Por Instagram cuelgo con cierta frecuencia fotografías de coches clásicos. Casi a diario veo por las calles del Melbourne coductores muy orgullosos de sus vehículos con icónicas carrocerías. Los hay mitómanos de coches, ropa, cámaras de fotos... de casi cualquier cosa que se pueda diseñar de más de una manera. Pero por mucha belleza pasada que acumulen estos objetos, al final yo esto lo veo como una especie de patología de coleccionista bastante peligrosa.
Aunque este Fiat 125 sesentero no es tan llamativo como los Mustang, Dodge o Pontiac que suelo poner por Instagram, trastocando un poco los colores de la foto consigo en parte esas falsas sensaciones de volver al siglo pasado. Volver a tiempos que ni siquiera he vivido, en los que todo parecía mejor, donde la vida era ¿menos complicada y relajada?
Por si acaso, últimamente prefiero no rebuscar demasiado en viejos baúles para importar felicidad congelada o caducada. Estos tokens, estos símbolos, estas máquinas del tiempo a la larga te pueden salir muy pero que muy caras en dinero y atención. El futuro está menos demandado y siempre renta más, hay oportunidades 3x2 en casi todos los estantes. Sean hipsters, pero con moderación.