Una escena del clásico de horror de Boris Karloff. Universal Pictures.
Frankenstein es una de las más hermosas y vívidas historias que ha alcanzado, gracias a la magia de las letras, la inmortalidad. La imagen de un doctor tratando de insuflar vida a un cuerpo hecho de trozos de cadáveres sugiere una doble y deliciosa paradoja.
En primer lugar, la novela de Mary Shelley ha logrado sortear las barreras del tiempo desde su creación. Lejos de envejecer y morir, como corresponde a la mayoría de los libros, ha alcanzado la inmortalidad.
En definitiva, ha vencido sobre la muerte literaria desde que se gestó en 1818, décadas antes de esos tiempos victorianos en los que la ciencia esbozaría un escenario plagado de maravillas, donde el hombre estaba llamado a ejercer un brutal control sobre la naturaleza.