Desde hace una eternidad, la industria musical española sólo se manifiesta públicamente para emitir quejas. Llora tanto que olvida reclamar su condición de (imprescindible) agente cultural; puede que ni siquiera haya interiorizado esa labor clave.
Por eso, nos resulta tan llamativo lo que la industria hace por ahí fuera: reivindicar su conexión con la música y sus creadores, sus empaquetadores, sus consumidores. Anticipándose al Record Store Day –que en 2014 se celebró el sábado 19 de abril- se editaron tomos sobre la melomanía. En Estados Unidos, salió Dust & grooves, el proyecto global del fotógrafo Eilon Paz, reconocido como libro oficial del Record Store Day. Pero me quedo con Passion for vinyl: lo saca una empresa aparentemente tan poco glamurosa como Record Industry BV, una fábrica de vinilos en la ciudad holandesa de Haarlem.
En realidad, Record Industry tiene medio siglo de historia detrás. Es heredera de la gran independiente neerlandesa Artone Gramophone, que en 1969 fue adquirida por la multinacional CBS. En las siguientes décadas, su factoría funcionó cómo principal suministradora de discos para las filiales europeas de CBS (con toda seguridad, tienes prensajes suyos en tu colección). No pudo hacer lo mismo con el CD, que CBS/Sony prefirió fabricar en Austria. Hacia 1998, comenzaron las jubilaciones anticipadas: la planta de Haarlem, que alardeaba de superar en calidad a la de los japoneses, parecía abocada al cierre.
Surgió Ton Vermeulen, que compró el negocio y supo reanimarlo. Vermeulen había editado dance music, lo que tiene sentido: fueron los pinchadiscos, con su demanda de maxis de 30 centímetros, los que mantuvieron las prensas activas cuando reinaba el CD. Aprovechando el actual boom del vinilo, Record Industry BV ha prosperado, aunque sin llegar al ritmo de producción de la era Thriller, cuando se trabajaba en tres turnos, 365 días al año.
Passion for vinyl cuenta esa modesta epopeya pero dedica el grueso de sus páginas a perfiles de tres docenas de personas relacionadas con la música: técnicos, trabajadores de discográficas, dueños de tiendas, diseñadores gráficos, recopiladores, DJs, artistas (Henry Rollins, Mala DMZ, Ed Motta etc).
El gran Motta es el protagonista de la historia más delirante: con los bolsillos llenos por una publicidad bien pagada, viaja a Amsterdam para comprarse un apartamento. Pero comete un error: empieza visitando las tiendas de discos y son tan fabulosas –¡puedo dar testimonio al respecto!- que no sale de ellas, aparte de para cenar, probar vinos caros y conseguir, eh, “algo para fumar”. Al cabo de dos semanas, descubre que el presupuesto para su pisito se ha evaporado. Y se vuelve al Brasil. Feliz y con sobrepeso de equipaje, eso sí.
En contra del tópico, pocos de los entrevistados son fundamentalistas. Passion for vinyl muestra una rica variedad de experiencias vitales: en general, se combina la ceremonia sagrada del tocadiscos con la escucha utilitaria en CD y mp3. De hecho, hasta aparecen fanáticos de las pizarras, las placas de 78 rpm. El retrato final es el de un mercado fragmentado en nichos.
Un tipo listo es el alemán Andreas Spreer. Su sello de música clásica, Tacet, publica referencias en vinilo, CD, SACD, DVD-A y Blu-ray. Para resolver la brutal dinámica del Bolero, de Ravel, Spreer ideó un LP donde el surco viajaba desde la galleta hasta el borde del disco.
No todos están contentos con la mitificación del vinilo. Nigel House, copropietario de la tienda Rough Trade, se inquieta por el carácter totémico del elepé: ha detectado abundantes compradores que los guardan sin usarlos, prefiriendo las descargas o el streaming para el consumo diario.
Según el audiófilo Michael Fremer, la degradación del sonido es anterior al CD o el mp3. Partió de la implantación de las grabaciones digitales: evoca su decepción al escuchar el primer LP que prescindía de la cinta analógica: se trataba de Bop till you drop, obra de -bonita paradoja- un artesano llamado Ry Cooder; para Fremer, “sonaba chillón, estridente, lacerante”.
Bernie Grundman, experto en mastering, se horroriza: el estándar de la industria es ahora el volumen agresivo, al borde de la distorsión, algo que no ocurre con el vinilo, por sus condicionantes técnicos. Steffi, DJ holandesa instalada en Berlín, avisa que pinchar con archivos digitales facilita los excesos de sonido y terminará afectando el oído de los asistentes.
Y no podía faltar el coleccionista loco. Craig Kallman, capo de Atlantic Records, asegura almacenar 750.000 discos; sólo puede guardar 25.000 en su casa de Manhattan. Su hazaña queda relativizada al saber que Kevin Lewandoski, fundador de Discogs.com, tiene en su base de datos cuatro millones de lanzamientos. Y cada semana se añaden unos cuantos miles.
Reportaje sobre el trabajo en Record Industry BV; está en alemán pero se entiende (olviden al chistoso del final)
Hay 7 Comentarios
Je, je, je...desde luego, no compraba discos. Cuando coincidíamos en viajes al extranjero, nunca me acompañó a las tiendas de discos. Yo sí le acompañé alguna vez a las boutiques donde compraba su ropa...cada loco, con su tema.
Publicado por: Diegoapunto | 06/05/2014 10:21:40
¿750.000 discos? Bah, minucias comparados con los tres millones de Julian Ruíz xDD
Publicado por: José Fernández | 02/05/2014 22:46:31
Impagable la foto de Jimi con un par de discos de Blues bajo el brazo; al fondo se nota parte de la portada del album Delicious Together de Betty Everett & Jerry Butler lo que demuestra cómo los grandes músicos nunca se ponen barreras a la hora de escuchar. Según el periodista Neoyorkino "Meatball" Fulton (quien fue a la casa que Hendrix alquiló en Woodstock en 1969 para entrevistarlo y al final se quedó un par de días) en la colección del guitarrista había de todo: desde CSN, Dylan y Blind Faith hasta West Montgomery y Arnold Schonberg pasando por Marlene Dietrich... si eso no era ser ecléctico...
Publicado por: Aldoux | 01/05/2014 19:20:10
Una pregunta a quién sepa: Es cierto que el sonido de los singles estaba grabado a mayor volumen, porque eran estaban destinados a uso promocional; radiofónico, guateques y discotecas, por lo que se los acondicionaba para tener mayor impacto y engolosinar con su "potencia" para que te pillases el lp ? Si algún experto me puede aclarar eso...
Publicado por: Pep Inus | 01/05/2014 13:14:29
Chulo artículo, pero ya lo había editado Manrique hace unas semanas, no ? Por cierto, en la época dorada de los vinilos-gadget (fotodiscos, formatos "cuadrados" etc...) creo que fueron los siempre avispados KISS quienes sacaron un maxi - la historia de los maxis merece otra reseña aparte de Diego) en que los surcos de dos canciones se hallaban en paralelo en la misma cara, y no consecutivamente; ponías "el tema" una vez, y te sonaba; lo ponías de nuevo desde el principio... y era otro tema ! El gag consistía en tener buen ojo y acertar con el surco adecuado cuando ponías tu aguja. Otro tema paralelo que merecería un articulote de Diego es el de las portadas, tan espectaculares a veces en los lp's, tan escuchimizaditas en los cd's. Tanto artistas hubieron en ese menester artístico como Szabó, Hipgnosis ... que merecerían una "rescatadita" del olvido! Porque no olvidemos que lo primero que contemplabas de un lp antes de pillártelo era su envase.
Publicado por: Pep Inus | 01/05/2014 13:11:05
Estoy muy de acuerdo en que el artículo es excelente, e incluso dan ganas de indagar más. Yo también intuía lo que señala Grundman: a mejor tecnología, más alto puedes mezclar, y se nota en cuanto enciendes la radio. Si algo, se echa de menos que el propio autor del artículo aporte sus propias valoraciones, en comparación con las que salen en el libro reseñado.
Publicado por: Bundle | 01/05/2014 10:11:32
Muy revelador el comentario de Michael Fremer. Una de las razones por las que decidí pasar de las rediciones de Los Beatles en vinilo fue el descubrir que los transfers se hicieron de las matrices digitales preparadas para las cajas de CD's del 2009, las cuales entre paréntesis no respetan las mezclas originales (Help! y Rubber Soul utilizan los remixes que hizo George Martin en 1987). Lo mismo ocurrió con la caja de vinilos de Los Stones: el sonido es grotescamente chillón e incluso inferior a los CD's remasterizados por Bob Ludwig en 1994. De paso Sr. Manrique excelente artículo... seguramente sus no-fans encontrarán algo de qué colgarse para escupir bilis.
Publicado por: Aldoux | 30/04/2014 20:59:26