Lo han adivinado. El título hace referencia a una de las piezas esenciales del difunto Warren Zevon. "Lawyers, guns and money", editada en 1978, trata de un niño bien estadounidense que se mete en líos serios en la Latinoamérica de la Guerra Fría; desesperado, ruega que le envíen "abogados, armas y dinero". Así que nada que ver con lo que nos ocupa. Sin embargo, esa tríada sirve para describir una época gloriosa e infame del negocio de la música.
Gloriosa ya que corresponde con una étapa de liberación y descontrol, cuando la eclosión del rock & roll dinamitó el tinglado de las majors , las grandes compañías estadounidenses. E infame ya que la mayoría de las discográficas independientes que canalizaron aquella energía creativa tenían comportamientos mafiosos, cuando no estaban participadas directamente por la Mafia.
Más allá de la afinidad de Al Capone por el jazz, la Mafia siempre se sintió atraída por el mundo del entretenimiento. Estaba conectado con los negocios de la prostitución, las drogas, las apuestas. Funcionaba, frecuentemente, con dinero negro. Servía igualmente para lavar la pasta. Incluso yendo por lo legal, generaba grandes ingresos si los cazatalentos tenían buen olfato.
En el reparto de Los Soprano aparece Hesh Rabkin, consigliere de Tony. Un caballero jubilado con debilidad por las bellezas negras, que cria caballos de carrera en el norte de New Jersey. Por su origen judío, no puede formar parte de la familia pero Tony aprecia su memoria enciclopédica y su rapidez para saltar sobre cualquier oportunidad legal. Rabkin, se nos cuenta, se enriqueció con una discográfica en la que tenía la costumbre de añadir su nombre al de los autores de las canciones.
Blanco y en botella. Se cambió su aspecto físico pero, para cualquiera minimamente informado, Rabkin era el trasunto de Morris Levy (1927-1990). Nacido en Harlem, Moishe Levy sabía tratar con los afroamericanos. Tal vez no apreciara los desafios estéticos del be-bop pero sí entendió que aquel jazz frenético tenía público. Se convirtió en el propietario de locales luego legendarios como el Birdland. Teórico propietario: no resultaba saludable el preguntar quién estaba detrás.
Fue en el Birdland cuando descubrió el filón del publishing. El representante de ASCAP, una de las sociedades de autores, se presentó exigiendo cobrar por el uso de las canciones de sus socios. Morris le echó a patadas pero se quedó con la copla: “o sea que cada vez que suena una canción, su editorial cobra una cantidad...”
Unos días después, ya tenía en marcha su propia editorial, Patricia Music, y convencía a muchos creadores negros le cedieran sus composiciones. En 1956, se convirtió en cabeza visible de una discográfica que buscaba beneficiarse de la bonanza que había traído el rock and roll: millones de teenagers que gastaban su dinero en cantantes trepidantes y apasionados grupos vocales, lo que se llamaba doo wop.
Se llamó Roulette Records. Merece una explicación: uno de los socios era George Goldner, un fabuloso conocedor de los gustos del público (su veredicto era "shit" o "hit") al que le perdía su ludopatía. Para tapar sus deudas, Goldner fue vendiendo sus sellos: Tico, Gee, Rama, Gone, End terminaron integrándose en el imperio Roulette. Levy no sabía distinguir una rumba de un samba pero se hizo con grabaciones de Tito Puente, Count Basie, Dinah Washington, Sarah Vaughan, Maynard Ferguson.
Sin embargo, los consumidores más buscados eran los adolescentes. Y Roulette tuvo aciertos en ese mercado tan caprichoso. Compraba masters, grabaciones ya acabadas. Fichaba talento fresco, tras la obligada prueba. Cabalgó sobre modas como el twist, con Joey Dee and the Starlighters. Si se hacen con recopilatorios como el reciente Woo-hoo: the Roulette story (One Day Music/Resistencia) descubrirán que Levy contó con los servicios de The Hawks, acompañantes de Ronnie Hawkins, la futura The Band dylaniana, o de creadores del sonido Nashville como Chet Atkins. Grabó a Jimmy Bowen como cantante; años después, sería la mano derecha de Sinatra en su sello Reprise, en funciones. La recopilación, advierto, no llega hasta la máquina de éxitos que fueron Tommy James and the Shondells.
Levy sabía manejar a los DJs. Resultaban maleables: un sobre con dinero, los servicios de unas prostitutas y, zas, ya estaban en el saco. Si eran pinchadiscos locales, miraban con adoración a Levy: se atribuía el fichaje de Alan Freed, supuesto "descubridor del rock & roll", por una emisora neoyorquina. Si tendían a la ingratitud y se olvidaban de airear los lanzamientos de Roulette, comprobaban que un bate de beisbol tenía usos poco deportivos.
Una de las ventajas de fichar por Roulette es que el capo reconocía su ignorancia musical y dejaba libertad a músicos, cantantes, arregladores, productores. El inconveniente: apenas pagaba. De hecho, se enfadaba si alguien le reclamaba. Tommy James ha escrito en su biografía (Me, the Mob and the music) que Roulette se quedó con unos 30-40 millones de dólares que les correspondían. Pero uno no se ponía farruco con alguien que era uña y carne con la familia Genovese y que amenazaba rutinariamente con ponerte "zapatos de cemento" antes de lanzarte al río Hudson. Su fama era tan terrorífica que muchos creyeron ver su mano en la paliza que unos policías de Los Ángeles propinaron en 1967 a uno de sus artistas protestones, Jimmie Rodgers, un incidente que acabó con su carrera.
Levy era feroz en la defensa de sus intereses. En la disputa por los millonarios derechos de autor de una canción inmortal, "Why do fools fall in love", hasta el juez se rió cuando intentó justificar su aportación literaria con explicaciones torpes. En lasa distancias cortas, no había margen para ironizar con su incultura. Intimidaba y, por ejemplo, engatusó a John Lennon para que le dejara vender por correo un disco suyo, lo que se editaría finalmente como Rock 'n' roll, alegando que había plagiado una canción de Chuck Berry, cuyos derechos editoriales controlaba, en "Come together". También es cierto que Lennon, el supuesto "duro" de los Beatles pero en realidad un mimado hijo de la clase media, se dejaba avasallar por gente que gritaba mucho y que alardeaba de sus artes callejeras.
No esperen una moraleja reconfortante. Aunque era hombre marcado por el FBI, prosperó en diferentes negocios antes de que le echaran el lazo. Le condenaron a diez años de cárcel por un intento de extorsión pero recurrió. No llegó a pisar la prisión federal: estaba libre cuando un cáncer fulminante acabó con su vida.
Hay 4 Comentarios
Birdland, Roulette, Levy, historia negra de la música; Lennon 'mimado hijo de la clase media' ¿toda la clase media británica personalizada en la tía Julia -la que siempre pensó que John era un idiota con suerte- mimó al Beatle?; yo estoy aquí por el obseso, alcohólico, ligón, redimido, genio del principio, al que mató un cáncer relacionado con el asbesto, tócate los cojones; i miss you Warren.
Publicado por: jose angel | 26/07/2013 23:28:35
Físicamente, el Rabkin de Los Soprano no se parece a Levy; los guionistas han añadido hazañas y rasgos de otras personas. Pero yo estaba viendo la serie, sin previo aviso, y lo que contaba Rabkin me hizo quedarme boquiabierto y pensar inmediatamente en Morris Levy.
Publicado por: DAM | 24/07/2013 14:28:59
Interesante historia. Ahora se puede ver con cierta fascinación pero en sus tiempos debían ser terroríficos estos personajes.
De verdad que el personaje de Los Soprano esta inspirado en el? Qué buenos los guionistas de la serie, seguro que la mayoría de los personajes tienen inspiración real y concreta.
Publicado por: Sab | 23/07/2013 17:17:45
El Meyer Lanski del rock and roll.
Publicado por: Guillermo | 22/07/2013 23:15:23