John Peel en el Festival de Benidorm

Por: | 16 de marzo de 2012

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A principios de mes, la BBC anunciaba que un ala de su rehabilitado cuartel general, en el centro de Londres, se rebautizará como la Peel Wing, en honor del lacónico John Peel (1939-2004). Un bonito detalle, sobre todo sabiendo que hubo una época miserable que la emisora pública hoy prefiere ignorar: cuando Peel estuvo a punto de ser defenestrado por un director, perteneciente al escuadrón de la muerte de Margaret Thatcher. Me enteré cuando acudí a la misma Broadcasting House, para invitar a Peel al Festival de Benidorm.

Festival sin Sirenita

Esto urge explicarlo. En 1983, el Festival de Benidorm agonizaba. En los sesenta, había generado éxitos –Comunicando, El telegrama, La vida sigue igual- pero llevaba lustros en caída libre. Tengo entendido que pagaba el Ayuntamiento pero la organización correspondía a Radiocadena Española. Su responsable, Eduardo García Matilla, decidió renovar el modelo. Sería un muestrario de la actualidad del pop español. Y se desarrollarían simultáneamente unas jornadas sobre la música en los medios, bajo el nombre de, vaya, Dispop 83. Ahí es donde un servidor sugirió convocar a John Peel: modelo de independencia, gusto iconoclasta, superviviente de la radio pirata, veterano del top forty estadounidense bla bla bla.

Demasiado tarde descubrí que existía un protocolo para las relaciones entre entes estatales. Se debía convidar también al controller (director) de su emisora, Radio 1. Y, tratándose de un DJ británico, la invitación debía extenderse a su producer: en la BBC, es el productor quién selecciona la música que el locutor presenta. No ocurría así con John Peel pero tampoco me parecía mala idea, dado que su socio, John Walters, tenía fama de glorioso excéntrico. Aparte, se requería hacerlo en persona, ante el mandamás.

JohnPeelLaBroadcastingHouseSolo ante el mandarín

Así que me mandaron a Londres. Se supone que la Broadcasting House es una joya de art deco pero, con su deterioro, entonces lucía como un ministerio de las pesadillas de Orwell. Pocos tratos había tenido yo con la burocracia británica pero a las tres de la tarde me encontré en el despacho del jefe de Radio 1, que insistió en que tomáramos té. A partir de ese momento, dejó de ser simpático: había recibido la carta previa de Radiocadena Española y juzgaba disparatado que pretendiéramos llevar a Peel. “No representa a la emisora, es una extravagancia que hemos heredado.” Y ya en tono confidencial: “Es muy insubordinado. Se lleva mal con sus compañeros. En realidad, va a dejar pronto Radio 1”. Glup.

Tuve que explicárselo todo de nuevo. No, no nos interesaban los papagayos que ofrecía a cambio. España estaba viviendo un boom de nuevos grupos que inicialmente funcionaban con maquetas o discos en pequeñas tiradas; queríamos que John compartiera su experiencia, que incluía sus famosas Peel sessions, grabaciones hechas en los estudios de la BBC para combatir las limitaciones sindicales del needle time (el tiempo dedicado a los vinilos).

La mordida

Dudo que el hombre entendiera mis argumentos. No había discos en su mesa ni la más mínima señal de interés por el pop (me enteraría luego que se consideraba un militar de corazón, por sus años en la RAF). De repente, se quedó meditabundo. Apoyó los codos en la mesa, juntó las yemas de los dedos de ambas manos y bajó el tono de voz: “¿sería posible que la invitación incluyera a mi esposa? A ella le encanta el Mediterráneo”. Debo reiterar que corría el año 1983: no abundaban los vuelos low cost y la posibilidad de pasar tres días gratis en Benidorm, aunque fuera en septiembre, resultaba apetitosa hasta para un funcionario british de alto nivel.

Me puse rojo. Vergüenza ajena: conocía ese tipo de chanchullos pero no imaginaba encontrármelos en la imponente BBC. Puse voz compungida y alegué que yo era simplemente un mandado, que el presupuesto solo cubría tres viajes (cierto). El momento fue tan tenso que el hombre lo desinfló inmediatamente, asegurando que solo se trataba de una idea, que desde luego viajarían a España los tres: Peel, Walters y él mismo.

Los buenos ganan…por una vez

Semanas después, ya en Benidorm, los dos John me dieron gracias sinceras. Efectivamente, el director odiaba su programa. Se había cargado espacios similares y, lo que es más, detestaba a los oyentes, a los que describió con retórica thatcheriana como “estudiantes gamberros sin empleo y sin dinero para gastar”. Sí, fácil detectar las incongruencias pero así pensaba el hombre. La invitación desde España le había desconcertado: no imaginaba que la reputación de Peel llegara hasta aquí. Además, Radiocadena era una emisora estatal y el controller creía que los Gobiernos de España y Reino Unido estaban a la gresca, por el asunto de Gibraltar (!!!).

JohnPeel+Walters

A Peel y Walters les vino de lujo. Habrá que contar en otra ocasión sus aventuras por Benidorm 83, su valoración (negativa) del pop español, su descubrimiento de la copla travestida. Hoy solo quería reiterar lo obvio: en la BBC se HONRA LA MEMORIA de John Peel, mientras que PREFIEREN OLVIDAR al dichoso controller. En verdad, al hombre que mandó en Radio 1 entre 1978 y 1985, se le rememora en la página web oficial como un curioso dinosaurio. No entendía, se dice, la diferencia entre elepés y singles: hablaba siempre de “discos de gramófono”.

Hay 10 Comentarios

A The unfinished sympathy los puso mucho en su programa, e, incluso les grabó un par de sesiones. No sé si este grupo sirve como grupo español.

¿Me equivoco o leo entre lineas una referencia a tu caso particular, a tus enfrentamientos con los directores socialistas de Prado del Rey?

El ejemplo no sirve, ya que Gran Bretaña está más pendiente de la opinión pública que España, donde el debate político está encauzado desde Moncloa, La Thatcher, aunque no supiera quién era John Peel, no se iba a permitir el escándalo de echarlo de la BBC. Aqui, con Zapatero vendiendo humo, no importaba que RNE se cortara el brazo...musical. Tenía a todo el país embaucado con la memoria histórica, la cuota femenina y todo lo que sirviera para despistar la atención de los españoles.

Esos eran los temas en candelero y no digo que no fueran asuntos importantes. A cambio, lo que hicieran sus sicarios pasaba desapaercibido. ¿Tú crees que Zapa o Rajoy han escuchado R3 alguna vez? Ni por error, ni en sus años mozos.

YO SOLÍA GRABAR EN CASSETE LOS PROGRAMAS DE PEEL A TRAVÉS DE LA ONDA CORTA DEL SERVICIO EXTERIOR DE LA BBC. NO RECUERDO UNA SÓLA VEZ QUE PINCHARA ALGO PROCEDENTE DE ESPAÑA. SÍ DE IBEROAMÉRICA. PERO QUIZÁS LLEGARA A COMENTAR SUS AVENTURAS CON DIEGO MANRIQUE EN ANTENA. HABRÁ QUE REVISITAR LAS CINTAS...

Estuve en uno de aquellos conciertos, el de Nueva Ola. Si llego a saber que estaba Peel, me hubiera vuelto loca a buscarle

¿copla travestida y Peel?....¡joder! Diego empieza a largar... que me puede el morbo.

Vaya razonamiento más ridículo, @Nene. No funciona ni como sarcasmo.

Tiene coña la cosa. Me acuerdo de la publicidad que dio el Sonar cuando contrató a John Peel y era la primera vez que venía a España, un detalle especial de la BBC con Barcelona, una aprobación del indie inglés al festival y no sé cuantas boberías más.
Y ahora me entero de que Peel había estado veinte años antes en la Comunidad Valencia. En fin, que aqui la historia la hacen los que saben venderse bien, aunque sea mentira.

Pues seguramente que al señor Peel no le gustaría ningún grupo. Ya sabemos que el pop es propiedad exclusiva de los británicos y si acaso de los Yanquis. Aquí en España, lo que tenemos que hacer es flamenco, pensaría. Y copla. Igual que los argentinos deben hacer cumbia, que a ver qué es eso de una escena roquera en Argentina.

Algún día nos contarás sus aventuras espero. Y la historia de cómo un tipo como John Peel se convirtió en una referencia en todo el mundo anglosajón: recuerdo cuando salían las Peel Sessions de cualquier grupo, la expectación era máxima, aunque no solían aportar grandes novedades.

Claro que sería instructivo saber quienes fueron los artistas españoles que no le gustaron a Peel. ¿Y lo de la copla?

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¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

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Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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