El gran Ben Kinsgley interpreta al legendario médico Avicena. Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
La espléndida reconstrucción de la Edad Media del siglo XI que propone la película El Médico deja una pregunta que seguramente ha rondado la mente de Noah Gordon, el escritor de la novela en que está basada. ¿Cómo se podría luchar contra una enfermedad inexplicable, con una mortalidad altísima –de entre el 30 y el 70 por ciento según los casos– que aparecía y desaparecía a su puro antojo?
Me estoy refiriendo a la peste, más conocida como la Muerte Negra. Y muchas veces me he preguntado lo que sucedería si, por alguna imposible casualidad, me viera transportado a aquellos tiempos, para irrumpir en medio de un pueblo donde alguien lanza la temida voz de alarma: ¡la plaga!
El protagonista de El Médico (Tom Payne) interpreta a Rob Cole, un muchacho que ha visto impotente la muerte de su madre, aparentemente sana hace unas horas.
Ella no muere de la peste, sino a causa de un extraño dolor en el costado. El chico no puede entender ese cambio tan drástico, la huida repentina de la vida del cuerpo de su progenitora. El sacerdote local lo atribuye a la voluntad divina. Y el muchacho, finalmente, se convierte en el ayudante de un barbero, interpretado por Stellan Skarsgard.
Stellan Skargard y Tom Payne, en una escena de la película.Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
Por aquel entonces, en Europa, los barberos ni tenían la categoría de cirujanos (realmente la profesión de cirujano aún no se había desarrollado). El conocimiento del interior del cuerpo humano era poco menos que una terra incognita. Los barberos se dedicaban a extraer dientes y a sangrar a sus pacientes, pero eran toda una suerte de curanderos ambulantes con habilidades bastante toscas y sin el menor sentido de la higiene.
Son tiempos en los que no había ni antisépticos ni anestesia (que se descubrirían siglos después).
La hoy resplandeciente Europa no era sino un territorio oscuro y opaco, repleto de mentes decadentes y mediocres, gobernado por la superstición religiosa e impermeable a los desarrollos científicos de otras culturas realmente increíbles que daban lugar a tratamientos que incluso nos sorprenden hoy en día (quizá por esa insultante sensación de superioridad que domina la mentalidad occidental con respecto a otras culturas y que desgraciadamente sigue vigente).
El discípulo a pie, y el carromato del barbero. Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
Los médicos sumerios, hacia el año 4.000 antes de Cristo, ya catalogaban veinte tipos de orina en sus tabletas de arcilla. Y en la antigua India, los médicos aprendieron a diagnosticar la diabetes, la llamada enfermedad dulce, observando que la orina del que padecía el mal atraía a las hormigas por su contenido en azúcar.
En los tiempos medievales de El Médico, en el siglo XI, los científicos del Islam habían aprendido ya a curar las cataratas. Algunos de ellos las extraían con una jeringa. Se calcula que había unos setenta oftalmólogos en esa época.
Sus conocimientos los tenemos plasmados en varios tratados, entre los que destaca Memoria para oculistas, del famoso médico Avicena (nombre latinizado de Alí ibn Sina), interpretado en el film por el siempre estupendo Ben Kinsgley.
Muchos han leído esta excelente novela de Gordon. La estructura de su aventura coloca la fama de un médico como Avicena como el imán que indudablemente atraerá al joven Rob Cole hacia estas tierras en las que el conocimiento todavía lograba mantenerse a flote del fango del fundamentalismo religioso (a duras penas, hay que decirlo).
Una escena de la película. Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
En el film de Philipp Stölzl tenemos todos esos ingredientes muy bien cocinados, pero resulta notable que el enfrentamiento que todos esperamos entre el joven Cole y la Muerte Negra– se produzca precisamente muy lejos de su tierra natal, Inglaterra.
Eso se debe, entre otras cosas, a que la gran segunda irrupción de la plaga en el mundo occidental no se produciría hasta mediados del siglo XIV, cuando la enfermedad atacó a Europa entre 1346 y 1350 (siglos después de la muerte del ficticio Cole), causando la muerte de un tercio de los europeos de entonces.
La historia de Gordon es muy audaz, y juega con ciertos anacronismos. En los tiempos del muchacho, la plaga no era conocida en Inglaterra. Según los registros históricos, la última mención a la enfermedad se encuentra en algunas escritos cristianos en el año 767, cuando previamente había diezmado la población de Constantinopla y probablemente matado a la mitad de los europeos de por entonces.
El médico Avicena (Kingsley) consulta un libro en su Universidad. Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
La Muerte Negra está causada por una bacteria bautizada como Yersinia pestis. William H. McNeill, en su excelente obra Plagues and Peoples, afirma que la bacteria era endémica en las poblaciones de roedores que viven en los bordes del Himalaya, en la frontera de India y China.
Su fascinante narración sugiere que con el poder del Imperio Mongol y el establecimiento de las rutas comerciales en Eurasia –en especial la Ruta de la Seda establecida entre China y Siria, que cruzaba los desiertos de oasis en oasis–la bacteria pudo acompañar a las huestes de Genghis Khan, cuyo imperio, en el máximo de su esplendor sobre el año 1350, abarcaba casi toda China, Rusia, Asia Central, Iran e Iraq.
La plaga era seguramente conocida y temida en el siglo XI en toda esta área de influencia, incluida la antigua Persia, el lugar añorado por el joven Cole, donde el maestro Avicena imparte sus lecciones de medicina.
El joven Cole se enamorará de una bella muchacha persa. Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
Ahora bien, imaginemos que nos encontramos en un poblado y que alguien grita cuando encuentra a una persona con esos espantosos bubones en la ingle y las axilas.
La enfermedad se ha instalado en la población. No tenemos antibióticos (su aplicación para combatir la peste se produciría muchos siglos más tarde, en 1943), pero sabemos cómo se produce la enfermedad y la forma de contagio. ¿Qué podemos hacer para salvar la vida y la de los que nos rodean?
Bien, la bacteria infecta a las ratas, pero no las mata. Algunas han desarrollado una inmunidad contra el propio microorganismo, pero, como explica el experto Shiva Ribowsky, las pulgas de las ratas no han desarrollado esa defensa. La bacteria produce una toxina que impide a las pulgas tragar la sangre que han succionado de los animales.
Estas pulgas, desesperadas, saltan a los humanos para picarlos. Pero al mismo tiempo, vomitan sobre estas picaduras la sangre infectada de las ratas, con lo que la bacteria entra al torrente sanguíneo humano. Causa una septicemia generalizada y mortífera, y aparecen los temidos bubones.
Si un infectado tose sobre otro que está sano, la bacteria entrará en contacto con él y en esta ocasión se introducirá en las vías respiratorias, instalándose en los pulmones. Literalmente, nos dice Ribowsky en un episodio de The History Channel, el microorganismo convierte en líquido los pulmones, en esta versión neumónica de la peste.
Los enfermos que son atendidos por sus familiares en sus casas fallecen sin remedio, y sus propios cuidadores lo harán al terminar la semana. Su increíble mortalidad era de un 100 por 100. Peor que la del virus Ébola.
Con estos conocimientos, tendríamos más probabilidades de sobrevivir a una epidemia de peste si evitásemos los lugares infectados por las ratas, y por añadidura, los cadáveres humanos en los que están las pulgas instaladas. Un asunto nada fácil en la Edad Media –y en la actualidad. Las ratas y las personas llevan siglos de una convivencia imposible de romper.
Cole tratará de encontrar una formula para detener la peste. Stephan Rabold / UFA-Cinema GmbH
Es dudoso que un poblado pueda librarse completamente de las ratas –quizá mediante venenos para después quemar los cuerpos. Pero a la hora de tratar a los enfermos, tendríamos que extremar las precauciones de higiene y sobre todo cubrirnos la boca y la nariz con paños limpios y calientes, para evitar la entrada de la mortal bacteria por las vías respiratorias.
El cloranfenicol y la estreptomicina destruyen la bacteria. ¡Hubiera sido una sustancia milagrosa en aquellos tiempos! Están producidos por bacterias, y fueron aislados en 1943. La bacteria Streptomyces –que produce la estreptomicina–es extraordinariamente común y vive...en los suelos. Da el característico olor a tierra mojada y abunda también allí donde existe descomposición vegetal.
Resulta paradójico que muchos de aquellos que caían víctima de esta plaga desconocieran que esa solución milagrosa descansaba probablemente bajo sus pies. Estudios modernos han mostrado que el cloranfenicol puede estar presente en cantidades significativas y de forma natural en algunas especies de herbáceas, como las matas de Artemisa y de Thalictrum.
El Médico es una novela y una película muy recomendable. La Muerte Negra no es solo cosa del pasado. Un brote en la India en 1994 llegó a matar a casi diez millones de personas. Un terrible recordatorio de lo expuestos que estamos a los caprichos de la naturaleza, y también, de la gigantesca importancia que tiene para las sociedades modernas la investigación científica y biomédica.
Hay 5 Comentarios
creo que la peor peste negra, en parte, no en todo, fue la iglesia, quien con ese inmenso poder de mil años, se dedico a obstruir cualquier forma de progreso, y con la excusa antireligiosa, llevo a la hoguera muchos seres humanos, y quemo muchos libros, menos mal que lutero y calvino les salieron al paso.
Publicado por: juan | 13/03/2014 2:50:30
fantastica pelicula, me á encantado
Publicado por: empleo | 10/03/2014 18:48:50
La parte de la ciencia, me chirría. Pero en cuanto a la historia, ni el libro ni la película (que se parecen bastante poco) tienen más realismo que una película de serie B de Hollywood de los 40 del pasado siglo.
Sin contar con que el racismo y la xenofobia que destila es brutal...
Publicado por: alnusur | 10/03/2014 16:45:28
La mentira, la envidia, odio, egoismo, negar la evolución y negar a el universo o como nos gusta mejor el nombre universal DIOS, ese nombre todos lo entendemos. Negar la evolución conlleva a negar el derecho a la convivencia y el derecho a la vida. Negar la evolución es no permitir que la humanidad exista. Son personajes optusos, no claros y un gran retroceso para la evolución y la convivencia entre la humanidad. Estos personajes son los creadores de la miseria de la pobreza y de las enfermedades que muchas veces se muestran incurables destructores de la vida. Ni viven ni dejan vivir. No les gusta compartir lo que es de todos y para todos, el universo y la vida misma. No aceptan otras culturas, otras ideas, no les gusta compartir lo bueno, la ciencia y tampoco respetan la enseñanza porque no la quieren compartir. Tampoco quieren hacer caso de los sabios, de los que nos advierten, de los que nos quieren de verdad. Muchas veces se entremezclan y aveces unos son malloria y otros minoria. No siempre la minoria tiene razón y otras veces tampoco la malloria tiene razón. Pero para eso existe la información y la enseñanza honesta. Alguien cree que la RENTA BASICA UNIVERSAL Y LOS DERECHOS BÁSICOS HUMANOS son una buena solución y una buena evolución para este siglo XXI ? Que personajes estarían en desacuerdo de esta reflexión ?
Seguiremos creyendo en en la Vida, la Evolución y en la palabra maravillosa que tanto nos gusta compartir Dios Universal y la Humanidad? o seguiremos siendo mejor unos falsos egoístas e hipócritas. Como iremos evolucionando lo veremos si no permitimos una gran DICTADURA Y A SUS DICTADORES. Si me lo explica un profesor lo entenderé mejor, pero si no te lo explica nadie nos tenemos que ayudar entre todos.
Publicado por: Amparo Padilla Garnica | 10/03/2014 13:21:50
Menudo publirreportaje...
Publicado por: Talud | 10/03/2014 13:01:32