Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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Póster promocional de Horizontes Perdidos, de Frank Capra. Columbia Pictures.

 

Resulta fascinante esa obsesión en nuestra especie por la búsqueda del paraíso: un lugar donde la felicidad es un estado permanente, y sobre todo, un lugar donde no se envejece. Con solo mencionar la palabra Shangri-la, una ficción geográfica salida de la mente del novelista James Milton, evocamos un lugar misterioso y escondido en el Tíbet

En la memorable película de Frank Capra, (Horizontes Perdidos) un diplomático inglés, Roger Conway, se dedica a rescatar a todas las mujeres y niños de Bakul, una localidad china en la que la revolución está matando a la gente. Conway aparece como el líder que organiza la partida de los aviones de evacuación.

Conway es un héroe con corbata y sombrero, vestido de traje. Toma ese último avión en medio de un ataque y rescata, curiosamente, a un paleontólogo británico, que lleva consigo un tesoro dentro de una caja: la primera vértebra de un megaterio –un extraordinario mamífero gigante que vivió hace 8000 años–descubierta en Asia. El diplomático británico y sus compañeros no saben que su vuelo está en manos de un misterioso piloto chino, que les lleva hacia un destino insospechado, en medio del Tíbet.

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Los destructores del conocimiento

Por: | 24 de julio de 2013

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El excelente actor Feodor Chaliapin en una escena de El Nombre de la Rosa. Neue Constantin Film / Zweites Deutsches Fernsehen (ZDF) / Cristaldifilm / Radiotelevisione Italiana / Les Films Ariane / France 3 Cinéma

 

El hallazgo de Guillermo de Baskerville, el monje franciscano investigador, de que el humor escrito en los libros antiguos está detrás de los crímenes cometidos en un monasterio benedictino, no deja ser ser una ironía en estos días.

La película El Nombre de la Rosa –excelente versión de la novela de Umberto Eco,– del francés Jean-Jacques Annaud, con un grandísimo Sean Connery y un elenco de actores encabezado por F. Murray Abraham y Ron Perlman, siempre dejó una incógnita en mi memoria que sigue siendo hoy pertinente. ¿Puede la ceguera de aquellos que custodian el conocimiento terminar con el propio conocimiento en sí?

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El gran Christopher Lee, sin duda el vampiro más carismático del cine, en El Horror de Drácula. Hammer.

Hay un juego fascinante entre la literatura, el cine y el mundo en que vivimos, que tendrá siempre las puertas abiertas en Planeta Prohibido. ¿El título? Sí, efectivamente, los vampiros existen. Quizá porque nos empeñamos en hacerlos reales. En esos tiempos victorianos de finales del siglo XIX hubo una competición entre un conde sobrenatural y un escarabajo, al menos en la arena literaria. Bram Stoker publicaba Drácula, y Richard Marsh su novela The Beetle (El Escarabajo).

El argumento de The Beetle era muy sugerente: Paul es un joven británico que está a punto de casarse con la prometida de su vida. Pero en ese momento, su pasado, que creía enterrado, vuelve con fuerza. Una misteriosa mujer oriental le persigue por las calles de Londres con una maldición: ella es capaz de convertirse en un horrible escarabajo. Y Paul lo sabe, pues hace años estuvo en Egipto, fue secuestrado por una secta, y tuvo que estrangular a esa misma mujer para escapar de su maldición.

  Hay una anécdota apócrifa que sugiere que Stoker y Marsh hicieron una apuesta para ver qué obra vendía más. The Beetle tuvo quince ediciones en los siguientes 16 años, mientras que a Drácula se le recibió bastante mal. Pero se trataba de una carrera a largo plazo. Nuestro conde inmortal alcanzó también la inmortalidad literaria, y de allí pasó al celuloide –y ahora, a la memoria digital.

La palabra vampiro evoca al ser elegante y pálido, de clase alta, rumano y con una capa negra. Por supuesto, no faltan los colmillos, y su habilidad para convertirse en lobo, murciélago o araña. Rumanía es la patria de los vampiros cinematográficos, precisamente por la obsesión de Stoker a la hora de documentarse. ¿Quien no sabe a estas alturas que el modelo que él eligió era Vlad Tepes, un príncipe rumano que tenía fama por empalar a sus enemigos? 

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Portada de la novela The Beetle, de Richard Marsh.



Por culpa de esta aportación literaria a la pseudohistoria, mucha gente aún piensa que Tepes fue un auténtico vampiro. Lo cierto es que el príncipe fue un héroe que resistió la embestida de los turcos y el imperio otomano. Cuando se le presenta al mundo como el origen del monstruo, las viejas generaciones de rumanos, que aprendieron en la escuela que Tepes era un héroe nacional, se indignan. Pero las nuevas generaciones aplauden la pseudohistoria y la convierten en un negocio. La prueba, los millones de turistas que visitan cada año el castillo de Drácula.

Y no hay más que teclear esta palabra: 13 millones de entradas, páginas web de vampirólogos y fanáticos, sociedades dedicadas a Bram Stoker en Dublín, Los Ángeles, La Sociedad Occidental de Lucy y los No Muertos...internet arroja toda esta locura que está basada en una mitología puramente inventada.

¿Cuál es la auténtica? El folclor presenta a los vampiros no como condes elegantes dispuestos a morder cuellos de muchachas vírgenes, sino campesinos pobres en su mayoría; gente que fue desenterrada con la creencia de que no había muerto del todo, y que no sólo se alimentan de mordiscos. En Los Balcanes, los vampiros arruinan los silos de grano.

Y lejos de la palidez mostrada por Robert Pattinson en Crepúsculo, los vampiros reales tienen la cara roja. Ese color se debe fundamentalmente a la creencia de que el muerto, al ser desenterrado, estaba regenerando la dermis que hay debajo de la piel, que es lo primero que se pudre. Lo que sucedía es que, dependiendo de la posición del cuerpo, algunas partes se saturaban con la sangre, que iba a parar al rostro.

Podemos buscar explicaciones científicas a cada una de las características de nuestro venerable Drácula. La piel de un cadáver se retrae y las uñas y la barba parecen más largas. Si se acumulan gases en el abdomen, el hecho de clavar una estaca de madera puede provocar una salida de estos gases a través de la glotis como si fuera un aullido. 

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Póster promocional de la película New Moon, con Robert Pattinson. Temple Hill Entertaintment.

Y en lo de chupar la sangre, el error viene del pasado. El gran naturalista Carlos Linneo describió a un murciélago gigante, Vampyrum spectrum, de hasta 13 centímetros de envergadura, como un ser que se alimentaba de sangre. Cuando no es así. De las mil especies clasificadas, sólo tres especies de vampiros son chupadoras de sangre.

El comportamiento del vampiro tiene ciertas similitudes con la rabia, según el neurólogo español Juan Gómez Alonso. La rabia es transmitida por el mordisco de un perro infectado con un virus. Produce agresividad primitiva, apetito sexual exacerbado, insomnio pertinaz y tendencia vagar sin rumbo. El virus invade el sistema límbico del cerebro y produce estas alteraciones. Pero, ¿quién conocía la existencia de un virus así siglos atrás?

Se habla de los vampiros como si fuera una moda –el equivalente de lo efímero–pero lo cierto es que los vampiros siempre han estado ahí, con nosotros: alimentados por nuestra imaginación y la fascinación que sentimos ante estos seres que cruzan la frontera para pasar a un territorio prohibido, y son capaces de volver a este mundo. Eso es lo que les hace tan irresistibles.

La Guerra Mundial Z o Brad Pitt contra las hormigas zombi

Por: | 15 de julio de 2013

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Brad Pitt y su familia hacen frente a un inesperado ataque zombi en Filadelfia. Cortesía de Paramount Pictures.

 

El pasado junio Planeta Prohibido asistió al visionado de la película Guerra Mundial Z, que se estrenará en España a principios de este agosto. Tranquilos, no vamos a desvelar el final –ciertamente inesperado– ni a dar más pistas sobre el argumento, ya bastante conocido, de un funcionario de la ONU que tiene que hacer frente a las hordas salvajes de zombis en diversas partes del mundo. Brad Pitt apareció por sorpresa antes del inicio de la película, despertando la locura de muchas –y muchos– en el cine Capitol de Madrid, con un saludo de poco más de un minuto. Pero más allá del marketing, hay dos cosas muy divertidas para analizar tras visionar este blockbuster de verano: la ecología y los insectos.

No es ningún secreto que los zombis que acosan a nuestro guapo Pitt y su familia están muy lejos de los que conocemos gracias a Walking Dead y otras películas, a saber, tipos lentos y torpes, que caminan a trompicones, y que no se distinguen precisamente por sus reflejos. En esta ocasión, la novedad es que los seres de ultratumba son casi tan rápidos como el velocista Carl Lewis. Saltan de la azotea de un edificio a otra con pasmosa facilidad.

    Los zombis además tienen un comportamiento colectivo que les permiten agruparse y moverse como si fueran una colonia de insectos. Ese comportamiento parece inspirado –cinematográficamente hablando–en las colonias de hormigas guerreras, más popularmente conocidas como marabunta.

La marabunta nunca se ha cruzado en mi camino. Pero no hace mucho hablé con un botánico español que trabaja habitualmente en Guinea y se quedó estupefacto cuando se topó con el avance de estas hormigas nómadas durante la noche. Su equipo tuvo que proteger su tienda y los alimentos con círculos de fuego alimentados con gasolina. Durante aquella madrugada las linternas solo descubrían una manta oscura que lo cubría absolutamente todo. No en vano estas colonias están compuestas por millones de insectos voraces.

Incluso las hormigas eran capaces de cruzar un río, me comentó. Sacrificaban sus cuerpos  para formar un puente que permitía el tránsito del resto de la colonia al otro lado de la orilla. Hay espectaculares escenas en la película del buen Brad que inevitablemente aluden al comportamiento de la colonia de hormigas guerreras carnívoras. 

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Cartel promocional del film The Naked Jungle (traducido al castellano como Cuando ruge la marabunta)

Claro que el cine no ha tratado con el debido respeto a esta clase de hormigas. En el film de Charlton Heston, Cuando ruge la marabunta (1954), del director Byron Haskin –el mismo de ese gran clásico del cine de invasión marciana llamado La Guerra de los Mundos– las hormigas carnívoras arrasan con una plantación y matan a más de una persona en minutos.

Y en la última película de Indiana Jones, Spielberg dota de poderes extraordinarios a unas hormigas rojas que son capaces de paralizar a un soldado soviético muy fornido hasta llevarle a su nido, meterlo dentro, y devorarlo en un periquete.

La realidad es muy diferente. La enciclopedia Britannica nos dice que las hormigas guerreras de la subfamilia Dorylinae son nómadas y se hacen notar “por la destrucción de la vida vegetal y animal a lo largo de su camino”. Caminan formando columnas hasta que encuentran un lugar para la colonia. La hormiga reina pone sus huevos, y poco después las propias larvas son transportadas a hombros de las trabajadores mientras la colonia emprende otro nuevo viaje.

Si usted es una araña o un insecto y se topa en el camino de la marabunta, está condenado a muerte. Pero no en el caso de las demás criaturas. Los chimpancés del Congo se alimentan precisamente de hormigas guerreras. Estos monos han aprendido a fabricar utensilios específicos para extraer los insectos de sus hormigueros, según recoge la revista the American Journal of Primatology. Las fieras hormigas son para ellos un rico alimento virtualmente inagotable.

No hay hormigas asesinas de personas. Y tampoco la marabunta deja la desolación tras de sí. 

El estudio más riguroso sobre estas colonias de insectos guerreros realizado en la especie Eciton burchellii abarca desde 1952 –dos años antes del estreno del film de Heston–y 2009. Fue realizado por el fallecido entomólogo Carl Rettenmeyer y demuestra que este enjambre de hormigas también es capaz de limpiar el terreno y servir platos suculentos a más de trescientas especies. 

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Uno de los malos de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal es devorado por hormigas rojas. Cortesía de Amblin Entertaintment

Por ejemplo, las legiones de hormigas hacen que otro ejército de milípedos, cucarachas e insectos palo salgan de sus refugios, presas del pánico. Hay hasta 29 especies de aves que se han especializado en seguir a la marabunta para dar cuenta de este festín servido sin esfuerzo.

Los zombis que persiguen a Pitt tienen a su favor la lógica de la matemática y la estadística. Claro que los zombis no existen, pero estos dos aspectos funcionan en el guión. En la actualidad, y salvando a los insectos, roedores, las bacterias y otros seres diminutos, la especie humana constituye el animal grande más numeroso de la Tierra. En estos momentos hay unos 7.165 millones de personas en el planeta. 

En comparación, se estima que hay unos 1.500 millones de cabezas de ganado. Si, como sucede en el film, la población mundial fuera cayendo víctima de alguna epidemia zombi con mucha rapidez, a los convertidos no les bastaría todas las reservas de vacas para conseguir la carne que necesitarían. Y a medida que nuestros amigos no-muertos fueran creciendo en número, parecería lógico que dirigieran sus preferencias alimenticias hacia los humanos –nosotros–que aún no hubiéramos sido infectados. Uno de los inconvenientes de la superpoblación.

Las reglas del miedo según Mike Wazowski

Por: | 12 de julio de 2013

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Mike Wazowski llega a la Universidad de los Monstruos.©2012 Disney•Pixar. All Rights Reserved

 

El pobre Mike Wazowski se quedaría seguramente en paro si por algún casual se colara por una puerta que le condujera a nuestro mundo. Me daría mucha lástima decirle, lo siento, no tenemos trabajo para ti, somos una sociedad suficientemente atemorizada, no necesitábamos asustarnos cuando éramos niños. Nos hemos convertido en unos adultos perfectamente asustados. Si existiera una regla aplicable a casi todas las situaciones –por no decir todas– esta sería: prohibido vivir sin miedo

Hay que tener miedo al tiempo en verano, a las alertas y alarmas de colores diversos ante las olas de calor que nos amenazan; a las lluvias cuando llueva más de la cuenta; a la nieve en invierno, cuando bajan las temperaturas en lugares como Ávila y Soria.

La televisión nos recuerda insistentemente y todas las mañanas que los malos, los monstruos de verdad, existen. Los monjes falsos que asesinan, los padres que (presumiblemente) matan a sus hijos tras quemarlos en una hoguera, cuyas expresiones de maldad son escrupulosamente captadas y seguidas durante meses por las cámaras y explicadas con todo detalle en los programas; las madres sin almas que dejan a los bebes abandonados en las cañerías del retrete. 

El miedo está presente en todos los campos, se nos anuncia con trompeta. ¿Recuerdan el pánico de la gripe porcina, los millones de dosis de vacunas, las imágenes de personas con mascarillas en los aeropuertos, las supuestas cifras de mortalidad que nunca llegaron? 

Si hablamos de economía, cuerpo a tierra. Nos asustan los números de la bolsa, la prima de riesgo, los datos, las previsiones. Todos los años muere gente ahogada en el mar y en las piscinas, especialmente en esta época. Las noticias se encargan de explicarnos cómo evitar esa muerte que ronda por ahí dispuesta a echarnos el lazo. Constantemente se nos está recordando que podemos morir en cualquier momento, que somos mortales. Por eso, no lo olviden: prohibido no tener miedo. Hay que tener miedo a las enfermedades y epidemias futuras, a los terremotos y desastres nucleares que tendrán forzosamente que ocurrir, al cambio climático que destruirá los cimientos de nuestra civilización, y por supuesto al tiempo que vendrá en dos días, a las ciclogénesis explosivas en forma de huracanes y tormentas que aparecen a traición. Miedo a lo inesperado. ¿Cómo no podría ser de otra forma? En suma, miedo al futuro.

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Mike y Sulley junto con sus amigos en sus tiempos universitarios. ©2012 Disney•Pixar. All Rights Reserved

Wazowski es uno de los personajes más entrañables salidos de la factoría Pixar. Es un monstruo con un ojo que quiere dar miedo a los niños, pero él no esta hecho para eso. Estudia en la Universidad de los Monstruos, la última película de esta genial fábrica de magia animada, y con una energía desconcertante. Claro que, ¿qué es exactamente el miedo? Es difícil de definir. Es una sensación, un sentimiento, y también un producto de nuestro cerebro.

Cuando tenemos miedo –de verdad– el corazón se acelera, el cerebro está alerta. Si alguien nos amenaza en un callejón oscuro, o le hacemos frente o salimos pitando. La amígdala cerebral, un órgano en forma de almendra bajo la corteza cerebral, se enciende. Es el centro del miedo. Controla la respuesta, enviando mensajes al hipotálamo y el tallo cerebral, algo así como los bajos fondos del cerebro, encargados de las funciones más básicas e instintivas.

Por tanto, el miedo no pasa por nuestro intelecto. No es procesado por la corteza cerebral, responsable del arte, la planificación y la creatividad. El miedo instintivo nos salva de una situación peligrosa. ¿Quiere usted transformarse en un hombre sin miedo? 

Una amígdala calcificada nos hace inmune a la impresión que puedan causarnos las arañas y serpientes, o alguien dispuesto a matarnos con un cuchillo por dinero. En la revista Current Biology  se cuenta el caso de S.M. una mujer de 44 años que nació con una enfermedad que calcificó gradualmente su amígdala.

S.M. sabe lo que es la tristeza o la depresión, pero esa mujer no conoce el miedo, pese a que vive en un barrio dominado por criminales y traficantes de drogas. En una ocasión, un drogadicto le puso su cuchillo en el cuello, pero ella no sintió miedo. S.M. le desafió a que cumpliera su amenaza, y al día siguiente, a la misma hora de la noche, ella eligió el mismo camino de vuelta a casa. 

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La decana Hardscrabble de la Universidad de los Monstruos.Pixar.

No tener miedo a veces resulta muy peligroso. Pero el ser humano no está hecho para vivir permanentemente en la angustia, especialmente con todas estas oleadas de miedo pseudointelectual con las que vibran todos los terminales mediáticos en este mundo hiper conectado.

Imagine por un momento el lector que se encuentra en medio de una inmensa estepa en Kazajistán donde no hay rastro de gente a centenares de kilómetros, salvo los zumbidos de los insectos entre las hierbas; en medio de un glaciar donde el viento susurra entre hielos y rocas; en un desierto donde es posible escuchar algo tan preciado y raro como el silencio. 

¿Experimentaríamos miedo o tranquilidad? Quizá encontremos dos maneras de hacer frente a estas raras situaciones: los que sentirían pánico al no ver a nadie a su alrededor, viviendo como viven, permanente asustados, y las de aquellas personas que han logrado liberarse del yugo del miedo impuesto por los poderosos como un eficaz medio de control, sin que por ello tengan sus amígdalas cerebrales inutilizadas. ¿Me equivoco?

¡Pobre Wazowski! No sabe que no necesitamos aprender a sentir miedo de los monstruos cuando somos niños. Ya nos lo inculcarán cuando crezcamos.

 

 

 


Kennedy sí conocía la identidad secreta de Superman

Por: | 10 de julio de 2013

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Una fabulosa ilustración sobre la familia de Superman. Taschen. DC Comics.

 

Batman nunca atrapó mi imaginación bajo sus alas cuando era pequeño. En realidad, veía con cierta simpatía a todos los superhéroes de la factoría DC Comics, pero siempre compraba los tebeos de Marvel, la ahora todopoderosa multinacional cinematográfica que arrasa allá por donde va.

La tercera parte de Iron Man (para que nos entendamos en castellano, se titulaba El Hombre de Hierro) ya ha superado los 1200 millones de dólares en la taquilla mundial. Pero es una película mediocre, que no alcanzó el nivel de la primera. Las versiones de Capitán América, Hulk (que conocíamos como La Masa) y Los Vengadores son muchísimo más afortunadas. A pesar de ello, las películas de Christopher Nolan sobre el hombre murciélago son probablemente las mejores que el cine ha dado al comic.

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Escena de Iron Man 3. Zade Rosenthal. © 2012 MVLFFLLC. TM & © 2012 Marvel. All Rights Reserved

El caso de DC Comics es singular. Salvo Batman y Superman, el resto de los héroes que esta factoría ha creado son mucho más desconocidos, y eso que sus orígenes se remontan nada menos que a 1938, cuando Action Comics publicó el primer número de Superman. El héroe de Krypton sostuvo a la compañía durante décadas hasta que Batman se transformó en un fenómeno televisivo.

¿Conocen ustedes a Flash (el hombre más rápido del mundo)?  ¿Al Hombre Halcón, a Saturn Boy? ¿A Lighting Boy (El niño relámpago), o Creeper, un periodista que enloquecía todas las noches y que se vestía de superhéroe para luchar contra el crimen? Linterna Verde –cuya versión interpretada por Ryan Reynolds fue un absoluto fiasco–es un poco más popular.

    Pero si echamos un vistazo a la foto de familia de Superman en 1960, –la imagen del encabezado de este blog–encontramos toda una genealogía, con Lois Lane y Jimmy Olsen como principales admiradores del héroe: Supergirl, incluso un caballo volador (Cornet), un perro volador (Krypto, el perro de Superman), un gato volador (Streaky) y hasta un supermono que viajó con el cohete que trajo al niño de acero a la Tierra (llamado Beppo).

    En otras aventuras, hay historias tan increíbles como que Louis Lane se transforma en una bruja con poderes casi superiores a los de Clark Kent, volando sentada en una escoba.

El libro editado por Taschen, The Silver Age of DC Comics, ofrece jugosísimos detalles sobre la historia de los creadores y la evolución de este complejo mundo de estos superhéroes entre 1938 y 1950. Salvo el hombre murciélago y el hombre de acero, los demás superhéroes serían catalogados –injustamente–como de segunda. Pero algunas ideas originales de los comics de Marvel se inspiraron en los entresijos creativos de DC.

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Por ejemplo: cuando uno de los editores, Julie Schwartz, propuso reunir a todas las estrellas en un equipo llamado Justice League (La Liga de la Justicia, con Batman, Superman, Flash, Linterna Verde, etc), la editora Timely Comics –el origen de Marvel–contactó con Stan Lee y Jack Kirby para contrarrestar el potencial de ventas de una idea tan original. Nunca se había visto tal reunión de un equipo de superhéroes. Lee creó una versión rudimentaria de Los Cuatro Fantásticos, versión que después se convertirían en una de las banderas de Marvel. Luego vendrían Los Vengadores.

DC fue pionero en introducir la temática científica en el mundo del comic. Incluso puso en órbita el Satélite Superman seis meses antes del lanzamiento del Sputnik, anticipando la importancia y la influencia que tendría la carrera espacial en el desarrollo de las personalidades de sus héroes. Qué magnifica época. Eran personajes sin dudas, sabedores de la importancia de sus poderes y su papel en el mundo, cuya palabra valía más que el oro y cuyo honor no tenía precio. 

Flash, creado por Bob Kanigher,  era un policía científico que usaba la ciencia para investigar los asesinatos. Toda una suerte de CSI de la época, cuando sufrió el accidente que le convirtió en el hombre más rápido del mundo; Schwartz, por su parte, introdujo el asunto de los mundos paralelos, una idea extraída de la física teórica, para consolidar el mundo cósmico de Linterna Verde y su legión de guardianes del cosmos.

El presidente Kennedy sabía incluso la identidad secreta de Superman, Clark Kent. DC iba a lanzar un número especial en el que Superman se encontraba con Kennedy. Y así fue. Tan sólo una hora después de que el presidente anunciara que quería verse con él, Superman se colaba por la ventana del despacho oval. Kennedy estaba preocupado por la aparente desidia de los jóvenes ante la necesidad de mantener su forma física. 

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Superman acude a la llamada del presidente John F. Kennedy. Su misión: revitalizar el "músculo" de los jóvenes americanos, con la carrera espacial de fondo. Dc Comics.

Un año atrás, en 1962, John Glenn se convirtió en el primer americano en orbitar la Tierra a bordo de una cápsula de la Misión Mercury. Los soviéticos iban muy por delante en la carrera espacial, y Kennedy estaba muy preocupado por la desidia de la juventud americana en cuanto a la práctica de los deportes y su condición física. Glenn había comentado que parte de su éxito se debía a una formidable condición física –los requerimientos estrictos de la NASA exigían a los candidatos a astronautas  la condición de “superhombres”. 

Superman tenía que convencer a los jóvenes americanos para que entrenasen duro. Tenían que saltar la brecha que los separaba de los musculosos jóvenes soviéticos. La historia, nos cuenta Paul Levitz, iba a publicarse a finales de noviembre de 1963, pero en ese momento Kennedy fue asesinado. DC publicaría el número un año después, aunque con otra portada, y comentando que el guión había sido aprobado por “el mismo Kennedy y la Casa Blanca”.

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Portada inicialmente pensada para publicarse a finales de noviembre de 1963. DC Comics.

¿Qué nos atrae de los superhéroes y por qué son tan populares? El cine ha explotado de maravilla muchos de ellos –excepto casos notables, como las versiones decepcionantes de Dan Defensor o El Motorista Fantasma, o los altibajos de Iron Man.

Quizá, después de todo, ellos son los chicos buenos: defienden a los ciudadanos corrientes contra el mal, transmiten algo que hoy en día parece pasado de moda, como la inocencia, la honestidad e integridad personal. Hablan en nombre de los niños y jóvenes que pensaban que el mundo merecía la pena y era susceptible de mejora. Aquellos que, como era mi caso, esperaban el fin de semana como agua de mayo para poder adquirir un tebeo con la paga semanal.

 

 

Los últimos chamanes

Por: | 07 de julio de 2013

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Sean Connery en una escena de Los últimos días del Edén.  

 

Reconozco que muchas películas impresionan la primera vez, y luego, tras un par de visionados, se desvanecen. Y a pesar de ello, las tomas cariño. Me ocurre con Los Últimos Días del Edén, dirigida por John McTiernan e interpretada por el gran Sean Connery y Lorraine Branco. Narra la historia de un botánico que se fue a la selva a montar su laboratorio y del cual no se sabe nada en tres años, hasta que pide a la compañía farmacéutica que lo mantiene un cromatógrafo y un ayudante, sin dar más explicaciones. 

El doctor Campbell (Connery) recibe para su disgusto a una bióloga, la doctora Rae Crane (Lorraine Branco), que no tiene ninguna experiencia en trabajo de campo. La casa de Connery consiste en una especie de laboratorio improvisado en medio de la selva. Nuestro hombre blanco está rodeado por una comunidad de indios, y se ha mimetizado con ellos.

Connery ha descubierto una sustancia extraída de una especie de bromelia que tiene la virtud de acabar con el cáncer. Ha probado el suero con éxito en los indígenas que desarrollaron bultos en la garganta. Sin embargo, hay un componente que se le escapa, presente en el extracto original. El resto de las preparaciones no funcionan. Necesita la ayuda de la doctora. Y para empeorar las cosas, los bulldozers van a destruir precisamente el lugar donde está ubicada esa aldea, ya que tienen que cercenar la selva para construir una carretera.

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Cuando el film se estrenó en 1992, quedé fascinado. No podía ni imaginar que diez años después, mi primera novela, La Sombra del Chamán, centraría su argumento en el hallazgo de una bala mágica contra el cáncer en las selvas de Venezuela, en los tepuyes –impresionantes formaciones montañosas de centenares de millones de años en cuyas mesetas a veces persiste la selva. Los tepuyes ya fueron utilizados por Arthur Conan Doyle como mundos perdidos en cuyas cumbres sobrevivían criaturas prehistóricas como dinosaurios. Y me acuerdo perfectamente de esas increíbles imágenes mostradas en aquellos maravillosos documentales del Dr. Féliz Rodríguez de la Fuente filmados en Venezuela, cuando accedió a las cumbres de estos mundos perdidos a bordo de un helicóptero.

 No hay nada de malo en reconocer la influencia de las cosas que te impresionan. Incluso cuando se trata de una mala película –el film de McTiernan  fue nominado al premio Razzie. Si me preguntan ¿sería factible encontrar una fórmula contra el cáncer en las selvas tropicales?, mi respuesta tiene que ser afirmativa.Pero no de la manera en la que lo hace Connery en el film.

Y es aquí, en busca de respuestas, donde la investigación y el proceso creativo para crear una historia de ficción se hace cada vez más interesante. Para empezar, la naturaleza es el laboratorio más poderoso. Millones de años de evolución de plantas y animales dejan en ridículo a la más genial imaginación de los químicos. Todos los principios activos que encontramos en una farmacia proceden de la naturaleza.

De una especie de rana que vive en Ecuador se extrae la epibatidina, que es 200 veces más potente que la morfina; de la tarántula roja del Camerún se extrae una sustancia, llamada SNX-482, que es un veneno para tratar enfermedades neurológicas. La aspirina es un fármaco derivado de la corteza del tronco del sauce.  Los venenos matan, pero usados convenientemente, curan. Y se usan para tratar el dolor crónico, enfermedades del corazón, epilepsia, sida y cáncer.

 

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Sean Connery (Dr. Campbell) junto con Lorraine Branco (Dra Crane)


Las compañías farmacéuticas no envían a un botánico para que monte en plena selva su laboratorio. La idea es ridícula. Pero sí realizan de vez en cuando tareas de prospección, enviando a sus propios exploradores o pagando a otros científicos por las muestras de tierra, de animales o plantas que recojan en su trabajo de campo. 

Por otra parte, el cáncer no es una enfermedad común en las comunidades indígenas, como se nos quiere hacer creer. Es un mal más propio de los países desarrollados, que suele aparecer con la edad y la contaminación. Las escasas comunidades de indios que aún dependen de la selva, tienen otros problemas y enfermedades que combatir, pero el cáncer no suele estar entre ellos.

Las balas mágicas fueron un concepto de moda en los años ochenta. Se hablaba de fármacos tan precisos que sólo se adherían a las células malignas, dejando las sanas intactas. ¿Es eso posible? En la práctica, los fármacos cada vez son mejores y más precisos, pero están aún muy lejos de esta “magia”. Teniendo en cuenta además que el cáncer no es una enfermedad, sino más de 200 tipos de patologías. 

Sin embargo, existe una posibilidad. De acuerdo con David Newman, un prestigioso investigador del National Cancer Institute de Estados Unidos, no sería imposible la existencia de un fármaco que funcionara como una bala mágica “al impedir la metástasis”. En un tumor grave, las células malignas tiene  la habilidad de escurrirse y abrirse paso entre los tejidos sanos para alcanzar el torrente sanguíneo. Si esa sustancia impidiera este viaje, el tumor no podría escapar. Se transformaría en una suerte de prisionero, y al tenerlo localizado, se facilitaría su destrucción. Una molécula podría controlar muchos tipos de tumores, y en suma, se convertiría en esa bala mágica cuyo secreto hace posible crear una historia de intriga a su alrededor.

El otro defecto de la película de Connery es el tratamiento que hace del chamán de la tribu, al que llama el hechicero. Connery trata de conversar con él, para intentar encontrar ese ingrediente desconocido que le falta en su poción, pero el chamán que vemos es un hechicero sacado de una mala película de terror. Craso error. Los auténticos chamanes distan mucho de este cliché.

 

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Realidad y ficción. Izquierda, el espléndido libro de Mark Plotkin, en el que narra sus encuentros con los chamanes de la Amazonia en lo que ya es un cásico de la etnobotánica. Debajo, portada del la nueva edición e-book del autor (AK Digital de Antonia Kerrigan)


La obra Thales of a Shaman´s Apprentice (Cuentos de Aprendiz de Chamán) de Mark Plotkin es una de las mejores narraciones que jamás se han escrito acerca de los encuentros de un etnobotánico con auténticos chamanes de la Amazonia, y fue mi principal fuente de inspiración para La Sombra del Chamán.

Estos médicos de la selva se educan en una tradición oral que transmite el conocimiento aprendido mediante el ensayo y el error durante miles de años, conocimiento sobre las mezclas de plantas que curan efectivamente las enfermedades. Los chamanes han acumulado lo que en ciencia se llama conocimiento empírico, extraído de la experiencia, no de los libros de texto de las universidades. Como ejemplo entre cientos, una mujer de una tribu de Sarawak, al norte de Borneo, ¡conocía doscientos tipos de plantas para curar 180 tipos de enfermedades!

Plotkin me comentó que el film de Connery era bastante malo, pero que tuvo la virtud de llamar la atención sobre la destrucción de la selva, y solo por eso merece ser recordado como una anécdota simpática. Acierta de pleno en acentuar el peligro de las talas indiscriminadas y las referencias que se comentan con respecto a las sequías. 

Al ritmo de las talas y quema de árboles para conseguir terreno cultivable, se especula con la desaparición parcial o total de las selvas dentro de solo 40 años –la estadística dice que se pierden 137 especies de plantas y animales al día, y que el ritmo de deforestación en Brasil es de unos 50.000 kilómetros cuadrados al año. Esa destrucción de conocimientos, formas de vida, recursos farmacológicos en potencia, alimento y biodiversidad, tendrá consecuencias muy graves sobre el clima y nos golpearán en el momento más inesperado. Desgraciadamente, Connery pierde al final su batalla para impedir la destrucción de la aldea. Mucho me temo que ese final es anticipo de lo inevitable.

 

Condenados a ser felices (por culpa de los genes)

Por: | 04 de julio de 2013

En busca de la felicidad

Will Smith y su hijo, en una escena de En busca de la felicidad. Columbia Pictures.

¿Nace uno con tendencia a ser feliz? ¿O es un don que se aprende? El cine narra historias que suelen decantarse por lo primero. En En busca de la felicidad, Will Smith es un padre que se queda en paro, le embargan la casa, su mujer le abandona, y tiene que vencer mil obstáculos para sacar a su hijo de la miseria. El mundo se empeña en que no sea feliz, pero Smith lucha contra viento marea y consigue salir del pozo. ¿Está equipado con genes especiales? Probablemente, sí.

No digo que las personas pesimistas no puedan aprender a ser felices, aunque personalmente tengo mis dudas. La ciencia nos recuerda que existe algo en nuestra construcción genética que nos hace más o menos proclives a la felicidad. Es un hecho contrastado. Hay personas mucho más infelices que otras. Hay personas que, con menos, manifiestan una vitalidad superior a los que tienen más. Y aunque solemos culpar al mundo de todos nuestros males, es muy posible que las cartas con una apuesta ganadora –o perdedora–se hayan repartido en el momento en que fuimos concebidos.

¿Les suena demasiado determinista? Hace un tiempo pude hablar con Nancy Segal, la directora del Centro de Estudios de Gemelos de la Universidad de California en Fullerton (Estados Unidos). Nancy ha dedicado su vida al estudio de los gemelos idénticos, y es seguramente la máxima autoridad en el mundo en el tema. ¿Por qué hay gente más satisfecha que otra? ¿Por qué vemos que hay personas que nacen con un optimismo desbordante, mientras que otras se hunden en la miseria? Si queremos responder a la pregunta, tenemos que acudir a los estudios hechos con gemelos idénticos.

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Los gemelos idénticos más famosos en el cine actual son los Wesley del la saga de Harry Potter, interpretados por James y Oliver Phelps. Warner Bros Pictures.

Los gemelos idénticos comparten su ADN en un cien por cien. Surgen cuando el zigoto fecundado se divide en dos partes en un momento temprano de su desarrollo, y cada parte produce un ser humano. Son calcos genéticos. En sus libros Someone else´s Twin (El otro es gemelo) y Born Together, Reared Apart (Nacidos juntos y educados aparte) Segal analiza los casos en los que parejas de gemelos idénticos fueron separados nada más nacer y criados en ambientes distintos, a veces totalmente opuestos. Y en la inmensa mayoría de los casos, si un gemelo es una persona feliz, su hermano también lo es, pese a las circunstancias, el ambiente y la educación.

Roger Brooks y Tony Milasi tienen una vida digna del mejor guión de cine. Separados poco después de nacer, en 1938, fueron educados a más de 2.400 kilómetros el uno del otro. Roger creció en Florida con su padre biológico, Jules Brooks, de religión judía. Jules rescató a Roger del orfanato, el lugar donde tuvo que dejarlo por motivos económicos nada más nacer. Lo hizo cuatro años después del nacimiento del chico. Y Roger no se llamaba así, sino Russell. Pero su padre volvió a bendecirle con el nombre original de su hermano gemelo.

Y el auténtico Roger Brooks fue adoptado por una familia italiana católica, los Milasi, en Binghampton, Nueva York, y lo rebautizaron como Tony Milasi. Cuando Tony tenía siete años, le contaron que era adoptado y que tenía un hermano gemelo. Roger, por su parte, lo supo a los 15. Ninguno de ellos supo del otro hasta que se encontraron por puro azar, a los 24 años, gracias a que un conductor de autobús, que conocía a Tony, se encontró con Roger en un restaurante de Miami. Pensaba que se trataba de Tony y se quedó estupefacto al ver que Roger no le conocía.

En el estudio, se comprobó que los gemelos cogían la taza de café y los cigarrillos de idéntica forma; fumaban la misma marca y usaban la misma pasta de dientes; cruzaban la pierna derecha por encima de la izquierda; se alistaron en el ejército a los 17 años con una diferencia de ocho días; los dos querían ser actores. Pero algo sobresalía sobre lo demás, nos dice Segal: su carácter optimista, a pesar de haberse educado en ambientes completamente diferentes.

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Arnold Schwarzenegger y Danny de Vito, como mellizos en el film Los gemelos golpean dos veces. Universal PIctures.

Otro investigador, David Lykken, de la Universidad de Minessotta, reunió centenares de mediciones realizadas en parejas de gemelos idénticos en cuanto al bienestar y la sensación de felicidad. No importaba el estatus económico, los ingresos, los niveles de educación. Los niveles eran casi siempre los mismos. La felicidad tenía un componente genético que pesaba entre el cincuenta y el ochenta por ciento.

Lykken falleció en 2006, pero escribió un artículo en la revista Harvard Mental Health en la que desgranaba sus observaciones acerca de las personas –no gemelos– que resulta intrigante y reveladora. Aquellos que iban en autobús o en mono de trabajo estaban tan contentos como los que conducían sus Mercedes. 

¿Y ganar la lotería? Puede incrementar el nivel de felicidad a mejor o a peor, pero el efecto es momentáneo. “Los efectos, positivos o negativos, se desvanecen a los tres meses y son prácticamente indetectables tras medio año”. Hay una balanza genética de la felicidad. Cada uno tiene un punto al que siempre se retorna. La felicidad siempre hay que medirla a largo plazo.

¿Cuál es esa base genética? ¿El gen de Will Smith existe? Jan Emmanuel De Neve, de la Universidad de Londres, cree que un tercio de la felicidad puede ser explicado por la genética. Existe un umbral mínimo de felicidad condicionado por la biología. El gen candidato se llama 5-HTTLPR. Codifica para una proteína anclada en las membranas de las neuronas que reciclan la serotonina, un neurotransmisor cerebral. Es como un barrendero que aprovecha esta sustancia que tiene que ver mucho con nuestras emociones. La versión larga del gen produce más barrenderos y los que lo llevan se manifiestan más felices, mientras que la versión corta manifiestan niveles de satisfacción más bajos.

La felicidad es un asunto más complejo como para ser explicado por un único gen. Probablemente hay muchos más que están implicados. Pero esa arquitectura genética está en cada uno de nosotros.

El País

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