A Harrison Ford no le gustan los bocadillos transgénicos

Por: | 31 de marzo de 2013

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Cartel promocional de El Fugitivo. Cortesía de Warner Bros.


Si algo tiene de bueno y de malo el cine son los estereotipos. ¿Quieren ustedes un malvado creíble? Pongan a un científico sin escrúpulos a cargo de una multinacional farmaceútica como Jeroen Krabbe, el excelente actor holandés que hace de médico malvado frente al bueno de Harrison Ford –el doctor Richard Kimball–en El Fugitivo. Ahora solo falta el hecho de que un fármaco milagroso para el corazón, el Provasic, no sea tan milagroso, después de todo. Nuestro amigo Krabbe sabía que causaba hepatitis, pero engañó a las autoridades. Y como el bueno de Ford lo había descubierto, a Krabbe no se le ocurre otra cosa que orquestar la muerte de su esposa y echarle las culpas al héroe, el doctor Kimball. El argumento de que alguien que trabaja para un laboratorio encarga asesinatos funciona en taquilla (368 millones a nivel mundial en 1993). 

Otro ejemplo, en una película que me gustó bastante más. El Jardinero Fiel, basada en la novela de John LeCarre. De un director extraordinario, Fernando Meirelles. Una activista, interpretada por la guapísima Raquel Weisz, descubre que una farmacéutica está utilizando a la población de un país africano como conejillos de india para experimentar con un fármaco. Weisz es asesinada y su marido, Ralph Fiennes, un diplomático británico, se ve envuelto en una intriga hasta que descubre que Billy Night, un político del gobierno británico, está en el ajo, con acuerdos con una multinacional farmacéutica para ensayar casi gratis un medicamento contra la tuberculosis en África. Los intereses económicos en juego son enormes.

Los laboratorios son siempre los malos de la película. Ahora bien, ¿han hecho méritos suficientes para ganarse ese papel ante el público? ¿Qué le parece al lector?

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Ralph Fiennes y Raquel Weisz en una escena de El Jardinero Fiel. Cortesía de Focus Features.


Hay una cara y una cruz. La cruz: no cabe duda que la curación de las enfermedades se ha convertido en un negocio formidable que mueve miles de millones de dólares, sobre todo en los países ricos. Y que las multinacionales en general han prestado poca a nula atención a las enfermedades tropicales que asolan las poblaciones de los países en desarrollo.

Por no mentar casos documentados en los que la mayoría de los ensayos sobre moléculas con valor terapéutico que resultan positivos están financiados por la industria –omitiendo aquellos ensayos que resultan negativos. Como descubre nuestro doctor Kimball. Una molécula que funcione es un botín inmenso. Por mucho que se quejen los laboratorios, los buenos fármacos dan beneficios fabulosos. Se de buena tinta que las multinacionales farmacéuticas no acuden a los bancos para financiarse. Se financian solas. Como las petroleras.

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Cartel del film de Fernando Meirelles, el Jardinero Fiel. Focus features.


La cara: me alegro profundamente de que los laboratorios continúen investigando para generar nuevos antibióticos y medicinas más eficaces para salvar vidas: son nuestra única opción frente a la aparición de bacterias resistentes. Hay formas de tuberculosis que se están extendiendo y que no pueden pararse con los antibióticos tradicionales. ¿A quien acudimos? Claro que en el Jardinero Fiel, los métodos que utilizan para proteger sus intereses son propios de sicarios.

Al mismo tiempo, sacar un nuevo fármaco es carísimo. Unas cuantas cifras. Una nueva molécula que pase todos los controles cuesta diez años de trabajo y un coste que oscila entre 1.300 y hasta 10.000 millones de dólares. ¿Como recuperar esa inversión?  Los últimos tratamientos contra el sida están arrinconando al virus VIH, hasta el punto de que ya no es sinónimo de sentencia de muerte, pero un tratamiento de última generación cuesta entre 2000 y 5000 dólares al mes, y quizá, a lo largo de la vida del paciente, llegar a costar medio millón de dólares –unos 391.000 euros.

Ahora bien, ¿qué posibilidades tiene un africano de Botswana o Lesotho, los dos países con una tasa de infección más alta de VIH, de acceder a estos tratamientos tan costosos? Ninguna. Pero, y aunque no lo crean, la lucha del sida en África tiene muchísimo que agradecer a un político llamado George W. Bush. ¿Creen que estoy de broma?

Hablo muy en serio. Hay una faceta poco conocida, y es que el mandatario norteamericano que involucró al mundo en la guerra de Iraq aprobó la financiación de un formidable paquetes de ayudas de medicamentos antiretrovirales para muchos países africanos. Los expertos del Fondo Mundial contra el Sida la Tuberculosis y la Malaria, así lo reconocen. Gracias a Bush, se ha podido en parte frenar la expansión del virus del sida.

 ¿Qué ocurre cuando las grandes multinacionales meten su cuchara en nuestro plato? Manipulación genética. Alimentos transgénicos. Filetes de vaca transgénicas. Al público –sobre todo el público español– nos asusta todo esto. O nos causa recelo, en el mejor de los casos. Aunque todo lo que compramos y comamos pertenezca ya a una multinacional. No nos gusta que no lo recuerden en la mesa.

Las multinacionales dominan el mercado mundial de las semillas y de los alimentos, y ahora quieren modificarlos para obtener más beneficios.  ¿Se comería Harrison Ford un bocadillo transgénico? Seguramente no, aunque vive en el país más laxo del mundo a la hora de etiquetar este tipo de alimentos. Muchos americanos comen transgénicos sin saberlo. El etiquetado en EE UU es voluntario.

Si nuestro doctor Kimball fuera diabético, seguramente no le hubiera importado inyectarse insulina generada en el interior de una bacteria gracias a la ingeniería genética. Cuando se trata de curar, no nos importa si los medicamentos se han obtenido mediante manipulación genética, nos razona Jose Antonio López Guerrero, investigador del Centro de Biología Molecular  y autor de un libro muy recomendable, Ciencia en Grageas (Turpial).

Ciencia-en-grageas2Guerrero no tiene inconveniente en declararse partidario de la investigación de los transgénicos. Siempre que estos alimentos se sometan a los mismos controles, que lo que se lleva a la boca sea inocuo, seguro, sabroso y barato.

Cita posibilidades fabulosas que ofrece la tecnología; semillas de maíz ricas en vitamina A, C y ácido fólico para evitar "la carencia de vitaminas que sufre hasta el 50 por ciento de la población mundial", desarrollada por científicos españoles; y que incluso tiene la capacidad de generar anticuerpos contra la transmisión del virus del sida. O tomates con altas cantidades de antioxidantes, saludables hasta el punto de que podían protegernos de la aparición de los tumores, según estudios hechos en animales...una tecnología que podría ayudar a alimentar en el futuro a 9.000 millones de personas.

 

 

 

 

 

 

 

Hay 5 Comentarios

Tenemos mucho miedo a los trasgénicos en general. Poca gente los elegirían frente a los alimentos naturales. Sin embargo, si somos capaces de beneficiarnos de la ciencia para curar enfermedades, ¿por qué no aprovecharnos de los beneficios que ciertos alimentos -como los tomates de los que habla el sr Ariza- nos pueden traer? La respuesta, claro está, reside en una mayor transparencia de estas empresas a la hora de informar y concienciar a la población de los beneficios de los avances de la ciencia en esta materia.

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Por desgracia, en el cine vende más lo catastrófico, que el hombre muerda al perro... Incluso, cuando se habla de catástrofes, como no se exagere al máximo, no vende. Ahí está el caso de Contagion, una cinta recomendable por su buen asesoramiento científico pero, claro, los contagiados por virus no se vuelven zombies comecarnes... La biotecnología ha hecho mucho bien por la sociedad... hasta que las cintas de las películas no supongan un peligro para la seguridad humana, por ejemplo... Un abrazo

No tengo nada en contra de cualquier avance, pero en todos los casos y sin excepciones se debe informar a los usuarios de lo que consumen.

Carla
www.lasbolaschinas.com

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Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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