Nunca sabes dónde puede aparecer una joya: imagen auténtica de un safari discográfico en Nigeria
Es un mundo raro el del coleccionismo discográfico creativo. En su faceta más puntera, consiste esencialmente en buscar nuevas islas, continentes desconocidos, planetas olvidados. Como los descubridores, deben bautizar la terra incognita; como los conquistadores, algunos pasan a explotarla. Tiene mucho sentido económico: unos discos anteriormente despreciados, multiplican su precio si se encajan en una nueva etiqueta o si cuentan detrás, como se dice ahora, con un relato fascinante.
Lo hemos visto en las últimas décadas con la recuperación del easy listening, también bautizado como lounge. Una ventaja: suponía un corte de mangas al canon del rock, tal como lo definieron los baby boomers de los 60/70. Un problema: resultó un territorio demasiado grande. Su argumento principal, la nostalgia por tiempos más inocentes, resultaba políticamente sospechoso, con sus mujeres-objeto y sus babosos playboys.
De rebote, se abrió la veda de las bandas sonoras y, en su versión más exclusiva, la “música de librería” (grabaciones genéricas, para su uso en televisión o en cine de bajo presupuesto). Se pueden encontrar excelentes temas -los intérpretes solían ser instrumentistas eficientes- pero el factor fetichista disminuye en la library music por el anonimato y por las portadas, no pensadas para las tiendas.
En
los últimos tiempos, el gran campo de exploración son los llamados
homemade
records,
un nombre un tanto equívoco: había, efectivamente, discos hechos en
casa pero lo habitual era usar estudios -y si se necesitaban,
músicos- profesionales. Hay otras denominaciones -private
pressings,
custom
recordings,
vanity
LPs-
pero su principal característica residía en su marginalidad
industrial. Muchas veces no llegaban al mercado: los propios
artistas se quedaban con la tirada total para satisfacer su capricho
o los utilizaban como elementos promocionales, para conseguir el
ansiado contrato con una discográfica legítima o buscar
actuaciones.
En 2007, ya se habló en estas páginas sobre Working man's soul, unas recopilaciones que picoteaban entre la producción de los artistas que trabajaban en los llamados cabarets, que en la Gran Bretaña industrial eran locales para el esparcimiento de los trabajadores. La tercera división del show business pero un circuito altamente profesionalizado, donde los discos se usaban como carta de presentación y se vendían tras el bolo.
Es decir, que no había mucho frikerío. Y el coleccionista prefiere las vidas disparatadas, las historias dramáticas; los más perversos reverencian incluso la música tan-mala-que-resulta-buena. En los ochenta, se relanzaron las grabaciones de The Shaggs, tres hermanas de New Hampshire que, obligadas por un padre visionario, formaron un grupo y editaron un elepé en 1969, Philosophy of the world. Hubo músicos que argumentaron que su ineptitud las aproximaba a las composiciones de Ornette Coleman (no hay constancia de la reacción de Ornette). Inevitablemente, se formó un culto alrededor de ellas, que inspiró una obra teatral y el obligado disco homenaje, Better than The Beatles (2001).
Una animación de 2005 realizada a partir de The Shaggs
Obviamente, en todos los países salían discos similares. Pero en Estados Unidos, con su tradición de self-made men y la creencia en la reinvención personal, proliferaron. Posiblemente, no deberíamos considerar una casualidad que el autor de la primera visión panorámica del fenómeno sea Johan Kugelberg, un sueco que ha trabajado en discográficas de tronío, como Matador o Def American.En un momento dado, se pasó al "enemigo": ejerce de periodista musical.
Entrevista con Irwin Chusid. Incluye ráfagas de los que denomina outsider artists
Conviene puntualizar que había un precedente en el proyecto Songs in the key of Z, de Irwin Chusid, que buscaba encajar sus hallazgos en la peliaguda categoría de outsider art (y hermanaba francotiradores con figuras del calibre de Joe Meek, Captain Beefheart o Daniel Johnston). Por su parte, Kugelberg ha recurrido a la secta de expertos rastreadores de discos huérfanos para recopilar un monumental libro, Enjoy the experience: homemade records 1958-1992, que junta las portadas de unos 1.200 lanzamientos con textos eruditos, firmados por leyendas del underground digital como Paul Major, guitarrista de Endless Boogie. En la tradición de los propios artistas, Kugelberg ha creado una editorial independiente, Sinecure Books, para editar el tomo.
Aparte,
con el mismo título se ha editado un disco-libro, que en España
distribuye Resistencia. Se trata de un doble CD/LP, con 24 piezas de
otros tantos artistas. En otras manos, esto se hubiera convertido en
una colección de esperpentos. Pero Kugelberg tiene un enfoque más
generoso. Se trata, insiste, de artistas en estado puro, que
generalmente no han pasado por los filtros de managers,
disqueros y productores.
Estadounidense
de primera generación, Kugelberg tiene simpatía por la capacidad de
los nativos para vivir sus sueños a escala local, regional todo lo
más. Se le ha colado algún momento penoso, perteneciente a la
escala más baja del mundo del entretenimiento, pero dominan los
creyentes en sus poderes: funkateros
arrebatados, soñadores psicodélicos, cristianos apocalípticos,
sofisticados a lo Steely Dan, discotequeros que tocaban todos los
instrumentos en plan Prince, la serie B del mundo musical.
No está agotada la cantera, obviamente, pero la vanguardia del coleccionismo ya está investigando otro filón prometedor. Son los tax scam records y obedecen a una tradición tan estadounidense como las anteriores: defraudar a Hacienda. A finales de los setenta, funcionaban sellos pensados para dar perdidas y así permitir desgravar a la empresa matriz: declaraban que habían prensado 20.000 copias de tal título y en realidad eran 500 o la mínima cantidad que aceptara una fábrica. La mayoría de los ejemplares iban directamente a tiendas de vinilos rebajados y eran tan escasos que los coleccionistas han tardado décadas en entender su razón de ser.
Para publicar esos discos tramposos, había que llenarlos de música y allí salían maquetas, masters rechazados, cintas de ensayo, incluso grabaciones ya editadas con otro nombre; en muchos casos, ni se avisaba a los artistas. Al conocedor del lado obscuro del negocio no le sorprenderá saber que detrás de algunos de estos sellos estaban mafiosos como Morris Levy, de Roulette Records. Pero ya hay connoisseurs que aseguran haber encontrado maravillas: Stonewall, Felix Harp, Michaelo, Zoldar & Clark. Si algún día se resuelven los enojosos problemas legales, veremos recopilaciones similares a Enjoy the experience.
Grupo desconocido, sello misterioso que sacaba discos sin promoción: un posible tax scam record
Hay 9 Comentarios
Muchas gracias por descubrirmos, una vez más, lo gránde que es la música.
Publicado por: José Ignacio Tofé Ortego | 07/10/2013 0:14:24
Gracias Diego. La alucinante historia de la música...
Publicado por: Harry | 26/09/2013 4:22:13
Gracias por la correcion Lekumberri. Cuando yo tenia este disco en vinilo tambien tuve alguna agarrada con el acido, de ahi quizas el error.
Desafortunadamente mi coleccion de vinilos paso a mejor vida..........de eso no voy a hablar porque me hace sufrir.
Publicado por: StrongZero | 25/09/2013 6:41:10
"que es arte pero ¡atención! también negocio" Mejor, pienso yo. Si no fuera negocio, no habría. No como la conocemos.
Publicado por: daniel | 25/09/2013 5:58:11
Gracias Diego. La alucinante historia de la música...
Publicado por: miguel | 25/09/2013 1:29:42
¿Los españoles condenados a una vida low-cost...?
Entra aquí: http://yestheycan.blogspot.com/2013/09/vida-low-cost.html
Publicado por: Vergde país | 24/09/2013 22:09:32
"Cottonwoodhill" es el primer disco del grupo Brainticket, no al revés. Yo lo tengo en mp3 y lo descargué legalmente de Emusic, una página de suscripción en la que se encuentran cosas muy curiosas, cuyos derechos poseen legalmente.
Digo esto para aquéllos para los que sientan menoscabo ético por las descargas ilegales.
Publicado por: Sempronio Lekumberri | 24/09/2013 21:26:09
Hola me encanta el artículo, llevo siguiéndote desde hace mucho tiempo, casi podría decir que me aficione a la música viendo "Popgrama" y después de muchos años me decidí a abrir mi propio blog
discosrarosraros.blogspot.com
Lo que yo llamo "Rockliquias", en realidad no son muy raros más bien son discos olvidados por la mayoría.
Me gustaría saber tu opinión sobre el blog, se que estas ocupado pero también espero que te pique la curiosidad. Gracias por anticipado.
Por cierto a Salvador Dominguez le gustó mucho
Publicado por: juan carlos miñana | 24/09/2013 11:01:43
Brain Ticket obra de Cottonwoodhill. Paranoia en acido, como su nombre indica, pero una obra para escuchar si o si. Dificilisimo de encontrar por otra parte.
Publicado por: StrongZero | 24/09/2013 10:57:22