El santo padre del giallo italiano

Por: | 24 de junio de 2013

 

Un perfil de Scerbanenco, realizado por la RAI 3

Un aviso: si están pensando en aprovisionarse de ficción noir para el verano, no se hagan muchas ilusiones. El indudable boom de la novela negra ha llenado las estanterias con basura en cantidades industriales, eso sí, impecablemente empaquetada. Se lo dice alguien escarmentado por esa avalancha de libros cuyo único incentivo es el (relativo) exotismo del decorado de fondo, que ha picado ante demasiados autores consagrados en piloto automático y que no entiende esa manía de la industria editorial española que lanza a los clásicos vivientes de mala manera, generalmente optando por los títulos más recientes en vez de sus trabajos esenciales.

Así que conviene hurgar. Buscar lanzamientos semiclandestinos, de esos que no fueron reseñados en la prensa (entre otras razones, por ser políticamente muy incorrectos). Una pista: los libritos de portadas amarillas de Akal, con el nombre de Giorgio Scerbanenco. La piedra fundacional del poliziesco all’italiana. 

  Giorgio S con máquina

Las escasas fotos que circulan de Scerbanenco (1911-1969) pertenecen a su última época. Vemos a un pájaro flaco con su ¿Olivetti? portátil, en lo que parece un modesto piso de clase media. Ni rastros del decorado habitual del escritor de éxito, con las estanterías cargadas de libros y recuerdos de su statu social.

De vanidad, la justa. Scerbanenco se sabía un obrero de la industria editorial. Nacido en Kiev, su padre ucraniano fue víctima de la revolución rusa; su madre italiana le llevó a Milán antes de morir. Trabajó en fábricas y almacenes; solo alcanzó una mínima estabilidad económica en 1945, cuando Rizzoli le encargo la  dirección de revistas populares como Novella, Bella y Annabella.

Giorgio Scerbanenco giallo book¿Director? Qué broma: se ocupaba tanto de rellenar secciones, incluyendo el inevitable consultorio, como de escribir cuentos bajo mil seudónimos. Al mismo tiempo, publicaba novelas de quiosco, lo que pedía el mercado: ciencia-ficción, romántica, western y, sobre todo, policíacas. Oreste del Buono no pretendía ser insultante cuando describió a Scerbanenco como “una máquina de escribir historias”.

Pero Scernanenco probablemente habría quedado como un cagatextos más para estudiosos de la subcultura de no decidir, a mediados de los sesenta, subir el listón. Situó en el pujante Milán al doctor Duca Lamberti. Médico imposibilitado de ejercer por una acusación de eutanasia, Lamberti encuentra acomodo en la Jefatura de Policía de Milán, con un puesto extraoficial que le permite investigar a su modo. Personaje amargado, Lamberti dedica su inteligencia fría a mantener la vigencia del Código Penal.Se ensaña ante los que, confiados en su estado de necesidad, le solicitan que realice abortos (¡o reconstrucciones de himen!) o recetas de medicamentos apetecibles.

  

Tolera –y practica ocasionalmente- los hábiles interrogatorios, se muestra evasivo cuando se le pregunta por la pena de muerte, desconfía de la reinserción. No esperen aquí coartadas sociales: Lamberti persigue con igual saña a peces gordos y delincuentes menores. Manifiesta especial antipatía por proxenetas, prostitutas, drogadictos, homosexuales y, sí, modernos melenudos: “A la una y media de la noche llegó el sargento Morini con la camioneta llena de melenudos que se agitaban como aves, o por lo menos lo intentaban, porque a cada tentativa de aleteo Morini repartía bofetadas. Los melenudos juraban que eran cantantes, es decir artistas y no prostitutos”. Hasta aparecen unos músicos beat que llevan una carrera paralela como maleantes.

GIORGIO S los-siete-pecados-y-las-siete-virtudes-capitales-9788446028444Estamos en la cara B del milagro económico italiano: industriales viciosos y burgueses corruptos que tratan con marginales. Akal ha recuperado  las cuatro novelas de Lamberti: Venus privada (1966), que presenta al protagonista y sus allegados Traidores a todos (1966), Muerte en la escuela (1968) y Los milaneses matan en sábado (1969).  Aparte, La muñeca ciega, perteneciente a otro ciclo.

Akal rescata también dos espléndidas colecciones de relatos, Milán calibre 9 (1969) y el postumo Los siete pecados y las siete virtudes capitales. La única novedad reciente es Matar por amor (Almuzara), que recoge veinte cuentos publicados en Novella entre 1948 y 1952, a veces melodramáticos y moralistas. La comparación entre ambos periodos permite reconocer las estrategias de Scerbanenco para naturalizar el estilo hard boiled: alejamiento de los escenarios convencionales (Estados Unidos, París, Marsella, Londres), ocasionales guiños culturales, olvido de los finales reconfortantes, defensa de un orden que desprecia por blando.

Solemos atribuir a la novela negra cierta inclinación a la izquierda o, más frecuente, un claro cinismo respecto al orden social. Sin embargo, también prosperó otro noir que
respaldaba sin fisuras a la sociedad capitalista (o comunista, que también hubo novela policial en los países socialistas). Scerbanenco se identificaba incluso con el humilde uniformado: “Al policía en Italia le llueve por todas partes: pedradas de los huelguistas, balas o cuchilladas de los criminales, insultos a sus espaldas de los ciudadanos, gritos de sus superiores y pocas liras del Estado”.

 

1ª parte de un documental sobre Milán calibre 9, la película clásica de Fernando di Leo

Scerbanenco falleció justo cuando el cine y la televisión descubrieron el filón, el potencial de sus historias. El giallo, como se conocía la novela policíaca por las portadas amarillas que usaba Mondadori, ascendía a género respetable, por sus inquietantes representaciones de la realidad. La Italia de la Democracia Cristiana iba a pasar por la mesa de disecciones.

 

Homenaje a Scerbanenco por parte de la banda Calibro 35

Hay 1 Comentarios

Soul no vende, noir no vende, luego dirán que no somos racistas (culturales); hora de volver a los beatles o los stones o dylan o alguno de esos desconocidos, y sí, sí, nosotros nos lo perdemos......

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¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

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Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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