El terrorista más oscuro

Por: | 02 de mayo de 2013

 

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Una escena de La Noche más Oscura. Corrtesía de Sony Pictures.

De todas las películas que compitieron por los Oscar, la que más me impresionó es La Noche Más Oscura, (Zero Dark Thirty), de la ex-mujer de James Cameron, Kathryn Bigelow. La escena en la que el grupo de agentes de la CIA tratan de localizar al correo de Bin Laden en un mercado de Islamabad es antológica, llena de tensión y suspense. Representa la lucha de una organización que cuenta con un presupuesto de miles de millones de dólares contra otra –la red Al qaeda–creada antes de que surgieran los móviles e internet. La tecnología es el talón de aquiles para todo aquel que quiera ocultarse ante el mundo y permanecer invisible, y la localización de este enlace al terrorista más buscado ocurre precisamente gracias a la interceptación de su teléfono móvil.

Dejando aparte el tema de la tortura expuesto en la película y la reacción del gobierno americano, el film presenta una historia fascinante que curiosamente parece haber caducado. Desde los atentados del 11 de septiembre, la red de Al qaeda se ha debilitado bastante. El terrorismo ha evolucionado de forma vertiginosa hasta sufrir una especie de descentralización que sigue descolocando a las autoridades de todo el mundo. Scott Atran es un antropólogo social de la Universidad de Michigan que dirige el Centre National de la recherche Scientifique en París. Ha viajado por todo el mundo, especialmente Indonesia, para hacer estudios de campo y estudiar el proceso de radicalización de grupos de jóvenes que bordean la yihad, la guerra santa contra Occidente. Ha publicado un libro fantástico, Talking to the Enemy, en el que desgrana sus conversaciones con estos jóvenes e imanes que bordean o alientan el terrorismo.

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Mantengo contacto con Scott desde los tristes atentados de Madrid, y cada vez que sucede algo así, compruebo que sus tesis son las más acertadas. Somos testigos de una época en el que el terrorismo está cada vez más descentralizado. Desde la caída de las torres gemelas, Al qaeda ha sufrido enormes daños estructurales y económicos. Los atentados que causan la lógica alarma y miedo en los medios occidentales no tienen un cerebro ni autores intelectuales detrás. No hay motivaciones políticas, y las tesis de los lobos solitarios son incorrectas, por mucho que se empeñen tertulianos y autoridades. No hay comandos estrenados por jóvenes a los que siniestros imanes les hayan sometido a un lavado de cerebro. No dan su vida por una causa divina.

Ni siquiera el famoso choque de civilizaciones promulgado por Samuel Hungtinton entre Oriente y Occidente es cierto. Entonces, ¿cómo podemos explicar los atentados del maratón de Boston?

 Atran ha descubierto que los jóvenes terroristas no mueren en el nombre de un Dios, sino que dan su vida el uno por el otro. En un magnífico artículo de Foreign Policy, explica que los yihadistas existen en la parte marginal de cualquier población. Forman parte de ese estrecho y minoritario segmento al que pertenecen, también, los psicópatas, los asesinos en series, eso por el lado negativo;  y los pensadores brillantes y los estrategas, por el positivo.

Los potenciales terroristas son grupos de amigos que no terminan de integrarse en la comunidad; jóvenes o adultos que se encuentran en un estado de transición en sus vidas, estudiantes, inmigrantes que buscan empleo y amigos, con buena educación. Son grupos que están buscando una causa, una aventura, la gloria. Y lo hacen en camadería.

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Cartel promocional del film de Bigelow, Sony Pictures.

Y son colectivos que por diversas razones, no encuentran las conexiones para unirse al resto de la masa social. Estos grupos son susceptibles de un proceso de radicalización que puede llevar semanas, meses, años... o solo días. Depende de lo vulnerable que uno sea, de las conexiones que se tengan con otras personas, de las amistades, de los contactos que se puedan mantener a través de internet. El resultado de ello no es un comando, sino una red de amistades que evoluciona y se adapta a las circunstancias.

 Si echamos un vistazo a la naturaleza, encontramos que los enjambres de langostas ofrecen una interesante analogía para explicar este terror. Algunas especies de saltamontes son individuos solitarios. Pero cuando las circunstancias ambientales cambian, se producen cambios en las conexiones de su cerebro. El aspecto del saltamontes cambia.

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Langosta. Crédito Gary Armstrong

La comunicación con otros de su especie acentúa estos cambios, y del individuo que actúa en solitario pasamos al comportamiento en grupo, el enjambre. Las nubes de langostas son temibles y arrasan con todo lo que se les ponga por delante. Pero transcurrido un tiempo, los enjambres se desvanecen.

 Estos grupos de individuos encuentran una motivación. Se radicalizan. Cometen el atentado. Y después, desaparecen. No hay plan maestro. Ni cerebro detrás. Mueren por ellos mismos. No por un dios o una causa política. Es un terrorismo de individuos convertidos en enjambres.

¿Les parece arriesgado? Examinemos, de acuerdo con Atran, lo que ha sucedido en Boston.

Los hermanos Tsarnaev obedecían a la descripción de cualquier estudiante de Cambridge. Se habían instalado en los Estados Unidos como refugiados del conflicto bélico en Chechenia. El mayor, Tamerlan, estaba casado y tenía una hija de tres años. Había sufrido una radicalización hasta el punto de que afirmaba que "no tenía ningún amigo americano". En 2012, había visitado a su padre en Dagestán, una zona a la que se había trasladado el conflicto en Chechenia. Probablemente fue allí donde tuvo algún contacto con grupos yihadistas.

El hermano pequeño, Dzhokhar, tenía un carácter mucho más abierto y afable, un muchacho "que siempre sonreía y tenía un corazón de oro". Entró en la universidad gracias a una beca aunque últimamente faltaba a las clases. Progresivamente, cayó bajo la influencia negativa de su hermano y su personalidad se hizo más oscura.

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Jessica Chastain en La Noche Más Oscura, cortesía de Sony PIctures,

Los dos hermanos se convirtieron en lo que Atran llama "una anarquía organizada". No forman un comando ni una célula, pero sí un grupo que se radicaliza hasta el punto de que está dispuesto a a actuar, cortando toda relación con aquellos a los que considera débiles para la acción, y cementando al mismo tiempo las relaciones con los grupos que sí están dispuestos a actuar.

Si internet por una parte es capaz de motivar y movilizar y sensibilizar a mucha gente para defender los derechos humanos, también es capaz de conectar y sensibilizar a grupos islamistas de Borneo para que se sacrifiquen por la causa palestina, por lo sucedido en Afganistán o en Chechenia, aunque estos grupos históricamente jamás han tenido contacto físico.

Contrariamente a lo que se dice, no hay choque de civilizaciones. El extremismo no es un resurgimiento de la cultura más tradicional. Significa, por el contrario, la ruptura total con la tradición llevada a cabo desde hace miles de años. Este extremismo terrorista es el resultado de la globalización, asegura Atran.

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 Dos representaciones de los cerebros de un saltamontes en solitario (izquierda) y uno gregario (derecha). Las zonas coloreadas en naranja y amarillo están relacionadas con el olor y la búsqueda de alimento, y son mucho más pronunciadas en los gregarios que forman enjambres. Imagen de Swidbert R. Ott, University of Cambridge


Hay, por ultimo, una reflexión necesaria acerca del atentado de Boston: el puro miedo. La reacción de las autoridades no tuvo parangón desde el 11 de septiembre. Se movilizaron miles de agentes federales, policía y ejército, para cerrar una ciudad entera como Boston, suspender el transporte público y las clases, conminar a todo el mundo a que no salga de sus casas. El miedo –amplificado por los medios de comunicación–recorrió Boston como si fuera la ciudad de Gotham, para capturar a dos hermanos que habían logrado fabricar explosivos caseros en ollas para detonarlos en la línea final de una carrera popular, con resultados catastróficos –un niño de ocho años murió junto con otras dos personas, entre los heridos y las mutilaciones.

El dolor de sus padres es inmenso, absolutamente desgarrador, como no puede ser de otra forma. Al igual que el calvario que ahora padecen los progenitores de los 20 niños que murieron en la masacre de una escuela en Newtown, tiroteados por un psicópata. Es lógico que la estadística y las cifras no signifiquen nada para cualquiera al que haya alcanzado una tragedia semejante.

Pero Atran nos recuerda de que la probabilidad de que un niño muera por un atentado terrorista en Estados Unidos es mucho más baja que por cualquier otra forma de violencia. Hay una tolerancia cero al terrorismo, pero hay más tolerancia a otros grados de violencia, –el tiroteo de inocentes por armas de fuego, el control y la prohibición de armas en Estados Unidos, en la que los políticos no se ponen de acuerdo. ¿No resulta desproporcionada la respuesta y la movilización de medios militares y económicos en Boston si lo comparamos con la masacre de Newtown?

La Noche Más Oscura y su relato sobre el asesinato del terrorista más buscado es un símbolo de que la guerra contra el terror no ha terminado. Es una guerra que ha cambiado. Los terroristas juegan también con la publicidad, no solo con las bombas, viene a decirnos Atran. Saben que el miedo que producen no se ha digerido aún por la sociedad occidental, y cuentan también con la resonancia de esas bombas en los medios para extender ese miedo. Una interesante e inquietante conclusión.

 

 

 

 

 

 

 

 

Hay 3 Comentarios

No creo que la teoría de Huntington esté errada del todo. Su opuesto, Fukuyama, predecía que en el futuro todas las naciones adaptarían el sistema democrático-liberal de Occidente. La reciente primavera árabe podría avalar este modelo, pero comenzamos a ver diferencias significativas en cuanto a lo que democracia se refiere. La mayor brecha en la actualidad es la diferencia cultural entre el Islamismo y Occidente. Culturas diferentes y en sus extremos, opuestas. El choque parece inevitable. No habría actos de terrorismo si no hubiera algún tipo de colisión. Los ataques del 11S también representaron un ataque directo a los pilares de Estados Unidos; libertad y democracia. Por supuesto, una organización terrorista como AlQaeda no representa el Islamismo en sí, pero hay radicalismo avanzado y mucho rencor a Estados Unidos por sus tendencias imperialistas en muchos países (véase Irak).

Asimismo, la percepción de los americanos del riesgo está muy extremizada en todas las capas de población. A nivel internacional, se ha podido comprobar con la respuesta al 11 S y más recientemente con el arsenal desplegado por los ataques de Boston. Es significiativo que alertaran de una ''amenaza global''. A nivel nacional: la segunda emmienda, que si bien no es consecuencia de ataques terroristas, sí refleja en la actualidad la urgencia de tener un arma en casa. La libertad extremista, sin límites, y con consecuencias fatales.

para ir a paris tomo el tgv tren grande velocidad, nadie te pide nada, llegas solo unos minutos antes y punto, ningun control, si tomo el avion que barbaridad : el problema es que los terroristas no saben nada de los trenes, solo toman los aviones.... mejor decirles nada...en que mundo vivimos ?

En el atentado de Boston, el gobierno de Obama se jugaba mucho en lo propagandístico, necesitaban demostrar su absoluta intolerancia y mano dura contra cualquier cosa que suene a terrorismo, más todavía tras la falta de decisión de Bush tras las torres gemelas.

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Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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