Spock,(Leonard Nimoy), Kirk (William Shatner) y Scotty (James Doohan). Paramount Pictures.
Algún día hablaremos en Planeta Prohibido de eso tan extraño que son los recuerdos y las memorias de las que ni somos conscientes –y del sueño que supondría tener un aparato para extraer todos esos pedazos de vidas pasadas. Pero, puestos a recordar de lo que somos capaces, no olvido aquellos domingos por la tarde en los que echaban Star Trek por la televisión. Esperaba con muchas ganas cada episodio y cuando terminaba, sufría mi dosis de depresión infantil, ya que al día siguiente tenía que ir al colegio.
Mucho más tarde me enteré de que el teletransporte, el acto más identificativo de esta serie donde el Enterprise estaba destinado a explorar lugares remotos del Universo durante los próximos cinco años, había sido una genial ocurrencia cinematográfica del creador Gene Roddenberry para ahorrarse costes. Eran los años sesenta, la serie acababa de comenzar, y algún que otro crítico se apresuró a vaticinar su fracaso. Como el Enterprise tenía que llegar casi forzosamente a algún mundo para que Kirk, Spock y el doctor McCoy bajaran a él–se podrían escribir guiones que sólo transcurrieran dentro de la nave, pero a la larga la serie transmitiría cierta claustrofobia– resultaba muy caro mostrar en la pantalla el aterrizaje de la nave. Así que era mucho más barato teletransportar a los tripulantes.
El Teletransporte ya existía en el cine antes de Star Trek –el ejemplo más notorio es la inquietante película La Mosca, de 1958– y por supuesto en la literatura de ciencia ficción de finales del siglo XIX. En esencia, se trata de una máquina que desintegra un objeto en átomos y lo recompone en otro lugar, donde tiene que existir una máquina receptora.
Un momento en el que la tripulación del Enterprise se teletransporta. Paramount Pictures.
Tal cosa nos parece del todo imposible, pero lo cierto es que el teletransporte cuántico ya se ha conseguido en experimentos de laboratorio, nos cuenta el célebre divulgador Michio Kaku en su obra Física de lo Imposible (Debate). ¿Imposible?
Resulta muy complejo de explicar, ya que la física cuántica desafía el sentido común. Pero en el extrañísimo mundo de las partículas, los electrones aparecen en un lugar y desaparecen para surgir en otra parte como si fueran fantasmas. También pueden estar en varios sitios a la vez. Esto se debe porque, a estos niveles, la materia es a la vez una partícula y una onda: el electrón no está en un lugar concreto, sino que tiene una probabilidad asociada de que realmente se encuentre allí donde lo señalamos.
En estos experimentos, los científicos han conseguido teletransportar fotones y átomos, pero no de la manera que imaginamos: lo que hacen es coger un átomo, A, lo emparejan con otro, B, y transmiten la información cuántica de A –como si fuera su carné de identidad– a un tercero, C, que se encuentra a un metro de distancia. De esta manera, C podría ser considerado como una copia idéntica de A, ya que tiene todas sus cualidades. El método necesita del entrelazamiento de dos átomos: es como ponerlos de acuerdo para que vibren y zumben al unísono, en palabras llanas. Un asunto complejísimo.
Poster del Enterprise. Paramount Pictures.
Si en Star Trek teletransportamos así a Kirk, la máquina en principio lo destruiría, y luego lo restituiría en otro lugar. De esta forma, Kirk muere y resucita cada vez que viaja así. ¿Es el mismo Kirk? El científico australiano Aston Bradley, de la Universidad de Queensland en Bisbrane (Australia), ha inventado otro método que se acerca más al teletransporte de Roddenberry. Consiste en escanear mediante un haz de luz a un conjunto de átomos de rubidio casi congelados, que vibran sincronizados, y de esta forma los átomos se convierten en información. Esta información viaja en un haz de luz que se envía por fibra óptica a otro lugar, donde se reconstruyen dichos átomos. ¡Un éxito formidable!
Kaku cree que quizá dentro de pocas décadas se logre teletransportar moléculas; o puede que un virus o una parte de ADN. Pero seguramente pasarán siglos antes de que se logre la increíble hazaña de teletransportar a una persona. Quizá nunca se logre.
Claro que hay asuntos mucho más sencillos que sí se han convertido en realidad. Cualquiera que haya visto un capítulo se dará cuenta que la inmensa pantalla de la sala de control del Enterprise es en realidad una anticipación de lo que hoy es una pantalla plana tipo LED o LCD –ahora las hay de alta definición y de tamaños que superan las 84 pulgadas. Y desde luego, cuando Kirk llama a su gente por su comunicador, no hace sino usar una versión futurista de un teléfono celular inalámbrico: casi un iPhone.
Hay inventos, como el aluminio trasparente, que tiene su réplica actual en materiales cerámicos capaz de parar una bala pero no de detener un rayo de luz. La telepresencia es habitualmente usada en muchos de los capítulos de la serie, y ahora es algo bastante más común gracias a internet y los ordenadores.
Y hablando de ordenadores, resulta asombrosa la coincidencia del aspecto de las unidades de memoria que maneja el señor Spock. Son cuadradas, de plástico, y que se parecen casi como gotas de agua a los ahora arcaicos disquetes de 3,5 pulgadas. La idea de que muchos datos pudieran almacenarse en un ridículo disco ya estaba presente en los años sesenta. Seguro que Spock está encantado con los mecheros USB y su cada vez mayor capacidad para almacenar los datos.
¿Y los fáseres? Bien, la marina americana anunció recientemente que había instalado un láser de infrarrojos en uno de sus barcos. Se trata de un prototipo que costó 32 millones de dólares. El cacharro lanza un láser infrarrojo capaz de alcanzar un avión no tripulado –un drone– y lo quema en el aire, siempre que el avión se mueva despacio. El experimento ya es un éxito. Y estamos en 2013.
William Shatner y Leonard Nimoy como James T. Kirk y el señor Spock. Paramount Pictures.
Pero hay cuestiones, si me apuran, que son mucho más interesantes que las meramente tecnológicas. En el Universo Star Trek observamos que las tripulaciones están compuestas de alienígenas de todos los colores sin que por ello se susciten suspicacias racistas; se toleran y respetan comportamientos realmente extraños a la hora de reproducirse, incluso costumbres que llevan a los habitantes de una civilización determinada a programar su suicidio una vez cumplida una edad; las mujeres son admitidas en las tripulaciones y tiene responsabilidades tan altas como las de los hombres (y hablamos de los años sesenta, pero ¿ocurre de verdad ahora en las grandes corporaciones?).
Y por último el dinero...¡deja de ser necesario! En teoría, el futuro proyectado por Roddenberry arroja una sociedad libre de hambruna y pobreza, en la que el sistema económico actual, basado en el capitalismo, ha desaparecido completamente.
La vida no consiste en acumular posesiones. La sociedad de Star Trek, que ha dominado el teletransporte, la velocidad de curvatura y otras proezas,se basa en su extraordinario desarrollo científico, tecnológico y médico; una sociedad tan ávida de conocimiento que forma una alianza con otras civilizaciones para explorar el Universo, en busca de nuevas formas de vida y nuevas respuestas a las preguntas que se plantean. ¿Es mucho pedir a nuestra sociedad española que siga estos pasos, o quizá es todavía más ciencia ficción?
Llámenme ingenuo. ¿Entienden ahora porqué me gustaban tanto las historias de aquel señor de orejas puntiagudas y sus aventuras galácticas? Hay otras series galácticas con sus legiones de fans. Aguardo con mucho interés al estreno de la ultima película de la serie, En La Oscuridad, de J.J.Abrams. Pero tras ese entretenimiento hay un trasfondo social que hace que StarTrek jamás pase de moda.