En el céntrico paseo de la Reforma de la Ciudad de México hay desde este sábado un hueco que zanja un peculiar conflicto diplomático. El hueco lo ocupaba la inmensa estatua de un hombre al que no conocía nadie en México. Ninguno de los ciclistas y peatones que se paraban enfrente a diario, al menos. La inmensa escultura de bronce y mármol llevaba seis meses en uno de los enclaves más céntricos de la ciudad, provocando encendidos debates entre políticos y ciudadanos. Aunque los ciclistas y peatones que se paraban enfrente de la estatua no sabrían situar Azerbaiyán en el mapa.
Heydar Alíev, presidente de Azerbaiyán entre 1993 y 2003 (cuando falleció y fue sustituido por su hijo, aún en el poder), ha sido acusado por distintas fuentes de establecer un régimen corrupto responsable de violaciones de derechos humanos. No obstante, la progresista Ciudad de México cedió a Azerbaiyán el terreno para construir un Parque de la Amistad México-Azerbaiyán, montar esta escultura y construir un monumento en la Plaza de Tlaxcoaque en conmemoración del “genocidio de Jodyalí” en 1992, durante la guerra con Armenia –la ONU aún no ha reconocido lo sucedido como genocidio-. En seguida comenzó el revuelo. Vecinos y activistas han protestado por el homenaje a un “tirano”. “No necesitamos importarlos, tenemos nuestros propios monstruos”, bromeaba con cara seria el escritor Homero Aridjis, durante un picnic-protesta el pasado domingo. Pedro Francisco Márquez, portador de una bandera azerbaiyana, no opinaba igual. Este mexicano que ha viajado en dos ocasiones a Azerbaiyán por trabajo alababa la riqueza del país, que “se está empezando a distribuir”. Los contrarios a la escultura lo acusaban de vendido. Sentados en un banco, el secretario de la embajada de Azerbaiyán y unos pocos simpatizantes observaban el panorama.
Una comisión creada por el Gobierno del DF y formada por el periodista Guillermo Osorno, el sociólogo Gerardo Estrada y el politólogo Gabriel Guerra, recomendó retirar la estatua y cambiar la palabra “genocidio” en la placa del otro monumento por “masacre”. De madrugada una grúa se llevó la escultura, que ahora descansa en una bodega a la espera de una decisión definitiva. El sábado, el mapa de mármol de Azerbaiyán amanecía solitario, sin el hombre de bronce al que miraban, perplejos, los ciclistas.