Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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Savater, el jubilado jubiloso

Por: | 28 de abril de 2014

Fernando-savater
En bata y chanclas, atravesando los angostos espacios que dejan libres los cientos de libros apretujados por toda la casa, Fernando Savater abre la puerta con una sonrisa y pide un momento para ponerse "las gafas de ver personas". Entonces se coloca unos anteojos de montura marrón, avanza unos pasos con "andares de pato mareado", como él mismo describe, y se sienta de espaldas al balcón que esta mañana de primavera deja entrar un sol perezoso al departamento situado en un octavo piso, en el "aburguesado" barrio de Salamanca.

Llegó a Madrid al inicio de su adolescencia, cuando sus padres decidieron cambiar San Sebastián, en el País Vasco, por la capital española. La dictadura de Francisco Franco estaba en su apogeo y Savater, hijo de notario, "igual que los padres de Salvador Dalí, Julio Verne y Voltaire", estudiaba en el también aburguesado Colegio del Pilar, donde sus compañeros lo molestaban gritándole "gorila". "No sólo por mis grandes orejas despegadas del cráneo o mi fealdad", cuenta, "sino por todo un conjunto inocultable de rarezas combinadas: los extraños movimientos hacia atrás y en círculos que hago involuntariamente con la cabeza, mi forma de andar levemente espástica y nerviosa, mi ojo bizco y, sobre todo, mi tendencia pueril a lanzar largas peroratas histriónicas con voz tonante y palabras rebuscadas".

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María Luisa Elío, la destinataria de Cien años de soledad

Por: | 21 de abril de 2014

MARIALUISAELIO04-JG-1Durante los 18 meses en los que Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad, cuatro amigos suyos acudían casi todas las noches a su casa de la colonia San Ángel Inn, en el sur del DF, para que les contara el curso de la novela. Eran Carmen y Álvaro Mutis, María Luisa Elío y Jomí García Ascot.
García Márquez se las arreglaba para narrarles versiones diferentes a lo que en realidad escribía. “Si contaba lo que estaba escribiendo, espantaba a los duendes”, recuerdó el Nobel colombomexicano en un artículo publicado en la revista Cambio en 2001. No obstante, María Luisa Elío y Jomí García Ascot escuchaban los relatos improvisados “como señales cifradas de la Divina Providencia. Así que —agrega el también autor de La hojarasca— nunca tuve dudas, desde sus primeras visitas, para dedicarles el libro.”
En efecto, se abre Cien años de soledad y antes del célebre inicio (“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”), aparece la dedicatoria: “Para Jomí García Ascot y María Luisa Elío.”
Fui a visitar a la destinataria de Cien años de soledad en 2007, cuando Gabo estaba apunto de cumplir 80 años. Tenía entonces 80 años de vida, una cara de luna (“por que tomo cortisona”, dijo), unos ojos verdes como aceitunas que electrizaban lo que miraba, boca carmesí para expresar sus recuerdos y una madura relación amistosa con los García Márquez. Era la tercera hija de Carmen Bernal y de Luis Elío, familia exiliada en México a causa de la Guerra Civil Española. Realizó el guión y actuó la película En el balcón vacío (1961), la única versión cinematográfica del exilio ibérico en México. Escribió Tiempo de llorar y otros relatos (El Equilibrista 1988, Turner 2002), un libro en donde relata el viaje que efectuó a su Pamplona natal después de treinta años de haber salido y en donde recuerda su infancia como metáfora de los sufrimientos de toda una generación de exiliados.

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Fernando Benítez, maestro del periodismo cultural

Por: | 14 de abril de 2014

Fernando Benitez 2La biblioteca de Fernando Benítez, en la Ciudad de México, era un amplio salón rectangular iluminado por el sol. Al fondo, en los estantes que iban del piso al techo y de un extremo de la pared al otro, permanecían cientos de libros clasificados. La mayoría eran de historia prehispánica y colonial de México. Algunos otros de pintores, como los de Rembrandt o los de Bosch. También había textos de escritores rusos o poetas del Siglo de Oro español. Todos formaban una sucesión de colores apagados: grises, negros, tonos marrones, guindas. Unos cuantos tenían pasta dura con letras doradas en los lomos.
En los al redores y en un pequeño muro a mitad del salón, se distribuía una colección de arte prehispánico. Eran piezas pequeñas o medianas de barro, cerámica y orfebrería. Efigies, máscaras, vasijas, monolitos. En una orilla había una sala de anchos sillones blancos en cuya mesa de centro estaban dos jarrones. Pero allí lo más importante era la mesa de trabajo: larga, de madera y con sillas que parecían esperar contertulios. La de en medio es la que ocupaba Fernando Benítez para escribir en un bloc de hojas amarillas, con una pluma (“él siempre escribía a mano”) y un grande y pesado cenicero verdoso a su lado.
Y en ese espacio, en ese ambiente y entre esos libros y objetos, el hombre que nació el 16 de enero de 1910, que fue periodista, antropólogo, historiador, escritor y profesor y que es considerado el “Arquitecto del Periodismo Cultural Contemporáneo en México” o el “Padre de los Suplementos Culturales”, recibía a colaboradores, alumnos y amigos, como José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas y muchos otros protagonistas de la vida intelectual mexicana.

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Paula Bonet, una dibujante compulsiva

Por: | 07 de abril de 2014

Paulabonet-marinera-lita-boschwebAhora lo ves. Ahora no lo ves. Cuando, en octubre de 2013, cientos de muros de Valencia fueron tapizados con los carteles que anunciaban la celebración del Festival Internacional de Mediometrajes La Cabina, los organizadores no previeron que, sólo unos instantes después, esos muros quedarían desnudos. Cientos de fans de Paula Bonet, la ilustradora que hizo de un conejo blanco la insignia del evento, los arrancaron con sumo cuidado para llevárselos a casa. Eran unos 3.000 y, ante el furor coleccionista, no quedó más remedio que reimprimir y hacer otra pegada. La autora pidió a través de Facebook que ya no los quitaran de las paredes y la mayoría de sus miles de seguidores le hizo caso.
¿Qué tienen los dibujos de esta treintañera pelirroja para que se les considere objetos del deseo?
Paula Bonet (Vila-real, 1980) es hija de un restaurador de muebles que, cuando era niña, todos los días pasaba un rato dibujando en el taller de su padre. También hacía figuras humanas en la mesa de la cocina. Después estudió Bellas Artes en Valencia, Nueva York y Santiago de Chile. Su primer cuadro al óleo era un barco que luchaba contra la tempestad en medio del mar. Pero pronto se dio cuenta de que era mejor pasar de la complicación y la paciencia del óleo, el grabado, la litografía y la serigrafía, al resultado rápido y directo del bolígrafo, las acuarelas y la tinta china. De pintora a ilustradora. De la galería a la expansión de la obra a través de Internet.
1382993617_170764_1382994149_sumario_normalHace dibujos para libros, revistas, discos y persianas de tiendas y locales. Vive de sus dibujos desde hace 10 años. Pidió una hipoteca para tener “un estudio decente.” Y dice que, por fortuna, siempre ha podido llegar a fin de mes. Dedica unas 10 horas al día a dibujar, los siete días de la semana. Por eso ella misma reconoce que es una dibujante compulsiva. En su mesa de trabajo, escribe el objetivo que desea alcanzar. Compara fotos, esbozos, pruebas de color. Un trazo tras otro. Luego, cuando le aprueban el boceto, hace el dibujo definitivo. Dice sentirse influenciada por la poesía y, a veces, por el melodrama. Admira a autores como Javier Marías, Rosa Montero, Paul Auster o J. M. Coetzee.
Hace un mes presentó su primer libro ante decenas de jóvenes (la mayoría mujeres) que le pedían autógrafos. En las páginas de Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End (Lunwerg) hay una sucesión de ilustraciones que cuentan historias acompañadas de palabras. O, lo que es lo mismo, fragmentos de textos que conviven con imágenes. Hay amor y desamor. Decisiones arriesgadas. Impulsos. Relaciones cambiantes. Algunos principios y muchos finales. Distintos rasgos con los que su generación de identifica. Y una lista de canciones alternativas como sugerencia para acompañar la lectura. Es un conjunto completo que le dice al público: mira, lee y escucha. Por eso su trabajo es objeto del deseo.  

El País

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