El hombre contra la máquina

Por: | 20 de febrero de 2014

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Una escena de la película Robocop (2014). Columbia Pictures Industries y Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.

 

Hay en Robocop (versión 2014) algunos ingredientes interesantes que trascienden la epidermis del entretenimiento fútil que ofrecen la mayoría de películas blockbusters infladas con efectos especiales y el marketing. 

Me explico: la ironía del primer film de ese magnífico director, Paul Veerhoven –que apuntalaba, en un escenario en declive ciertamente premonitorio en la hoy decadente ciudad de Detroit la radiografía de una sociedad norteamericana histérica con las armas, histérica con la (in)seguridad que esas mismas armas generaban y bombardeada por en sensacionalismo televisivo, se ha visto sustituida por el viejo y ancestral temor a las máquinas.

Es un miedo añejo, que, para aquellos que como nosotros buceamos en la prehistoria de la ciencia ficción, empezaba a notarse en Planeta Prohibido, esa película que bautiza este blog y cuyo protagonista es un robot, Robby, al que jamás se le ocurriría desobedecer una orden, cumpliendo fielmente con las leyes de la robótica.

Robby no es el malo de esa película, pero nos hace más suspicaces. Y ese miedo aparece reflejado en las muchas facetas de este complejo  espejo que es el mundo actual en que nos vemos y nos movemos. 

© 2013 Columbia Pictures Industries, Inc. and Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc

El siempre fascinante Gay Oldman, frente a robocop. Columbia Pictures Industries, Inc. Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.

 

Los robots en la industria se han convertido en elementos indispensables que aseguran suministros de cualquier cosa que nos imaginemos. Basta visitar cualquier fábrica moderna de lo que sea. El automatismo de las máquinas coloca hasta los agujeros y los rellenos de las aceitunas. Gracias a a la robotización, cientos de millones de personas pueden compran alicates, conos de helado, tartas, coches y hasta edredones con plumas.

  Pero ahora, los robots han irrumpido en las guerras. La fuerza aérea americana entrena a más operadores de drones –esos artefactos voladores teledirigidos armados con misiles– que pilotos tipo Tom Cruise en Top Gun. Resulta muy preocupante, pese a que sus partidarios insisten una y otra vez que los drones están bajo el control de los humanos. Pero lo cierto es que su irrupción están revolucionando la esencia de los conflictos bélicos.

En los años de la administración Obama, los operadores de los drones, desde la comodidad de sus consolas de mandos repletas de monitores y antenas de satélite, han matado a unas 2.400 personas situadas a miles de kilómetros de distancia, en Pakistán o Yemen. La proyección futurista de una infantería hecha enteramente de robots terrestres ya tiene su proyección en el cielo. Muchos aseguran que los drones aéreos ya están cambiando las reglas. 

 

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Robots patrullando por una ciudad extranjera. Columbia Pictures Industries Inc y Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.

 

Y asombra comprobar, al menos según la contabilidad oficial, que de esas 2.400 personas “solo” 273 eran civiles (los daños colaterales de los que nadie quiere hablar), mientras que el resto de las víctimas eran presuntamente terroristas. Estos cirujanos de la muerte son cada vez más precisos, se nos anuncia desde la propaganda oficial. 

En las dos versiones de Robocop, son las armas las que se hacen inteligentes. Los robots están programados para tomar sus propias decisiones. Si un robot identifica a un delincuente en su base de datos, tiene autorización para perseguirlo y neutralizarlo. Al igual que a un terrorista. 

La diferencia entre esos drones de película y los actuales, se nos explica, es que es un humano entre bambalinas el que toma las decisiones. Las armas no pueden tomar decisiones, somos nosotros los que decidimos si queremos apretar el gatillo. Pero existe una crucial diferencia entre las armas convencionales y los drones que sueltan los misiles, y es el hecho de que los propios drones se están haciendo cada vez más inteligentes.

 

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Robocop, en acción. Columbia Pictures Industries y Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.

 

Peter Singer, del Instituto Brookings, insiste en ello. Un dron como el Reaper es mucho más inteligente que un bombardero B-24. Puede aterrizar y despegar por sí solo, llevar a cabo una misión de vuelo sin recibir instrucciones, y está cargado de sensores que detectan las huellas humanas. El Reaper es capaz de distinguir si lo que ve es humano o no. No es un mero medio para transportar bombas, sino mucho más.

Singer nos propone el siguiente juego. Si, de acuerdo con la ley de Moore, los chips actuales doblan su capacidad de computación cada dos años (el número de transistores que contienen), en los próximos 25 los chips serán mil millones de veces más poderosos que ahora. Y en el peor de los casos, en los que no se puedan superar las restricciones físicas y el problema del calor que generan los transistores, los chips del próximo cuarto de siglo serán al menos un millón de veces más potentes que los que tenemos ahora.

Y esos chips formarán parte del cerebro de los futuros drones. ¿Qué podemos esperar?

La idea de usar drones en el mismo territorio estadounidense, y la posibilidad de que caigan en manos de la policía y las empresas de seguridad privada han agitado a las organizaciones de los derechos civiles, que han puesto el grito en el cielo. A los norteamericanos no les gustan mucho los robots, nos viene a decir el siempre genial Samuel J. Jackson, presentando la sociedad propuesta por el Robocop del brasileño José Padilha.

 

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Samuel Jackson, en Robocop. Columbia Pictures Industries y Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc.

 

Por tanto, ¿por qué no colocar un hombre en el corazón de la máquina? El punto de partida de Robocop resulta interesante: ¿es la máquina la que controla al hombre, o lo que queda de él, o vencerá siempre la voluntad humana, el cerebro de Alex Murphy, el policía convertido en dron

 

Hay 2 Comentarios

Yo prefiero las máquinas. El hombre es el peor bicho que hay encima de la tierra http://xurl.es/9ik46

Pero no creáis que con una evolución tan vertiginosa el mundo va a ser mejor. Leed el cuento "El apareamiento de los seláceos abisales" y lo veráis.
http://loscuentostontos.blogspot.com.es/2013/05/21-el-apareamiento-de-los-selaceos.html

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Planeta Prohibido

Sobre el blog

Un poquito de ciencia impertinente. 2.000 caracteres para divertirse y aprender tomando como hilo conductor los fascinantes hallazgos de la ciencia. Pero además hay atrevimiento. Especulación. La ciencia que tiene sentido del humor. La versión siglo 21 de Robby el robot, el autómata más famoso de la ciencia ficción,El Planeta Prohibido, que era incapaz de herir a los humanos. Nuestro Robby rescata en sus brazos mecánicos a la chica, pero a veces tiene más mala leche queTerminator. En El Planeta Prohibido (PB), una civilización extraterrestre llamada Krell es un millón de veces más avanzada que la humanidad, pero se extinguió en un solo día. Es celuloide, ciencia ficción, claro, pero quizá el conocimiento no baste para salvarnos. Y sin embargo, ¿tenemos algo mejor?

Sobre el autor

(Madrid, 1963) (Madrid, 1963) es periodista y escritor, se licenció en ciencias biológicas y es Master de Periodismo de Investigación por la Universidad Complutense. Autor de cuatro novelas (La Sombra del Chamán, Kraken, Proyecto Lázaro y Los Hijos del Cielo), le encanta mezclar la ciencia con el suspense, el thriller y la historia, en cócteles prohibidos. Fue coguionista de la serie científica de RTVE 2.Mil, ha colaborado para la BBC, escrito para Scientific American y New Scientist, Muy Interesante, y fue jefe de ciencia de La Razón. En El País Semanal se asoma al mundo de la ciencia. Luis habla también en RNE, en el programa A Hombros de Gigantes, sobre ciencia y cine.

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