Ya saben seguramente que Contraediciones publica a primeros de septiembre una edición actualizada de Mistery train, el tomo fundacional de Greil Marcus que introdujo el rock en los “estudios culturales”. Pronto hablaremos del libro pero he recordado una fabulosa ocurrencia de Marcus. Que, vamos, precisamente no es un hombre que destaque por su sentido del humor.
En 1969, Rolling Stone era la Biblia y el BOE de la contracultura: lo que decía iba a misa. En el número de 18 de octubre, se publicó una crítica de The Masked Marauders. ¿Quiénes? El resultado, se explicaba, de una jam session en una remota región de Canadá, donde se juntaron varios de los Beatles con Bob Dylan y Mick Jagger, bajo la producción de Al Kooper.
Considerando que Kooper formaba parte del proyecto Super Session, con Mike Bloomfield, aquello tenía lógica; además, ya había grabado con Dylan y los Stones. Dado que los músicos parecían entonces divinidades, se aceptaba como lógico el concepto del “supergrupo”. Resultaba creíble que aquello se editara clandestinamente: unos meses antes había salido Great white wonder, el doble pirata de Dylan que "demostraba" que los archivos de discográficas y editoriales rebosaban de maravillas inéditas. Y el fan creía tener derecho a los bootlegs de sus ídolos. No por casualidad, la clandestina editora se llamaba Deity.
El texto venía firmado por T. M. Christian, obviamente un chiste, en referencia a la película The magic christian, otro disparate de 1969. Pero el autor era Greil Marcus, que buscaba burlarse de la credulidad de la grey hippy y, de paso, ironizar sobre el lenguaje, frecuentemente hiperbólico, de críticos como los que llenaban las páginas de Rolling Stone: “se puede afirmar que éste disco es más que una forma de vida, es la vida misma”.
Eran tiempos de prodigios: decenas de miles de personas se creyeron que existía un doble disco que comenzaba con “una versión de 18 minutos de 'Season of the witch', con Dylan en la voz principal, haciendo una soberbia imitación del Donovan primerizo; uno de los puntos álgidos del corte es la asombrosa jam entre bajo y piano, ambos tocados por Paul McCartney.”
Un servidor, que entonces recibía regularmente Rolling Stone, no se quedó convencido: decidí que era un ejercicio literario (la sección de críticas a veces cubría huecos en la maquetación con poemas breves). Pero se susurraba que incluso los managers de los artistas mencionados, Allen Klein y Albert Grossman, se pusieron nerviosos: “esos cabrones han grabado un disco que podría vender millones ¡sin avisarnos!”.
Y las tiendas registraron un considerable tráfico de clientes potenciales. Al no encontrarlo, aumentó la ansiedad: “es un bootleg, debe venderse en tiendas más underground; sigamos buscando.” Aquí surgen dos versiones. Que fueron Marcus y su socio en Rolling Stone, Langdon Winner, los que decidieron materializar a los Merodeadores Enmascarados. Por su parte, el gran Stan Cornyn, que se permitía todo tipo de caprichos en el departamento de Servicios Creativos de Warner, asegura que él propuso grabar un fake album, siguiendo la pauta de la crítica original, y consiguió un presupuesto de 30.000 dólares.
Da lo mismo. Pudieron empezar los periodistas a "componer" las canciones antes de que llegara la pasta de Warner. Marcus y Winner contactaron con una jovial agrupación de Berkeley, The Cleanliness and Godliness Skiffle Band, que disfrutaron aproximándose a aquellos delirios marcusianos (el propio Winner sumó su piano e hizo coros) y haciendo las imitaciones vocales correspondientes. Warner trató el lanzamiento como si fuera auténtico; las revistas de la industria -Cashbox, Record World, Blilboard- les siguieron la broma cuando el álbum (sencillo) y el single correspondiente (“Cow pie”) salieron en noviembre. Según Cornyn, fue buen negocio: se despacharon 40.000 copias (otras estimaciones aumentan la cantidad a cien mil ejemplares, pero en cifras siempre conviene dudar y volver a dudar).
En su momento, Rolling Stone y otros medios difundieron que todo aquello había sido un engaño. Pero los rumores tienen patas largas. Muchos años después, en medio de las guerras de la censura, una de las canciones, “I can't get no nookie” (aproximadamente, “No puedo mojar”) sería citada en el Congreso, como ejemplo de las indecencias que no deberían manchar las ondas de radio.
Al otro extremo, se mantuvieron núcleos de creyentes que juraban que lo editado por The Masked Marauders era genuino. Se trataba de un momento único del rock de los sesenta, borrado de los libros de referencia por el Lobo Feroz de las multinacionales. Cuando la cadena ABC dedicó un reportaje a la farsa, todavía había gente "enfadada" por haberse tragado el bulo. Aquí está el reportaje:
Ah, no he podido preguntárselo a Marcus pero me pregunto si en 1969 ya estaba consciente de una de esas conexiones que tanto juego le darían en sus futuros libros. En 1929, la discográfica Paramount editó una pizarra de un bluesman denominado The Masked Marvel, con los temas "Screamin’ and hollerin’ the blues” y “Mississippi boweavil blues". En el Chicago Defender, un semanario por y para afroamericanos, se incluyó una invitación a adivinar quién estaba detrás de La Maravilla Enmascarada. Un concurso un tanto tramposo: pocos de los urbanitas del ghetto de Chicago podrían identificar a Charley Patton, fiera del blues del Delta, que acababa de comenzar su carrera discográfica.
Hay 8 Comentarios
Àngel Maeztu tu comentario es muy superficial, como todo en los Beatles, hay que buscar material "bootleg" de la época y de TB no hay nada que valga la pena, sin embargo en el bootleg series 10 de Dylan la cosa es distinta, ahora lo que si es innegable es que BD no atravesaba un buen momento creativo
Publicado por: Mikel Levi | 11/06/2014 21:21:29
A nada que se conozcan los perfiles psicológicos de los protagonistas uno se da cuenta que se trata de una formación imposible. Precisamente el milagro de Harrison fue que Dylan formara parte de los Travelling Willburys.
Publicado por: Harrisong | 14/08/2013 1:37:46
Seguro que tienes la respuesta para lo de los Residents y todo
Publicado por: Tabbi | 13/08/2013 10:44:16
Escuchando hoy sus discos de 1969, resulta muy divertido constatar lo lejos que estuvieron, musicalmente, en aquel año, John Lennon y Bob Dylan. Compárense Cold Turkey y I Want You (She's So Heavy) con Peggy Day y All The Tired Horses. Salud.
Publicado por: Àngel Maeztu | 13/08/2013 0:49:35
Si esto fuera el juego de los barcos, me reconocería "tocado" (pero no "hundido"). Pep: al vivir tan lejos de USA, algunas cosas nos sonaban increíbles. Los semanarios ingleses,que nos llegaban muy rápido, no habían adelantado nada y esos sí que buscaban cualquier noticia que tuviera que ver con los Beatles
Publicado por: DAM | 12/08/2013 17:38:24
Diego, este artículo sería estupendo si no te perdiese la falta de humildad, como te ocurre con alguna frecuencia. Sobra ese comentario en el que se entiende que tú eras listísimo, incluso más que los propios managers de los artistas... Un saludo.
Publicado por: Pep | 12/08/2013 13:16:51
Gracias Diego, soy muy de los Bealtes y no conocía la historia. Un saludo
Publicado por: miguel | 12/08/2013 3:53:54
Esto es como aquellas largas temporadas que Syd Barrett pasó en el gallego monasterio de Oseira, grabando 'Spanishgrass'.
Gran artículo.
Gracias, maestro.
Publicado por: Antonio Jesús | 11/08/2013 13:53:00