Comienzo de Coup de torchon (1981): Jim Thompson trasladado al Senegal colonial
Vean los buitres que se desperezan en el inicio de Coup de torchon. Con esa imagen en la retina, cualquiera se pensaría dos veces la idea de internarse en las tierras secas de Senegal, Mauritania, Malí. En su libro Malí blues (Altaïr, 2011), la viajera Lieve Joris menciona varias veces la película de Bertrand Tavernier, basada en la novela 1280 almas, de Jim Thompson, sobre un psicópata con chapa. Pero la narración de Joris transcurre en los años noventa: la colonización francesa del África Occidental es un lejano recuerdo, una etapa curiosamente añorada por los nativos de mayor edad.
El plan de viaje de Lieve es sencillo: empotrarse en las sociedades que visita. Una mujer blanca, más tímida que lanzada, sin compañía ni vehículo: está a la merced de la amabilidad de los extraños (y del sentido de la hospitalidad africano). Son zonas ajenas al turismo, por buenas razones: las rivalidades étnicas duermen pero pueden recalentarse. El tuareg asesinado por los buenos vecinos de Sokolo, que le creen espía de los rebeldes. El tendero mauritano cuya cabeza termina siendo paseada por las calles de Dakar, en venganza por unos enfrentamientos en el Norte.
Pero Lieve también es consciente de la posibilidad de la fraternidad entre gentes que no se conocen. En Mauritania, su guía es Sass, perteneciente a la nobleza de los nómadas, un sociólogo formado en París, ateo y burlón. Un día, Sass cruza la inadvertidamente la frontera y es detenido por gendarmes senegaleses: puede ser un contrabandista. Hasta que advierten que lleva pelo largo y pintas raras. Intuyen que es un moderno: le sacan del calabozo y le acribillan a preguntas sobre la música pop occidental. Tras saciar su curiosidad, le dejan en libertad.
Belga de nacimiento (Neerpelt, 1953), Lieve Joris se expresa en neerlandés y reside en Amsterdam. Comenzó a escribir libros de viaje a mediados de los ochenta, tras una investigación particular: la búsqueda de las huellas de un tío abuelo, antiguo misionero en el Congo Belga. Especializada en África y Oriente Medio, tiene una docena de títulos publicados. Advierto que, en realidad, Malí blues no es un libro musical, aunque en el trayecto se crucen Youssou N’Dour, Baaba Maal o Ali Farka Touré: Lieve ha reunido cuatro reportajes –recorridos, sería mejor decir- y únicamente el cuarto gira alrededor de un músico. Y trata esencialmente de su peripecia humana.
Joris es una cazadora de biografías extraordinarias. Conoce al cineasta Abderrahmane Sissako en un festival de Amsterdam. Un tipo fascinante: de origen mauritano, creció en Bamako y fue educado en Moscú en la Universidad Patrice Lumumba, tuvo novias rusas. Hasta que Lieve decide que su padre Mohammed es el verdadero Gran Personaje: un científico, un meteorólogo que pudo ascender en la política maliense, aunque era demasiado honrado para esos ambientes. Una vez jubilado, se retira a Sokolo, su pueblo natal, en condiciones muy primitivas; no le siguen ni su mujer ni sus hijos. Allí puede ir descalzo y se le considera Le Vieux, un venerable en contacto con la capital, de donde recibe provisiones.
No esperen nada idílico en esas vidas áridas. Se admira a Sadam Huseín por enfrentarse a Estados Unidos; algunos chavales sueñan con ser mercenarios o traficantes de drogas. Su Islam es muy flexible: agradecen la presencia de monjas o misioneros católicos, con sus servicios sociales y sus donaciones. El único problema capaz de movilizar a la población es la recepción de la señal de la televisión. Una mujer muere tras una cesárea: no hay sangre para transfusiones ya que el doctor se llevó a su casa el frigorífico del centro médico.
Abderrahmane Sissako visualiza "Folon", de Salif Keita
La mitad del libro está consagrado al seguimiento del músico Boubacar Traoré, más conocido por su apodo futbolístico, Kar Kar, “El regateador”. Tras la independencia de Malí (1960), fue una de las primeras estrellas del país, gracias a "Mali twist" y otras canciones radiantes que grabó para la radio estatal. Se consideraba un yeyé, leía Salut les Copains y encabezaba una pandilla llamada Santa María; zumbaban las "mujeres frívolas" a su alrededor. Pero, ay, no había industria musical y no hizo discos. Tras un golpe de estado, perdió las prebendas de las que disfrutaba y se hundió en la oscuridad.
En los ochenta, reapareció en la televisión y los malienses volvieron a enamorarse de su estilo suave. Pero le llegó una racha de desdichas: murieron dos de sus hijos y su esposa Pierrette; emigró a Francia, donde trabajó de albañil. El fenómeno de la world music sirvió para que actuara y editara discos internacionalmente.
Ha ganado dinero: Joris le encuentra en Lafiabougou, un suburbio de Bamako, donde está construyéndose una casa, aunque no haya agua ni electricidad. Boubacar recela de las intenciones de la holandesa: está quemado con África y con el mundo. Desconfía de los promotores locales, que le anuncian sin haber hablado previamente con él. Tampoco suena en la radio: ahora hay que pagar al pinchadiscos. Asegura que su éxito despertó envidia entre los griots, que tal vez se conjugaron para hacerle una maldición.
El África Occidental es tierra de magias: hasta los morabitos, profesores del Islam, proporcionan grisgrís (amuletos). Con todo, Lieve insiste en entender las claves de tan guadianesca carrera. Presiona y presiona hasta que se entera de la tragedia que traumatiza a Boubacar. Evitaré el spoiler: basta con saber que las familias extensas africanas lo son también para lo malo.
Boubacar Traoré, alias Kar Kar, actuando en Europa
Hay 2 Comentarios
Diego, aunq no viene al caso, qué dices de esta maravilla?
https://www.youtube.com/watch?v=aUs4awmb3-o
Slds,
M
Publicado por: Mikel | 21/12/2012 12:23:02
Muy interesante este post me ha encantado.
Publicado por: Pilar | 20/12/2012 16:43:08