Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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Los que no son aficionados al comic nunca habrán oído de Jane Foster, aunque en mi caso sabía quien era desde que era un chaval: la novia de Thor. Las historias de este singular héroe mitológico adaptado por la Marvel hablaban de mundos extraños, criaturas con un poder impensable, y dioses furibundos tratando de aniquilar la Tierra. Pero Thor se queda prendado de Jane cuando se digna visitar nuestro planeta.

Ocurre que Jane es una astrofísica. Admirablemente llevada a la pantalla grande por Natalie Portman en la superproducción de Kenneth Bragath, la cual ahora reaparece con fuerza en Thor, El Mundo Oscuro

Quizá muchos no sepan que Portman habla cinco idiomas y es una apasionada de la ciencia. Cuando era una adolescente participó en un concurso nacional de ciencia para jóvenes talentos y alcanzó las semifinales con un artículo que mostraba un método para producir hidrógeno mediante una enzima usando como fuente el azúcar. Y, más adelante, se graduó en psicología en la Universidad de Harvard, firmando varios trabajos en revistas de prestigio. Todo ello, simultaneando su estrellarto en el cine, en películas como El Ataque de los Clones, de George Lucas.

Portman, que tiene aquí toda nuestra admiración, es también la impulsora de un proyecto dirigido a las jóvenes colegialas que podría titularse: ¿quieres ser tu la siguiente Jane Foster? Compañías como Marvel o Walt Disney, que producen la secuela de Thor, están encantadas con una actriz que quiere usar el cine de superproducción y efectos especiales para reclutar jóvenes talentos femeninos que deslumbrarán algún día en el mundo de la ciencia. 

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Portman, junto con Renne Russo en una escena de El Mundo Oscuro. Marvel/Walt Disney

La iniciativa de Portman fue traída ante los micrófonos por mi colega periodista Verónica Fuentes en el programa A Hombros de Gigantes, de Radio Nacional de España. Se titula The Ultimate Mentor Adventure, y anima a todas las chicas de colegio a participar buscando en su localidad a una científica a la que entrevistar. Sus entrevistas y los perfiles de las candidatas se envían en formato video para que Portman y un jurado especializado seleccione a los mejores.

Las finalistas viajarán a Los Ángeles, donde un grupo de asesores les hará participar en experimentos científicos. Tendrán oportunidad de conocer a las mujeres más brillantes en distintas disciplinas científicas. Serán además las protagonistas de un documental, asistirán al pre-estreno de Thor, y conocerán los entresijos del cine que se hace hoy en día. ¿Se puede pedir más al cine y a una estrella del calibre como Natalie Portman?

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Portman, en una convención celebrada en Los Angeles. Walt Disney Richard Harbaugh

Las mujeres han estado discriminadas, es un hecho tangible como la gravedad. Afortunadamente, emopieza a ser una cosa del pasado. Pero en el capítulo de la investigación, la ciencia de los hombres tiene motivos para la vergüenza, ya que ha ocultado deliberadamente los méritos de muchas de ellas que ni siquiera pasaron a la historia, caídas en un injusto olvido. 

El caso quizá más conocido es el de Rosalind Franklin, cuyo trabajo en cristalografía permitió dilucidar la estructura del ADN ya que sus imágenes en rayos X eran excepcionales, las más nítidas y precisas. Tuvo que soportar más d euna humillación en la Universidad de Cambridge por ser mujer. Ella no recibió reconocimiento alguno en su momento.

    Watson y Crick, junto con Maurice Wilkins recibieron el Nobel de medicina en 1962. Pero Franklin había muerto pocos años antes y no podía ser nominada. La historia que circula es que fueron sus trabajos en cristalografía los que inspiraron a Watson y Crick para presentar la estructura de doble hélice, algo que ella había comentado con anterioridad en una conferencia en la que estuvo presente el propio Watson.

Me encanta la iniciativa de Natalie Portman, y al mismo tiempo, no puedo dejar de pensar en una lista de mujeres que fueron increíblemente talentosas y que por su sexo fueron apartadas, tratadas injustamente o simplemente olvidadas.

La lista es larga, pero realmente excepcional, y seguro que más de uno –y una– se va a sorprender.

Margaret Burbidge, nacida en 1919, astrónoma inglesa. Aún vive. Junto con Fred Hoyle y su marido, Geoffrey Burbidge, mostró que los elementos más pesados se cocinan en el interior de las estrellas. ¡casi nada! Premio Nacional de Ciencia Albert Einstein.

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Margaret Burbidge, en una foto de archivo. Science Photo Library

-Cecelia Payne-Gaposchkin. 1900-1979. Dedujo a principios del Siglo XX que el Sol tenía un millón de veces más hidrógeno que la Tierra a partir de las líneas espectrales. El gran astrónomo Henry Russell dijo que era imposible. ¡Y se equivocó!  Una mujer dedujo acertadamente de qué estaban hechas las estrellas del Universo. Todos se rieron de ella. 

-Henrietta Wan Leavvit. Estudió las cefeidas, estrellas variables, y dedujo un método para calcular distancias en el Universo que los astrónomos usan hoy en día

-Marie Cunitz y Jeanne Dumee. Ambas astrónomas. La primera tradujo el incomprensible tratado de Kepler a un lenguaje asequible para los estudiosos. La segunda fue una de las mejores divulgadoras de la astronomía. Murió en 1706 y trató de convencer a la sociedad de que los cerebros de los hombres y mujeres eran iguales. 

Mary Somerville, una mujer de talento excepcional de la que Laplace dijo que era la única persona capaz de entender su trabajo. Escribió una obra en la que proponía la existencia de un planeta más allá de Urano debido a las irregularidades de su órbita (el actual Plutón).

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Cecelia Payne-Gaposchkin. Smithsonian.

 

Alice Fletcher (1838-1923). Arqueóloga. Trajo el rigor científico a la etnología, el estudio de las tribus americanas, fue la primera en describir en detalle una ceremonia india de las grandes llanuras.

-Julia Morgan. Arquitecta. Más de mil edificios entre 1872 y 1957. Entre otros, el castillo Hearts, del magnate William Randoplh Hearts, que tardó 28 años en construirse.

-Maria Agnesi, matemática (1718-1799). Sus teoremas de álgebra y cálculo para solucionar ecuaciones algebraicas se usan hoy en día en los libros de texto. Niña prodigio, poliglota, hablaba italiano, francés, latín, griego, alemán, español y hebreo.

-Condesa de Lovelace, Lady Augusta. (1815-1851) Considerada la primera programadora de software que escribió el primer programa para el ordenador de Babbage, el más antiguo de la era moderna.

-Jeanne Villepreux- 1794-1871. Inventó los primeros acuarios para investigación. Se considera la pionera de la ciencia de la acuarofilia.

-Sophia Germain. Matemática (1776-1831). Desarrollo un montón de teoremas numéricos en números primos y entre otras cosas, la teoría de la elasticidad y resistencia de materiales. La construcción moderna de obras como la Torre Eiffel hubiera sido imposible sin sus trabajos.

Amalie Emmy Noether (1881-1935) Una de los mayores genios en álgebra. Alabada por Einstein por sus descubrimientos "de enorme importancia en el desarrollo de las generaciones de matemáticos jóvenes".

-Eva Ida Tacke- (1896-1979). Fue el primer científico (en sentido genérico, no la primera mujer) en mencionar la idea de la fisión de los átomos (esencial para las reacciones en cadena que dieron lugar a la bomba atómica). 

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Florence Nightingale, interpretada por la actriz Jaclyn Smith.

-Marie Telkes (1900-1995). Diseñó una casa impulsada por energía solar ¡en los años 30!

-Florence Nightingale. Matemática, estadística y enfermera. La primera persona en el mundo occidental en introducir los elementos de la estadística en la salud pública. 

Nettie Stevens (bióloga, 1861-1912). Descubrió nada menos la determinación cromosómica del sexo. Gracias a ella, sabemos ahora que un niño es XY, una niña XX.

 

 

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Póster promocional del film de John carpenter, La Cosa. Universal Pictures.

Aunque para mucha gente se trate de un film repugnante (que lo es, en el sentido más literal), lo cierto es que lleva cautivándome demasiados años como para negarme a aceptar que La Cosa, de John Carpenter, es una obra maestra indiscutible. 

Los componentes americanos de una estación antártica asisten asombrados a la llegada de un perro esquimal que está siendo perseguido y tiroteado desde un helicóptero. A partir de aquí se desencadenará el desastre, pero ellos lo ignoran. 

El perro –uno de los personajes más inquietantes y mejor conseguidos– está infectado, y los americanos no tardan en descubrir que procede de una estación noruega en la que algo horrible ha sucedido: espantosas formas que parecen una mezcla de humanos y animales fueron carbonizadas a toda prisa, un recuerdo visual que evoca las pesadillas del mejor Lovercraft.

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Impactante imagen en una escena del film. Universal Pictures.

Los alienígenas tienen una particular predilección por los lugares fríos. La obra de Carpenter está inspirada en el clásico La Cosa de otro mundo, de Christian Nyby, estrenada allá por los años cincuenta, en la que un grupo de americanos de una estación del polo norte desentierran una nave espacial y a un ser extraterrestre congelado. 

Los resultados de esos actos son catastróficos. La Cosa es una especie de Frankenstein vegetal, que se reproduce como las plantas, y se alimenta de sangre humana. 

El clásico producido por Howard Hawks visualiza por vez primera la tensión de un grupo de hombres en una estación ártica, y sobre todo, muestra de una manera espléndida el choque entre el científico de la estación, el Dr. Carrington, y el capitán de la fuerza aérea, Patrick Hendry, ante la emergencia del ser: el primero quiere preservar la integridad de ese ser a pesar de lo peligroso que resulta, en aras del conocimiento científico. El segundo, simplemente aniquilarlo.

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Los científicos, junto con el Dr. Carrington, examinan las extrañas plántulas que el extraterrestre ha dejado en la estación. Winchester Pictures Corporation.

La obra de Hawks es una gozada. La revisión de Carpenter es terrorífica. El alienígena es una combinación de monstruos a cada cual más repugnante, y es capaz de imitar perfectamente la forma de un humano, de un perro o de cualquier cosa viva. 

¿Y el científico? Se llama Blair y es un hombre atormentado por la magnitud de su hallazgo, anticipa la catástrofe antes que los demás, se vuelve loco y prende la chispa del caos que corroerá finalmente a la estación y sus ocupantes. La ciencia aquí sale también bastante mal parada, y se limita a describir la aterradora realidad de La Cosa.

Pero estas magníficas historias de ciencia ficción vienen a mostrar lo que sucede cuando el ser humano entra en otro mundo, otra dimensión desconocida. En definitiva, un mundo perdido, que no pertenece a este reino. Allí perdemos nuestro dominio sobre la naturaleza y nos enfrentamos a los desconocido, con terribles consecuencias. 

La Cosa es un alienígena enterrado en un hielo durante más de cien mil años, y cuando ese hielo se deshiela, la confrontación brutal con ese mundo perdido que se ha metido dentro del nuestro desemboca en la catástrofe. 

Ahora bien, ¿existen estos mundos perdidos en realidad, en este siglo XXI en el que los turistas adinerados hacen cola para llegar a la cima del Everest?

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Científicos británicos en su aventura para estudiar un lago subglaciar, Ellsworth. Cortesía de British Antarctic Survey (BAS)

La respuesta es: sí. Por difícil de creer, hay mundos que han estado aislados, como islas en el tiempo, de nuestra civilización actual.

Uno de ellos es un lago submarino bautizado como Vostok, precisamente en la Antártida. Se estima que el lago fue cubierto por los hielos hace 15 millones de años, aislado completamente del exterior. En condiciones de temperaturas bajísimas, nadie esperaba que el lago anidara alguna forma de vida. 

Resulta que no es así. Los científicos han rescatado hielo del lago que contiene ADN más de tres mil quinientos tipos de microorganismos. No se trata de animales grandes, sino bacterias, pero resulta extraordinariamente sorprendente que hayan podido sobrevivir a esas durísimas condiciones.

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Arriba. Mapa que muestra la localización del lago Vostok en la Antártida. Fotos NASA.

El lago tiene una extensión de más de 15.000 kilómetros cuadrados. Es gigantesco. Los científicos han calculado que la profundidad máxima es de unos ochocientos metros, y que aproximadamente unos 3,7 kilómetros de hielo lo separan de la superficie. Y no es el único.

Los científicos del British Antarctic Survey están estudiando otros lagos subglaciares, como el Ellsworth, hundidos a profundidades similares.

Aunque hay otros mundos perdidos majestuosos que no se ocultan bajo los hielos, sino que emergen mayoritariamente en las sabanas y parte de las frondosas selvas de Venezuela, en el Parque Nacional Canaima. Son los llamados tepuyes o tepuis; impresionantes mesetas con abruptas paredes verticales que se alzan entre la niebla, en ocasiones emergiendo de la jungla.

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Esta impresionante fotografía de Luis Carillo plasma el Salto del ängel, la cascada más alta del mundo, desde un tepui en Venezuela. Cortesía Luis Carillo.

 

Son un espectáculo grandioso. Las capas más altas de rocas de estos gigantes emergieron lentamente del fondo de unos océanos de más de dos mil millones de años. Posteriormente, fueron erosionadas durante millones de años, y ahora contemplamos su fantástico aspecto actual.

No es de extrañar que Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, imaginara animales prehistóricos como los dinosaurios medrando en las cimas de estos mundos aislados por la niebla. 

En su novela, el Mundo Perdido, narra las vicisitudes del profesor Challenger, quien estaba convencido de que esos seres prehistóricos aún sobrevivían pese a la oposición de sus sesudos críticos victorianos.

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Póster promocional del film producido por Irwin Allen, el Mundo Perdido.

Claro que esta maravillosa ficción –llevada al cine numerosas veces, entre ellas la película producida por Irwin Allen– no es real. Los científicos y exploradores no han encontrado dinosaurios ni seres prehistóricos en estas cimas, aunque lo cierto es que en su mayoría resultan inexploradas, y algunas ni siquiera han sido holladas por el hombre.

Se sabe poco sobre una fauna que ha tenido poco contacto con la selva de abajo y que debe ser muy rica en endemismos, aunque seguramente hay especies de plantas y animales que sólo se pueden encontrar en estas cimas: mundos inexplorados que a seguro guardan más de una sorpresa.

 

 

 

 

La gravedad (según Sandra Bullock y George Clooney)

Por: | 13 de octubre de 2013

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George Clooney y Sandra Bullock, en una escena de Gravity (Warner Bros)


La gravedad disminuida a 400 kilómetros de altura, donde las temperaturas probadas y globales en esa zona pueden aumentar hasta los 1000 grados centígrados cuando sale el Sol, marca el hostil ambiente que impregna Gravity, la última maravilla cinematográfica de ese genio del cine que es Alfonso Cuarón. Una estupenda película que nos da la oportunidad de hablar de unas cuantas paradojas científicas. 

Por ejemplo, temperatura no es lo mismo que calor.

Si tuviéramos la oportunidad de ponernos en la piel y el traje de George Clooney y Sandra Bullock, nos encontraríamos en un ambiente realmente extraño. 

A menos de cien kilómetros de altura, las temperaturas pueden alcanzar los doscientos setenta grados bajo cero. Pero a partir de esa altura la temperatura global de la termosfera sufre un cambio brusco y aumenta –hasta llegar a los 1000 grados centígrados. Uno pensaría que los astronautas, protegidos en sus trajes contra la radiación, se exponen por tanto a freírse en sus paseos espaciales. 

Lo cierto es que para aquellos que han tenido la fortuna de estar allí arriba la sensación que experimentan es de frío intenso. Incluso podemos ver el vapor del aliento de Sandra Bullock cuando se refugia en el pequeño habitáculo de la estación espacial china, abandonada y sin calefacción, pese a estar en una zona con esas temperaturas tan altas.

¿Cómo se explica esa paradoja?

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Bullock, tratando de sobrevivir en un módulo de la estación espacial. Warner Bros.

El aire a esas alturas es muy, muy tenue. Las moléculas de oxígeno absorben las radiaciones de alta energía del Sol y se calientan, pero la densidad es tan baja que apenas pueden transmitir ese calor a los objetos sólidos. Por ello, los objetos que hay en esa termosfera están helados.

Si colocásemos un termómetro de mercurio en el exterior, marcaría temperaturas muy por debajo del cero. En la termosfera las moléculas de gas que hay se calientan muchísimo, pero la transmisión del calor es muy pobre debido a la escasez de moléculas. Es la razón por la que Bullock contempla el rostro congelado y partido de uno de sus colegas que ha perdido la vida por culpa del impacto de un pedazo de basura espacial.

Este film es una maravillosa aventura sobre cómo un ser humano logra desenvolverse en un ambiente completamente hostil.

Técnicamente nos muestra un montaje perfecto, precisamente porque muchas de las tomas son continuadas, en imitación a lo que logró el genio de Alfred Hitchcock con esa fabulosa película suya que es La Soga

Cuarón nos había sorprendido con esos planos secuencia magistrales, como en su anterior film Hijos de los Hombres. Esa sensación de fluidez empapa cada secuencia, y logra transmitirnos la sensación de que estamos en el espacio.

Una de las cosas más llamativas, y casi ausente en la mayoría de las películas de ciencia ficción, es precisamente el espantoso silencio del espacio real, donde no hay transmisión de sonido. 

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La impresionante escena de destrucción por culpa de la basura espacial (Warner Bros)

Kubrick usó el silencio es su obra maestra, Odisea 2001, en las secuencias espaciales. Y Cuarón tomó buena nota. La mayoría de las cosas ocurren en silencio. Si un trozo de basura espacial destroza un panel solar, no oiremos el impacto. Pero sí los jadeos de Bullock cuando queda libre y flotando en medio de la nada –ya que estamos dentro de su traje, donde existe la necesaria atmósfera para vivir y que es la que transmite a nuestros oídos esa información.

El film también muestra el grave problema de contaminación por la basura espacial. De acuerdo con la organización Union of Concerned Scientists (UCS), hay más de mil satélites activos en la actualidad en órbita, pero el número de los no operativos podría acercarse a los 8.000, que están dando vueltas por ahí como vulgar chatarra.

Y eso es la punta del iceberg. Muchos de esos satélites se han roto, y se estima que hay medio millón de fragmentos de basura que tienen el tamaño de una canica, y unos 20.000 que son más grandes que una pelota de béisbol. 

Dicho así, no parece gran cosa. Pero imaginemos esos pedazos viajando a una velocidad de unos 8 kilómetros por segundo. Su impacto contra cualquier cosa –el traje de un astronauta, o un satélite– sería muy peligroso.

Afortunadamente las colisiones no son tan frecuentes como uno cabría imaginar, ya que la Tierra y su atmósfera son muy grandes. Pero ha habido colisiones en el pasado. Un satélite francés sufrió en 1996 daños por culpa de los restos de un cohete que había explotado ¡diez años antes! Y en febrero de 2009, una chatarra rusa destruyó un satélite comercial americano.

Es en ese espacio donde no existe el arriba o el abajo. El movimiento es algo enormemente complicado, y uno está expuesto a los efectos de la inercia, y muy especialmente, a la ley de acción y reacción. En el espacio, no hay lugar donde agarrarse.

La mochila que usa George Clooney se llama Manned Maneuvering Unit (MMU, en español Unidad de Maniobra Tripulada) y permite a los astronautas realizar paseos espaciales sin que tengan que estar atados.

La película me recordó la visita que hicimos a finales de 1999 al Centro Espacial de la NASA en Houston, para un rodaje de un capítulo de la serie 2.Mil, de RTVE.  Tuvimos la oportunidad de visitar la piscina de entrenamiento de los astronautas, la más grande del mundo. Allí, estos pilotos se calzaban los trajes espaciales y se sumergían con la ayuda de los buzos para trabajar en unas réplicas de la estación espacial a varios metros de profundidad.

El agua ofrecía a esos astronautas una simulación de lo que era flotar en el espacio, salvando las lógicas diferencias de presión. Si uno quiere atornillar un tornillo girando el destornillador en el sentido de las agujas del reloj, se expone a un giro de todo el cuerpo justo en el sentido contrario. 

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Los dos astronautas tratan de sobrevivir en ausencia (casi) de gravedad. Warner Bros

Una cosa tan sencilla como apretar tornillos en el espacio es muchísimo más complicado que en la Tierra. La ausencia de gravedad nos hace enormemente torpes y desvalidos, y todas las secuencias de la película de Cuarón explotan perfectamente esta debilidad.

Claro que, sin restar mérito a este excelente film, hay una escena crítica en la que la ficción del cine se impone sobre la ciencia (para los que aún no han visto la película, les recomiendo que no lean el siguiente párrafo hasta después de verla).

En esa situación, Sandra Bullock está detenida en el espacio, ya que ha quedado enganchada a un cable. George Clooney también está enlazado a ella mediante una cuerda. Pero una fuerza invisible tira de Clooney, hasta el punto en que se ve obligado a quitar el enganche que le sujeta a la cuerda, para no arrastrar a Bullock consigo.

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La extraordinaria secuencia del intento de suicidio de Haddock en Tintín en el Tibet, dibujada por el genial Hergé. Cortesía de Hergé/Moulinsart.

Es una escena muy parecida a otra en la que el capitán Haddock pende de una cuerda a la que está atado Tintín, mientras están escalando una montaña en el Tíbet, (del álbum Tintín en el Tíbet). El propio Haddock saca una navaja dispuesto a cortar esa cuerda para suicidarse y no arrastrar a su amigo al vacío.

Pero lo cierto es que Clooney esta en condiciones de gravedad disminuida, así que no está en la misma situación que nuestros buenos amigos Haddock y Tintín, cuando es la Tierra tira de ellos con tanta fuerza. (en sentido estricto, la Tierra sí está atrayendo a todo lo que da vueltas en torno a ella, incluidos Bullock y Clooney, pero no como si ambos estuvieran al borde de un abismo).

Si nuestra amiga Bullock se ha detenido, lo único que tendría que hacer el apuesto galán de Hollywood es tirar suavemente de la cuerda, para desplazarse en su dirección sin ningún problema, aprovechando este punto de fijación, concluye el astronauta Leroy Chiao en Entertaintment Weekly.

El sueño perdido de Kon-Tiki (o el holocausto marino)

Por: | 06 de octubre de 2013

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Una impresionante escena de la película donde los protagonistas luchan contra los tuburones. A contracorriente Films


La película Kon-Tiki, de los directores noruegos Joachmin Roenning y Espen Sandberg, narra con pericia y maestría una de las mayores proezas humanas; seis hombres comandados por Thor Heyerdalh fueron capaces de recorrer casi 8000 kilómetros de océano en una balsa de madera construida con los mismos materiales que usaron los antiguos precolombinos de hace 1.500 años.

Heyerdalh había vivido varios años en la Polinesia, en la isla de Fatu Hiva, absolutamente hechizado por la fauna del lugar. Compartía su pasión con la que sería su esposa, Liv. La vida de este noruego cambió completamente cuando un sacristán protestante de la isla llevó a la pareja a un lugar donde había un enorme pez de piedra, nos narra Javier Jayme en su excelente libro Pioneros de lo imposible (Alianza Editorial). 

Creyendo que le iban a mostrar un fósil, Heyerdalh se quedó estupefacto al comprobar que se trataba de un dibujo horadado en la piedra de un pez cuyo tamaño era mayor que el de una persona. Y poco después, él mismo descubrió otro petroglifo en el que se veían varios seres humanos, tortugas, y un “barco con perfil de media luna, quilla curvada, mástiles y remos”, relata Jayme: una embarcación parecida a las balsas que describieron los primeros europeos cuando llegaron a la Polinesia.

Este inquieto noruego había advertido que Fatu Hiva interceptaba siempre los vientos que procedían de la costa americana, los alisios. “Jamás vimos una nube que retrocediese de su rumbo a Asia y partiera hacia América”. Dedujo que los antiguos precolombinos llegaron hasta aquí aprovechando la dinámica de los vientos (cuando la mayoría de los estudiosos estimaban que los primeros colonizadores de estas islas procedían de Asia).

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Pal Sverre Hagen y Agnes Kittelsen, como Thor y Liv Heyerdalh. A contracorriente Films

La historia es asombrosa si uno echa un vistazo al mapa. Perú queda a casi ocho mil kilómetros del primer archipiélago polinesio y la idea de atravesar esa distancia a bordo de una balsa de madera hizo reír a los responsables de National Geographic, a los que Heyerdalh intento en vano convencer para que apoyaran la gesta. “No financiamos a suicidas”, fue la respuesta de los directivos de la revista.

La película de Roenning y Sandberg es una gozada visual. Sabemos que Heyerdalh estuvo a punto de ahogarse cuando era un niño, al saltar a un témpano de un lago que cedió por su peso. Al mismo tiempo descubrimos que este explorador emprendió su gran viaje por el Pacífico...¡sin saber nadar! 

En el film, contemplamos que el Pacífico es un océano lleno de peligros y maravillas, lejos de ser una balsa tranquila. A las habituales tormentas se les unen los peces voladores, extraños seres fosforescentes que iluminan la embarcación durante la noche, el majestuoso encuentro con un tiburón ballena –que a punto está de hacer zozobrar la embarcación– y la lucha contra enormes tiburones, uno de los cuales consigue tragarse a un papagallo que la tripulación llevaba como mascota.

El equipo de Heyerdahl también realizó un documental sobre el viaje que ganó finalmente un Oscar. Pero lo más impresionante de esta recreación de Roenning  y Sandberg es el propio océano, con esos animales fabulosos, repleto de vida. Heyerdahl demostró que los antiguos precolombinos no lo consideraban un obstáculo, sino una rampa de lanzamiento que les impulsó hacia lo desconocido. Convenció a los escépticos y triunfó.

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Una escena de la balsa de Heyerdalh. A cContracorriente films.

Quinientos años después de su bautizo europeo por el gran explorador Vasco Núñez de Balboa, el retrato de este Pacífico del siglo XXI es bastante triste, por no decir deprimente. 

Carlos Duarte es un experimentado oceanógrafo español que estuvo a bordo de la expedición Malaspina en 2010. Tuve la fortuna de recoger sus impresiones sobre un viaje que hace doscientos años se convirtió en el encuentro con criaturas asombrosas. 

No fue así. Pese al hecho de que el Hespérides recorrió durante mucho tiempo las llamadas zonas desérticas del Pacífico, lo cierto es que el océano parece haberse vaciado de animales grandes. Ni ballenas, ni tiburones, ni peces. 

En los tiempos de Darwin, la tripulación de los barcos que cruzaban estos mares eran capaces de capturar la pesca necesaria para subsistir. Pero si de ello hubiera dependido la vida de los científicos y navegantes del moderno Hespérides, habrían muerto de hambre.

Los expertos del CSIC también han encontrado en regiones del Atlántico, que están apartadas de la circulación de los barcos, grandes cantidades de trocitos de plástico, llevados allí por las corrientes. ¿Qué demonios hace el plástico allí? Suelo encontrar la respuesta en los supermercados, en las bolsas de plástico que llenan los carritos de la compra. Cientos de millones de bolsas que inevitablemente, irán a parar al mar.

El plástico no se descompone. Pero ese no es el único problema de los océanos. Desde que tuve la fortuna de entrevistar a Jeremy Jackson, un experimentado oceanógrafo y submarinista que se ha recorrido todos los mares del mundo, me quedó claro que la contaminación más grave no es la de nuestra atmósfera, la deforestación o el avance de los desiertos (que de por sí resultan extraordinariamente preocupantes), sino el daño destructivo que estamos causando en los océanos.

Jackson me lo explicó de una manera muy clara. Al usar los mares como cloacas, donde vertemos los nitratos y los fosfatos de la agricultura intensiva, hemos logrado cambiar el rostro de los mares, convirtiéndolo en una especie de sopa sucia y cenagosa, donde los nuevos reyes son las bacterias y las medusas.

El tamaño de los peces que se capturan es cada vez menor.  Ya se habla abiertamente de la extinción de muchas especies de tiburones. El 90 por ciento de los peces grandes está afectado por la sobrepesca. Las medusas son cada vez más abundantes. Y las zonas muertas que abarcan inmensas extensiones de agua en la que los propios peces no pueden respirar por falta de oxígeno no paran de crecer y se cuentan ya por centenares. 

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Poster del film en el que muestra el encuentro con un tiburón ballena. A contracorriente films

El rostro de los océanos actuales se parece mucho al de los mares del Precámbrico, hace más de 500 millones de años, dominados por las bacterias, y desprovisto de criaturas (que todavía no habían surgido). Ahora, son esas bacterias y las medusas los únicos supervivientes de lo que podríamos describir como un holocausto marino.

El rico Pacífico que conoció Heyerdahl ya prácticamente no existe. Jackson cree que nos falta el punto de vista de comparación esencial para comprender el alcance de este holocausto. 

En las descripciones que hizo el capitán Cook en 1777 sobre el atolón Kiritimati, hablaba de aguas “que hervían de tiburones, hasta el punto de que mordían nuestros remos”. Ahora, sus corales están llenos de peces minúsculos.

En el Caribe, el 80 por ciento de los corales están destruidos o enfermos. En Fiji, Indonesia o Filipinas, la mayoría de los corales están dañados o destruidos por culpa de la sobrepesca. El propio Jackson recuerda muy bien cual era el aspecto de los corales antes del boom turístico: donde ahora los visitantes se maravillan, él solo ve un cementerio de corales muertos. Australia aún conserva el 50 por ciento de sus corales. 

Después de una tormenta en Los Angeles, los surfistas no pueden volver al mar en las siguientes 72 horas, ya que las aguas residuales escapadas de las plantas depuradoras convierten el agua marina en un veneno. Y la costa occidental de Florida ha sufrido la invasión repetida de algas tóxicas hasta tal punto que las gotitas arrojadas por los vientos llegan a las casas y causan ataques de asma. Cuando esto sucede, se colapsan las urgencias.

Los petroleros, los contenedores y los cruceros, hoteles flotantes que llevan miles de turistas voraces que no paran de consumir, surcan sin pausa un océano de agua cenagosa que empieza a morir. Jackson piensa que dentro de unos 35 años, quizá antes, la pesca como la entendemos dejará de existir. Al mar se saldrá de caza, para intentar capturar al último de los peces grandes como si fuera el trofeo de un león extinguido. Y nos tendremos que conformar con las tapas de medusa en la barra de un bar.

 

 

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