Periodista en Serie

Sobre el blog

Las “víctimas” de un periodista en serie son muchas y constantes. No tiene relación con ellas. Las elige al azar y sin que tengan conexión unas con otras, en un área geográfica determinada, como Iberoamérica. Les arrebata su historia y la hace pública sin ningún pudor. No planea “entregarse” ni realizar “ataques suicidas.” Este blog es su particular SALA DE RETRATOS. Pasen y lean.

Sobre el autor

Víctor Núñez Jaime es un escribidor de historias. Estudió periodismo y literatura hispanoamericana. Sabe que el periodismo es más de nalgas que de cabeza, porque hay que estar sentado durante largos ratos escribiendo, corrigiendo... Es autor de tres libros: Un periodista ante el espejo, Los que llegan. Crónicas sobre la migración global en México y Una cabrona de Tepito. Ha ganado, entre otros, el Premio Nacional de Periodismo Cultural (México) y el Premio a la Excelencia Periodística de la sociedad Interamericana de Prensa. Con libreta y pluma en mano, sale a por las historias. Contrasta estadísticas con los testimonios de la gente. Visita a los escritores y periodistas de renombre. Está obsesionado con el buen uso del idioma español. Le apasiona leer y estudiar. Devora libros. Él es lo que ha leído. Y también lo que ha escrito.

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La reina del desierto

Por: | 26 de mayo de 2014

Priscilla
Cuentan que en Madrid se han agotado los zapatos de tacón de los números 43, 44 y 45. A Oriol Anglado, un bailarín de 24 años y músculos bien definidos, le llevó una semana conseguir un par del 43. Antes de presentarse al casting de Priscilla, la reina del desierto, el musical que se estrenará el próximo octubre en el Teatro Alcalá, pasó otras dos semanas intentado mantener el equilibrio al caminar con ellos puestos. “Nunca antes lo había hecho. Y tiene tela”, dice mientras se seca el sudor de la frente con un pañuelo desechable. A su lado, Jorge Bettancor se abanica para sosegar su respiración acelerada. “Para mí eso no es difícil. Porque soy de Canarias y tengo experiencia: cada año me disfrazo de mujer para los carnavales. Pero el baile… Ay, yo soy más de cantar”, arguye mientras estira la mano para sacar una botella de agua de su mochila.
Hace unos instantes, Oriol y Jorge eran parte de un grupo de 10 chicos que se contoneaban al ritmo de It´s raining men. En un escenario carente de color, la coreógrafa Sonia Dorado les marcó con paciencia los pasos a realizar y, al ponerse frente a ellos para ver cómo lo hacían, movió la cabeza de un lado a otro. Enseguida les gritó: “¡se tiene que notar tensión sexual en el baile!” Los muchachos sonrieron y le imprimieron más energía a su actuación. Abajo, en el patio de butacas, el director artístico Ángel Llácer celebró esa actitud: “¡se agradecen esos cuerpos de buena mañana!”
Los productores de la obra esperan conformar un elenco de 40 actores, cantantes y bailarines que ofrezcan al público español una obra que ya ha sido estrenada en ciudades como Sidney, Londres, Nueva York o Buenos Aires. “No buscamos a las típicas locazas. Queremos a gente que encarne a divas. Que sean picantes y sensuales”, dice Marco Cámara, productor ejecutivo. “Aquí no se habla simplemente sobre la homosexualidad, creemos que eso ya está superado. Se habla de aceptar a la gente como es y del encuentro de un padre con su hijo. No todo en este show es frívolo, tiene una esencia muy humana” 
Priscilla cuenta la historia de tres amigos (dos gays y un transexual) que atraviesan el desierto de Australia a bordo de un viejo autobús para llegar al hotel de un pueblo donde presentarán su espectáculo drag queen. En un camino plagado de aventuras y dificultades (a ritmo de Tina Turner o Madonna y ensombrecidas por un episodio homófobo), el grupo se consolida al compartir diversos aspectos de su vida. Con 23 cambios de escenografía, 500 trajes, 200 pelucas, un autobús robotizado de diez toneladas de peso, este musical basado en la película dirigida en 1994 por Stephan Elliott y cuya inversión asciende a tres millones de euros, busca atraer a familias enteras. “El eje de la obra es un hombre homosexual que va a conocer a su hijo. Esa es la historia que debe enganchar al público. Y alrededor de eso verá un show”, sostiene Ángel Llácer.
Al casting se han apuntado 1.400 personas, la mayoría hombres, que durante un mes pasarán por este escenario para demostrar su talento con dos tacones. Al pie de una pequeña escalera, Constantino Ariof, 19 años “y como unos cinco kilos de más, cariño”, se quita los zapatos de tacón con los que acaba de bailar. “Me ha ido bien. Tengo alma, que es lo que le importa a Llácer”, apunta con orgullo. Y el director asiente: “¡eso, detrás de la purpurina de Priscilla tiene que haber alma! Para que la gente conecte con la obra sin complejos… Bueno, a ver cómo nos va, ¿eh? Porque no creas que esta sociedad está muy avanzada”, agrega. “Todavía hay quien dice: ´¡mira estos maricones!´ Si es que en España las mujeres, los homosexuales y los inmigrantes siguen siendo discriminados. ¡Esto es así!”

Nina Pacari, la indigenista

Por: | 19 de mayo de 2014

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El movimiento de sus ojos preludia sus palabras. Del relato de Nina Pacari surgen términos otras veces utilizados para describir la situación de los indígenas: discriminación, exclusión. “¡Indios de mierda!”, le gritaron el día que asumió la vicepresidencia del Parlamento ecuatoriano.
“Pero todo el movimiento indígena –expresa la abogada y doctora en Jurisprudencia mientras mantiene el puño izquierdo cerrado– les dimos un bofetón demostrando la calidad y capacidad que tenemos los indígenas para participar en la vida política y social. Devolvimos así, aquella agresión de carga ideológica y de opresión.”
En quechua, su nombre significa “fuego o luz del amanecer”. Pero es relativamente reciente porque antes tenía un nombre mestizo: Estela Vega Conejo. Conserva sus apellidos pero todos la conocen como Nina Pacari. “En los tiempos de opresión, la forma de resistencia que adoptaron nuestros líderes fue el de cambiarse de nombres: de uno mestizo a uno indígena. Varios lo han hecho. Pensamos que podemos recuperar nuestra identidad comenzando por nuestros nombres y también provocar el desenvolvimiento pluricultural”, explica.

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Moussa, el hombre de goma

Por: | 12 de mayo de 2014

A Marte Cabaret 03Moussa era un niño de 12 años cuando logró doblarse lo suficiente para caber en el contenedor de la ropa sucia. Su hermano mayor, erigido en cómplice perfecto, lo cubrió con algunas prendas y cada uno por su lado espero a que su madre llegara para sorprenderse con el hijo menor “hecho un trapo.” La madre no tardó y al ver al pequeño ahí dentro se asustó y gritó y salió corriendo para contar su hallazgo, mientras en un rincón dos diablillos se descojonaban de risa. Al darse cuenta de la broma que le habían gastado, volvió con una alpargata de madera en la mano y le asestó un duro golpe en la cabeza al niño que, para entonces, ya se había desdoblado.
Más tarde, todavía impactada y compungida, la señora fue a la iglesia para hablar con el sacerdote acerca de lo ocurrido. “Yo creo, padre —dijo con la seriedad de los devotos— que mi hijo necesita un exorcismo. Porque lo que hizo debe ser cosa del demonio.” Unos minutos de charla después, le quedó claro que había sido algo propio de los niños traviesos. Pero con el paso del tiempo supo que aquello fue, en realidad, el principio del extravagante oficio que su hijo llegaría a dominar como pocos.
33 años después, Moussa recuerda aquel día con carcajadas y frases en español salpicadas de palabras en inglés, francés y portugués, y gesticulando demasiado para hacerse entender. Muestra la cicatriz que le dejó el golpe de su madre y vuelve a reír. Está en el Teatro Rialto de la Gran Vía de Madrid, frente a un vaso de agua, unas horas antes de que inicie la función de A Marte Cabaret, el musical en el que participa y encandila todas las noches al público caminando como araña o pasando su cuerpo por una raqueta.
Moussa Huit Huit 1Moussa —la cabeza bien rasurada, la mirada y la sonrisa encendidas, las manos inquietas, los músculos del cuerpo bien definidos— ha recorrido varios países y algunas ciudades de España con otros espectáculos. Aunque los números que presenta han variado, dice que el objetivo siempre es el mismo: “captar la atención de la gente. “Para eso tengo carisma. Y tengo fuego”, dice con orgullo.
Nació en Uige, en el noreste a Angola, y desde pequeño soñaba con ser actor. Se le atravesó la precariedad económica familiar y la inestabilidad política de su país y tuvo que crecer en la vecina República Democrática del Congo. Un día estaba con un amigo viendo en la televisión a una contorsionista china que hacía gala de su cuerpo de goma. “¡Tú también puedes hacer eso, Moussa!”, le dijo su amigo. Y Moussa le hizo caso. Empezó a imitar los movimientos y posiciones que veía en la pantalla y luego, día tras día, se esforzaba por ser más flexible, más elástico, más de goma, hasta que comenzó a  hacer cosas sorprendentes. “Muchos lo pueden hacer. Pero no todos son conscientes de la capacidad que tiene su cuerpo”, dice.
Cuando la situación de Angola pareció apaciguarse, este hombre que ahora tiene 45 años (que no aparenta) y mide 1.86 cm. volvió a su tierra para integrarse al Ballet Nacional de Luanda. En 1992, las cosas volvieron a torcerse y entonces, con la ayuda de su profesor de baile, se fue a Río de Janeiro (Brasil). Moussa quería ser artista, pero en esa ciudad el panorama no era muy alentador. Así que se fue a París. Presentaba su show contorsionista en la calle hasta que un día un cazatalentos le llevó a su agencia de espectáculos y le facilitó el camino para hacer lo que siempre había soñado.
Contorsionista2[1]“La gente piensa que lo que hago es magia. Estoy consciente de que no solo tengo flexibilidad, sino también carácter. Me concentro y la gente me mira con atención. Porque tengo fuego. Ese es el secreto”, explica. Ahora Moussa es profesor de contorsionismo. “Tengo 17 estudiantes y dos son maravillosos. Pienso que lograrán lo que yo he logrado.” Está casado con una japonesa (“con esto se liga mucho”) y es padre de tres hijos. “Con ellos vivo en París, sólo viajo unos meses a algún sitio para trabajar. Este año ha tocado Madrid.” Dice que no sigue una dieta específica. “Casi no como carne, nada más. Y voy al gimnasio y duermo varias horas.” Piensa retirarse a los 52 años. Se ufana de nunca haber tenido alguna lesión (“porque tengo disciplina”) y de que cuando sale al escenario “el público no mira para otro lado.” Porque, ya lo saben, el hombre que es capaz de atravesar una raqueta y de caminar como araña tiene candela.

Los "rayajos" de Víctor Soler

Por: | 05 de mayo de 2014

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A Víctor Soler le gusta el cine y le gusta jugar con las películas. Cuando termina de ver una, la historia sigue en su mente. Entonces, como un poseído, coge el lápiz y el ordenador para inmortalizar alguna secuencia que le fascinó o para añadir otra que le hubiera gustado ver o para hacer una mezcla de lo que es y lo que puede ser. Con la libertad (y autoridad) que le da ser un cinéfilo, la fantasía lo orilla a realizar dibujos de escenas inventadas, como si fuera el más experimentado director. Y no se corta ante las míticas cintas del Séptimo Arte. Por eso se atreve a dibujar el tren de Con faldas y a lo loco visto desde un hipotético lateral de la vía o a El Padrino paseando junto al puente de Manhattan o siluetas de My fair lady en pose de revista. Algunas de estas ilustraciones son clásicas. Otras se acercan al cómic. Todas son enormes (250 x 100 cm). Y sin embargo Soler se ríe cuando se le pregunta si se considera un muralista pos moderno. “No lo veo”, dice. Prefiere denominarse, simplemente, dibujante o ilustrador.

Víctor Soler (Castellón, 1971) es licenciado en Bellas Artes. Pero dice que su mejor escuela fue haber pasado unos años en Cartoon Productions haciendo animación. Esos años “fueron el principio, donde aprendí el oficio de dibujante, el amor por esta profesión. Trabajábamos en equipo miles de horas dibujando en mesas de luz, aprendíamos los unos de los otros ya que en aquellos años era la única manera aquí en España de formarte en el desconocido mundo de la animación. Conocí a grandes profesionales y a algún “mago del lápiz”, como los llamo yo. Hoy en día sigo manteniendo muy buena amistad con la mayoría de mis excompañeros.”

 

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