Rock the casbah: 35 años de represión

Por: | 28 de mayo de 2014

 

Europa se autocongratula: somos tolerantes, votamos a Conchita Wurst en número suficiente para lograr que ganara Eurovisión. Al menos, esa es la lectura de Conchita, que destaca que los eurofans ignoraron la antipatía oficial de Rusia o Turquía ante su presencia. 

Cierto: debemos celebrar el vivir en un espacio de (relativa) libertad, una libertad desconocida en otras latitudes. La pasada semana, asistimos a un zarpazo de intolerancia que, me temo, pasó casi desapercibido. Por lo menos en España, donde los horrores de Irán no provocan manifestaciones, concentraciones ante la embajada o comunicados de condena. Igual me perdí algo, debe haber alguna ley no escrita que limita estas protestas a acciones de Estados Unidos.

  

Seguro que conocen el efervescente “Happy”, de Pharrell Williams. Desde su publicación en noviembre de 2013, se convirtió en un fenómeno viral. Lo alentó el astuto Pharrell, que patrocinó lo que llamó “el primer video de 24 horas del mundo”, con 360 recreaciones del clip original.

Muchos segmentos estaban rodados por profesionales, con steadicam y en Alta Definición; abundan los famosos y famosetes del mundo del espectáculo de Los Ángeles. Me temo que Pharrell infravaloró el vector de la ansiedad contemporánea por formar parte de una comunidad virtual. Inmediatamente, por todo el mundo surgieron versiones donde los protagonistas proclamaban su felicidad. Hay una página web que, a estas horas, reúne unos 1.900 videos más o menos caseros. Allí no encuentro, ay, mi “Happy” favorito, donde baila Levanna Mclean, una jovencita de Bristol que sube unos simpáticos videos habitualmente hechos a partir de joyas del northern soul.

  

Todo se habría quedado así, como otro récord del mundo digital, de no ser por la decisión de una productora de Teherán de apuntarse. Resulta enternecedor, por la sensación de que los protagonistas querían vestirse como hipsters occidentales y les falló el vestuario; en particular, las chicas parecen haberse quedado en el look de Madonna años ochenta. O vaya usted a saber: ellas juran que llevaban pelucas, para evitar el tabú de exhibir su propio pelo.

 

Lo que a nosotros nos resultaba inocente, a ojos de las autoridades iraníes era obsceno. ¡Jóvenes tocándose mientras  bailan en una terraza! ¡Payasadas en una habitación! ¡Mujeres que no llevan hiyab! Revísenlo a ver si detectan donde está la “vulgaridad” y el “daño a la castidad pública”. A las pocas horas de darse la alarma, la policía había detenido al menos a media docena de los participantes.

Ninguna hazaña detectivesca, por cierto: al final de Happy We are from Tehran se incluían créditos. Fueron capturados aprovechándose de su buena voluntad: se les avisaba falsamente de que un amigo había sufrido un accidente y, cuando llegaban, al calabozo.

 

Arriba tienen  un reportaje de la televisión gubernamental particularmente repugnante: los arrestados –ellas, ahora con los obligatorios pañuelos islámicos- aseguran que fueron engañados, que creían participar en un casting. Y el jefe de policía extrae la moraleja: “nuestros queridos jóvenes deberían intentar evitar a ese tipo de gente. Actores, cantantes y ese tipo de problemas. Intenten evitarlos”.

IRAN BoKSNZbIIAA-Bby.jpg largeInmediatamente, Twitter ardía con la consigna #freehappyiranians. Intuimos que en el recalentado invernadero que es la política iraní, el asunto servía una vez más para enfrentar a los aperturistas con los guardianes de la ortodoxia revolucionaria. Fue el presidente de la República Islámica, el moderado Hasan Rohaní, quién resolvió el conflicto. Hizo público un tuit en inglés que citaba un discurso del año pasado: “la felicidad es un derecho de nuestro pueblo. No deberíamos ser demasiado duros con comportamientos causados por la alegría”. Los protagonistas apresados eran liberados tras pagar una considerable fianza pero el director del video continuaba entre rejas. En la comisaría, nos contaba Ángeles Espinosa, fueron humillados y amenazados.

Todo el asunto puede parecer trivial pero cada cual tiene una  balanza para calibrar el grado de autonomía individual en un país. De Irán, uno recibía mensajes contradictorios. Visitantes que traían historias de horror, diplomáticos que contaban que, en las residencias del norte de Teherán, una vez que traspasaban las puertas, sentían que habían vuelto a las fiestas del Madrid de la movida (usen su imaginación…)

 

Por cierto, hacer rock está vetado en Irán: lo cuenta aquí un miembro de The Muckers en primera persona. Si las patrullas de la moral detectan un concierto, destrozan instrumentos y equipo. Terminan en la comisaria todos: músicos y público. La imposición de Jomeini, en 1979, ya fue denunciada por The Clash, con “Rock the casbah”. Era una coña de Strummer -vean abajo el video- pero la prohibición ya dura 35 años: es muy real y destroza vidas.

  

Hay 6 Comentarios

Fat Fredy; Gallifante para ti.
Yo no soy antiamericano,de hecho, como español nacido en el 80 soy tan hijo de la cultura yankee como de la española;me explico, crecí viendo peliculas de Spielberg , Swarzenegger, a Michael Jackson hacer el moonwalk y a Jordan canastas.
Otra cosa es que no me gusta que vendan las geopolíticas de un Imperio que no me reconoce como ciudadano( cierto que Obama le dice a Rajoy los recortes a hacer, sin embargo yo no lo puedo elegir) todo ello en un post con un título que yo creía que analizaría un disco de the clash.
Pero, sin problemas, tu te lo guisas tu te lo comes

Comprendo parte de lo que argumentas, Fat Fredy. Creo haber comentado varias veces mi impaciencia con esa gente de doble moral, que se indigna ante alguna catástrofe humanitaria y pide a gritos que Occidente se implique. Las mismas voces que luego se escandalizan si los estadounidenses (o los británicos o los franceses) bombardean y hay victimas civiles. Tremenda paradoja: los muertos que liquida el tirano de turno cuentan infinitamente menos que los que mueren en la intervención occidental.

Menuda sorpresa, en los años que llevo siguiendo al señor Manrique debe ser el promer comentario en el que pide q se trate a los norteamericanos con cierta ecuanimidad.. Y encima se lo echan en cara..
Este país pequeño de gente pequeña y acomplejada, donde no nos cortamos en importar un solo anglicismo ni en importar cualquier moda por estúpida que sea, donde incluso celebramos el Halloween, donde no somos capaces de filtrar lo foráneo y desconstruirlo en algo nuevo con elementos propios, donde mandamos a nuestros representantes cantando en ingles a Eurovision o sin termino medio directamente les mandamos productos de gitaneo casposo.. resulta q sin embargo somo anti americanos 100% , lo llevamos en nuestros genes..Es el imperio que nos ha tocado vivir y menos mal que ha sido el americano. Yo me siento más a gusto en el imperio americano que en un hipotético imperio nazi o stalinista, y esos señores que despreciamos con tanta alegria con sus miles de fallos nos han salvado varias veces.. y lo que es peor y nos fastidia más dado nuestro natural envidioso: SON MEJORES ...Y TU LO SABES
Y ahora me voy a pinchar algo de la Creedence, lo escuchareé mientras me bebo una Mahou pero es que aquí tambien hay cosas buenas, ...
Enjoy the ride ;)

Creo que la canción Rock the casbah surgió porque Strummer se entero que en un país islámico condenaron a un joven a unos latigazos por tener un disco de rock

Estosuena propaganda yankee, Manrique atus zapatos..

Un señor con barba, vestido de mujer, independientemente de su orientación sexual, es muy casposo. Y Europa comparte en Eurovisión aquellas cosas que son comunes a todos sus miembros... entre ellas toneladas de caspa

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Sobre el blog

¡Tanta música, tan poco tiempo! Este blog quiere ofrecerte pistas, aclarar misterios, iluminar rincones oscuros, averiguar las claves de la pasión que nos mueve. Que es arte pero, atención, también negocio.

Sobre el autor

Diego A. Manrique

, en contra del tópico que persigue a los críticos, nunca quiso ser músico. En su salón hay un bonito piano pero está tapado por montañas de discos, libros, revistas. Sus amigos músicos se enfadan mucho.

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