Los vinilos del inspector Wallander

Por: | 04 de julio de 2012

Henning-mankell


Una propuesta para lectura de verano: El hombre inquieto, del sueco Henning  Mankell. Tiene ritmo lento pero magnético, pesa lo justo (al menos, en la edición Maxi Tusquets) y justifica sus casi 600 páginas. En realidad, esconde dos libros en un solo volumen. Se supone que cierra el ciclo de las novelas de Kurt Wallander, y de ahí su tono crepuscular: le han hecho abuelo y el inspector aprovecha para revisar su frustrada vida amorosa, evocar a su padre pintor, repasar mentalmente casos pretéritos, mirar al abismo.

Pero todavía está en activo y se enfrenta a un caso apasionante.  Le afecta personalmente: desaparecen los padres del financiero que vive con su hija. La investigación le lleva hacia las aguas turbias de la Guerra Fría. Aunque Suecia era oficialmente neutral, tenía que bailar delicadamente con el oso soviético. Y en los ochenta se alcanzó una situación paranoica, ante los avistamientos de supuestos submarinos del Pacto de Varsovia en aguas jurisdiccionales suecas. Se hablaba de posibles espías comunistas en las altas esferas; los militares suecos detestaban particularmente al primer ministro, el socialdemócrata Olof Palme, luego asesinado por mano desconocida.

El-hombre-inquieto2Wallander  está fuera de su zona de confort: nunca le interesó la política y tampoco se siente cómodo moviéndose entre la aristocracia de su país, tratando con un algo cargo de la CIA, consultando a un arrepentido asesino de la Stasi. Con su habitual tenacidad, va descubriendo una conspiración, pero no en el sentido previsible. ¿Sería posible que los fantasmales submarinos pertenecieran a naciones supuestamente amigas? ¿Quién tenía interés en asustar a los prósperos suecos? ¿Qué sentido tiene revolver ahora en esa zona pantanosa de lealtades ocultas y amistades interesadas?

Y aquí me paro, que no voy a caer en el spoiler. En su viaje al pasado, Wallander sube –metafórica y literalmente- a su desván. Allí se encuentra su colección de elepés de vinilo. Melancólicamente, recuerda que no los escucha, desde que se le averió el tocadiscos. Se ha pasado al CD y no lamenta el cambio.  Pero la selección musical nos ayuda a entender el personaje creado por Henning  Mankell, que también fue un adolescente que adoraba a Elvis:
 

“Cada funda le traía un recuerdo, a veces perfectamente definido, otras una nebulosa de rostros, aromas, sentimientos. En los primeros años de su adolescencia fue un fanático seguidor de The Spotnicks. Tenía sus cuatro primeros discos y reconoció todos y cada uno de los títulos que fue leyendo en el reverso. La música y las guitarras eléctricas resonaban en su interior.”

 


“En aquella caja había también un disco de Mahalia Jackson que, para sorpresa suya, le regaló en una ocasión uno de aquellos caballeros que compraban los cuadros de su padre. Aquella vez, Wallender ayudó a llevar los cuadros al coche, y el tipo le regaló el disco en señal de agradecimiento. La música gospel le impresionó muchísimo. ‘Go down Moses’, se dijo, viendo ante sí su primer tocadiscos, cuyos altavoces –que emitían un leve carraspeo constante- estaban en la tapa”.

 

“Se vio, de repente, con un disco de Edith Piaf en las manos. La funda  era una fotografía de la cantante en blanco y negro. Fue su mujer, Mona, que odiaba a The Spotnicks, quién le regaló ese disco. Entre los suecos, ella prefería a los Steaplers o a Sven-Ingvar, pero su favorita era aquella menuda cantante francesa. Ni Mona ni Wallender comprendían una palabra de sus letras, pero  su voz les resultaba sobrecogedora.”

 

“Después del disco de Piaf había otro de jazz, de John Coltrane. ¿Quién se lo había regalado? No recordaba. Sacó el disco y comprobó que, prácticamente, estaba sin usar. A pesar de sus esfuerzos, no recordaba ni un solo tema, ni un solo acorde de Coltrane resonaba en su interior”.


 

“Se quedó allí sentado en el suelo del desván, sopesando si llevarse la caja entera y comprarse un tocadiscos para poder escuchar de nuevo aquellos discos, pero terminó por desechar la idea, pues ya tenía en cinta o CD la música de ópera italiana que escuchaba en la actualidad. Aquellos carraspeantes discos de vinilo ya no eran necesarios. Pertenecían al pasado y allí se quedarían, en la penumbra del desván”.

Es el final de una vida, aparte de la conclusión de la Serie  Wallander. En El hombre inquieto, Mankell se salta muchas de las reglas de la novela policial: hay cabos sueltos y algún gazapo, como si tuviera urgencia por concluir la tarea. Pero debemos agradecerle que conceda a su personaje la oportunidad de cerrar heridas que tienen nombre de mujer: Baiba, Mona, Linda; hasta tiene un ligue de una noche en un hotel alemán. Lo siguiente es "ese universo de vacío que llamamos Alzheimer".

 

Hay 14 Comentarios

Me gustaría darle la mano alguna vez a Diego. Lo conseguir´, seguro.

Lo mejor de la novela negra escandinava, son Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Esos suecos de nombre impronunciable. Sin ellos no habría Mankell y el resto, ni novela negra europea. Habría que leer el prólogo del propio Mankell a la reedición de Roseanna.

Manrique
¿Podemos contar contigo? Te admiramos, seguimos y queremos hacerte una propuesta desde una revista independiente que armamos en El Paso, TX.
Tienes nuestro correo. Si te interesa, escríbenos y te responderemos de vuelta con toda la información.
Ojalá te animes.
Saludos coroteros.

"A veces el ego se confunde con el ADN derramado en cada palabra. Nuestra es la tarea de distinguir uno y otro".
No me queda claro si es el ADN de las palabras o del ego. Pero sí me parece interesante esta intervención de Riffson. No sé qué ni a quién defiende de este modo.

Es curioso la de literatura que incluye música en sus páginas, Una música constante, American Psycho, La soledad de los números primos y éste que con pulcritud meridiana cita Manrique. Me emociona sobremanera ver a Mahalia entre los ejemplos.

A ver, principe Alberto: la edición cara de EL HOMBRE INQUIETO salió en 2009. Si no sabias como cerraba Mankell la serie es que vivias sin ordenador o sin amigos que siguieran al inspector Kurt Wallender.

No hace mucho terminé de leer toda la serie del inspector Wallender, y tuve la sensación que me quedaba sin mi fiel amante....Cada noche durante meses me acostaba con él, me dormía con él, me despertaba con su ópera y ahora... ya me lo leí todo!!. El ultimo libro lo leí, más bien lo devoré sabiendo que era el último y por mucho que intenté que la noche no acabara no pude contener la rabia de saber que Wallander se iría para siempre. Me enfadé con el autor, y soñé que iría a Mozambique personalmente....La historia de la amante atormentada sin razón que no acepta su propio final. Un final que se olvida brutalmente.

Muy bien contado el libro. Joder lo has destripado por completo. Menos mal que as dejado los anteriores tranquilos (en muchos se hacen referencias a la música).
Creo que haciendo referencia al titulo únicamente y mencionando la crónica de los discos era suficiente. Lo demás te ha sobrado.

He leido un par de novelas de este autor, que incluye la aqui mencionada. Me gustaba el Wallander y la forma de terminar con este personaje me parece de lo mas triste.

Vaya, se me fue el anterior mensaje. En fin, aquí sigo. Recordaré tu nombre para no volver a leer una crítica tuya, no sea que me vuelvas a hacer la misma faena.

Muchas gracias, me acabas de jo... robar lo que le pasa al final a uno de los personajes más interesantes que he conocido en la literatura. Menos mal que no querías caer en el spoiler. Rec

A Henning Mankell tenemos que agradecerle lo mejor de la novela negra escandinava.Solo por eso tendrá siempre un lugar en nuestro corazón pese a que es difícil perdonarle que haya condenado a Kurt Wallander a ese tristísimo final del Alzheimer.Los que amamos al personaje queríamos para él la inmortalidad que la literatura puede conferir y no ese gris panorama tan cruelmente ligado a la vida real

Creo que siempre has pensado, y con razón, que la objetividad no existe. Te felicito y nos felicito por ello. Mientras tanto, siguen por ahí los que persiguen dogmas y cánones, ¡qué tengan suerte!
A veces el ego se confunde con el ADN derramado en cada palabra. Nuestra es la tarea de distinguir uno y otro.
TU rigor es motivo suficiente para seguir leyéndote. Saludos.

A ver cuando se deja el señor Mankell de experimentitos y vuelve a escribir novela negra (con o sin Wallander).

Me fascina Wallander,otras de Mankell,ya no las apoyaría.

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¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

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Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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