Periscopio Chilango

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Blog coral elaborado por la redacción de EL PAíS en México y coordinado por el corresponsal Luis Prados y Salvador Camarena.

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Los 28, San Judas

Por: | 28 de octubre de 2012

Va
Ya ha visto la obra completa de los muralistas, ha sobrevivido al metro en hora punta e incluso se ha puesto de foto de perfil en Facebook una devorando un chapulín. Y ahora, para seguir con la visita al DF, ¿le apetece ver un montón de fe? Las creencias forman parte de la idiosincrasia de un pueblo, como el arte o la gastronomía, las comparta o no, aunque sea indiferente o las considere incluso una muestra de fanatismo. Así que si quiere conocer una extraordinaria manifestación de religiosidad popular no contaminada por el turismo de masas acérquese un 28 de mes al cruce del Paseo de la Reforma y la Avenida Hidalgo. No es seguro que le vaya a gustar lo que vea. Pero sí que va a impresionarle.

Si anda despistado puede pensar que se ha organizado la enésima marcha para paralizar el centro de la ciudad. Pero los supuestos manifestantes, en vez de enarbolar pancartas cargan con figuras de un santo, unas minúsculas, otras de tamaño natural, con ropajes verdes y blancos y recargadas de escapularios. Son los sanjuderos, los devotos de San Judas Tadeo que se reúnen cada mes en torno a una imagen del apóstol en la iglesia de San Hipólito, una de las más antiguas de la ciudad, construida sobre una ermita erigida en 1521 en recuerdo de la derrota de Hernán Cortés en la llamada noche triste. Allí se juntan cada día 28 entre 35.000 y 40.000 devotos, según cálculos de la parroquia, y el doble el 28 de octubre, festividad del santo. Y se celebran sin interrupción, desde las cinco de la mañana hasta las 10 de la noche, 16 misas en las que los fieles abarrotan el templo y su patio exterior. Por fuera florece un enorme mercado donde se venden imágenes, medallitas, estampas o camisetas del apóstol junto a toda clase de comida mientras la policía se esfuerza por lograr que el tráfico fluya y nadie sea atropellado.

  

San Judas Tadeo -no confundir con el traidor Iscariote- era uno de los doce apóstoles de Jesús, según el Nuevo Testamento, y en la tradición cristiana es el patrón de las causas imposibles. Por eso muchos fieles asisten a la iglesia a rogar por un milagro. Pero otros cuyas  peticiones han sido atendidas vuelven para agradecer el favor regalando dulces, escapularios y flores. “Un día mi hijo de tres años se perdió. Y él me lo regresó”, cuenta Alfonso, que desde día acude reparte sanjuditas y claveles por fuera de la iglesia. Unos metros más allá Jorge carga con una imagen del santo de más de un metro de alto fabricada en fibra de vidrio y cuenta una historia también dramática y con final feliz: “Tenía un hijo en la cárcel y le pedí que no le pasará nada. Un día 27 salió sano y salvo y desde entonces cada 28 vengo a agradecérselo”.

VaasefA San Judas acuden ancianos y adultos, muchos de ellos con bebés en los brazos, pero llama la atención la juventud de la mayoría de los devotos. Proceden de todas las capas sociales, pero muchos son reguetoneros de origen humilde, incluso marginal. De hecho un grupo de muchachos que trata de rehabilitarse de la adicción al pegamento en el proyecto NIEV (Niños con Ilusión y Esperanza de Vivir), impulsado por la parroquia, son los encargados de evitar una avalancha humana mediante un mecanismo que recuerda a las esclusas del canal de Panamá. Primero establecen varios círculos acordonados alrededor del templo y luego van levantando y bajando las cuerdas para permitir el acceso ordenado mientra recitan como una letanía “pasen, no se detengan” y también “le molesto con su gorra”, en advertencia a quienes entran cubiertos a la iglesia.

Repleto de fieles el templo y el atrio (caben unas 3.000 personas) las cuerdas se bajan y empieza la misa, una ceremonia católica con algunos detalles originales. No se da físicamente la comunión, para evitar aglomeraciones, aunque el sacerdote invita a los fieles a participar del sacramento en la intimidad. En un momento dado, los devotos elevan las imágenes que cargan hacia el altar, para que sean bendecidas. Y antes de terminar no falta un minuto de merchandaising  para recordar a losfieles que a la salida pueden adquirir la revista Presencia Apostólica y botellas de la muy saludable agua de San Judas. Con la canción Amigo, del muy religioso Roberto Carlos, concluye la ceremonia: unos fieles salen por la parte delantera y las cuerdas vuelven a levantarse para que otros llenen el templo.

Ernesto Mejía religioso claretiano y rector del templo, cuenta que la devoción surgió en los años 50, cuando el padre Félix Monasterio trajo la imagen desde Chicago, donde florecía el culto al santo. La devoción fue creciendo: en los 80 la figura pasó al altar principal, en los 90, la multitud empezó a rebasar el perímetro del templo y surgió esa manifestación de portar imágenes del apóstol. En la década pasada el número de fieles se estabilizó. “El motivo”, cuenta Óscar Rodríguez, otro de los cuatro sacerdotes que componen la comunidad, “es que la mayoría de los templos del DF tienen ya su propio Judas Tadeo entronizado, aunque este sigue siendo el epicentro”.

VA


De la idolatría, una palabra en franco desuso, dice el catecismo católico que “consiste en divinizar lo que no es Dios”. ¿No se habrá convertido la imagen de San Judas en un ídolo? El padre Óscar cree que no son pocos los que caen en eso. “Hay una religiosidad popular valiosa, que ve a los santos como personas dignas de imitación, como el mismo Jesucristo. Pero hay otra centrada solo en pedir favores, que puede devenir en fanatismo, y que no es consciente de que a ese santo hay que seguirlo porque es modelo de conducta.” El padre Ernesto coincide: “En esta celebración se capta la fe en la mirada de los fieles, en sus expresiones, en sus respuestas. Pero es verdad que en la religiosidad popular hay capas, como en la cebolla, y en las homilías hay que insistir en que Judas llego a santo por seguir a su maestro”. ¿Y la jerarquía eclesiástica qué opina de toda esto? “Bueno…”, el padre Ernesto duda, “esto está en la cuerda floja entre lo ortodoxo y lo que no… al cardenal le parece, bueno… mientras no se traspasen determinados límites, ahí vamos…”.

El País

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