A veces, conviene recordar la diferencia entre rock y pop. De paso, urge señalar que no tiene sentido esa arrogancia rockista que desprecia el potencial artístico del pop. Hay un caso evidente. Un disco con drama humano: afectó al frágil equilibrio mental de su autor, cuya falta de éxito inmediato terminaría agriando la relación con sus compañeros. Un disco que resucitaría lenta, muy lentamente. Que hoy está tan entronizado que casi nadie puede concebir la frustración que generó en su año de salida, 1966. De su trayectoria dan testimonio documentales y tomos como Wouldn't it be nice: Brian Wilson y la creación de Pet sounds, de Charles L. Granata, que acaba de editar Libros de Ruido.
Lo sé: un disco atípico. Pero también los Beach Boys eran un grupo peculiar. Técnicamente, en Estados Unidos se les describía como un grupo de rock: tocaban y cantaban su propio repertorio, podían alardear incluso de un universo personal en lo temático (a partir de la subcultura del surf, habían ascendido a cubrir los usos amorosos de los teens californianos). Secretamente, sin embargo, habían cambiado su metodología de trabajo...y el líder se replanteaba sus objetivos estéticos.