Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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Cisneros, el magnate negociador

Por: | 31 de marzo de 2014

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Gustavo Cisneros y Jimmy Carter llegaron a la Base Militar Fuerte Tiuna, a las afueras de Caracas, para reunirse con el presidente Hugo Chávez y “fumar la pipa de la paz.” Era la mañana del viernes 18 de junio de 2004 y habían pasado más de dos años del Golpe de Estado que intentó derrocar al mandatario venezolano. Chávez acusó una y otra vez a Cisneros de ser uno de los principales orquestadores de aquel asalto y de manipular a la opinión pública a través de Venevisión, el canal televisivo más visto del país. Cisneros demandó al presidente ante el Tribunal Superior de Justicia por difamación e injuria y dijo sentirse acosado por las constantes investigaciones gubernamentales a sus empresas, propiedades privadas e, incluso, la intención de quitarle la ciudadanía venezolana.
Jimmy Carter, ex presidente de Estados Unidos, Premio Nobel de la Paz y mediador en conflictos internacionales, se ofreció para resolver las “desavenencias y malentendidos” entre los dos personajes. Se acercaba la fecha del referéndum en el cual se decidiría el destino político de Chávez y Carter consideraba necesario que gobierno y medios de comunicación tuvieran puntos en común. Así que al llegar a Fuerte Tiuna la conversación giró en torno a la polarización de Venezuela y la necesidad de promover una reconciliación entre los distintos sectores de la sociedad con ayuda de los medios.
Dijo Cisneros que no hubo “negociación” sino “una muestra de buena voluntad.” Dijo Chávez que “no hubo pacto de honor con nadie.” Y, tres años después, dijo el periódico El Nuevo Herald, basado en un informe confidencial al que tuvo acceso, que en esa reunión de tres horas el empresario pidió “bajar el tono de la retórica contra los medios” y el presidente “manifestó su esperanza” de que Venevisión y otros medios privados “mostraran un mayor balance en sus coberturas informativas.” Según el mismo periódico, lo que ocurrió enseguida fue que “la estación de televisión bajó su tono crítico” y Chávez “abandonó sus ataques abiertos contra el empresario.”

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La vejez de don Rubén

Por: | 24 de marzo de 2014

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Y de la calidad literaria don Rubén, ¿qué piensa usted?  “La escritura para mí, respondió el poeta, es un acto de libertad. Si yo me pongo a calificar esos actos, dejan de ser libres; ya me estoy poniendo normas y, en ese momento, ya no soy libre y ya no tengo para qué escribir. Es un juego que me divierte…"
Su obra se distingue por una singular disposición rítmica y por la relación de equivalencia entre sonidos e imágenes. Con su formación humanística desarmaba y sorprendía. Era bromista, sabio y riguroso; traductor fiel de la palabra y filólogo con vocación académica. Estudió leyes para ganarse la vida y escribe versos para darse placer. Deambulaba entre la poesía, la traducción y el ensayo. Se ocupaba de expresar cólera, ternura, esperanza, melancolía, amor, soledad y de descubrir a los estudiantes las grandes obras del mundo clásico. Era uno de los escritores mexicanos más importantes de los últimos tiempos.
Lo vi por primera vez hace diez años. Estaba en su despacho de la Biblioteca Central, en la Ciudad Universitaria de México DF. Visiblemente cansado, dijo sentirse víctima de la vejez: “tengo más de 80 años y todo lo que era el cuerpo como instrumento físico, capaz de una serie de acciones y placeres, ha dejado de tener esa función y se ha vuelto una carga.” Y con la experiencia de su profesión, agregó: “Decía un poeta griego que el hombre tiene dos cosas que temer: la vejez y la muerte. Y de estas dos, la más temible es la vejez.” Quizá en aquel momento (o desde antes) se percibía como en la última estrofa de su poema As de Oros:
Y he cambiado. Sordo, encanecido,
una oficina soy, un sueldo; veinte mil pesos en escombros
y un volkswagen, y la nostalgia
de lo que no tuve, y el insomnio,
y cáscaras de años devaluados.
Sin embargo, no se sentía marginado de la literatura: “No. Para mí la literatura ha sido una ocupación lateral, de diversión, ejercicio y libertad. Nunca me preocupé por estar marginado o en el centro de las cosas. Yo escribí para darme gusto. Lo hice libremente. Los resultados me interesaron poco.”
El autor de más de una docena de poemarios, entre los que destacan Siete de espadas, De otro modo lo mismo y Fuego de pobres, expresa que sus primeros contactos con la poesía se dieron en la preparatoria, en las clases del maestro Erasmo Castellanos Quinto. “Él nos ponía a leer a los autores clásicos y trataba de que escribiéramos alguna cosa, de que nos ejercitáramos en el arte de la escritura. Ahí tuve los primeros contactos serios con la literatura.”
Rubén Bonifaz fundó, en 1973, el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Reunió cuatro centros dependientes de la Coordinación de Humanidades que, de uno u otro modo, se vinculaban con la investigación filológica (el amor por las letras) Estudios Literarios, Estudios Clásicos, Lingüística Hispánica y Estudios Mayas. Más tarde, surgieron otras unidades académicas con el nombre de seminarios: el de poética, en 1977, y el de Lenguas Indígenas, de 1988. Galardonado con el Premio Nacional de Letras, el premio Jorge Cuesta y el premio Internacional Alfonso Reyes, entre otros, estudió  en la Escuela de Jurisprudencia. Junto con sus compañeros de generación (Henrique González Casanova, Jorge Hernández Campos, Fausto Vega y Gómez y Ricardo Garibay) aprovechaba el tiempo libre para ir a jugar al billar.
¿Cuál es la finalidad de su poesía? “Yo siempre pensé que ésta no era un medio de ganarse la vida, de tener un sueldo o una chamba; para el sostén estudié la carrera de Derecho y luego la de Letras, que son las que me han permitido vivir. La poesía es una tarea estrictamente personal donde encuentro mi libertad. El escribir es un mero placer.”
Al leer gran parte de su obra nos encontramos con poemas unitarios que uno puede separar en fragmentos con valor propio. A través de la poesía, aseguraba el maestro Bonifaz, se pueden reflejar los hechos sociales que giran alrededor de quien escribe, pues la poesía, como toda la literatura, puede reflejar absolutamente todo.
Ha escrito y traducido kilómetros de versos. Se trata de .unos 10 mil renglones y unos 110 mil o 120 mil traducidos. Sin embargo, he escrito la décima parte de lo que he traducido. Como traductor, considera que la gramática latina es el esqueleto de la española. Al saber mucha gramática, usted puede manejar las palabras con exactitud. Es el sentido de esos aprendizajes: poder expresarse plenamente con precisión, con la menor posibilidad de confusión.
Varios de sus críticos han definido la manera en la que traduce: pone frente a cada palabra latina el espejo de una palabra española.
Era un hombre que traducía literalmente y escribía como quiere. Murió hace más de un año.

Los misterios de Salinger

Por: | 17 de marzo de 2014

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Entre los ríos y los bosques del estado de New Hampshire hay un pueblo llamado Cornish. Y en lo alto de una de sus boscosas colinas hay una casa con techo de dos aguas. Más allá, separado por un huerto y un pequeño arroyo, un modesto cuarto de cemento con una claraboya resguarda una larga mesa con una máquina de escribir, varios libros y un archivador. En medio de ese aislamiento silencioso trabaja un hombre pálido. Se llama Jerome David Salinger y tiene fama de ser un ermitaño.
Muy cerca de ahí, en la carnicería del pueblo, una atractiva mujer pelirroja con gafas enormes le pregunta al dueño del negocio si sabe cómo llegar a la casa del mítico autor de El guardián entre el centeno. Es reportera y escribe para los periódicos State Times y Morning Avocate. Acaba de entrar en la “crisis de los 40” y lleva unos meses preguntándose si vale la pena seguir siendo periodista. Por eso Betty Eppes se ha propuesto hacer algo “relevante” y piensa que, si no lo consigue, será mejor hacer otra cosa. Así que ha querido dedicar sus vacaciones del verano de 1980 a sacar de su guarida a ese hombre que le tiene fobia a la fama. Es consciente de que otros lo han intentado sin éxito, pero no ha dudado en arriesgarse. 
El carnicero no le da el número telefónico de la casa de uno de sus mejores clientes, pero accede a marcarlo para ver si la reportera lo deja en paz. Contesta el ama de llaves, quien pide con los nervios alterados: “¡ni se le ocurra venir!” Para tranquilizarla, Eppes ataja: “sólo quiero dejarle un mensaje” y enseguida recibe instrucciones para ir a una oficina de correos, a la que Salinger suele ir varias veces por semana.
“Empecé la carta, como diría mi abuela, con cortesías. Con un comentario sobre la belleza de la zona, lo que me hacía entender por qué él se había ido a vivir a un sitio tan precioso. Le dije: no haré más esfuerzos por encontrarlo. No por miedo a sus perros guardianes, sino porque no quiero enfadarlo y angustiarlo. Pensé que, si él venía voluntariamente a mí, entonces nadie podría decir nunca que yo lo había abordado. Yo sabía que le interesaban mucho las mujeres. Todos lo sabíamos, ¿verdad? Eso me daba ventaja. Le dije que lo esperaría en la plaza que estaba frente al hotel donde me hospedaba. Sabía que iba a venir”, le ha contado Betty Eppes a David Shields y Shane Salerno, autores de la biografía que pretende armar, de una vez por todas, el rompecabezas de la vida de J. D. Salinger y que la editorial Seix Barral acaba de publicar en español, después del éxito de ventas que tuvo el año pasado en Estados Unidos.

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Manuel Barea, la nueva voz literaria del sur

Por: | 10 de marzo de 2014

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El día que Manuel Barea (Sevilla, 1989) leyó la crónica de una espectacular redada en Cádiz, no pudo resistir la tentación de escribir una novela con ese trasfondo. Vio la convocatoria del Premio Valencia de Novela Negra y se propuso escribir a toda prisa. Tardó dos meses en tener listo el manuscrito y enseguida lo envío al concurso firmado con un seudónimo: Miguel Balaguer. Ganó, recibió 20.000 euros y ahora la editorial Lengua de Trapo ha publicado Vertedero, una historia en donde tres habitantes de un suburbio deciden atracar una residencia de veraneo. No es una “típica novel negra” con detectives pero, según Francisco Camarasa, con este recién licienciado en traducción ha surgido “una nueva voz literaria en el sur.”
En estos tiempos tan negros, ¿por qué mejor no hizo una novela rosa?
Uf, el rosa no me pega mucho, no es un color que me guste demasiado.
¿Y usted qué sabe de los suburbios?
Pues la verdad es que casi nada, como la mayor parte de todos nosotros, por desgracia.
¿Quiso hacer una película pero al final le salió una novela?
Siempre me ha gustado mucho el cine, y la verdad es que conforme escribía el libro el desarrollo de muchas escenas se me venía a la cabeza como si fuera una película. Supongo que cosas como la violencia o la acción son más poderosas con la imagen de por medio.
¿Le afectó mucho la redada de Cádiz?
Me impresionó mucho que pasasen cosas así por ahí, aunque luego lo piensas con detenimiento y, quitando lo bizarro de la situación, son para variar un puñado de personas intentando sobrevivir en un mundo que les da la espalda, y eso es algo que ocurre día tras día.
Erasmus en Suecia. ¿Con tanto frío pasaba los días leyendo novelas negras?
En Suecia leí mucho, sí, y con tanto frío era lo suyo, pero la verdad es que de género negro, muy poco. Por allí durante una temporada solo tuve En el camino; la novela de Mark Oliver Everett, de EELS; La muerte de Bunny Munro de Nick Cave (que me leí en un día, es un novelón); La interpretación del asesinato de Jed Rubenfeld; Polen de Jeff Noon; Wilt; y La verdad sobre el caso Savolta. Y las suecas, pues eso, demasiado rubias.
Manuel Barea, Miguel Balaguer. Para el momento en que tuvo que elegir un seudónimo ¿ya se le había acabado la creatividad?
No me gustan esos seudónimos que se notan que son seudónimos. Miguel Balaguer es un nombre bastante poco creativo, sí, pero así suelen ser los nombres por lo general.
Dice que aprendió a usar una máquina de escribir. Ya… ¡Pero si para la gente de su edad eso es parte de la prehistoria!
Sí, es algo que suena raro, pero es así. Tampoco es que tuviera ordenador por entonces. Y ahora uso los dos indistintamente. De todas formas están volviendo a ponerse de moda las máquinas de escribir, supongo que porque son retro o vintage o de hipters o lo que sea. A mí solo me gustan porque si la máquina se escacharra lo que llevo escrito no se me va a la mierda.
¿Escribió la novela en dos meses? ¡¿Dos meses?!
Sí, tenía que presentarla al premio y si tardaba más me cogía el toro. Creo que no habría tenido tiempo de revisarla si hubiese tardado más.
¿Dónde dejó a los típicos detectives de policía que intentan resolver un caso?
Muy al principio del camino. Vi que ya había demasiados pululando por ahí y que podía contar ese tipo de historias desde otra perspectiva menos “romántica”, por así decirlo.
¿Y cuándo va a traducir algo en serio?
Es una buena pregunta. Creo que la traducción es algo mucho más artesanal y que requiere infinitamente más atención, cuidado y cariño que la escritura, así que hay dedicarle muchísimo más tiempo y esfuerzo. Y no sé si ahora tengo mucho de todo eso. De todas formas es algo que tarde o temprano voy a hacer, y ya tengo varios proyectos en mente de autores que los lectores españoles no tienen ni idea de que alguna vez existieron.
¿Se dejó esa barba y se puso esas gafas para parecer mayor y más serio?
La barba es solo un síntoma de pereza y creo que además me sienta de puta madre. Aunque pica, y lamentándolo mucho en breve tendré que quitármela. Las gafas son otro síntoma, pero en este caso de miopía galopante. Pero me alegro de haber parecido más serio, eso siempre es un plus.
Así que ahora se codea con Lorenzo Silva. ¿Será que usted ambiciona el Planeta?
Se me olvidó decirle que les hablase bien de mí a los de por allí… En serio, la verdad es que no puedo pensar en ninguna persona que cuando empezó a escribir ambicionase el Planeta, así que creo que no es mi caso. Aunque eso no quita que no sea un dineral.
¿Cuándo piensa desempolvar la primera novela que escribió y que tiene en el cajón de su escritorio?
De momento, nunca. Y si lo hago sería para pulirla muchísimo, revisarla, quitar y añadir. Hay que depurar mucha morralla en ese manuscrito.
Hábleme de sus influencias, de sus maestros en la literatura.
Me voy a dejar a alguno, seguro, pero los primeros que se me vienen a la cabeza son Sabato, Ballard, Philip K. Dick, Eduardo Mendoza, Chandler, Hammett, Carver, Kafka, Cortázar, James Sallis, Hunter S. Thompson, James M. Cain, Ross MacDonald, Jim Thompson, Jonathan Franzen, Pedro Juan Gutiérrez, William S. Burroughs, Michael Chabon, Murakami, Bukowski, David Foster Wallace, Camus, Salinger, Graham Greene, Poe, Lovecraft, Palahniuk, Céline, Beckett, Pynchon…
_visd_0000JPG01DDQDicen que publicar una segunda novela es más difícil…
Pues sí, eso dicen. Espero que no tengan mucha razón.
¿Quién se siente más orgulloso de usted?
Supongo que mis padres.
Cuénteme un día normal en su vida.
No suelo madrugar. Ni hacer nada sin un café en el cuerpo. Luego ya dependiendo de si tengo que ir a la universidad o no, trabajo y como en mi casa o en la misma universidad. Por la tarde las clases del máster y después si tengo suerte una cerveza o cena rica con mi chica. Si lo que querías saber es cuándo escribo la respuesta es: cuando puedo, que ahora no suele ser mucho tiempo.
Ya, en serio: ¿Escribió Vertedero en dos meses? ¡¿Dos meses?!
No te preocupes, la próxima tardará más, eso seguro.

Deconstrucción Sontag

Por: | 03 de marzo de 2014

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Susan Sontag (1933-2004) tomó la decisión de divorciarse gracias al rock and roll. Era una chica de 24 años, residente en Boston, madre de un niño de cuatro, doctora en filosofía, escritora en ciernes, esposa harta del sociólogo Philip Rieff y una rockera convencida. “Debido a Bill Haley & His Comets y Chuck Berry me divorcié y dejé el mundo académico para empezar una nueva vida”, le soltó en 1978 al periodista Jonathan Cott, miembro del equipo fundador de Rolling Stone, con quien tenía varios amigos en común. Ambos coincidían en fiestas, pases cinematográficos y conciertos. “Siempre quise hacerle una entrevista. Pero el momento llegó hasta febrero de 1978”, recuerda el editor que también ha escrito en profundidad sobre John Lennon y Yoko Ono.
Para entonces, Sontag ya era todo un referente intelectual en Occidente y solía pasar largas temporadas en París, adonde había llegado por primera vez en el ocaso de los años cincuenta del siglo pasado, recién divorciada. Todavía no tenía su característico mechón blanco en el pelo, le gustaba vestir de vaqueros y camisa y ponerse un poco de Dior Homme. Era, decía ella misma, “una freak de la belleza.” Después de que le extirparan un tumor canceroso en el pecho, el tratamiento recetado por los médicos aceleraba su recuperación. 
“El año anterior [1977] había publicado su libro sobre la fotografía y estaba por aparecer La enfermedad y sus metáforas”, puntualiza Jonathan Cott, quien llegó a la capital francesa listo para una de las grandes entrevistas de su carrera. “Me sorprendió su exactitud moral y lingüística. A diferencia de casi cualquier otra persona a la que he entrevistado, Susan no habló mediante oraciones, sino con amplios y medios párrafos.”
Sontag habló —sincera, vehemente, apasionada y sin recato— durante tres horas sobre el amor, la amistad, la sexualidad, la autonomía personal, la construcción de ideas. “Tengo la impresión de que el pensamiento es una forma de sentir y el sentimiento es una forma de pensar”, dijo sin rodeos aquella vez, antes de pedir un descanso para cenar.
1846494Una extensa y profunda entrevista es capaz de revelar todos los entresijos de un personaje. Lawrence Grobel lo hizo con Capote y Fernanda Pivano con Bukowski. Una extensa y profunda entrevista, sin embargo, no es algo a lo que esté dispuesto a someterse cualquiera. No es común, sobre todo, que alguien (como la autora de El amante del volcán, con fama de huraña ante la prensa) opte por alargar una deconstrucción verbal. Pero en aquel febrero parisino de 1978, Sontag le propuso a Cott seguir charlando en Nueva York. Así que en noviembre de ese año, el editor de Rolling Stone llegó a un departamento con vistas al rio Hudson y encontró a la ensayista “rodeada por su biblioteca de 8.000 libros, a la que se refirió como ´mi sistema de recuperación y mi archivo de nostalgia´. Ahí hablamos hasta entrada la noche.”
Entre París y Nueva York fueron 12 horas de entrevista. Por supuesto, la tiranía del espacio obligó a Jonathan Cott a realizar una difícil selección de preguntas y respuestas y a publicar en la revista solo un tercio de la conversación. Ahora, más de 30 años después, Cott nos ofrece Susan Sontag: The Complete Rolling Stone Interview (Yale University Press), un conjunto de reflexiones y observaciones (alejadas de las intimidades de casa y cama, reveladas recientemente por su nuera y por su hijo) de la escritora que no titubeó entre la alta cultura y la cultura popular: “cuando voy a un concierto de Patti Smith me gusta, participo, lo disfruto y lo experimento más intensamente porque he leído a Nietzsche.” Muerta y expuesta, Sontag todavía provoca.

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