Planeta Manrique

Sobre el blog

¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

Sobre el autor

Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

El Amplificador

La punta de lanza de la música pop

Por: | 31 de diciembre de 2012

  KeithRichards
El reciente número de Navidad del New Musical Express muestra
en portada a...¿Keith Richards? Sí, exacto. Desde luego, tiene
sentido comercial: sabemos que la Calavera Viviente siempre vende
revistas. Pero, ay, se suponía que el moderno NME dedicaba todas
sus energías a la creación de nuevos santorales, entronizando
selectivamente a sucesivas oleadas de grupos. Recurrir a un
rollingstone huele a renuncio, no, APESTA a desesperación. 

Mucho más deprimente lo que hay dentro. Y no hablo del contenido,
realmente previsible, hasta vulgar. La Gran Entrevista es un phoner,
un encuentro telefónico, aunque que Richards y el plumilla están
en Londres. No hay sesión de fotos. O tempora, o mores! En lo
s
buenos tiempos, se hubieran rechazado tan misérrimas concesiones.

 

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La auténtica Apple (nada que ver con Steve Jobs)

Por: | 27 de diciembre de 2012

  

Consulto en Google. La búsqueda de Apple Inc (antes, Apple Computer)
ofrece 601 millones de resultados. Por el contrario, la original,
Apple Corps, se queda en poco más de 8 millones. Sabiendo que Apple
Corps es la original -se adelantó en diez años- se me ocurre la
técnica del granito de arena: intentar disminuir la diferencia. En
serio: apetece enmendar ese contraste de percepciones. La Apple de
Steve Jobs suena a negocio triunfal, a colosal poder industrial
(aunque algunas de sus actuales decisiones empresariales suenen a
frikerio codicioso) mientras que la “Apple de los Beatles” tiene
una imagen de delirio sesentero. Muy injusto.

Sabemos que Apple Corps fue un bicho raro, surgido de una coyuntura
acuciante -ingresos millonarios que, caso de no ser invertidos,
serían devorados por la Hacienda británica- y del embriagador
espíritu revolucionario del momento: 1968. Para la Historia, Apple
ha quedado como una fantasía costosa, el disparate de unos músicos
alucinados, Lo Que No Se Debe Hacer.

 

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La materia de la que están hechos los sueños

Por: | 24 de diciembre de 2012

 
Stuff Dreams Are Made Of002

 ¡Cosas veredes! Dos hipsters disputándose una pizarra del sello Paramount.

Llega la segunda entrega de The stuff that dreams are made of, esos apasionantes estuches del sello Yazoo que juntan algunas de las máximas rarezas discográficas de los años veinte. Distribuida, como la anterior, por Resistencia, contiene 46 canciones digitalizadas en un doble CD y contextualizadas por un librito fascinante.

El título tiene resonancias shakespearianas (La tempestad) pero, ya lo habrán adivinado, procede directamente de El halcón maltés, versión John Huston. El policía Ward Bond pregunta por la codiciada estatuilla y Humphey Bogart responde: “es, uh, el material del que están hecho los sueños”. Sueños de riqueza, con su rastro de muertes y traiciones. Hasta Bob Dylan recicló la frase para una de sus canciones religiosas.  

 

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Una holandesa en el desierto

Por: | 20 de diciembre de 2012

 

 
Comienzo de Coup de torchon (1981): Jim Thompson trasladado al Senegal colonial

 
Vean los buitres que se desperezan en el inicio de Coup de torchon. Con esa imagen en la retina, cualquiera se pensaría dos veces la idea de internarse en las tierras secas de Senegal, Mauritania, Malí. En su libro Malí blues (Altaïr, 2011), la viajera Lieve Joris menciona varias veces la película de Bertrand Tavernier, basada en la novela 1280 almas, de Jim Thompson, sobre un psicópata con chapa. Pero la narración de Joris transcurre en los años noventa: la colonización francesa del África Occidental es un lejano recuerdo, una etapa curiosamente añorada por los nativos de mayor edad.

El plan de viaje de Lieve es sencillo: empotrarse en las sociedades que visita. Una mujer blanca, más tímida que lanzada, sin compañía ni vehículo: está a la merced de la amabilidad de los extraños (y del sentido de la hospitalidad africano).  Son zonas ajenas al turismo, por buenas razones: las rivalidades étnicas duermen pero pueden recalentarse.  El tuareg asesinado por los buenos vecinos de Sokolo, que le creen espía de los rebeldes. El tendero mauritano cuya cabeza termina siendo paseada por las calles de Dakar, en venganza por unos enfrentamientos en el Norte.

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"Treme" luce auténtica pero tiene trampa

Por: | 17 de diciembre de 2012

 
 

Declaraciones de los participantes y fragmentos de la tercera tanda de Treme

Ya está aquí la tercera temporada de Treme. Ayer comenzó a emitirla el canal TNT, en horario para búhos: los domingos, a las 23.50. Este es un aviso para los que prefieren disfrutarla con las voces dobladas, aún asumiendo que se pierden giros lingüísticos y guiños culturales (también traspapelados en las beneméritas versiones subtituladas que circulan por la Red). No importa, sabemos que Treme es fiable:The Times-Picayune analiza cada capítulo con microscopio y solo ha podido detectar mínimos errores.

No es pequeña hazaña que una ciudad tan insular admita la visión levemente crítica de un foráneo como David Simon, aunque el autor de The wire haya contado con agudos cómplices locales. La serie transmite el amor total de un visitante que, efectivamente, se ha aplatanado o, como diagnosticaban en los días del Imperio Británico, se “volvió nativo”.

Estamos ante un forastero obsesionado en que no se le note. Simon y su equipo se  preocupan por los mínimos detalles pero evitan el Gran Tema: el reparto del poder en Luisiana según líneas raciales, con unas instituciones deformadas e incapaces de responder a emergencias como las que provocan regularmente los huracanes. A partir del fenómeno de la masificación de las drogas, The wire desplegaba una panorámica de Baltimore que tenía resonancias globales; Treme se queda en el localismo de la bohemia y los músicos de Nueva Orleáns.

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¿Sabes bailar el boogaloo?

Por: | 13 de diciembre de 2012

  


Hoy sabemos que la palabra boogaloo –bugalú, si prefieres- sirve para denominar la vertiente más alborotada, más juvenil de la música latina en Nueva York, a mediados de los sesenta. Un sonido detestado por los gigantes del ritmo afrocubano pero recuperado por los coleccionistas, especialmente en  Europa. Sin embargo, antes de que esa etiqueta prendiera, el boogaloo era simplemente otro baile de uso exclusivo entre la comunidad negra.

Curiosa génesis. Un baile de los ghettos que llegó al Harlem Español y allí bautizó a una música, mezcla de rhythm and blues y fórmulas afrocubanas, que YA EXISTÍA ANTES. Existía en la música de Ray Barretto, Mongo Santamaría, Pete Rodríguez, el "moreno" (afroestadounidense) Pucho y  Gilberto Miguel Calderón, alías Joe Cuba. Ellos llevaban tiempo tocando unos ritmos aptos para clientes bilingües.

 

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Morrissey y el gato asustado

Por: | 12 de diciembre de 2012

 Mozcat2

 
Morrissey y un amigo felino posando para una campaña publicitaria de PETA

 
el empotrado.

1. 11/12/2012 - 17:20h.

hola diego, llega diciembre y empezamos con las jodidas listas "mejores cds del año 2012", ¿nos están tomando el pelo?

No es eso. Cubren los discos publicados, por ejemplo, entre septiembre de 2011 y agosto de 2012. Doce meses. Tampoco es tan raro: muchas empresas funcionan siguiendo un año fiscal que no corresponde exactamente al del calendario.

Laura

2. 11/12/2012 - 17:25h.

Sr. Manrique, leo y releo las listas que van saliendo de lo mejor del año (Uncut, NME...) y hay un porcentaje alto de grupos y/o solistas que no conozco. Teniendo en cuenta que me reconozco como melómana, ¿Es grave doctor?.

Nada por lo que preocuparse. Si se preguntara al inglés de la calle por esos artistas, seguramente también desconocería a la mayoría: reflejan un micromundo, el de los musiqueros buscadores de tendencias en Londres. Una minoría dentro de una minoría. Intenta imaginarlo al revés: un inglés leyendo la lista de novísimos españoles del Rockdelux. Se le quedaría la misma cara.

 The Girl With The Thorn

3. 11/12/2012 - 17:32h.

Cada vez que se menciona a Morrissey se te nota un pellizco de sarcasmo. No te atreverás pero me gustaría saber que tienes en contra de uno de los genios del pop.

Ahí me pillas. Solo he entrevistado una vez a Morrissey, antes de el concierto masivo de The Smiths en Madrid, y fue tremendamente divertido. Luego, especialmente desde su traslado a Estados Unidos, se ha puesto insoportable. Me refiero a sus exigencias de que no se coma carne en los festivales donde actúa. No me parece buen proselitismo del vegetarianismo el imponerse sí o sí; sospecho que se trata de un pulso para demostrar quién es la cabecera de cartel. Su defensa de los animales puede parecer admirable pero algunos de sus pronunciamientos suenan a cascarrabias misántropo, con fobia hacia la humanidad.


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Aventuras del Duque por Oriente

Por: | 10 de diciembre de 2012

Duke Ellington

Duke Ellington llega a Kabul (Afganistán). Otoño de 1963: ni un soldado a la vista.

 “El pasado es un país extranjero; allí hacen las cosas de forma diferente”. Es el inicio de The go-between, la novela de L. P. Hartley, aquí más conocida por la versión cinematográfica de Joseph Losey, El mensajero. La frase resucita al indagar sobre las extensas giras de artistas de jazz montadas por el Departamento de Estado en los sesenta.

Asombra saber que, hace cincuenta años, la orquesta de Duke Ellington recorría Oriente representando a los Estados Unidos de América. Durante tres meses de 1963, aquella engrasada big band ofreció conciertos y conferencias ilustradas  en  India, Pakistán, Sri Lanka (entonces, Ceilán), Irán, Irak, Afganistán, Siria, Jordania, Líbano. El listado produce vértigo: es obvio que ningún artista occidental podría realizar ahora mismo ese periplo, y menos en misión oficial.

 

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"¡Hazme daño, Johnny!"

Por: | 06 de diciembre de 2012

Magali Noel color

Puede que Boris Vian (1920-1959) creyera que su canción más imperecedera sería “Le deserteur.” Esa carta abierta al presidente de la República  tenía resonancia en una Francia enfangada en guerras, miserables conflictos coloniales que se esperaba que combatieran los jóvenes reclutas. El tema contaba además con doble versión:  en la más difundida, el desertor estaba dispuesto a sacrificarse  bajo las balas de los gendarmes; en la otra, avisaba que estaba armado y preparado para defender su decisión.

Y luego brillaban joyas jazzy que parecían encapsular un espíritu vecino al de la emergente Nouvelle Vague cinematográfica. Estoy pensando en “Je bois”, sublime crónica de la derrota: “yo bebo/ sistemáticamente/ para olvidar/ a los amigos de mi mujer”. O incluso su pariente sonora, “Je suis snob”.

Pero Boris no podría imaginar que, cincuenta y pico años después de su muerte, su canción más viva fuera “Fais-moi mal Johnny”.  En su tiempo, ya era una historia inquietante: una masoquista que, a fuerza de insultos, logra sacar al sádico que muchos/todos/bastantes hombres llevan dentro. Cierto que la pieza, tal como se grabó por vez primera, se beneficiaba de una vibrante interpretación de la actriz Magali Noël. Una bestia de sensualidad, un aparente ejemplo de emancipación femenina.

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Aquí y ahora: la edad de oro del disco

Por: | 03 de diciembre de 2012

STACKS OF STEREOS

Se supone que el mundo discográfico está viviendo algo parecido a la tormenta perfecta. La industria sufre los efectos de una renuencia general a  pagar por sus propuestas, el cambio radical de hábitos de consumo, una devaluación de la consideración social de la música, incluso un desprecio por las funciones de las disqueras. Y eso se resume en un descenso continuado de ventas, que ya dura –según países- diez, quince años.

A partir de ese datos, el discurso tiende a volverse catastrofista. Efectivamente, la música pop es a la vez fenómeno estético y producto industrial. Y ambas dimensiones están íntimamente relacionadas. Un cataclismo económico de tales dimensiones afecta a la creatividad, de muchas maneras.

Pero eso lo intuye cualquiera. Lo que me gustaría destacar es que, paradójicamente, estos tiempos están resultando prodigiosos para los amantes de los discos. Vivimos en la era de la abundancia. Nunca había estado disponible tanta música. Repito: jamás habíamos visto tal avalancha de lanzamientos contemporáneos y semejante repesca de lo mejor de un siglo de grabaciones. Y estoy hablando puramente de ediciones legales.

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El País

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