En el periódico Wall Street Journal lo cuentan: aumenta la 'cirugía de la sonrisa' (smile lipt o Valentine anguloplasty en inglés) entre jóvenes de Corea del Sur, un país que se está ganando a pulso de buen cirujano el convertirse en barómetro de las intervenciones estéticas. Y también de ser propulsor de las reflexiones éticas más peregrinas.
Tras leer esa noticia, surge el tsunami de dudas. ¿Por qué queremos cambiar el cuerpo? ¿Y la sonrisa? ¿Acaso hemos perdido la sonrisa natural? ¿Ha pasado de ser un síntoma de alegría a una actitud tiránica y obligatoria para mantener un puesto de trabajo o ganar más propinas? ¿Qué pasa si nos operamos y no podemos dejar de sonreír jamás? ¿Acabaremos todas teniendo la misma cara? ¿Fue el Joker un visionario?
Lo curioso es que el objetivo inicial del procedimiento, cuyo precio en Corea oscila los 1800 euros, era rejuvenecer el rostro. Hace varios años que existe, pero es ahora cuando las jóvenes (entre 20 y 30 años) coreanas están empezando a demandarlo de forma más frecuente.
El pasado junio, la revista Slate publicaba un artículo titulado La tiranía de la sonrisa. En él Katy Waldman se preguntaba por qué las mujeres tienen que sonreír todo el tiempo. De hecho, son criticadas cuando se quedan con una cara descansada, ya que parece que están de mal humor.
La psicóloga Marianne LaFrance, que ha estudiado la ciencia que se esconde tras las expresiones faciales, explica que solo el 20% de las sonrisas que hombres y mujeres ¿emitimos? ¿gesticulamos? ¿lanzamos? al día son auténticas. Esto supone un 80% de sonrisas de procedencia artificial. ¿Acaso las coreanas solo quieren ahorrarse ese esfuerzo extra? ¿Hemos perdido la esperanza de sonreír de forma natural?