Sídney, Australia
A lo largo del año me trago unas cuantas charlas de emprendeduría y en buena partes de ellas el ponente saca lo de los niños americanos que venden limonada por la calle. Ayer me topé con esta foto que saqué en la veraniega navidad australiana y luego alguien tuiteó este post, los axones se volvieron a tocar y saltaron chispas.
Ciertamente lo que suele dar dirección a nuestras vidas se cultiva en la infancia. Se cultiva o más bien... se pule. Hacer cosas, interactuar con la sociedad parece algo bastante natural en el ser humano. Juraría que ninguna cultura, civilización, religión o ideología ha invitado a su gente a que dejara de ofrecer productos o servicios a la sociedad. El quid de la cuestión suele ser cómo y por cuánto los cobras, el dinero. La moneda de intercambio en ese barullo que es la vida y la economía. Y de ahí deriva el tema del crédito, que casi nadie comprende en sus complejas dinámicas.
Otro argumento recurrente en estas charlas de emprendedores es el de que si eres judío o protestante no verás con malos ojos el dinero en sí mismo y consecuentemente a los que lo tienen y generan admirarás y alabarás. Mientras que si tu sangre es caliente y mediterránea, el catolicismo que heredamos de Roma no hará más que despertar en ti rencor y envidia hacia esa gente facinerosa que acumulan grandes riquezas explotando tu pobreza. ¡Usureros!
Pero lo cierto es que a la hora de la verdad, de las cosas que más siento yo que ahoga y entierra esa actitud natural, sana, creativa y emprendedora de niños y adultos de mi entorno sin gestores ni abogados, es la burocracia. El verdadero cáncer de nuestro mundo moderno tanto en la esfera pública como en la privada. Pasa en España, en Europa y por supuesto en los Estados Unidos. Roba y mata nuestros dos recursos más valiosos, el tiempo y la ilusión. Mañanas perdidas en las oficinas de la Seguridad Social, profesores que se pasan la vida rellenando más formularios que papers, inspectores que te inspeccionan el cerumen de las orejas, permisos para fotografiar un edificio que necesitan ser aprobados por dos comisiones y tres jefes... Cada año se añade al BOE miles y miles de páginas de nueva regulación.
Todavía no sé por qué no salimos a la calle a manifestarnos contra esta burocracia ¿Cuánta gente trabaja en este país por hacer una burocracia más eficiente?¿Quién lucha contra todo esto?