En el vicio va la penitencia

Por: | 27 de marzo de 2012

Discos
Otra vez el blues del arrepentimiento, otra vez las mudanzas. Los profanos tienden a maravillarse ante los coleccionistas de discos, creyendo que chapotean en un Edén de placeres inagotables. En realidad, nada hay que envidiar y sí bastante que compadecer: una colección de soportes físicos hipoteca la vida al vicioso. Imaginen un pulso entre el monstruo que crece imparable y la necesidad de mantener un lebensraum, un espacio vital. Una lucha perdida que le obliga a dividir la colección y, sí, a mudarse cada equis años.

Un caso práctico

Cuando aterrizó en Madrid, consiguió una vivienda del siglo XIX que lucía inmensa: hasta se rodaron allí videos clips para TVE (Autosuficiencia, de Parálisis Permanente). Pasado un lustro, caramba, ya no les quedaba espacio ni para moverse. Se impuso trasladar todo el acopio (entonces, puro vinilo, mucha casete y algo de pizarra) a otro piso menor. Un espacio razonable, aunque se achicó cuando se clavaron estanterías en todas las paredes posibles, incluyendo altillos.

No obstante, la bestia siguió expandiéndose. Se suponía que el CD pesaba (y ocupaba) menos pero planteaba enojosos inconvenientes para su almacenamiento. Inevitablemente, los disquitos plateados expulsaron a toneladas de libros y revistas musicales, que terminaron en un sótano.

El pánico al derrumbe

Ya no recordaba cuando le atacó el virus. No era realmente un típico record collector con el territorio acotado, con las especialidades definidas. No quería tener TODO de tal música o artista; prefería conseguir LO SUFICIENTE de todos los géneros y artistas principales, de todas las épocas y de diferentes latitudes. En verdad, algo aún más peligroso que el síndrome habitual.

El pasado año, una vecina del piso-almacén dio una voz de alarma. A cuarto de kilo por elepé, las estanterías repletas estaban provocando grietas en el piso de abajo. El arquitecto aseguraba que esas casas centenarias aguantan todo –“hasta los bombardeos de la Guerra Civil”- pero nadie se atrevía a arriesgarse. Fue un buen momento para meditar sobre lo absurdo de este afán.

Urgía acondicionar el desaprovechado sótano, para evitar posibles inundaciones y aumentar la seguridad. Meses de obras frustrantes, nunca acabadas, siempre con detalles imperfectos. Hasta que hubo que desistir y dejarlo más o menos aceptable. Urgía el traslado.

Acumular o vivir

Desplazar discos es asunto delicado. Requiere introducir elepés y singles en cajas adecuadas, cuidadosamente numeradas (ninguna colección está perfectamente ordenada pero conviene conservar la distribución original). A continuación, desmontar las estanterías, que han demostrado su solidez durante décadas; los presupuestos para fabricar nuevas son vertiginosos. Y no hablemos de Ikea.

Dibujo
Mucho sufrimiento el introducir esos muebles por la diminuta puerta del sótano, que debe ser desmontada. Una vez reconstruidos, se invierte  el proceso: vaciar las cajas y colocar los discos en sus anteriores huecos. ¿Han llegado todos, están indemnes?. Se comprueba que los encargados de las mudanzas parecen habituados a toda la gama de humanas excentricidades y aceptan las particularidades del presente cliente. No es pequeña cosa: en los ochenta, soportaba a un portero con alma de delator que le denunció ante la Policía Municipal, asegurando que tenía una tienda clandestina.

Y no: el coleccionismo de discos es incompatible con el menudeo.  Deshacerse  del conjunto tampoco resulta una opción: el vinilo puede estar de moda pero los que compran al por mayor pagan cantidades ínfimas. De todas formas, el crápula no podría renunciar a nada. Fuera de los promocionales, cada disco oculta una historia.

Placeres solitarios

Recupera docenas de elepés del rock que se hacía en la antigua Yugoslavia: le llegaron a través de la valiente productora de TVE que acompañó a Arturo Pérez-Reverte durante el periplo por Bosnia que inspiró Territorio comanche. Aparecen vinilos piratas de Siniestro Total, comprados en el Tianguis Cultural del Chopo, en México DF, tal vez el mayor mercadillo rockero del mundo. El responsable del pirateo mostraba humor:  los publicaba como Discos Chorizo y despistaba con una dirección de la calle Campomanes, en Madrid. Localiza algunos de los centenares de singles que pilló en Tower Records, cuando la tienda neoyorquina pasaba al CD y liquidaba su stock de 45 rpm a ¡un centavo por ejemplar!.

 

Ahora vendrá la parte dulce. Comprobar que la clasificación conserva los caprichos personales. Así, los elepés en solitario de Nicky Hopkins estarán junto a los infinitos discos de The Kinks. Un honor, desde luego: Nicky colaboró con todo el mundo, de Beatles a Quicksilver Messenger Service, pero se supone que Ray Davies le dedicó el tema Session man. Un hallazgo reciente, Duane Eddy does Dylan, de 1965, se instalará en la balda de Bob Dylan, donde convive su discografía oficial y pirata con docenas de homenajes a su cancionero. Un manitas probaría a confeccionar mashups (injertos) de Duane twangueando detrás de Dylan…

Al final, psicopatologías aparte, una colección de  discos quizás no sea más que un intento de rescribir la historia oficial. Y la voluntad de hacerse un autorretrato, siempre incompleto, esencialmente inútil. En esas faenas gastamos nuestra existencia. Con gusto, con fatiga.

Hay 19 Comentarios

Hemos padecido esa situación, la respuestas de amigos voluntariosos era ¡cuánto pesa la cultura!, en el úlitmo traslado un amigo cogió una lipotimia, para trasladar cultura es necesario tener el estómago lleno..

en un traslado "perdí" muchas cajas con vinilos, me acuerdo de un grupo frances? llamado Rynocerous, que pena

No es un mal momento para confesar que no soy un melómano. Estoy aquí porque Manrique escribe bien, y con eso a mi me vale. No tengo en casa ni un cd, ni una cinta, ni mucho menos un vinilo (es que yo, señores, nací en 1986). Pero pago spotify premium para escuchar mucha mucha música. No entiendo pero, como a todas las personas normales, me gusta escuchar música. Y ahora que vivo sólo en Barcelona, una ciudad que no es mi ciudad, hasta bailo y grito a voz en cuello en la soledad de mi apartamento.

Esperen, que me voy del tema. El caso es que a Manrique le leo por como escribe y cuando cuenta cosas así mi mente viaja sin dudarlo a Hornby. Hornby es mi mayor placer culpable. Nunca ganará el Nobel y no es un refinado intelectual. Estoy seguro que a próceres culturales como Wiston Manrique Sabogal (me encanta el nombre, suena a Babelia a millas y no porque escriba ahí, sino porque está predestinado) le producirá una sonrisa sarcástica o una tonelada de escándalo. Pero a mí, que hago todo lo posible por no bajar de Coetzee y de Kadare, me encanta Hornby. Diría incluso que es mi favorito. Por Fiebre en las Gradas, por Julia al desnudo, por En Picado, por 31 canciones (¿no lo han leído? les gustará), Todo por una chica... y Alta Fidelidad, claro. Y sé que este textto es Manrique, pero no me cuesta imaginarme a John Cusak en el papel de loco que tiene mucho más de lo que necesita.

Los aficionados al vinilo tenemos todo en mp3 a efectos de documentación, una guía para buscar u oir algo en concreto en un momento dado. Pero lo que realmente nos gusta está en vinilo.
Por supuesto que son compatibles,más bien complementarios: el disco duro mp3 es como un recetario de cocina donde hay de todo y variado, pero el papel no es comida, luego sólo cocinamos un 5% de los platos. Y nunca mejor dicho lo de "platos".

Pues en lo que a mí respecta, de cabo a rabo. Suelo llamar M.patí a ese formato cuando lo discuto con gente de confianza. Sigo siendo in friki con mi discman cuando paseo, aunque tenga el iPhone en el bolsillo. Me va mejor. Pero la audición y rito del vinilo...si quieres profundizar algo más, podemos partir de "Obra abierta" de Umberto Eco, para quien en definitiva solo hay una auténtica audición. Las demás solo son repeticiones de las emociones sentidas esa primera vez. Yo le doy la razón, por eso cuando desvirgo un disco necesito que sea un momento cumbre, para que la memoria haga bien su trabajo. ¿ De qué si no iban a necesitar los catadores de vino unas condiciones tan extraordinarias para la prueba ? Siendo la memoria vital para su trabajo, se comprende el símil.

Perdón: la compatibilidad es posible: supongo yo que la mayoría de los devotos de los vinilos son usuarios del mp3. ¿Me equivoco?

¿Se abre un debate? ¿Señales, ceros y unos, analógico/digital? Ciertamente, toda comparación es interesada, pero, ¿y la descripción? No sé, he comprado muchos vinilos a lo largo de mi vida: están en un trastero, en algún lugar que no recuerdo. Prefiero la comodidad del mp3, del i-pod, del i-tunes. No sé, quizá haya desertado, quizá haya traicionada una suerte de ideal, pero la música es la música provenga de dónde provenga: es cierto, no soy muy quisquilloso. Durante años me dediqué a grabar música de Radio3 en cintas: de una calidad más que lamentable, pero la música estaba allí, el acceso a un mundo que de otra manera (...). Hoy la música viaja conmigo allí a dónde vaya. Tengo i-pod con 120G. Me encantan la posibilidad de lo aleatorio: etc. Ha sido un proceso democratizador como en su momento lo fue el vinilo. Lo dije, lo demás es establecer colecciones de objetos, cuando la música es necesariamente algo inmaterial.

Bai Bai, tienes parte de razón, el CD puede sonar mejor, pero no transmite calidez. Ya lo decía Neil Young, el CD suena tan bien, pero a la vez tan frío, que no entra ganas de repetir la escucha. Porque en el fondo es un engaño: un CD no es música, son ceros y unos que simulan música. Y es cierto, la mayoría de mis CD sólo los he oído una vez.
En cambio, el vinilo es una señal analógica tal y como se grabó, sólo necesita ser amplificada, con sus defectos incluídos.
Y eso que no entro en el tema de la compresión dinámica que se aplica al CD desde hace años, la conocida Loudness War. Personalmente me molesta muchísimo, por eso no compro desde entonces música actual, y menos todavía las ediciones remasterizadas de discos clásicos.

Pero lo que es lamentable es el MP3, eso sí que suena objetivamente y subjetivamente peor. Comparad un golpe de platillo de batería en uno y otro formato y notaréis la diferencia. Aquí la cosa está clara: el formato mp3 se come el 90% de los armónicos, dejando sólo la parte de la música que se oye de manera consciente, dejando fuera la parte que se escucha de manera más inconsciente, que es donde está la riqueza de la música. El MP3 es una auténtica carnicería. Vale para escuchar con auriculares, pero cuando se amplifica en un equipo HIFI, entonces es para echarse a llorar.

Macunian, en mi humilde opinión, tampoco debe confundirse la alimentación con la gastronomía. ¿Has visto Arrebato, la pelí de Zulueta? Por ahí van los tiros. Y así es como me siento yo frente al "Lo mejor de John Mayall": arrebatado. Y eso que venía escueto en la edición de Polydor. Pero me tiraba, con 9 añitos, con la vista fija en la imagen de la portada por casi la totalidad del tiempo que duraba el disco. Y no veas qué imagen y qué imaginación lo que daba de sí esa portada. Prueba.

desde siempre tuve esta duda y la gente que conozco no me la soluciona: ¿cuál es el orden adecuado para una buena colección? ¿cronológico, alfabético, por estilos, etc?
yo llevo treinta años con etc, o sea caos, y me las apaño, pero no debe estar ni medio bien

mancunian,tienes razon ,a los que nos gusta el vinilo tenemos algo de coleccionistas de cromos ,porque apreciamos el disco en su totalidad. como una obra de arte,incluido todo lo que conlleva el soporte,vinilo,año,portada,insertos.
a mi me gustas escuchar solo vinilos en casa,uso you tube para ver videos y rarezas y los cds para el coche.

¡Hola Diego!
Bonita, real y fatigosa historia.
Yo llevo once mudanzas. Arrastro toneladas de libros, películas y músicas en todos sus soportes imaginables, empezando por la pizarra, las bobinas magnetofónicas, cintas de 16mm... ya sabes, ¡de todo!
Una de mis últimas reflexiones en compañía de mi mujer, fue creer que de haber sabido en los inicios que algún día inventarían los discos duros y los archivos mp3's, no me habría destrozado la espalda pero entonces, mis estanterías tiemblan, veo todas las hojas juntas que tantas veces me hicieron soñar; contemplo las preciosas portadas tamaño elepé y todas y cada una de las piezas de mi actual almacén-casa de tres plantas sin ascensor y... ¡No me arrepiento!
Mi compañera sonríe porque sabe que por más que alguna vez juro que lo haya pensado, salvo que la economía familiar se derrumbe, creo que serán mis herederos y no yo quienes vendan todos estos manjares de la cultura...

En mi humilde opinión: no se debe confundir el género epistolar con la filatelia.

No te creas, aqui hay mucho mito. Yo he hecho pruebas con amigos que aceptaban vendarse los ojos, poniendo las canciones empezadas, para que no se oyera la aguja y terminando antes del fade out,.

Probaba con el mismo disco en vinilo nuevo y en CD y casi todos preferían el CD, aunque fueran fans del vinilo. Antes de saber en que formato está, dicen que tiene más detalles, más información sonora. Y se caen del caballo pero de culo.

Pero si crees que el LP es mejor, pues seguro que todo te suena dabutén,

el soporte es primordial,no tienes ni idea.
los discos se oyen de diferente manera dependiendo del soporte.
el vinilo manda

El soporte es secundario.

Que suerte tuviste, amiguete. Un centavo por single. El mayor chollo que encontré fue la colección de un baranda de la SER. Ya lo habían repasado los comerciantes de vinilos pero me dejó el resto a un duro por pieza. Cinco pesetas, para que lo entiendan los lectores más jovenzanos.

Me has emocionado, cabrón. Emocionado y preocupado a partes iguales, sobre todo con esta frase: "no quería tener TODO de tal música o artista; prefería conseguir LO SUFICIENTE de todos los géneros y artistas principales, de todas las épocas y de diferentes latitudes" :__)

Yo no tengo nada de Nicky Hopkins pero voto por hacerle "sexto rollingstone". Echa una mirada a sus créditos con Mick y Keith

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Sobre el blog

¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

Sobre el autor

Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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