¿Y si resulta que Rod Stewart no es un payaso?

Por: | 03 de agosto de 2013

  

Hace unos meses, Rod Stewart (Londres, 1945) lucía como una momia del show business: hasta editaba esa obviedad comercial que es el disco navideño, que tituló Merry Christmas, baby (oye, para qué romperse la cabeza). Parecía funcionar en piloto automático: un mercenario que obedecía las consignas del negocio, sin ninguna voluntad de aportar algo personal. ¿Un caso perdido?

ROD LIBRODe repente, un vuelco espectacular. Primero, publica unas memorias chispeantes (Autobiografía, Plaza y Janés) que nos devuelven al personaje que aprendimos a querer: el pícaro, el fanfarrón, el amante de las rubias, el cockney que se empeña en reivindicar sus raíces escoceses, el fanático del fútbol que ya no puede jugar por exigencia de las aseguradoras.

Y lo que ya nadie esperaba: ha sacado Time (Capitol), un álbum entero de canciones "propias" (más una pieza de Tom Waits-Kathleen Brennan). Conviene recordar que, desde 2002, Rod se dedicaba a interpretar en exclusividad éxitos ajenos. Una fórmula de mercadotecnia pura que, además, funcionaba. A los cinco volúmenes de standards, había sumado una selección de baladas de rock y otra de clásicas del soul.

 

  

Había un cierto arte en aquello, claro. Se trataba de adaptar lo que llaman el great american songbook al gusto de los maduritos del baby boom. Aunque fueran canciones melosas, debían tener pulso, ser cadenciosas. Se lo demostró Clive Davis, que pilotó la idea: el jefe de su discográfica insistió en bailar al estilo agarrado con Stewart, mientras le explicaba el ritmo que necesitaban esas grabaciones. Dado que Davis es un bisexual notorio, la lección fue la comidilla del mundo musical.

Vendió millonadas pero algunos fans de largo recorrido dudaban de que Stewart conservara algo de impulso creativo en sus huesos. A finales de 2006, un servidor acudió a entrevistarlo en Barcelona, donde participaba como “estrella invitada” en Operación Triunfo, no precisamente un programa prestigioso. Era el peor Stewart: más interesado por la Liga británica que por esas tonterias de la música.

 

Al periodista se le ocurrió hurgar en la herida: “Comenzando con " Maggie May", usted compuso temas memorables: "Tonight's the night", "The killing of Georgie", "You wear it well". Pero hace años que no edita una canción suya. ¿Le resulta frustrante?”

Su respuesta fue airada: “componer no es algo que me divierta. No soy Bob Dylan o Tom Waits. ¿Para qué? Mis contemporáneos se empeñan en colocar sus canciones nuevas y el público no quiere saber nada. ¿Cuánto ha vendido lo último de los Stones, McCartney o Elton? Nada. Mientras que el mío entró al número uno [en Estados Unidos]. Con eso está todo dicho.”

Objeté que precisamente Dylan acababa de alcanzar el número uno en EEUU con Modern times. Exhibió entonces cultura musical: “según mis cálculos, allí solo hay cuatro canciones nuevas. El resto son blues clásicos, aunque Bob firme como autor. ¿Cuántas canciones le ha robado a Muddy Waters?” Se enfadó: “hasta la portada es una foto antigua que ya había salido en un disco de otro grupo” (y también era cierto). Dado que Rod se formó escuchando a Dylan y no ha dejado de grabar temas dylanianos, sonaba casi a blasfemia.

Rod stewar2tUna de las ventajas de alcanzar el nivel de megasuperestrella: ya no tienes que fingir, puedes pellizcar a tus colegas. Aún antes de publicar su libro, sabíamos que Rod Stewart es un tacaño: durante años, abusó de la cocaína pero, ahora lo reconoce, jamás compró un gramo; se dejaba agasajar. Tiene suficiente sentido del humor para reconocer que, entre los setenta y en los ochenta, hizo gala de las ropas más horteras de todo el Planeta Rock.

Durante la época en que desarrolló aquella entrevista, nadie hubiera apostado por Rod Stewart como fuerza creativa. No se hablaba de él por la música, previsible y mecanizada. Las noticias eran tipo cuore, que se casaba por tercera vez (en esa ocasión con la modelo Penny Lancaster, ella ataviada con un aparatoso vestido de Pronovias). O que le nombraban Comandante de la Orden del Imperio Británico, tras años de quejarse de que Mick Jagger se le hubiera adelantado en el reconocimiento oficial.

Como dijo un famoso amigo suyo, “nunca digas nunca jamás”. Hacía 2011, mientras se sometía al ejercicio de introspección que supone una autobiografía, le volvió el impulso de componer. Le ayudaba un negro excelente, el periodista Giles Smith, experto en música y fútbol, y supongo que ver en acción a un profesional le trajo recuerdos.

Lo que no se atrevió a contar en Barcelona fue que la industria le había alejado de las musas. Presentaba temas originales pero eran rechazados, para que interpretara piezas más comerciales. En la práctica, ejercía como voz de alquiler, que otros utilizaban según lo que imaginaban que demandaba el mercado. Hombre práctico, dejó de esforzarse en las agonías de la creación.

Al final de su libro, confiesa Rod que “de repente se apilaban en mi cabeza ideas para letras. Lo siguiente en ocurrir fue que tenía un tema llamado "It's over" sobre los divorcios y la separaciones. Me levantaba a medianoche buscando un bolígrafo para plasmar las  ideas; algo que nunca me había pasado. Terminé siete u ocho canciones y todavía quedaban más. Suficientes para un disco completo.  Algo totalmente insólito en mí”.

  

Entiéndase: en sus inicios como solista, Rod pudo pasar perfectamente como un cantautor rockero. Escribía temas poderosos y seleccionaba fino material ajeno. Ahora, necesita ayuda: todos los temas vienen firmados en colaboración con otros músicos. Algunos llevan detrás media docena de nombres, una señal equívoca de que allí han intervenido esos profesionales especializados en confeccionar y acicalar hits. Pero Time, con su número uno en el Reino Unido, permite a Stewart sacar pecho. Y ponerse como ejemplo ante esos hijos que le han salido vagos y juerguistas. Como diría un castizo, ha nacido con una flor en el culo

  

Esta entrada amplia un texto publicado en Revista Sábado. En septiembre se edita Rarities, una colección de tomas alternativas, primeras versiones, ediciones recortadas para singles y demás, todo fechado entre 1969 y 1974. Se incluye un "Maggie May" hecho para la BBC en 1971 que podría ser el mismo que suena en el video anterior, con acompañamiento de The Faces.

Hay 6 Comentarios

¿Es el calor del verano o hacia el final de "You wear it well" se ve a Ritchie Blackmore? (no me pinta ni en pintura)

El problema en la carrera de Rod, han sido los críticos listillos sin pajolera idea de cantar y que se han echado encima de él por el mero hecho de tener la suerte de haberse rodeado de la "crem" musical británica,Small Faces, Jeff Beck (vi su show en plena época de nº1 genial) y luego varios números uno junto a las bellezas que se ha rodeado,envidia cochina.Es un buen cantante, de una época determinada y punto.

No puedo estar más de acuerdo con el final del artículo: ha nacido con una flor en el culo o, como diría él, es que algunos tipos tienen toda la suerte.

1 En 2006 lo extraño es que Rod 'no' estuviera entusiasmado por la liga 'española', como John Cleese (sí, el Monty Phyton)
2 Desde los discos que recuerda Guillermo o más allá, no mucho, desde 'Young turks be free tonight/ time is on your side', que ya nunca le dimos la espalda
3 Esperemos que su racanería le permita seguir invitando a comer a su primera hija, un día olvidada, hoy recuperada de su mala suerte
4 ¡Síguenos dando Rodi, me encanta que tu grupo gane por 7 a 6 a los chicos!

La verdad es que en sus días de gloria Rod ya había recibido alguna ayudita de sus amigos para escribir canciones (y qué canciones): es el caso de Martin Quittenton y "Maggie May" y "You wear it well". Claro que, los respectivos álbumes de estos temas ("Every picture tells a story" y "Never a dull moment") o "Atlantic crossing" aseguran a cualquiera un lugar en la historia del rock and roll, por hortera que haya acado siendo.

No se si Rod será un payaso pero desde luego es muy listo y tiene mucha suerte y sino miren a su última novia: http://xurl.es/h2jx8

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¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

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Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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