Eran la pareja perfecta: Sylvie y Johnny

Por: | 07 de septiembre de 2013

SYLVIE ET JOHNNY tout SLC

Imposible hacerse una idea de la enormidad del fenómeno Salut les copains. Fue inicialmente (1959) un programa de radio, convertido en revista a partir de 1962. Un año después, convocaba a un concierto de conmemoración en la Place de la Nation parisiense y aparecían 200.000 chavales. La publicación llegó a tirar un millón de ejemplares al mes y se convirtió en espejo/motor de la cultura Sylvie_vartan_05_1965yé-yé, un terremoto que se sintió en otros países, incluyendo -¡sí!- la España franquista. Aquí tuvo incluso una réplica, Mundo Joven, financiada por simpatizantes del Opus Dei y materializada por periodistas mayormente progres (paradojas muy propias de la época).

Lo extraordinario de SLC es que creó una galaxia de estrellas propias, nitidamente diferenciadas, que cantaban en su idioma pero que se acoplaban rápidamente a las tendencias anglosajonas (de hecho, muchas figuras terminaron grabando en Londres). El gran acierto de SLC fue humanizar a los cantantes, convertirlos en coleguitas de sus seguidores, al mismo tiempo que se cuidaba extremadamente su imagen con fotógrafos como Jean-Marie Périer. Se vivían de cerca todos sus avatares: amores, accidentes, viajes. No todo era fraternidad: anticipándose a la moda del diss entre raperos, Antoine y Johnny Hallyday se mandaban pullas en discos y entrevistas.

El gran hallazgo del yé-yé fueron las cantantes. A veces Lolitas, siempre lindas, educaditas, bien maqueadas, con una inocencia sexy (sí, alguna tan inocente que no entendía la picardía de su lubrico compositor, caso France Gall y Gainsbourg). Syvie Vartan, de origen búlgaro, era la más sólida de sus encarnaciones. Hermosa pero controlada, dicen que fría, de voluntad fuerte: llegó al Hexágono a los diez años, sin saber una palabra de francés.

 

La más bella para ir a bailar: Sylvie en Cherchez l'idole (1963)

Ni al más calenturiento de los publicistas se le hubiera ocurrido semejante emparejamiento: Johnny Halliday, denominado inevitablemente “el Elvis francés”, se quedó colgado de Sylvie, que pasaría a ser su telonera en 1962. Quitó el puesto a Jean-Jacques Debout, que luego compondría para ambos y se casaría finalmente con la bella Chantal Goya.

¿He avisado que el movimiento yé-yé fue muy incestuoso? Todos se conocían, todos colaboraban, todos explotaban el maravilloso trampolín que era SLC, todos se...vale, sin exagerar.

  

 Asombroso: una cámara y sonido ambiente pero así era Johnny en 1961 con "Il faut saisir sa chance"

Y tiraron del ovillo sin pudor. Que si eran más que “copains”, que si se mandaban mensajes vía sus discos, que si grababan duetos, que si ocurrió algo mientras rodaban D'oú viens-tu Johnny? (1963). En SLC, interesaban especialmente los amoríos de Johnny,

Téngase en cuenta que Hallyday ya había feminizado su público de base, al añadir a su repertorio temas tan románticos como “Retiens la nuit”, un slow curiosamente firmado por un tándem nada yé-yé: Charles Aznavour y Georges Garvarentz. Que conste que los dos armenios prodigiosos también compusieron “Il faut saisir sa chance” y “La plus belle pour aller danser”.   

 

Johnny canta "Retiens la nuit" a Catherine Deneuve en Les parisiennes (1962)

El boom del yé-yé no se entiende si no se asimila esa inmensa cantera de talento local a la que recurría Hallyday, que alternaba con adaptaciones de éxitos anglo (hasta fichó instrumentistas ingleses, como Mick Jones, futuro Foreigner). También lo haría Sylvie, aunque su personaje no resultaba tan Sylvie_thebeatlescomplejo como el que se construyó Johnny.  Novia fiel, esposa leal. Tan buena chica que, cuando conoce a los Beatles, se conforma con tocar...el bajo Höfner de Paul.

Mientras, Johnny vende cierta rebeldía de la juventud. No hay resentimiento social: explota sus tristes orígenes familiares. Crecido sin padres, se presenta como un perdedor que pilla la oportunidad y consigue ganar. Competitivo, también es el rockero en lucha con la vieja industria -importante su salto de Vogue a Phillips- para mejorar sus arreglos y producciones.

En realidad, pronto demuestra su habilidad para el transformismo. La chupa de cuero es sólo una opción estética: en su primer paso por el Olympia, escandaliza a los blousons noirs al presentarse con un esmoquin impecable. Aunque se reclame miembro de la generation perdue, no tiene problema en aceptar las exigencias de la variété, denominación gala de la música ligera para el gran público.

 

Épica western hecha a la medida de Johnny: "Les bras en croix"

La máxima pirueta: Johnny es el tipo que las enamora pero que se presenta musicalmente como condenado a no vivir la felicidad en pareja. Sí, cierto que parece que finalmente se lleva a la chica: se casa en 1965 con Sylvie. Pero al año siguiente hay un publicitado intento de suicidio. El héroe debe sufrir, combatir la soledad estelar, desafiar a la suerte: numerosos accidentes en coches deportivos. Hasta protesta: se siente incomprendido por la tribu SLC cuando es desbordado por la izquierda hirsuta y solo puede responder con un despectivo “cabellos largos, ideas cortas”.

A su lado, la Vartan es la sensatez femenina. Se queja en público, sacrilegio, de que le arrebaten a Johnny durante 18 meses para “cumplir con la patria”. Pero ¿cómo negarse? Además, igual que a su adorado Elvis, le toca hacer la mili en Alemania.Típicamente, Hallyday lo convierte en drama personal: Jean-Jacques Debout, su antiguo competidor por el corazón de Sylvie, le escribe una canción de soldado paranoico, convencido de que será corneado.

 

Melodrama teen en "Je t'écris souvent": él va a la mili y se imagina reemplazado.

Para entonces, Johnny-et-Sylvie ya han superado la frontera de SLC: son iconos nacionales. Ella, si vamos a ser sinceros, un poco menos: no tiene la pasión interpretativa de Johnny, no cree que deba comportarse como una sex symbol a lo Brigitte. Ha cumplido con su obligación dinástica: en 1966, nace David Hallyday.

Durante sus quince años de matrimonio, ofrecen mucha carnaza. Las infidelidades de Johnny, las amenazas de separación por parte de Sylvie, las reconciliaciones. Preparen los pañuelos: un hijo abortado, las quejas de la Vartan contra los amigotes de su marido, el exilio fiscal (en USA), los rumores sobre drogas sniff sniff. El divorcio se hará efectivo en 1980.

Pero mantienen la ficción de la amistad inquebrantable. Puntuales apariciones conjuntas en escenarios o en discos, guiños en letras, el apoyo sin fisuras de Sylvie al ídolo doliente (inagotable su comprensión ante las debilidades del padre de su hijo). Son más de cincuenta años en el mismo oficio. Imagina: hasta han superado a su poderosa incubadora. Salut Les Copains dejó de publicarse en 2006.

  

Hay 5 Comentarios

Unas macizas tremendas y una puta mierda de canción: la historia del rock francés:

https://www.youtube.com/watch?v=llW30tnc740

Los franceses llevan mucho peor que nosotros la aplastante hegemonía cultural anglosajona.

A mi hablar de aquellos años me recuerda cosas como esta: http://xurl.es/ig26u


http://nelygarcia.wordpress.com Toda esa historia me transporta a aquella época, vivida en Paris.

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Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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