cisneros representa la capacidad de organización de la cual carece el gobierno autoritario. Representa el balance social contra el desequilibrio divisivo. Representa la creación de fuentes de trabajo y de riqueza frente al bullicio estéril y la dilapidación de recursos.”

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Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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