Planeta Manrique

Sobre el blog

¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

Sobre el autor

Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

El Amplificador

Celia Villalobos no consiguió su 'satisfaction'

Por: | 06 de febrero de 2012

Celia_Villalobos
16 de julio de 1998. Los Rolling Stones abren en Málaga el tramo español de su gira Bridges to Babylon. Paco Pérez Bryan, a la sazón director de Radio 3, es malaguita militante y quiere dar bombo a ese primer concierto de los Stones en su ciudad. Nos desplazamos varios locutores de la emisora: el plato fuerte va a ser, nos explica Paco, entrevistar a Celia Villalobos, entonces alcaldesa de Málaga La Bella.

Fantástico, pienso. No tendremos a los Stones pero Celia da juego, parece un verso libre dentro del PP. Ella se materializa por la tarde en la sede malagueña de RNE para participar en Peligrosamente juntas, el programa de Pilar Arzak. El nombre, ay, resulta premonitorio. Estamos en el aire, recordando la relación de los Stones de los sesenta con la Costa del Sol. Paraban allí camino de Tánger y visitaban específicamente Marbella o Torremolinos. En uno de esos viajes ocurre una infidelidad que trastoca definitivamente el equilibrio de poder en el seno del grupo: Anita Pallenberg cambia a Brian Jones por Keith Richards.

Villalobos no se siente impresionada por esas batallitas. Ante nuestro pasmo, proclama su desprecio por “los Rolling”.  Está disparada: arremete contra las decenas de miles de británicos que viven en la Costa, unos hooligans que harían bien en volverse a su tierra. Los tabloides londinenses hablan de Costa del Crimen, por el número de delincuentes allí refugiados; Celia no hace distingos.  Intentamos bromear al respecto, ya nerviosos. No habrá muchos ingleses escuchando una emisora pública española pero asusta tener allí a una autoridad manifestando una xenofobia tan gratuita. Pero Villalobos no retrocede: sube el tono.

Sobre todo, la foto

Cuando la alcaldesa se marcha, nos miramos asombrados. Alguien de su séquito vuelve para disculparse. Celia venía de una comida copiosa con las cofradías de marineros. Además, intentó fotografiarse con los Stones y ellos se negaron. ¡Acabáramos! Esa si que es una vieja historia. Cada vez que los antiguos proscritos llegan a una ciudad, las autoridades se esfuerzan por adherirse. Ocurre en España pero también en Australia. Los mandatarios no se conforman con el meet and greet, el encuentro previo al concierto en el área común de camerinos, donde las estrellas pasan cinco minutos con VIPs de la zona. No, exigen una foto exclusiva. Creen merecerlo si, como ocurrió en Málaga con la Diputación, el promotor local ha sido ayudado económicamente para montar el costoso evento.


 

Las cifras asustan. Incluso con entradas caras –entre 6.500 y 18.500 pesetas- es difícil cubrir gastos. Se esperan 55.000 espectadores en Málaga, aunque días antes hay bastante papel sin vender. Con la  llegada del grupo, Canal Sur se marca un despliegue a pie de pista que resulta profundamente paleto y que desemboca en una tangana. Mariló Montero no da crédito.

Indago en el Incidente Villalobos. Hoy, Gay Mercader no recuerda nada del  asunto. Él trajo a la banda en esa gira pero imagina que la petición pasaría por el organizador malagueño, Alfredo Guerisoli, un empresario futbolero. Es muy posible, explica, que los Stones ni se enteraran: el séquito cumple órdenes de evitar esos compromisos, a no ser que Jagger manifieste curiosidad por tratar con Bill Clinton, Václav Havel o Felipe González. En España, añade, hubo pocas excepciones. Y eso que, durante los años del Gran Espejismo Económico, pueblos y ciudades consideraban indispensable tener su concierto de Springsteen, Dylan, los Stones (¡hasta tocaron en El Ejido!). Los políticos abrían los cofres y, a cambio, exigían La Foto.

Guiries al sol

He recuperado aquel momento embarazoso al leer el nuevo número de la revista Litoral, titulado Málaga, Meeting Point, un suculento repaso de los foráneos ilustres que visitaron o se instalaron en la Costa del Sol, antes de que reinara doña Celia. Hay un minucioso reportaje, firmado por Manuel Bellido, sobre los músicos atraídos por el clima, el ritmo de vida y cierta tolerancia sexual: durante los sesenta, Torremolinos fue una especie de Sodoma y Gomorra pop. Es el subtexto de las portadas –reproducidas por Litoral- de las abundantes novelas que allí transcurren. Por cierto, Lutz Petry y Jose Luis Cabrera tienen una maravillosa página al respecto, Torremolinos Chic.


 

Vuelta al debut de los Stones en Málaga. Poderío: han construido un recinto junto al puerto, que al día siguiente se desmontará. Los bomberos patrullan la orilla en lanchas, por si alguien cae al mar desde las gradas. Un accidente hasta probable: en la zona de invitados, veo excesos que no recuerdo en ningún otro concierto del grupo. Y escucho barbaridades de un personal privilegiado que demuestra a gritos que nunca antes ha acudido a un concierto de rock. Con todo, los Stones triunfan, como no, con trucos como la pantalla ovalada de video y el escenario B entre el público. Celia Villalobos no da señales de vida.

El té de las cuatro con Enrique Bunbury

Por: | 02 de febrero de 2012

Bunbury2
Como muchos plumillas del gremio musical, he tenido mis más y mis menos con Enrique Bunbury. Es decir, etapas de efusión y momentos de gritos airados. Ocurre que el chat del pasado 25 de enero facilita otro acercamiento: allí reconocí que me seducía el ambiente de su disco de canciones latinoamericanas. Enrique –encantador cuando quiere- llama para contar que está en Madrid, preparándose para sus cuatro conciertos en La Riviera. Antes de iniciar ese maratón, quedamos en un hotel a las cuatro de la tarde. La música de Licenciado Cantinas sugiere el ardor del tequila reposado pero optamos por el té. Té verde. Así de prudentes nos hemos vuelto.

No es una entrevista. No intervienen agencia de comunicación o management. No hay grabadora, ni siquiera un cuaderno para tomar notas. Resulta estimulante charlar en un ambiente silencioso, sin un propósito definido: nada de buscar titulares, ninguna necesidad de vender la pescadilla. Cierto que, unos días después, medito que sería una lástima que la conversación se perdiera "como lagrimas en la lluvia". Y me planteo compartirla a través del blog, como un ejercicio de reconstrucción de la memoria cercana, aparcando  -¡sssh!- los comentarios más delicados.

DOGMATISMOS "INDIES"

Me llama la atención su empeño en no ser malinterpretado. Incluso cuando el error le beneficia. Por ejemplo, a Enrique le fastidia que se considere que se ha pasado a la autoedición. Le han aplaudido por ese supuesto gesto de valentía pero no han leído la letra pequeña: ha fichado por Ocesa, una poderosa promotora mexicana, "la misma que me monta las giras en América". En principio, no tiene nada contra las grandes compañías: "casi todos los discos que me han marcado salieron en multinacionales. ¿Te puedes imaginar si Columbia no hubiera tenido paciencia con Bob Dylan?". Pero cerró etapa en EMI cuando su sucursal española perdió autonomía: “para la más mínima inversión, deben pedir permiso a Londres".

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Insiste en que no sufre de ese automatismo de ir siempre a la contra pero que detesta algunos mitos de la "autenticidad" rockera:  tópicos como que Lennon era el alma de los Beatles…¡o Keith Richards de los Rolling Stones! Se ha traído la última biografía sobre Mick Jagger, que argumenta que se comete una injusticia histórica al minusvalorar la aportación creativa del cantante. Una cuestión de percepción, agravada por su escaso arte para caer simpático a fans y periodistas.

Algo de eso le pasa a Andrés, colega de Enrique. Calamaro se siente especialmente maltratado por las secciones culturales de los medios españoles, pero también toma decisiones tipo contratar a Mario Vaquerizo como jefe de prensa. Aunque Bunbury desconfía de la comunicación vía redes sociales, admira ese ponerse el mundo por montera de Andrés: "se levanta y lanza un tuit que indigna a miles de personas. Es un ser libre, aunque no debería esperar que le entiendan".

HACER LAS AMÉRICAS

Hablamos de amigos comunes, como Ignacio Cubillas, universalmente conocido como Pito. Un asturiano que llegó a Madrid como fan de los Pegamoides y, diez años después, había llevado a la cumbre a Dinarama, Gabinete Caligari o, sí, Héroes del Silencio, aparte de exportar el concepto Morocco al otro lado del Atlántico. Hasta hace unos meses, Pito se ocupaba de los asuntos de Bebe. Ahora mismo, Bunbury no ve un hueco en España para un manager tan visionario: "¿Qué puedes esperar de un país que se ha puesto en manos de un notario de Pontevedra?".

Y vuelta a Los Ángeles, donde Enrique vive con su chica y su hija, Jose Girl y Asia. No ha logrado convencer a sus músicos para que den el salto y se instalen en California. ¿Ventajas? Tranquilidad, capacidad para ver el circo español con perspectiva, mercado expansivo. Allí tiene, al alcance de la mano, todo lo que necesita: la tienda de discos Amoeba, el estudio de Robi Draco, unos locales de ensayo repletos de grupos históricos y novísimos. "Si se trata de una gira americana, ellos viajan a L.A. para ensayar. Ahora, para España, yo me incorporo a su local".

También repasamos a conocidos y famosos que se mantienen sobre dos patas pero obviamente damnificados. En sus palabras, "con más agujeros en el cerebro que un queso gruyère". Nadie quiere terminar como ellos pero, cuando nos levantamos, siento que hemos pecado de moderados. Como decía Dylan en Just like Tom Thumb's blues, deberíamos haber empezado por el borgoña, antes de pasar a "the harder stuff". Que coñazo esto de la sobriedad. Está bien disfrutar de quality time con lo más parecido a un rock star que tenemos en España pero, ay, añoro la ebriedad.

El País

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