Una impresionante escena de la película donde los protagonistas luchan contra los tuburones. A contracorriente Films
La película Kon-Tiki, de los directores noruegos Joachmin Roenning y Espen Sandberg, narra con pericia y maestría una de las mayores proezas humanas; seis hombres comandados por Thor Heyerdalh fueron capaces de recorrer casi 8000 kilómetros de océano en una balsa de madera construida con los mismos materiales que usaron los antiguos precolombinos de hace 1.500 años.
Heyerdalh había vivido varios años en la Polinesia, en la isla de Fatu Hiva, absolutamente hechizado por la fauna del lugar. Compartía su pasión con la que sería su esposa, Liv. La vida de este noruego cambió completamente cuando un sacristán protestante de la isla llevó a la pareja a un lugar donde había un enorme pez de piedra, nos narra Javier Jayme en su excelente libro Pioneros de lo imposible (Alianza Editorial).
Creyendo que le iban a mostrar un fósil, Heyerdalh se quedó estupefacto al comprobar que se trataba de un dibujo horadado en la piedra de un pez cuyo tamaño era mayor que el de una persona. Y poco después, él mismo descubrió otro petroglifo en el que se veían varios seres humanos, tortugas, y un “barco con perfil de media luna, quilla curvada, mástiles y remos”, relata Jayme: una embarcación parecida a las balsas que describieron los primeros europeos cuando llegaron a la Polinesia.
Este inquieto noruego había advertido que Fatu Hiva interceptaba siempre los vientos que procedían de la costa americana, los alisios. “Jamás vimos una nube que retrocediese de su rumbo a Asia y partiera hacia América”. Dedujo que los antiguos precolombinos llegaron hasta aquí aprovechando la dinámica de los vientos (cuando la mayoría de los estudiosos estimaban que los primeros colonizadores de estas islas procedían de Asia).
Pal Sverre Hagen y Agnes Kittelsen, como Thor y Liv Heyerdalh. A contracorriente Films
La historia es asombrosa si uno echa un vistazo al mapa. Perú queda a casi ocho mil kilómetros del primer archipiélago polinesio y la idea de atravesar esa distancia a bordo de una balsa de madera hizo reír a los responsables de National Geographic, a los que Heyerdalh intento en vano convencer para que apoyaran la gesta. “No financiamos a suicidas”, fue la respuesta de los directivos de la revista.
La película de Roenning y Sandberg es una gozada visual. Sabemos que Heyerdalh estuvo a punto de ahogarse cuando era un niño, al saltar a un témpano de un lago que cedió por su peso. Al mismo tiempo descubrimos que este explorador emprendió su gran viaje por el Pacífico...¡sin saber nadar!
En el film, contemplamos que el Pacífico es un océano lleno de peligros y maravillas, lejos de ser una balsa tranquila. A las habituales tormentas se les unen los peces voladores, extraños seres fosforescentes que iluminan la embarcación durante la noche, el majestuoso encuentro con un tiburón ballena –que a punto está de hacer zozobrar la embarcación– y la lucha contra enormes tiburones, uno de los cuales consigue tragarse a un papagallo que la tripulación llevaba como mascota.
El equipo de Heyerdahl también realizó un documental sobre el viaje que ganó finalmente un Oscar. Pero lo más impresionante de esta recreación de Roenning y Sandberg es el propio océano, con esos animales fabulosos, repleto de vida. Heyerdahl demostró que los antiguos precolombinos no lo consideraban un obstáculo, sino una rampa de lanzamiento que les impulsó hacia lo desconocido. Convenció a los escépticos y triunfó.
Una escena de la balsa de Heyerdalh. A cContracorriente films.
Quinientos años después de su bautizo europeo por el gran explorador Vasco Núñez de Balboa, el retrato de este Pacífico del siglo XXI es bastante triste, por no decir deprimente.
Carlos Duarte es un experimentado oceanógrafo español que estuvo a bordo de la expedición Malaspina en 2010. Tuve la fortuna de recoger sus impresiones sobre un viaje que hace doscientos años se convirtió en el encuentro con criaturas asombrosas.
No fue así. Pese al hecho de que el Hespérides recorrió durante mucho tiempo las llamadas zonas desérticas del Pacífico, lo cierto es que el océano parece haberse vaciado de animales grandes. Ni ballenas, ni tiburones, ni peces.
En los tiempos de Darwin, la tripulación de los barcos que cruzaban estos mares eran capaces de capturar la pesca necesaria para subsistir. Pero si de ello hubiera dependido la vida de los científicos y navegantes del moderno Hespérides, habrían muerto de hambre.
Los expertos del CSIC también han encontrado en regiones del Atlántico, que están apartadas de la circulación de los barcos, grandes cantidades de trocitos de plástico, llevados allí por las corrientes. ¿Qué demonios hace el plástico allí? Suelo encontrar la respuesta en los supermercados, en las bolsas de plástico que llenan los carritos de la compra. Cientos de millones de bolsas que inevitablemente, irán a parar al mar.
El plástico no se descompone. Pero ese no es el único problema de los océanos. Desde que tuve la fortuna de entrevistar a Jeremy Jackson, un experimentado oceanógrafo y submarinista que se ha recorrido todos los mares del mundo, me quedó claro que la contaminación más grave no es la de nuestra atmósfera, la deforestación o el avance de los desiertos (que de por sí resultan extraordinariamente preocupantes), sino el daño destructivo que estamos causando en los océanos.
Jackson me lo explicó de una manera muy clara. Al usar los mares como cloacas, donde vertemos los nitratos y los fosfatos de la agricultura intensiva, hemos logrado cambiar el rostro de los mares, convirtiéndolo en una especie de sopa sucia y cenagosa, donde los nuevos reyes son las bacterias y las medusas.
El tamaño de los peces que se capturan es cada vez menor. Ya se habla abiertamente de la extinción de muchas especies de tiburones. El 90 por ciento de los peces grandes está afectado por la sobrepesca. Las medusas son cada vez más abundantes. Y las zonas muertas que abarcan inmensas extensiones de agua en la que los propios peces no pueden respirar por falta de oxígeno no paran de crecer y se cuentan ya por centenares.
Poster del film en el que muestra el encuentro con un tiburón ballena. A contracorriente films
El rostro de los océanos actuales se parece mucho al de los mares del Precámbrico, hace más de 500 millones de años, dominados por las bacterias, y desprovisto de criaturas (que todavía no habían surgido). Ahora, son esas bacterias y las medusas los únicos supervivientes de lo que podríamos describir como un holocausto marino.
El rico Pacífico que conoció Heyerdahl ya prácticamente no existe. Jackson cree que nos falta el punto de vista de comparación esencial para comprender el alcance de este holocausto.
En las descripciones que hizo el capitán Cook en 1777 sobre el atolón Kiritimati, hablaba de aguas “que hervían de tiburones, hasta el punto de que mordían nuestros remos”. Ahora, sus corales están llenos de peces minúsculos.
En el Caribe, el 80 por ciento de los corales están destruidos o enfermos. En Fiji, Indonesia o Filipinas, la mayoría de los corales están dañados o destruidos por culpa de la sobrepesca. El propio Jackson recuerda muy bien cual era el aspecto de los corales antes del boom turístico: donde ahora los visitantes se maravillan, él solo ve un cementerio de corales muertos. Australia aún conserva el 50 por ciento de sus corales.
Después de una tormenta en Los Angeles, los surfistas no pueden volver al mar en las siguientes 72 horas, ya que las aguas residuales escapadas de las plantas depuradoras convierten el agua marina en un veneno. Y la costa occidental de Florida ha sufrido la invasión repetida de algas tóxicas hasta tal punto que las gotitas arrojadas por los vientos llegan a las casas y causan ataques de asma. Cuando esto sucede, se colapsan las urgencias.
Los petroleros, los contenedores y los cruceros, hoteles flotantes que llevan miles de turistas voraces que no paran de consumir, surcan sin pausa un océano de agua cenagosa que empieza a morir. Jackson piensa que dentro de unos 35 años, quizá antes, la pesca como la entendemos dejará de existir. Al mar se saldrá de caza, para intentar capturar al último de los peces grandes como si fuera el trofeo de un león extinguido. Y nos tendremos que conformar con las tapas de medusa en la barra de un bar.
Hay 3 Comentarios
hola amigos porque la vida estan larga
Publicado por: jesus | 20/10/2013 5:10:09
¡Tremendo panorama lo que le espera a nuestros actuales descendientes! No sé si los extraterrestres podrán convertir las medusas en exquisitos menús y los corales en útiles vasijas para beber. Y algo importante para la futura industria será la de convertir el plástico no solo en zapatos y sombreros, sino también en botes, balsas y canoas para navegar sobre las olas y en globos para subir a los cielos.
Publicado por: RAMÓN | 06/10/2013 12:50:09
Muy interesante, como siempre. Os dejo, por si no lo conoceis, el que ha sido nombrado mejor blog del 2013: http://marbcn2510.blogspot.com.es/
Publicado por: Sofi | 06/10/2013 9:44:19