Santiago Auserón en Tipos Infames (por cortesía de David G. Torres)
Retornamos al underground. Literalmente: la nueva colección de letras de Santiago Auserón se presenta en el sótano de la librería madrileña Tipos Infames. Escoltando al hombre de las gafas negras estamos Jenaro Talens, poeta y ensayista, el filósofo José Luis Pardo y quién esto firma. Es una metáfora demasiado tentadora: la cultura pop bajo tierra, en la semiclandestinidad.
Ese era uno de los sentidos de underground: la clandestinidad, la marginalidad, la resistencia en la Segunda Guerra Mundial. ¿Alguien recuerda aquella portada maravillosamente absurda de Underground, el disco de 1968 de Thelonious Monk? El pianista tocando en una granja francesa, con un oficial nazi capturado y una maquisarde como todo público. En honor a la verdad, la planta baja de Tipos Infames (calle San Joaquín, 3) es todo menos claustrofóbica, aunque los asientos se llenan inmediatamente.
El paso del cangrejo
No resulta un evento mediático. Solo una cámara –¡de Canal Sur!- está haciendo tomas. Tampoco veo prensa musical, aunque es posible que la editorial, Salto de Página, haya orientado su mailing hacia el mundillo literario. Canciones de Juan Perro aparece efectivamente en una colección de poesía que dirige Talens. Con todo, imposible no evocar, por ejemplo, la presentación de Veneno en la piel (1990), con los medios abarrotando la sala grande del estudio Cinearte y el acto ocupando su legítimo espacio en las secciones de Cultura del día siguiente.
Comparativamente, insisto, hemos retrocedido al underground. Hasta el mismo Santiago menciona el achicamiento de su público, que le ha llevado a distanciarse de las compañías grandes hasta la autoedición, aparte de reducir su infraestructura a una oficina que lleva su hermana Mari Luz. Santiago no quiso pagar el impuesto revolucionario que cobran las discográficas, al exigir un pellizco del caché de directo. Y ahora mismo parece pensar solo en canciones sueltas: elaborar un álbum es una tarea ingrata, con dudosa recompensa financiera.
Lo que no le quita ambición creativa: estrena en el festival EtnoSur un espectáculo de música y danza llamado “Juan Perro y la Zarabanda”, que materializa su última preocupación, el territorio cultural delimitado por Cuba, España y el delta del Misisipí. Se presentará allí con metales y el tres de Raúl Rodríguez.
La mesa de los conspiradores
Vuelta al acto, que presenta Pablo Mazo, de la editorial. Talens, que publicó una colección similar de letras de Radio Futura en Pre-textos, habla de su fascinación ante la obra de Santiago. Anglófilo en gustos, desconfiaba del rock español (“y el de otros países europeos”) por su impostación, por su simpleza literaria, por su torpeza al colocar los acentos. Hasta que descubrió que Auserón aplicaba “el rigor a la variada métrica española, en su doble vertiente octosilábica tradicional castellana y endecasilábica de signo italianizante”. Es decir, que resulta natural al oído, como si fuera uno de esos versos populares que se han ido puliendo cuál canto rodado.
José Luis Pardo nos deslumbra con un recorrido erudito por las referencias a los perros en los escritos filosóficos griegos, interpolando las propias letras de Juan Perro. En su calidad de profesor de la Complutense, aprovecha para reñir a Santiago por los veinte años que lleva preparando su tesis doctoral. Responde el interpelado: “pero estudio todos los libros que cada año me sugieres”. Pardo también se asombra de los cambios en las aulas españolas: pronto le tocará juzgar otra tesis sobre ¡Frank Zappa! Imagino que se refiere a la del profesor de comunicación audiovisual Manuel de la Fuente Soler, que irradia cultura zappiana desde la Universidad de Valencia y su blog.
A mí me toca enfatizar la habilidad con que Auserón ha colonizado nuestro pensamiento. Si eres periodista en activo, constantemente te asalta la tentación de titular con letras de Radio Futura: “Escuela de calor”, “El futuro ya está aquí”, “Arde la calle”, “Al final de la Rambla”, “Un africano por la Gran Vía”, “Enamorados de la moda juvenil”, “El amigo desconocido”, “De un país en llamas”. Finamente, Santiago me recuerda que ya es hora que dejemos ese repertorio y que pasemos al de Juan Perro.
Ensayos de “Juan Perro y La Zarabanda” (por cortesía de Etnosur)
La maldición de “sonar diferente”
Pero, a pesar de sus grandes aciertos, el repertorio juanperruno no tiene esa resonancia. ¿Culpa del acobardamiento de los medios? ¿Del imperio del indie, de los excesos del mestizaje? No se debe menospreciar el castigo que el público rockero aplica a cualquier figura amada que se desplaza hacia lo étnico. Con todo, apuesto a que algún día se apreciará el valor de la propuesta cubanófila de Santiago, lo que él llamaba irónicamente “rock montuno”.
O quizás estoy siendo optimista: todavía podemos leer, incluso en prensa española, que Ry Cooder fue el descubridor de Compay Segundo, olvidando que la esencial Antología, producida por Santiago, se adelantó al millonario Buena Vista Social Club del guitarrista californiano. De hecho, fue Auserón quién consiguió a Compay un contrato con su misma discográfica; Cooder debió pedir permiso a DRO East West para contar con los servicios del sonero. Al que Ry conoció por una copia de Antología, que Santiago le regaló en Madrid. Se reitera aquí por motivos obvios: puede ser una nimiedad pero urge llevar la contra a la mezquindad consuetudinaria del país.