Todavía corre por ahí la boba calumnia de que los periodistas musicales son músicos frustrados. Aunque así fuera, hay ilustres ejemplos de plumillas que realizaron con éxito la transición al escenario, al estudio de grabación: Lenny Kaye, Chrissie Hynde, Neil Tennant, incluso Mark Knopfler si me apuran. Por cierto que cada vez es más frecuente el trayecto contrario: músicos que terminan ejerciendo de periodistas.
Tiene sentido profesional, cierto, en países donde existe cultura musical y ese trabajo está valorado. En Estados Unidos, encuentras músicos con demostrada vocación de eruditos, que publican libros de nivel: pienso en Ben Sidran, Elijah Wald, Ned Sublette. En Inglaterra, con un prensa potente (tradúzcase por “que paga bien), son frecuentes los músicos -o ex músicos- empotrados en la trinchera del periodismo, con colaboraciones regulares y agenda estética propia.
Dos de ellos han sacado voluminosos tomos recientemente, ambos en Faber & Faber. Y se complementan de alguna manera, ya que representan dos extremos del arcoíris que es hoy la música popular: apenas hay coincidencias en artistas. Copendium ofrece un compilado de las críticas de discos –extensas y divagantes, a lo Lester Bangs- que factura Julian Cope, centradas en el rock alucinado o experimental; el hombre de The Teardrop Explodes, recuerden, firmó trabajos pioneros sobre el rock alemán y el ya decididamente exótico rock made in Japan.
Pero hoy toca destacar Yeah yeah yeah, de Bob Stanley, más conocido en España por ser una tercera parte del grupo Saint Etienne. De cualquier modo, urgía celebrarlo ya que pretende cubrir nada menos que "la historia del pop moderno" (en realidad, Stanley se para antes de llegar al turbulento presente siglo). Trabajos tan panorámicos son extremadamente raros. Y Yeah yeah yeah pertenece a la categoría superior. Para entendernos, se trata de algo así como el hijo listo de Awopbopaloobop alopbamboom: una historia de la música pop. Las frivolidades, las condenas tajantes del enfant terrible que era Nik Cohn son aquí reemplazadas por la pasión de la urraca, que acumula las joyas halladas, haciendo un provechoso uso del pie de página.
Además, con 800 páginas, parece difícil que alguna editorial se decida a traducir Yeah yeah yeah. Decididamente anglocéntrico, Stanley tiende a describir la evolución del pop como un inacabable combate de agudezas entre el Reino Unido y los Estados Unidos. Aunque me conquistó al citar, en su prólogo, a Waldo de los Ríos (sí, su arreglo de la Sinfonía nº 40 mozartiana fue gran éxito en 1971 en varios oaíses europeaa) y afirmar que forma parte de su universo particular con el mismo derecho que Laurie Anderson (O superman) o los Marcels (Blue moon).
Un disco grabado en España que llegó al nº 5 en el Reino Unido allá por 1971. ¡En serio!
Esencialmente, Stanley está interesado en la música que fue masivamente popular, tal como lo reflejaban las listas (lo certifica incluyendo puntillosamente el puesto más alto alcanzado por cada tema). Para él, el mejor pop es efímero a la vez que eterno. Aparte del misterio de la melodía adhesiva, está la fórmula de elaboración: una amalgama de convicción vocal, energía instrumental e inventiva en la producción. Desconfía de las ocasionales penetraciones del pop en el jazz. Deplora el momento en que los elepés empezaron a ser valorados por encima del single. Se desmarca de la corriente principal del periodismo musical al rechazar el rockismo y el mito de la autenticidad.
¡Aviso! Stanley odia a los artistas que se toman a si mismo demasiado en serio; obviamente, su propia postura es una forma de esnobismo. Así que no se alteren si encuentran que menosprecia a los Doors, Patti Smith, Radiohead o Tom Waits (ajeno a los charts, Tom sencillamente es ignorado, aunque cumpliría el requisito como autor de éxitos para otros).
En verdad, sí que encuentras algunos motivos para alterarte. Un ejemplo: Stanley usa el comodín de la “autenticidad” a fin de devaluar los discos de Island Records con los que Bob Marley se hizo icono universal entre la tropa del rock. Por el contrario, siguiendo sus planteamientos, debería haber aplaudido la astucia de Chris Blackwell, jefe de Island, y la flexibilidad del propio Marley, que supo distinguir entre las grabaciones para el mercado jamaicano y las destinadas al consumo global. El ataque, como suele ocurrir en textos de Simon Reynolds, parece más antipatía personal por un determinado público que rechazo específico de un artista.
Con todo, Yeah yeah yeah produce un efecto intoxicante. El contagioso fervor de Stanley despierta ansiedad por escuchar tantas gemas olvidadas. Tiene arte para contar las grandes historias desde una perspectiva fresca; figuras monumentales o artistas de serie B son descritos con unos brochazos eficaces. Refractario a los tópicos, encuentra tesoros en las etapas supuestamente baldías. Y funciona con luces de larga distancia: de repente, sugiere que The Time fueron, para el pop-soul de los ochenta, el equivalente de The Byrds para el rock californiano de los sesenta. Un disparate, pero te hace pensar durante unos segundos.
Una curiosidad: Saint Etienne haciendo música para un documental de Paul Kelly
Los que conozcan los seductores discos de Saint Etienne fácilmente imaginaran los subgéneros que más interesan a Stanley, de los girl groups al indie dance (aunque se muestre igualmente perspicaz en sonidos aparentemente más lejanos, como el hip-hop o el post-punk). Una advertencia final: se para a finales del siglo pasado, cuando comienza la era digital.
Stanley viene a reconocer que su brújula ya no funciona. Mejor dicho, que no tiene fiabilidad: sus queridas listas de venta son manipuladas regularmente por expertos en marketing. Ya no hay puntos de referencia universalmente aceptados: la prensa musical ha perdido relevancia e incluso la BBC multiplica sus emisoras de pop, asumiendo la fragmentación del público. Ha mutado la experiencia de consumo y apreciación del pop. Y todavía es pronto para entender plenamente cómo ha impactado eso en nuestras vidas y en la elaboración del pop.
Los años que Bob Stanley no llega a cubrir (lo entiendo, claro que lo entiendo)
Hay 12 Comentarios
No entiendo el artículo: ¿se refiere a frustración sexual?. ¿Qué nos importa a la gente las interioridades de los demás?
Publicado por: Ana Rasado Contó | 26/03/2014 8:20:56
Señor Manrique, diría yo que todos los periodistas son músicos. Frustrados o no, eso ya es otra cosa
Interesante.
Publicado por: Piensa en Brooklyn | 25/03/2014 16:57:48
faijojsdfaifa
Publicado por: mart | 25/03/2014 13:36:07
Yo también soy un músico frustrado, y escritor frustrado, y actor porno frustrado, y catador de vinos frustrado, y pintor frustrado, y ....
http://elmejorhumorinteligente.blogspot.com/
Publicado por: DeMentes | 24/03/2014 9:38:54
Parece un libro interesante. A ver si me acuerdo de comprarlo, y puedo leerlo. Por lo que cuenta Manrique, este tío tiene misma sensibilidad por la canción pop que yo. Pero yo sigo creyendo que una gran canción pop, interpretada con brillantez y convicción, y pergeñada con inventiva, puede poner a escuchar al unísono a una gran mayoría de gente, por muy hipster o paleta que sea.
Publicado por: Bundle | 22/03/2014 22:47:20
No es periodista, ni este tema es del estilo que le gusta a Diego A. y a sus lectores, pero escuchad la cálida voz de esta chiquilla, que tiene que ir creciendo.
https://www.youtube.com/watch?v=G-JZJvcT2Q0
Publicado por: Vibrimar | 22/03/2014 11:10:59
Ah!... y mis disculpas a DAM por salirme del tema...
Publicado por: Aldoux | 22/03/2014 3:07:58
Una más, Perico: tras la guerra civil muchos músicos Españoles emigraron a USA y curiosamente casi todos los que practicaban la guitarra Flamenca se asentaron en California. De entonces data el interés de muchos guitarristas Californianos por el Flamenco (como por ejemplo Robbie Krieger de The Doors) y la innegable impronta Flamenca en la guitarra Surf así como en las bandas de Rock instrumental de los primeros años 60. Saludos...
Publicado por: Aldoux | 22/03/2014 3:06:28
¿La corriente principal de la crítica son rockeros bola ocho obsesionados con la autenticidad? Quien lo diría leyendo la Mojo o alguna otra de las revistas que dicen lo que mola (perdón, que es cool) y lo que no. ¿La propia Rolling Stone en la que usted trabaja le ha dado alguna vez una portada a Motörhead? (grupo que me aburre hasta el tuetano, por cierto, pero eso es otra historia.). O Mojo, Uncut y similares son bola ocho y yo tengo problemas para comprender el inglés o sobrevalora usted el peso de revistas como la Classic Rock y... mmm... la verdad es que dejando aparte las españolas y las del heavy no conozco otra revista extranjera con gran difusión en este país que se pueda adscribir a esa ideología "rockista", que por otra parte detesto. Casi tanto como las boutades de listillo de la clase de gente como este hombre
Publicado por: José Fernández | 21/03/2014 21:55:56
Diego A., comentando el artículo del día 17, “Basta de complejos”:
Sí hay músicos guiris interesados en el flamenco, aunque tal vez más en la guitarra que en el cante.
En la relación de gente que le ha influido, F, Zappa menciona en el disco Freak Out! (The Mothers Of Invention, junio 1966) a Sabicas.
Si no me falla el recuerdo, en la primera mitad de los setenta y con motivo del concierto de Emerson, Lake & Palmer en España (¿Madrid?), el telonero fue……Paco de Lucía, por interés del G. Lake (al menos así lo relataba Disco Expréss en los números en que anunciaba el concierto y en el que comentaba los resultados. Fue mi primer conocimiento de su existencia; todavía no era muy popular “Entre dos aguas” y menos entre la gente de las provincias del interior del país).
En la entrevista que realiza Berit Böhme a Paco Lira (http://www.flamenco-world.com/magazine/interviews/lira/elir.htm), le pregunta (copio literal):
“B.¿Cómo se sabía que había un lugar vuestro? ¿Por propaganda oral?
P.L: Siempre ha sido propaganda oral. Nunca he hecho publicidad. A veces me obligan por compromiso con algún amigo, pero no me interesa. Porque me trae un público ajeno a lo nuestro que no comprenderá nunca esto. Tardará muchos días en quedarse con las coplas... Y fíjate, nosotros, sin hacer publicidad... por mi casa pasaban todos los más grandes de la música de todos los sitios. Por ejemplo el Pete Seeger. Le conocí en el 62, 63.
Pero vamos, Frank Zappa, de la gente moderna, de la movida moderna, Frank Zappa frecuentaba mi casa mucho, incluso el Peter Gabriel hace poco que estuvo por aquí. Pero a mí me pone más Frank Zappa. Frank Zappa era un intelectual. Además un hombre muy sencillo, nada de los artistas de ahora, que son exhibicionistas.”
Es una muestra, hay otros ejemplos de músicos extranjeros con interés por el flamenco, incluido el cante, fuera del mundo del jazz. Quizá Gualberto podría hacer algún listado interesante, por su experiencia.
Vale, no es generalizable, pero ¿lo es entre los españoles? (el gusto por el flamenco digo, y por el cante en concreto).
Publicado por: Perico | 21/03/2014 20:59:19
A mí me parece obvio que hay más periodistas musicales que son músicos frustrados que lo contrario. Ninguna de las dos cosas me importa: si un músico, o un periodista musical, son buenos en lo que hacen, eso es todo lo que les pido. Sus frustraciones, caso de que las tengan, son cosa suya, no mía.
Publicado por: pedro ramos | 21/03/2014 20:44:57
Sus recopilaciones son muy buenas. Seguro que sabe de lo que escribe.
Publicado por: Jose | 21/03/2014 18:11:50