Imágenes de época: John Profumo, Christine Keeler y su amiga Mandy Rice-Davies; al final, la noticia de la detención del desdichado Stephen Ward.
En uno de sus más celebrados poemas, el sarcástico Annus Mirabilis, Philip Larkin sitúa nítidamente el comienzo de la revolución sexual: “en 1963 (demasiado tarde para mí)/ Entre el final de la prohibición de/ El amante de Lady Chatterley/ y el primer LP de los Beatles”.
Un cascarrabias y un descreído, Larkin olvidó otro hecho transcendental de 1963: el caso Profumo. Un cóctel intoxicante de sexo clandestino, espionaje frustrado, perjurio e hipocresía en las alturas, que llevó a a los lectores de periódicos británicos la confirmación de lo que sospechaban. Que existían dos varas de medir. Que la cúpula social se permitía modos depravados y que abusaba de "pobres chicas" que caían en sus garras.
De alguna manera, rompió el discurso triunfal de los conservadores -”¡nunca habéis vivido mejor!”- al presentarlos como fariseos lúbricos y torpes. Desde luego, nada preparados para timonear una nación en tiempos de cambio vertiginoso. Al año siguiente, fueron barridos por los laboristas de Harold Wilson, que se cuidó muy mucho de ser fotografiado al lado de los Beatles y vendió la burra de un Reino Unido preparada para “el calor blanco de la tecnología.”
Un
nuevo libro fresco relativiza los tópicos sobre el terremoto causado por
la breve infidelidad de John Profumo. En An english affair, el
historiador Richard Davenport-Hines recuerda que, a pesar de que
ejerciera como Ministro de la Guerra, Profumo ni siquiera formaba
parte del gabinete de Harold Macmillan. Si los soviéticos querían
secretos militares, deberían haber tentado a su superior, el
Ministro de Defensa.
No hubo una “trampa de miel”, en la feliz expresión popularizada por John Le Carré. La alarma saltó con Yevgeny Ivanov, oficialmente agregado naval de la embajada soviética pero dedicado al espionaje. Ivanov tenía modos de James Bond pero no era bobo: despreciaba la capacidad intelectual de Christine Keeler, cuyos favores compartió con Profumo. De hecho, hay constancia de que agentes del MI5 británico pensaron en usar esas amistades londinenses de Ivanov para abrir un canal de comunicación con el Kremlin..pero decidieron que eran poco fiables. Y acertaban.
Christine y su amigo Stephen Ward son los personajes centrales del drama. Ward, médico osteópata muy respetado por la buena sociedad londinense, se creía un Pigmalión: su especialidad eran las chicas descarriadas, las “gatas de callejón”, a las que enseñaba buenos modales para que encajara entre sus ilustres amigos. Podía ser confundido con un proxeneta -de hecho, terminó condenado por vivir de “ganancias inmorales”- pero, en realidad, derrochaba sus ingresos y sus energías en ayudar a las chicas en su ascensión.
Christine
parece la más contemporánea de todos los actores. Hoy, triunfaría
en la televisión basura y haría apariciones en discotecas. En 1963,
sin embargo, horrorizaba a los bienpensantes. Madre soltera (aunque
su criatura no sobrevivió), se bandeaba por Londres como showgirl
y prostituta ocasional. Atraída por los hombres de color, llamó la
atención de dos tipos duros jamaicanos. Eran sus proveedores de
marihuana caribeña y aspiraban a hacer negocio con sus encantos.
La conexión jamaicana no pasó desapercibida a The Skatalites, que grabaron un "Christine Keeler"
Hubo peleas entre los temperamentales pretendientes. Hasta que uno de ellos tiró de gatillo y rompió la calma del barrio plácido donde residía el doctor Ward. La consiguiente investigación policial abrió la caza, ante el deleite de los plumillas.. Davenport-Hines hace un retrato nada amable del periodismo inglés de la época, dirigido por hombres vanidosos que deseaban saldar cuentas con el gobierno Macmillan.
Fue
la tormenta perfecta, alimentada por una prensa voraz, que pagaba
buenas cantidades a Christine por sus historias, siempre cambiantes. La mantenían callada mandándola de “vacaciones” al
Mediterráneo. Unos llamativos desnudos remacharon la jugada. Lo
extraordinario es que esas fotos y esas confesiones taparon la verdadera Gran Historía de 1963: la fuga a Moscú de
Kim Philby, el más letal de aquellos agentes comunistas conocidos
como “los cinco de Cambridge”.
La manera en que, efectivamente, se permitió la huida de Kilby más la discreción con que se tapó al llamado Cuarto Hombre, el experto en arte, sir Anthony Blunt, confirmó que el establishment se regía por reglas propias. Su dudosa autoridad moral se esfumó aún más con el caso Profumo.
Supongo que no hay que detallar el desenlace. Profumo pasó el resto de su vida expiando aquel mes de pecado con obras caritativas. Stephen Ward se suicidó justo cuando esperaba su veredicto. Christine ha contado diferentes versiones de lo ocurrido en media docena de libros. Le benefició el éxito de Scandal, la película de 1989 que incluía una de las cimas de los Pet Shop Boys, “Nothing has been proved”, en la dolorida voz de Dusty Springfield. La Keeler ha alcanzado un extraño estatus de símbolo icónico de los sesenta: hasta la silla en la que posó desnuda para Lewis Morley ahora se exhíbe en el Victoria and Albert Museum. Típicamente, también el mueble es mentira: se trata de una imitación de un modelo danés.
Olviden el peinado y el vestuario de Dusty: disfruten de su grandeza con los PSB
Hay 7 Comentarios
Eeeeehhhhh¡, esto se ha llenado de espías míticos, eso sí todos del otro lado del telón, pero, coño, ni siquiera mencionan una palabra de la música que les gusta. Por lo menos en el artículo salen dos: el primer LP de los Beatles, que todos nos sabemos de memoria, y los únicos, incombustibles Pet Shop Boys, tan británicos como el 'roast beef' de los domingos; y, sí, la gran Dusty.
¿Sexo a los 13?, y a los 12, los 11, los 10, los 9..........hasta el útero materno.
Publicado por: jose angel | 16/05/2013 23:09:59
¿Te refieres a Casino ROYALE, la primera? En el "resto de la tropa" estaban Orson Welles, Ursula Andress y Jacqueline Bisset. Con menos de eso uno se conformaría.
Publicado por: Arcadio | 15/05/2013 22:34:28
Los artículos de DAM cada vez se parecen más a una película de Peter Sellers, y éste concretamente recuerda mucho al Casino Royal perpetrado por Val Guest y John Huston con Woody Allen y el resto de la tropa; lo recuerda sin querer porque el artículo se pretende serio, quizá por eso es tan divertido y en el fondo entrañable. O sea que bien, y que siga la fiesta.
(Lo del paréntesis igual fue una metedura de pata del amigo Kim Philby, pero Markus, alma cándida, no me digas que no tenía toda la pinta de ser una gansada más del viejo DAM…)
Publicado por: Omega Man | 15/05/2013 20:46:12
Al "enterao" que firma como Markus Wolff. Sí, es un cristo de artículo. Incluso hay hasta falta de concordancia de género entre palabras, chaval...
Publicado por: Imatra | 15/05/2013 15:15:37
Al "enterao" este que se atreve a firmar como Philby: el paréntesis pertenece al poema de Larkin. Y en 1963 el señor Manrique era un mozalbete de trece años. Demasiado joven (o no) para disfrutar de una revolución sexual que aun tardaría unos añitos en llegar a España...
Menudo cristo mental el tuyo, chaval.
Publicado por: Markus Wolff | 15/05/2013 3:00:22
Qué cristo de artículo: venga datos, venga mezclar a Profumo con el Kremlin y con el poema de Larkin en el que el propio Manrique mete baza entre paréntesis para lamentar no haber pillado la revolución sexual de los sesenta. Aunque según por donde se mire, estas idas de olla del abuelo hasta tienen su gracia.
Publicado por: Kim Philby | 14/05/2013 21:09:38
las chavalas de entonces parecen más sanotas y normales, ver la imagen de la última chica comparada con las siliconadas y morrudas de hoy... como cambian los tiempos
http://www.warrantsyquinielas.blogspot.com
http://cort.as/42WI
Publicado por: Warrants1X2 | 14/05/2013 11:59:38