Planeta Manrique

Sobre el blog

¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

Sobre el autor

Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

El Amplificador

"Spotify es como escuchar el hilo musical"

Por: | 30 de mayo de 2012

  

Los internautas preguntan a Diego A. Manrique: 29 de mayo de 2012
 
 
Jon Garcia

1. 29/05/2012 - 17:25h.
 

Buenas tardes, ¿qué opinas de la irrupción de nuevas formas de escuchar música, como Spotify? ¿Crees que ridiculiza una colección de discos conseguida con muchos años de sudor, o te alegras al ver que ambas opciones son compatibles?
 

Hmmm....Spotify es bueno para localizar algo, el jukebox universal. Pero mi modo de escucha es físico: necesito tener el envoltorio en la mano cuando suena algún disco, individualizar la experiencia de escucha. Lo otro me parece música ambiental. Por no hablar de la calidad del sonido…

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La isla de los discos sensuales

Por: | 28 de mayo de 2012

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El sound system de Duke Reid a finales de los cincuenta (adviertan que solo hay un plato)

 

Cada uno tiene sus candidatas el título de Isla de la Música. Los hispanos tienden a inclinarse por la lujuriosa Cuba; los anglos se admiran ante la fertilidad de Irlanda. Al otro lado del globo, apuestan por Okinawa o Hawai, aunque me parece que carecen del impacto universal de las anteriores. Pero no hay dudas respecto a la isla más prolífica en grabaciones. En 1997, la Rough Guide calculaba que Jamaica había generado unos cien mil discos en los últimos 45 años. Considerando su abrumadora pobreza y el hecho de que su población todavía no alcanza los tres millones, se trata de una productividad deslumbrante, pasmosa, inabarcable.

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La chispa de la Coca

Por: | 24 de mayo de 2012

 

Los Beatles en una calle de París, en 1964, bebiendo Coca Cola (y, por cierto, ¿dónde está Ringo?).


 

        Una de las tramas de la quinta temporada de Mad men refleja la irrupción de la cultura rock en el almidonado mundo de la publicidad, allá por 1966. Hay un episodio grotesco cuando Don Draper intenta conectar con los Rolling Stones, para  convencerles de que graben un anuncio para las latas de alubias Heinz, empresa que quiere acercarse al mercado de los universitarios fuera de casa. La secuencia de Draper y la groupie es poco creíble pero, además, Heinz había acudido a la agencia equivocada. Si se pretendía cortejar musicamente a los jóvenes, Sterling Cooper Draper Pryce no estaba en la pomada; debería haber tratado con  Mc Cann-Erickson o similares. A mediados de los sesenta, a través de McCann, Coca-Cola hizo una OPA amistosa a la plana mayor del pop y pescó más de cincuenta artistas, de Neil Diamond  a Otis Redding.

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Oriol Llopis, kamikaze y superviviente

Por: | 21 de mayo de 2012

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     Durante demasiadas décadas, los grandes focos solo apuntaba a los cantantes. Pero, con la madurez, hemos asumido que la música pop es una experiencia colectiva y transversal. Que músicos, productores, managers, disqueros, fans y, sí, también, los detestados periodistas deben contar su parte. Ya no nos conformamos con el recital a capella de un vocalista; se trata más bien de escuchar a un inmenso coro polifónico, por más que desafine.

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El rencor pop de Salman Rushdie

Por: | 19 de mayo de 2012

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    Estoy leyendo Pásate de la raya (Debolsillo, 2011), una colección de artículos periodísticos  de Salman Rushdie escritos durante los años noventa, y me recuerda  que, en 1967, el escritor vivía en una de las direcciones más psicodélicas de Londres: el 488 de King’s Road, justo encima de la boutique Granny Takes A Trip. El nombre de la tienda tenía chiste: significa tanto La Abuela Se Va De Viaje como La Abuela Se Ha Tomado Un Ácido. Tal era el tipo de ingenio que dominaba en el primitivo underground británico: punto camp, complicidad de drogotas, la arrogancia del “si te lo tengo que explicar, no mereces entenderlo”.

     La Granny Takes A Trip londinnse cerró en 1974 pero todavía funcionan establecimientos con el mismo nombre en Australia o California; la leyenda se prolonga para vender trapos retro. Y que nadie crea que aquello era un espacio deslumbrante: dos habitaciones de tamaño modesto, con complementos de chamarilero (un fonógrafo, una sinfonola, un mutoscopio), poca luz y mucho incienso. Pero los propietarios compensaban las estrecheces con audacia. Renovaban regularmente el mural de la fachada, que podía tener la imagen de estrellas de cine o jefes indios. En 1968, incrustaron la delantera de un Dodge de los años cuarenta, que también fue cambiando de colores. Toda un atracción para turistas y fotógrafos europeos, que las avinagradas autoridades municipales obligaron a retirar en 1971.

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   La boutique estaba situada en la parte menos exquisita de King’s Road. Despachaba prensa underground (y drogas, según entraron los años setenta, insisten las malas lenguas) aunque oficialmente el negocio estaba en la ropa vintage y en los diseños propios, todo dentro lo que se conocía como “Victorian look”. Gozaron de popularidad sus pantalones de terciopelo, de precios inasequibles para gente de la calle. La venganza era burlarse de su calidad, asegurar que aguantaban pocas horas antes de descoserse.  Pero clientes como los Small Faces podían permitirse el Usar Y Tirar. Había tolerancia con los compradores: es famosa la anécdota de un Keith Richards tan colocado que fue incapaz de probarse los pantalones que le gustaban; terminó llevándose unos cuantos, para intentarlo en su casa.
 

     Granny Takes A Trip se benefició de la polémica generada por una alegre canción del mismo título. Firmada por The Purple Gang, una jug band (armónica, piano de pared, kazoo), estaba producida por el posteriormente ilustre Joe Boyd. Granny takes a trip tenía una letra inocente -la historia de una abuelita que sueña con la gran pantalla y cada año viaja a hacer pruebas en Hollywood- que encajaba con ese gusto de la psicodelia pop británica por los excéntricos. Pero en la BBC estaban hipersensibles con la palabra trip (viaje) debido a la ocurrencia de un colaborador, que usó dinero de la Corporación para regalar dosis del todavía legal LSD  a unas cien personas, a fin de rodar semejante colocón masivo. Tampoco ayudó que Pete Walker, el cantante de The Purple Gang, alardeara de ser conocido como Lucifer en los círculos satánicos.  Imagina: dos tabúes en un mismo disco

 

A  lo que iba. En el citado libro recopilatorio de Rushdie, se recoge la mitología respecto a Granny Takes A Trip: “se rumoreaba que Mick Jagger se ponía los vestidos [femeninos, se entiende; la traducción de Pásate de la raya es penosa]; de vez en cuando, la limusina blanca de John Lennon se detenía fuera y un chofer entraba en la tienda, recogía una brazada de trapos ‘para Cynthia’ y desaparecía con ellos”.       Había también, añado yo, conexiones con Marc Bolan e incluso con Pink Floyd: en el primer YouTube, aparece Iggy, la enigmática acompañante de Syd Barrett en The madcap laughs.

Syd con Iggy

      En realidad, sospecho que Salman escribió esta evocación para resarcirse de algunas humillaciones de 1967. La de aquel amigo-de-un-amigo que le propuso hacerle un  book –“los modelos indios están de moda, tío”- y desapareció con las veinte libras pagadas por adelantado. O la altivez de Sylvia, la dependienta de Granny Takes A Trip, tan cool que parecía más allá de la comunicación verbal. Muchos años después, Rushdie se reencuentra con un antiguo novio de Sylvia. Y confirma que no, que su silencio no era sabiduría: “sencillamente, no tenía nada qué decir”.

Granny Takes TripOctavilla

¡Qué mal mienten los músicos!

Por: | 17 de mayo de 2012

Chat con Manrique del 15/05/2012

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Yusuf Islam antes conocido como Cat Stevens

Soriano8

1. 15/05/2012 - 16:59h

¿Por qué Elvis se sometió a un calendario extenuante de gira tras gira en sus últimos años quebrantando definitivamente su salud?

Por el hijoputa de su manager, que le convenció para que vendiera los derechos de sus grabaciones a RCA por una miseria (una vez que el Coronel Parker y Hacienda se quedaron con sus tajadas). Sin royalties, no podía mantener su nivel de vida. Así que a actuar sin parar.

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El Padre Patrocinio: de Franco a los Rolling Stones

Por: | 14 de mayo de 2012

  

 

A mediados de los noventa, tuve la fortuna de conocer a Paul Bowles. Una productora de televisión concibió un programa de viajes y cultura; el piloto se rodó en Tánger y me correspondió entrevistar a Bowles. El autor de El cielo protector aguantó una hora bajo los focos, sentado en un incómodo sillón estilo Carlos V, respondiendo en castellano a  preguntas tópicas sobre Tánger y los beats, la colonia bohemia, las visitas de los Rolling Stones y demás obviedades. 

    Se me quedaron grabados dos comentarios  fuera de cámara. El primero, un aviso sobre el mayún, “fue lo que acabó con mi mujer, Jane”. Estaba en lo cierto: ese dulce de hachís es “una bomba atómica para los sentidos”.  Lo segundo parecía una broma: “lo que sé sobre la música marroquí lo aprendí con el libro de un cura español.” Hasta que leí Historia de Tánger (Almuzara, 2009) y comprendí que quizás iba en serio. El cronista, Leopoldo Ceballos, presenta a Bowles como seguidor, en musicología, del padre Patrocinio  García Barriuso:

      “Resulta curioso constatar que dos hombres tan distintos –uno representaba al Tánger más liberal y promiscuo, mientras otro pertenecía al sector más conservador de la ciudad- coincidieran en su interés pr la música del país y desarrollaran  estudios de gran relevancia sobre el tema.”

 

 

      En lo religioso, el Protectorado español estaba encomendado a los franciscanos y el padre García Barriuso lo era.  Investigó en aquella tierra de infieles, publicando libros y abundantes  artículos en la revista de los franciscanos, Mauritania. Le interesaba el derecho matrimonial, la libertad de cultos en Marruecos y, como obsesión personal, la música magrebí, tanto la refinada como la del pueblo. Lo que le sitúa en la cadena de circunstancias que provocaron la visita de Brian Jones a Joujouka. O Yahyuca, como prefiere transcribirlo el padre García Barriuso.

       El viaje de Brian forma parte del folclor de la contracultura internacional. Por ejemplo, se cuenta minuciosamente en Rolling stones: los viejos dioses nunca mueren, de Stephen Davis (Ma Non Troppo, 2001). En julio de 1968, el rey destronado de los Stones se plantó en Yahyuca, con su novia Suki y un hábil ingeniero del Olimpic Studio londinense,con micrófonos y un magnetófono Uher. De cicerone, Bryon Gysim, amigo de Paul Bowles y gran pícaro del underground.

     El objetivo era grabar los ritos supuestamente paganos de aquel pueblo del Rif. Dos días alucinados que inspiraron a los indígenas una cancioncilla que decía así:

 Ah Brahim Jones
 Jajouka rolling stone
 ah Brahim Jones
 Jajouka really stoned.

     Aquellas cintas,tratadas a posteriori en Londres, se publicaron cuando Brian ya había fallecido, como Brian Jones presents the pipes of pan at Jajouka. Y colocaron en órbita a los músicos de Yahyuca.   Eran, en la feliz ocurrencia de William S. Burroughs, “una banda de rock ‘n’ roll con 4.000 años de antigüedad”.
 

 

    A partir del disco "de" Brian, Timothy Leary, Ornette Coleman y otros muchos hicieron la peregrinación hasta Yahyuca. Los ya conocidos como Master Musicians of Jajouka grabarían con Bill Laswell o con los Rolling Stones al completo, en el memorable Continental drift , del álbum Steel wheels. Jagger y compañía no fueron hasta las montañas: convocaron a los rifeños en el Palacio Ben Abou, aparte de rendir pleitesía a Paul Bowles, reliquia de un Tánger cosmopolita que se extinguía.

 

 



     Y retorno al padre García Barriuso (1909-1997). Descubro que, en 2001, se hizo en Sevilla una reedición facsímil de su obra magna, La música hispano-musulmana en Marruecos. Gracias al Instituto Cervantes, localizo una copia y resulta ser un tomo inmenso, con abundantes ejemplos musicales, fotos y dibujos. Una erudición apabullante y cierta retranca: al tratar del oficio de chija, dice que estas bailarinas y cantantes eran "de vida alegre, en consonancia con su arte lígero".

     Efectivamente,en el tomo se habla de los gaiteros (y tamborileros) de Yahyuca. El padre Patrocinio estaba empeñado en destacar las similitudes entre las muiñeiras gallegas y ciertos aires del Norte de África.  Advierte que ni siquiera en Yahyuca estaban inmunes a los terremotos políticos: “¡hasta tocan, mejor dicho, maltratan el Cara al sol!”.

     Conviene apuntar que La música hispano-musulmana en Marruecos fue editado, en 1941, por el Instituto General Franco (“para la investigación hispano-árabe”). Estamos ante una de las paradojas del colonialismo: los militares africanistas despreciaban a los nativos pero terminaron admirando algunos aspectos de su cultura. El Instituto General Franco, con edificio propio en Tetuán, formaba parte de la ofensiva diplomática del régimen franquista; ignorado por las democracias en guerra, buscaba ganarse amigos en el mundo árabe. También había un elemento intimidatorio: hasta 1956, Franco se presentó en público arropado por la Guardia Mora. Como si amenazara con la vuelta de aquellos feroces guerreros, tan expertos en mutilar, violar y saquear.

 

Pasando por la piedra: artistas vendidos a la publicidad

Por: | 10 de mayo de 2012

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Vamos a evitar las condenas automáticas. Hacer publicidad no equivale a corromperse. Por ejemplo, los músicos, desde siempre, han mantenido alianzas con fabricantes de instrumentos, inicialmente por simples intercambios. Ya en 1818, la fábrica londinense Bronwood alardeaba de haber regalado un piano de cola a Ludwig van Beethoven.     Tampoco podemos caer en la hipocresía de moralizar sobre la publicidad desde un medio periodístico que vive parcialmente de los anunciantes (y totalmente, en el caso de la versión digital).

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Santa Janis de las Desamparadas

Por: | 07 de mayo de 2012

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Tina Turner y Janis Joplin. Nueva York, 1969.

 

Creía yo que Janis Joplin estaba más o menos en el olvido. Y resulta que no, que en la Red aparecen infinidad de seguidoras (pertenecen en general al sexo femenino, advierto). Abundan, por ejemplo, las que imitan su famoso desnudo, obra del fotógrafo Bob Seidemann.

      Puede ser que yo tuviera mala suerte: en los setenta y los ochenta me encontré con demasiadas fans de Janis, todas pertenecientes a la variedad melodramatica. Veneraban a la Janis sufridora, a la que consideraban una mártir del machismo del rock. Construían pequeños altares a la difunta, recitaban poemas entre suspiros, no tenían mayor interés por las vocalistas negras que educaron a Janis. Si contabas que la Joplin pagó la lápida para Bessie Smith, que yacía sin placa en un cementerio de Pennsylvania, no parecían impresionadas y, desde luego, tampoco interesadas por escuchar a la Emperatriz del Blues.

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Todo por la pasta: artistas que se vendieron a la publicidad

Por: | 04 de mayo de 2012

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En los actuales tiempos de terror, no abundan los artistas que rechacen la publicidad. Si son pequeños, dicen que aceptan para sobrevivir. Si son grandes, no lo cuentan pero les sirve para comprarse una mansión mayor. El rockero, antaño (teórico) enemigo de la sociedad de consumo, ahora se pone en la cola de los mendicantes: “¡dame algo, por favor!. Lo que sea: una campañita, un patrocinio, un jingle, un spot de televisión”. En la Primera División, los resistentes, los intratables, se pueden contar con los dedos de las manos. John Densmore veta cualquier utilización publicitaria del catálogo de The Doors. Tom Waits acude incluso a los tribunales si imitan su voz lobuna. Nick Cave escribió una mordaz carta de rechazo a las tiendas Gap. Neil Young fue más allá: protagonizó un video donde se burlaba cruelmente de Michael Jackson, Whitney Houston y, ah, Eric Clapton.

 

Agresivo y, como suele caracterizar a Neil, empeñado en mostrarse moralmente superior. Pero nunca digas de esta fuente no beberé bla bla bla. No es lo mismo pero su manager debía saberlo: en 2008, le vimos en esa grosera orgía del marketing que se llama Rock in Rio Madrid. Por cierto, la introducción del clip recreaba el ambiente de un spot que Clapton protagonizó en 1988 para la cerveza Michelob, con una versión mini del After midnight. El autor, J. J. Cale, tal vez necesitara el dinero; Clapton, ciertamente no.

 

Puedo testificar que Eric no quería hablar del asunto en entrevistas. Inserte aquí su propia reflexión sobre el asunto “Cómo Hemos Cambiado” En 1964, cuando ejercía de Apóstol del Blues, Clapton seguramente criticó a los Rolling Stones, colegas de secta, por grabar una nadería –atención, compuesta en parte por Brian Jones- para introducir entre la muchachada británica los Rice Krispies de Kellogs. Incluía una parodia del Juke box jury, el programa de TV donde un panel de famosos juzgaban las novedades discográficas:

 

El anuncio es referenciado en la quinta temporada de Mad men. Don Draper se acerca a un concierto de los Rolling Stones en Nueva York, con esperanza de embaucarlos; el posible anunciante es Heinz, que quiere vender sus latas de alubias a los universitarios. El planteamiento resulta disparatado: los Stones de 1966 eran los cocos del establishment, no iban a pringarse en algo así. El grupo que tal vez sí hubiera aceptado era The Who. A principios de 1968, Pete Townshend y compañía bromeaban con el mundo de la publicidad en The Who sell out, donde se puede ver a Roger Daltrey sumergido en una bañera repleta de alubias Heinz (“asqueroso”, confesaría luego). No hubo intercambio de dinero.

 

Aparte, ya había un spot hecho por The Who, a mayor gloria de su baterista, Keith Moon. Resulta sarcástico que banda tan alcohólica vendiera su virtud a Great Shakes, una especie de Cola Cao que buscaba una imagen pop, habida cuenta de que también encargaron jingles a grupos como The Blue Magoos y The Yardbirds. Sí, los Yardbirds de máxima potencia guitarrera, con Jeff Beck y Jimmy Page en su formación: grabaron en 1966 una variación sobre su tema Over under sideways down con letra ad hoc.

 

Según Jimmy Page, en el estudio se presentaron dos yanquis muy serios de la agencia de publicidad e insistieron en que, por exigencia de los paganinis, debían probar Great Shakes. Prepararon el batido achocolatado y los músicos se lo bebieron, “pues sabe rico”. Los Yardbirds no se hicieron adictos a Great Shakes.

La próxima semana, más anuncios imposibles. Un diminuto chef-d’oeuvre de Frank Zappa. David Bowie se vuelve japonés. El filón de la Coca. La contracultura vende vaqueros. Bob Dylan se inclina por la ropa interior femenina.

El País

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