Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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Allá donde el hombre jamás ha llegado

Por: | 30 de septiembre de 2013

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Póster promocional del film Star Trek (Paramount Pictures)


Es imposible hacernos una idea del lugar en el que ahora se encuentra la sonda Voyager 1. Desde que fue lanzada el 5 de septiembre de 1977, ha recorrido unos 18.760 millones de kilómetros, y nos ha proporcionado imágenes inolvidables de los mundos de Júpiter y Saturno. Los científicos creen que ahora está fuera del sistema solar, traspasando los límites de una “burbuja” de inconcebibles dimensiones creada por las partículas energéticas del sol. 

Como bien declaró John Grunsfeld, el jefe científico de la NASA, la sonda “ha llegado donde ninguna otra ha llegado”, parafraseando el conocido lema de Star Trek, una misión “de cinco años” que llegará “allí donde el hombre jamás ha llegado”. 

Estamos ante uno de los hitos más importantes de la tecnología, pues la Voyager 1 es el objeto artificial que más lejos está de la Tierra. En realidad, es una botella con un mensaje humano extraordinariamente rico y representativo, pues lleva nada más y nada menos que la firma de toda la humanidad.

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Una recreación artística de la nave Voyager. NASA

La Voyager 1 y su gemela, la Voyager 2, contienen en sus tripas un disco muy especial. Es de oro, y contiene saludos de la Tierra en 59 lenguajes, e incluso, como nos dice Carl Sagan, el saludo grabado de una ballena. Contiene otras cosas curiosas; el sonido de un beso, del llanto de un bebé, incluso el registro encefalográfico de una mujer enamorada. 

Hay 116 imágenes de nuestra civilización, incluyendo además dos figuras, la de un hombre y una mujer embarazada. Música –desde Beethoven hasta Louis Amstrong, incluyendo el hit de Chuck BerryJohnny B. Goode”.

El viaje hasta salir definitivamente de los confines de nuestro patio ha durado más de 35 años, y ahora, la nave se encuentra en el espacio interestelar. ¿Hacia dónde se dirige? 

Los científicos calculan que se aproximará a una estrella llamada AC+79 3888. Esta estrella se encuentra a 17,6 años luz de la Tierra. 

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El disco de oro que lleva la nave, con diagramas sobre el sistema binario, la posición del sol en la Tierra, y la estructura de los átomos de hidrógeno (derecha). NASA.

Y la palabra aproximarse no es del todo correcta. La nave estará a 1,7 años luz de la estrella en su máximo acercamiento (un año luz aproximadamente equivale a unos 9,4 billones de kilómetros).

Es también el mensaje en una botella lanzada al espacio, con una esperanza inconfesable: que alguna vez alguien lo encuentre. Queremos saber si estamos solos en el Universo. Es un intento noble, y desde luego, muy  loable. La cuestión es, ¿cuál es realmente la probabilidad de que eso suceda?

En la primera película para el cine de Star Trek en 1979 ese momento ocurre...en el siglo 24. Es decir, dentro de 300 años, más o menos. Una extraña y gigantesca nube de energía se dirige hacia la Tierra. Todas las naves espaciales que han salido a su encuentro han sido aniquiladas, y el Enterprise deberá enfrentarse a ella.

Por supuesto, la tripulación de James T. Kirk sale airosa. El Sr. Spock descubre que la nube es una especie de planeta -máquina, que ha recreado aspectos del Universo en su viaje hacia la Tierra

¿Por qué ese afán de dirigirse a un mundo pálido azul entre miles de millones de mundos? 

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Una escena de Star Trek donde la nave empieza a "cobrar vida". Paramount Pictures

La respuesta es precisamente la Voyager. En el núcleo de ese planeta, Kirk y Spock encuentran los restos de la sonda espacial con la “o”, “y” y “a” borrados (Vger en inglés que se pronuncia como “viyer”). 

Su conclusión es que la Voyager , “diseñadas para recabar información y transmitirla a la Tierra”, finalmente encontró y despertó la curiosidad de una forma de vida inteligente, que fue creciendo y madurando hasta convertirse en una especie de ente poderoso. Aunque en el film se hace referencia a la Voyager 6. Los guionistas imaginaron que la NASA mandaría en la década de los ochenta más de dos botellas al espacio (y se equivocaron).

En cualquier caso, ¿Cuál es la probabilidad de que la Voyager 1 caiga en manos alienígenas? Siento ser un aguafiestas, pero es prácticamente cero. 

Es cierto que se aproximará a una estrella que probablemente tenga planetas a su alrededor, pero lo hará ¡dentro de 40.000 años! La historia de la civilización moderna no supera los diez mil años, así que tendríamos que esperar al menos cuatro veces más ese tiempo. PIA17048_ip

Esquema que muestra los límites del sistema solar y la posición de las dos naves Voyager. NASA

Tampoco deseo ser pesimista, pero ¿sobrevivirá la humanidad 40.000 años más? ¿Seremos capaces de respetar los recursos de este planeta en vez de destrozarlo, y aparcar para siempre la posibilidad de un holocausto nuclear?

Durante decenas de miles de años, nuestra botella con el mensaje viajarán en el vacío inmenso del Universo, y es perfectamente posible que por entonces la humanidad haya desaparecido (algo no deseable). La nave se desplazará por pura inercia como una chatarra muerta. Se calcula que hacia 2025 agotará su energía y dejará de transmitir.

Aunque cabe la posibilidad, aunque sea muy pequeña, de que la nave sea atraída por la gravedad de algún mundo huérfano de sol, un verdadero planeta prohibido; mundos que flotan en el espacio sin que tengan una estrella a su alrededor, bien porque fueron expulsados de su propio sistema, o porque simplemente se formaron por agregación de material.

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¿Un pálido punto azul? En realidad es una imagen procesada de la señal captada por un radiotelescopio de la Voyager. Cortesía NASA.

O quizá sea detectada por alguna civilización avanzada de la que no tengamos ni idea, una civilización capaz de extraer energía de las estrellas cercanas, estableciendo un nivel tecnológico que ni podemos soñar.

¿Estamos solos? La matemática te dice que hay más de cien mil millones de planetas, más que estrellas en la Vía Láctea. Por tanto, ¿por qué la vida sería exclusiva de un solo mundo como la Tierra

Por otro lado, las inconcebibles distancias que nos separan de estos mundos y estos astros vienen a emborronar estos anhelos de compañía cósmica. Ojalá la ciencia pueda arrojar alguna luz sobre este misterio

 

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El actor Rober Englund como Freddy Krueger en una de las películas de Pesadilla en Elm Street.  New Line Cinema.  

Cuando intento recordar en qué he soñado la pasada noche,me topo siempre contra un muro. Los sueños se disuelven nada más despertar, a menos que no tengas a mano lápiz y papel. Pese a ello, hay algunos hechos que se repiten constantemente. 

Los tornados y su poder destructivo suelen irrumpir en las escenas –seguramente por la fascinación que me producen, ya que nunca he visto uno. Soy capaz de volar siempre que exista un mínimo de viento en un lugar abierto. El convencimiento de este poder me dura incluso minutos después de despertar, aunque por motivos obvios no lo he comprobado. 

En más de una ocasión, asisto al despegue del transbordador espacial, pero el resultado final es catastrófico. En el último sueño, la nave despega del parque del Retiro, pero a unos pocos centenares de metros se inclina, pierde fuelle, y cae como un pedrusco entre los edificios madrileños en medio de una explosión tremenda.

Y el sueño en particular que más recuerdo fue uno en el que deambulaba por un sótano lleno de pasillos y puertas engañosas, un laberinto sin salida, en una noche lluviosa de una casa instalada en una geografía urbana tan familiar como inexistente.

Y usted, querido lector, ¿cuál es su sueño más recurrente? 

En el cine, el experto en sueños es Freddy Krueger. La idea original de una de las sagas más famosas de terror inventada por Wes Craven proponía un tránsito entre el mundo real y el de los sueños. 

Krueger era capaz de matar o zaherir a los adolescentes de nuestro mundo. Me encantó la primera parte de una saga que desgraciadamente repetía la formula original hasta el agotamiento. (Claro que si uno sueña que muere, la probabilidad real de que esto ocurra no es significativamente mayor cuando se está despierto, nos dice la ciencia).

En Minority Report, Tom Cruise avanzaba un paso más: examinaba las películas de las ensoñaciones de tres personas con cerebros muy especiales, capaces de predecir el futuro. Y lo hacía para adelantarse a los candidatos a criminales antes de que cometieran sus delitos.

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Tom Cruise, en una escena de Minority Report, el film de Steven Spielberg. Dreamworks.

Aunque francamente, la película más inquietante y que con más intensidad juega con los sueños y la realidad es Abre los Ojos, el fabuloso film de Alejandro Amenábar, con Eduardo Noriega y Penélope Cruz.

El problema es que no sabemos muy bien de qué material están hecho los sueños. Olvidamos entre el 95 y el 99 por ciento de los sueños. Y por término medio, cada noche experimentamos cuatro ensoñaciones. 

Todo es muy misterioso. Los sueños aparecen en una fase del sueño conocida como REM, siglas en inglés de Rapid Eyes Movements. Nuestros ojos miran de izquierda a derecha con bastante rapidez, como si estuviéramos viendo un partido de tenis acelerado. Pregunta para los entusiastas soñadores: ¿cuál es la explicación que más os convence de esta lista?:

–Soñamos simplemente porque el cerebro necesita una válvula de escape. Los sueños no tienen absolutamente ningún sentido. Son como un motor que no se apaga del todo. Al igual que el ventilador de un coche después de un largo trayecto en un día agotador. Cuando apagamos el motor, el ventilador necesita seguir activo, girando sus aspas durante un tiempo.

–Los sueños tienen todo el sentido para nuestras vidas, nos dice Freud. Son una expresión de nuestros deseos prohibidos. Vivimos en los sueños lo que no podemos vivir en la vida ordinaria, evitando los dedos acusadores. Los sueños nos sirven para transgredir estas reglas. Los inventamos para reprimir deseos que no podemos hacer públicos, deseos de los que probablemente no seamos conscientes.

–Los sueños tienen un sentido y significado, pero tenemos que huir de las páginas web que nos tientan con interpretaciones basadas en estereotipos. Los sueños carecen de poder premonitorio, ni son útiles para aprender mientras se duerme. Resultan de una simulación dramática y compleja del cerebro tan fabulosa, que sentimos que lo que estamos soñando es realidad. Podemos oler, experimentar el placer, el sabor, el viento en nuestro cuerpo, y seguir disfrutando o angustiándonos durante minutos, incluso hasta media hora. El científico honesto nos dice que no tiene ni puñetera idea del porqué de los sueños. La respuesta más sincera que puede darte  es: “no lo sabemos”.

Personalmente, me quedo con esta última explicación. Procede de William Domhoff, quizá el investigador de los sueños más importante en la actualidad. Ha recopilado cerca de 20.000 ensoñaciones en su laboratorio de la Universidad de California en Santa Cruz, procedente de voluntarios que se aprestan a recordar lo que han soñado escribiéndolo en un papel nada más despertar. 

Me encanta contemplar todos los sueños como simulaciones extraordinariamente complejas, tan potentes que excitan todos nuestros sentidos y nos hacen creer que se trata de realidad. Ya que eso es exactamente lo que logran las buenas películas de cine.

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Póster promocional del film Abre los Ojos, de Alejandro Amenábar.

Domhoff lo apunta todo. Si soñamos con hombres o mujeres, si se trata de sexo, si hay agresión o amistad. Si el sueño habla de éxito o fracaso, si es bello o terrorífico...en sus escritos no faltan los registros de los sueños de los esquizofrénicos o de los pedófilos. 

A partir de su banco de sueños, este experto ha descubierto que los hombres sueñan más frecuentemente con otros hombres que mujeres; que ellas no tienen preferencia por un sexo a la hora de soñar;que los hombres suelen soñar con la violencia más a menudo;que en los niños son los animales los que aparecen con más frecuencia onírica; y que los sueños no aumentan el nivel de creatividad para solucionar un problema.

Aunque aquí hay alguna excepción. El compositor italiano Giuseppe Tartini soñó que le prestaba su violín al diablo y su interpretación le dejó tan asombrado que se apresuró a escribir La Sonata del Diablo nada más despertar. Y en las escuelas todos hemos escuchado la historia del químico Friedrich Kekule, que imaginó la estructura circular de la molécula del benceno tras quedarse adormilado frente a una chimenea. Los átomos empezaron a danzar unidos en un baile como si fuera una serpiente...

El cine es la fábrica de sueños. ¿Podremos transformar los sueños en películas? Habría que decir que sí. La ciencia ficción de lo imposible se va haciendo cada vez más real. 

Hablamos algunos meses en Planeta Prohibido de un prototipo de máquina del japonés Yukiyasu Kamitani entrenada para decodificar lo que uno ha soñado. Pero sus recientes progresos los ha recogido la revista Science. Ahora sabemos que el sistema ¡es capaz ahora de indicar la clase de imágenes que hemos soñado con un acierto del sesenta por ciento!

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El genial artista Salvador Dalí supo plasmar como poco la influencia onírica en sus obras, como es el caso del cuadro La Persistencia de la memoria.

Kamitani recoge sueños como el de un hombre que veía “desde el cielo una estatua gigante de bronce. Estaba en una pequeña colina en la que veía casas, calles y árboles”.

A este hombre lo acaban de despertar. Se encuentra en el agujero de donut de un escáner de resonancia magnética funcional. Los investigadores han registrado el flujo de sangre de su cerebro y su actividad eléctrica mientras soñaba. La máquina le dice que está soñando, y en ese momento, lo espabilan y le preguntan qué ha visto.

Al hombre se le muestran las imágenes de su sueño a partir de fotos seleccionadas de internet, de nuevo bajo el escáner, aunque bien consciente. El algoritmo matemático relacionará la información de los parámetros cerebrales durante de los sueños y la realidad de lo que él ve en un programa de aprendizaje. 

Más adelante, con otros voluntarios bajo la máquina, el programa predice lo que están soñando. Todavía no es una película, pero sí una relación de objetos que van apareciendo en el sueño. Es un comienzo, pero la técnica podría ayudarnos a recordar lo que hemos soñado. En una década, puede que en dos, tendremos programas que reconstruyan nuestras fantasías oníricas. ¿Se apuntan?

 

 

 


Una máquina para clonar al Rey León

Por: | 09 de septiembre de 2013

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El rey Leon. Walt Disney Pictures

A finales del siglo pasado, con la creación de la oveja Dolly, la mera posibilidad de clonar personas se convirtió en un grave asunto de preocupación pública. Me acuerdo perfectamente del ambiente que se respiraba en la redacción en el día a día. Los noticias científicas que alertaban que la clonación humana era inminente zumbaban en los teletipos; se escribieron historias con todo tipo de reacciones emocionales, a favor y en contra. Y en todos los ámbitos, incluidos los religiosos. 

No faltaban voces que preconizaban la catástrofe entrado ya este siglo: desde aquellos que criticaban la imagen proyectada de científicos que jugaban al doctor Frankenstein, hasta los que aseguraban que la medicina de las células madre iba a ser la panacea para las enfermedades incurables, y que sería un crimen espantoso poner trabas a las investigaciones. ¿Qué nos depararía el futuro?

Algunas películas de discutible calidad intentaron explotar el filón del miedo a la clonación. En El Sexto Día, Arnold Schwarzenegger vive en una sociedad que clona mascotas. Copiar personas está fuera de la ley. Cuando Arnold regresa a casa, se queda estupefacto. Un clon suyo se ha infiltrado en su familia, besa a sus hijos y se apodera de su mujer. Nuestro buen Arnold ha sido clonado de manera ilegal, y tiene que descubrir el oscuro plan de una compañía, Replacement Technologies, para apoderarse del mundo... a base de clones. 

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Póster promocional de El Sexto Día. Phoenix Pictures.

Un año después de estrenarse la película, la revista Scientific American polemizó lo suyo con una portada en la que se afirmaba que unos investigadores americanos habían obtenido el primer embrión humano clónico

El asunto distó a la postre de ser lo que se anunciaba con grandes titulares, aunque siempre había alguna voz autorizada que susurraba: “tarde o temprano, alguien lo hará”. Quizá en algún laboratorio secreto.

Ese 2001, Jean-Claude Van Damme encarnaba un inspector de policía que perseguía infructuosamente a un asesino en serie. Nuestro héroe abandonó el caso, hasta que se vio involucrado en un proyecto secreto. Resultó que alguien había logrado un clon del asesino a partir de sus restos biológicos. Con ese nuevo ayudante, copia clónica del monstruo, Van Damme se las tendría que arreglar para resolver el caso. ¿La esperanza? Que una mente que es un calco de la del asesino le sirviera como guía...

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Van Damme, en el film Replicant. Universal Pictures.

Y tres años después. ocurrió aquel desagradable episodio protagonizado por el científico coreano Hwang Woo-Suk, el cual publicó a bombo y platillo en Science que había logrado obtener embriones humanos a partir de los cuales se extrajeron células madre capaces de convertirse en tejidos.

Todo el mundo proclamó entonces las bondades de la nueva tecnología, mientras se desempolvaban los temores del público, reflejados con poco acierto en las no muy acertadas películas de Arnold y Van Damme

Lo que nadie podía imaginar es que el tal Woo-Suk se había inventado los datos. Science, en una de las metidas de pata más sonadas de la historia de la publicación científica, tuvo que retirar el sonrojante artículo poco más de un año después, en enero de 2006. 

Las mentiras en el cine funcionan si son creíbles. En el caso de nuestro buen amigo Arnold, el embrión clónico obtenido de él no tarda cuarenta años en hacerse adulto, sino menos de un día. A eso lo llamo una clonación efervescente, fácilmente concebible por los guionistas de Hollywood.

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Escena de los clones del film El Sexto Día. Phoenix Pictures.

 

En cambio, en la ciencia, las mentiras se pagan muy, muy caras. Hablaremos de ello más adelante, pero el fiasco de Woo-Suk supuso un jarro de agua fría a las investigaciones sobre células madre. 

Y si sumamos el hecho de que las terapias celulares no funcionaron como se esperaba en los primeros ensayos clínicos con humanos, la decepción creció hasta alcanzar el tamaño del Everest

De repente, las promesas aireadas en los medios que hablaban de curas “en potencia” para males como el Alzheimer o Parkinson en pocos años se quedaron en eso, simple humo. (Desgraciadamente, siguen siendo todavía promesas).

Por ello me resulta extraordinariamente interesante el relativo poco revuelo causado por el anuncio este año en otra gran revista –Cell– de que ¡por fin!, un grupo de investigadores americanos había logrado convertir las mentiras del infame surcoreano en una historia verdadera. No tengo otro remedio que creerme de nuevo esta historia (de resultar otra mentira el escándalo sería como un terremoto que derrumbaría el edificio de la sede de la revista).

Pero, ¿de qué estamos hablando, exactamente?

Los investigadores de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón (EEUU) hicieron lo siguiente: escogieron células de un bebé de ocho meses que sufría una rara enfermedad genética.  Recogieron óvulos de mujeres donantes a los que se les vació su contenido genético. Y fusionaron ambas células infectándolas con un virus. 

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La oveja Dolly, en la portada de 1996 de la revista Time.

Los óvulos se mostraron capaces de reprogramar el ADN ajeno.Pero necesitaron de un chispazo de electricidad para activarse. Y en cierto sentido, eso aproxima a estos investigadores un poco más a la leyenda literaria del doctor Frankenstein. El chispazo activó estos extraños embriones hasta transformarse en una pelota de unas 150 células, lo que nunca se había logrado hasta ahora.

Los científicos rompieron esas pelotas y domesticaron las células, que empezaron a formar líneas celulares especializadas, entre ellas, músculo cardíaco. Es decir, líneas celulares que tienen la marca de ADN del bebé, y que por tanto evitan el rechazo al ser implantadas en el donante (cosa que, por supuesto, no se hizo).

Pregunta: ¿podrían esos embriones desembocar en un ser humano si no se hubiera detenido su crecimiento? La respuesta probable es . Ocurrió con Dolly, aunque se precisaron trescientos intentos para tener un sólo éxito. En este caso, el gasto de óvulos es bastante menor (un éxito por cada quince óvulos empleados, y en algunos casos, un éxito de cada cinco intentonas).

Pero recorreríamos un doloroso camino de fracaso en fracaso hasta obtener nuestro primer bebé clónico. El verdadero doctor Frankenstein habría implantado esos embriones en los úteros de voluntarias, esperando lograr una gestación de nueve meses y el parto de un niño normal...entre muchos deformes.

A los científicos no se les ocurriría algo así. Se arriesgan a una larga estancia en la sombra, tras los barrotes de la carcel. La sociedad no lo toleraría. Prefieren hablar de pelotas de células que nunca serían viables y que jamás se convertirían en un ser humano.

No todo parece tan fácil. Los óvulos femeninos son valiosísimos y escasos. Las donantes tuvieron que someterse a tratamientos hormonales para generar más óvulos, con serios efectos secundarios para su cuerpo. No fue un plato de buen gusto. Las voluntarias recibieron entre 3.000 y 7.000 dólares en compensación. Y algunos (no sin razón) ya han puesto el grito en el cielo en base a los potenciales mercados negros de óvulos que podrían abrirse en el futuro.

En teoría, la tecnología podría lograr que cada persona consiguiera producir un banco de tejidos con el ADN de su propio DNI, de cara a futuras terapias celulares: un corazón gastado que recibe miocardio de refuerzo; o el páncreas de un diabético que recibe tejidos de células que producen insulina. No son tejidos perfectos, ya que llevan las deficiencias genéticas del donante. Pero podrían servir para proporcionar tratamientos temporales increíbles (en teoría).

No tiene mucho sentido clonar una persona. Hay manera mucho más fáciles y divertidas de engendrar seres humanos por la vía tradicional. Y en cualquier caso, un viejo multimillonario al borde de la muerte sólo tendría el consuelo de que ese bebé tendrá su mismo aspecto físico muchos años después de muerto. Ni siquiera moriría con la certeza en cuanto a su personalidad, talento y capacidades.

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No fue el primer clon humano, pese a la portada de Scientific American en 2002

Si lográsemos un clon de Albert Einstein, no tendríamos asegurada una nueva mente genial capaz de descubrirnos una revolucionaria teoría sobre el Universo. La probabilidad es insignificante.

Lo que sí tiene sentido es clonar especies que probablemente desaparecerán por nuestra culpa. Los científicos españoles tuvieron el primer éxito, aunque duró tan sólo diez minutos. El bucardo, una subespecie de cabra pirenaica, se extinguió en el año 2000. Sus muestras biológicas se congelaron. Los expertos fusionaron esas células con óvulos de cabra y lograron varias gestaciones. Una de las cabras parió un bucardo vivo, pero murió a los diez minutos por culpa de problemas pulmonares.

Científicos en Australia están tratando de revivir una rana que se extinguió hace ahora un cuarto de siglo. Han conseguido clonar embriones, pero mueren poco después. Aunque es cuestión de tiempo.

No hablamos de resucitar dinosaurios, neandertales o mamuts. Eso quizá nunca se logre. Pero sí de evitar que especies actuales en peligro, como el tigre siberiano, los orangutanes o la ballena azul, dejen de existir para siempre. Y entre ellos, el león africano, que está en la lista de especies amenazadas: el animal que es todo un símbolo y representa al continente del que surgió la especie humana.

Así que esta tecnología sería estupenda para fabricar algún día una máquina capaz de clonar al Rey León.

 

 

 

 

 

 

 

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Una escena del film Harry Potter y la piedra filosofal. Warner Bros.


El máximo exponente en el campo de lo imposible –literariamente hablando– y la física está contenido en las sagas protagonizadas por Harry Potter, de J.K.Rawling. La primera novela fue rechazada diez veces en el Reino Unido. Pero poca gente sabe que en España, los derechos en español siguieron un tortuoso camino lleno de baches, según nos cuenta el escritor mexicano Juan Carlos León

La historia escrita por esta madre soltera casi sin recursos resultó ser la primera de la saga que más ejemplares ha vendido en la historia de la literatura –las cifras se acercan a los mil millones. Sólo por detrás de la Biblia.

¿La física? La facultad del joven mago para hacerse invisible gracias a una capa, que aparece en la primera novela, Harry Potter y la Piedra Filosofal

No es una novedad en la ficción, desde luego. H. G. Wells ya nos lo mostró en su novela El Hombre Invisible, de una forma mucho más trágica, en la figura de un científico, Griffin, que logra hacerse invisible mediante un suero y cae en un mundo de locura y terror.

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Poster promocional de El Hombre Invisible, Universal Pictures.

Cuando se publicó la novela de Rawling, en 1997, muy pocos pensaban que la ciencia pudiera crear materiales capaces de camuflar un objeto y hacerlo invisibles. Esa tela mágica tenía que ocultar el objeto y dejar pasar la luz a su través. Y eso resultaba imposible.

En una ocasión tuve la fortuna de conversar con Michio Kaku, el físico americano de origen japonés que ha proclamado que la física de lo imposible se está convirtiendo en realidad. Hablamos de Harry Potter, y de la forma en la que la ciencia se está acercando cada vez más a la magia.

La invisibilidad rompía las leyes de la óptica, solía explicar Kaku a sus estudiantes. ¿Por qué? Por el índice de refracción, que siempre era superior a uno. Punto. No había discusión. 

Si colocan una pajita en un vaso de agua, la impresión es que la pajita se dobla. ¿Cual es la razón? La luz no van tan rápido en el agua como en el aire. Digamos que va un poquito más lenta. El índice de refracción resulta de la división entre la velocidad de la luz en el vacío –en este caso el aire, aunque no sea el vacío– y la velocidad de la luz en ese medio. 

Por eso se pensaba que, ante cualquier material, el valor de su índice de refracción era siempre superior a uno. Pero ahora, hay que reescribir los libros de texto de las escuelas, me dijo entonces este incansable divulgador y entusiasta de la tecnología.

En la Universidad de Zhejiang, en Hangzhou, un equipo de investigadores han construido una caja para hacerse invisible. Esta hecha de prismas de vidrio de alta calidad que tienen la particularidad de doblar la luz que les llega. 

Los rayos de luz dan un rodeo a la caja, sumergida en una pecera. A través de la caja, vemos perfectamente las plantas del fondo. Pero cuando un pez entra en ella, desaparece. Podemos verlo en este video que ofrece la revista Scientific American, cortesía a su vez de la revista Nature.

 

En esta serie de videos se pueden comprobar los efectos ópticos de las investigaciones recogidas en la revista Nature.


De la misma forma, la caja es capaz de ocultar a un gato cuando entra en ella. Se proyecta a través de la caja una película de un fondo de flores y vemos efectivamente las flores cuando desaparece el gato.

 Los vídeos que aquí mostramos no son efectos especiales ni engaños, como los que abundan en youtube, que muestran a personas ocultándose tras una capa que los hace invisibles mediante trucos digitales. Los experimentos recuerdan un poco a los trucos que los magos usaban en los tiempos victorianos combinando espejos y reflexiones para hacer desaparecer las cosas dentro de una caja. Aunque tales ensayos científicos son mucho más sofisticados. La magia se enlaza con la ciencia.

¿Cómo es posible? El diseño de estos materiales es tan fino que su índice de refracción menor que uno, incluso negativo. Cuando la radiación electromagnética los golpea, estos materiales la desvían y la doblan para que se deslice a su alrededor, en vez de rebotarla. Eso quiere decir que esos materiales se comportan como si fueran invisibles. 

En la Universidad de Duke ya han fabricado una sustancia invisible a la radiación de microondas. Los seres humanos no vemos las microondas, pero si estuviéramos equipados para ello, tendríamos aquí un material que no podríamos ver. Y científicos de Stanford experimentan con materiales con refracción negativa – es decir, invisibles– en un rango de colores que va desde el azul al rojo, aunque sí se ven en los límites del espectro de colores. La invisibilidad total no es una quimera, aseguran. Está cada vez más cerca.

 

 

 

 

 

 

 

 

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El actor Keir Dullea, como el astronauta Dave Bowman, en el film de Kubrick. MGM/S.Kubrick

La obra maestra de Kubrick, 2001 una odisea del espacio, tiene infinitas lecturas. Recuerdo la sesión en la que la vi junto con un amigo, en el cine. A veces los espectadores se reían cuando no entendían lo que veían.

    Pero todo el mundo se quedaba impresionado con la secuencia del chimpancé cuando aprende a usar el hueso como una maza. O con el asombroso futuro de una estación espacial giratoria que generaba su propia gravedad. 

Por mi parte, me quedé atónito ante la sobrecogedora realidad del espacio y su profundo y mortal silencio. Y salí de aquella sala inspirado por unas cuestiones que te llegan hasta la médula. ¿Quiénes somos, en realidad? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde nos dirigimos?

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La impresionante escena de un chimpancé tras tocar el misterioso monolito. MGM

En este mundo hipervitaminado por exceso de información, donde el éxito se mide con el reloj –lo que dura un libro en las librerías o una película en cartelera–se arrincona el tiempo para preguntas de esta naturaleza. Pero estoy casi seguro que los lectores de Planeta Prohibido habrán pensado sobre el tema alguna vez. 

En realidad, cualquier ciudadano ordinario que haya tenido la fortuna de contemplar alguna vez una noche cerrada en medio del campo, la Vía Láctea rasgando un cielo cuajado de estrellas, se habrá hecho esta pregunta. Incluso puede que haya exclamado, como el astronauta Bowman en el film de Kubrick, su famosa frase: ¡Dios Mío, esta todo lleno de estrellas!

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Otra de las escenas en el interior de la estación espacial. MGM

El fabuloso cine de Kubrick y la maestría de Arthur C. Clarke expuesta en su relato El Centinela, –Clarke escribió junto con Kubrick el guión del film– nos sugiere con fuerza que no somos un mero accidente cósmico. Sabemos con certeza que la vida ya existía hace 3.500 millones de años en la Tierra, y posiblemente apareciera 400 millones antes. Pero desconocemos el proceso. 

¿Se imaginan a unos arqueólogos desenterrando un extraño monolito en Pilbara, una de las regiones que conservan las rocas más antiguas del continente australiano, que encierran fósiles de las primeras bacterias?

Tuve la fortuna de entrevistar al astrónomo británico Fred Hoyle para el programa 2.Mil, de RTVE, antes de su fallecimiento.

Hoyle tenía la fama de tener malas pulgas con los medios. Cuando me desplacé a Bournemouth, a su casa, mis prejuicios se diluyeron con rapidez. Hoyle resultó ser una persona extremadamente afable que no dudó en desgranar sus puntos de vista, incluyendo aquellos que le ganaron la fama de ser un hereje para algunos, o un chiflado para otros.

Con respecto al origen de la vida, Hoyle suele colocar unos ejemplos que realmente son bastante convincentes. La vida, incluso un virus o la bacteria más pequeña, es de una complejidad apabullante. Resulta de una maravillosa construcción de moléculas, una organización fina y portentosa.

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La Luna, la Tierra y el Sol alineados. MGM

Los científicos suelen especular que la vida se ensambló en una especie de sopa primitiva por puro azar, con la evolución como fuerza motora, y con cientos de millones de años de ensayos. 

Pero lo cierto es que la vida surgió demasiado pronto. En el extremo sur de una isla de Groenlandia llamada Akilia hay una banda rocosa que contiene seguramente las pistas más antiguas que se conocen, que hablan de una actividad biológica ¡de más de 3.850 millones de años! Es decir, poco más de 600 millones de años desde que cuajó nuestro mundo.

Hoyle nunca creyó que la vida se formara por carambola en la Tierra. Solía colocar analogías en sus escritos para explicarlo, y cuando le entrevisté me lo explicó con un ejemplo. Yo lo llamo la paradoja del Jumbo.

Imaginen que tenemos todas las piezas que componen un Boeing 747, desperdigadas en un hangar. Hasta el último tornillo. Irrumpe un huracán y salen todas las piezas volando. En teoría, podría ser posible que, una vez pasada la tormenta, nos encontráramos un Jumbo perfectamente armado y listo para volar. En teoría. Pero la probabilidad matemática de que eso ocurra es prácticamente cero. 

Incluso si imaginamos millones de tormentas y millones de intentos, me contaba Hoyle, nunca saldrá un avión funcionando. Eso no va a ocurrir. Es imposible. Una célula es incluso mucho más compleja que un Jumbo. ¿Podemos presuponer que sus ingredientes se ensamblaron alguna vez por azar? Eso es mucho suponer. Hoyle creía que la vida fue el resultado de una siembra cósmica, que procedía de otros mundos, del mismo espacio, una siembra accidental o intencionada. Nunca lo sabremos.

Hoyle nunca pensó que el Universo se creara de repente. En los años cincuenta, este británico se inventó la palabra Big-Bang en tono despectivo para bautizar una teoría en la que nunca creyó, en un programa de radio para la BBC. Su ocurrencia hizo aún más popular la explicación. Hoyle se convirtió en el “padre” del término Big-Bang, pese a que nunca creyó en él. “No creo en las teorías populares”, me dijo.

Los fundamentalistas científicos que no quieren escuchar otras ideas no dudaron en tachar a Hoyle de hereje. Pero cuando preguntamos, ¿qué hubo antes del Big-Bang? la ciencia se encoge de hombros. 

Escucharemos una respuesta del tipo “es una pregunta que no tiene sentido. Con el Big-Bang se crearon el espacio y el tiempo. Así que no había tiempo antes del Big-Bang. Es decir, no había un antes”.

¿Realmente es una pregunta sin sentido? ¿Por qué no puede convertirse en una pregunta legítima? ¿Por qué no pensar que la ciencia quizá pueda algún día abordarla con éxito?

 

Extracto del video de Fred Hoyle. Isabel Paz, F. Guerra y L.M. Ariza 

Les recomiendo los fragmentos de entrevistas a Hoyle y a David Spergel, uno de los mejores astrofísicos en la actualidad, que habla con un gran respeto hacia Fred Hoyle, pese a sus ideas desbaratadas. Están disponibles en El Bisturí de Darwin, un blog que construimos Isabel Paz y yo para intentar profundizar en estas cuestiones.

Hay dos maneras de intentar ir más alla de los límites de la ciencia. Repasen la fabulosa historia de Kubrick, aunque sea una ficción y no un relato científico. O preguntémonos, ¿Por qué hemos logrado amasar un conocimiento tan increíblemente detallado sobre el primer segundo del Universo?

Einstein decía que el mayor de los misterios es que el Universo era comprensible al intelecto humano.

¿Por qué? 

¿Qué ventajas evolutivas nos ha traído este conocimiento para nuestra propia supervivencia? O dicho de otra forma, ¿De qué ha servido a la especie humana deducir la existencia de los agujeros negros, algo tan extraño y contrario al sentido común?

 

David Spergel habla sobre Fred Hoyle. Isabel Paz/Luis M. Ariza 

En el pasado, muchos científicos fueron quemados como herejes, así que la ciencia no ha sido de mucha utilidad para su supervivencia personal.

Giordano Bruno mantenía que la Tierra no era el centro del Universo, sino que era como otros mundos, y que el Universo estaba repleto de ellos. Un Cosmos con planetas en los que habían seres semejantes a nosotros. Un Universo hecho de átomos. Se hacía las mismas preguntas y por ello fue encerrado durante nueve años en las mazmorras de la Inquisición en Roma, junto al palacio del Vaticano

Bruno no se retractó y fue quemado, junto con sus libros, en febrero de 1600. A pesar de que su visión resultó la más acertada. Es una paradoja. Hizo un inmenso servicio a la ciencia, pero eso le costó la vida.

 

 

 

 

 

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