Póster promocional de Argo. Warner Bros.
El cine se toma sus libertades cuando leemos en los créditos que la historia que se nos cuenta en la pantalla está “basada en hechos reales”. Pero en el caso de la película Argo, se dan dos circunstancias poco frecuentes. La historia es sólida, con nombres y apellidos, y los hechos que narra son reales, pero no podría haber sido la gran película que es si Ben Affleck no hubiera añadido –de manera bastante sabia– las consecuentes dosis de ficción.
Affleck encarna a Antonio Mendez, un agente de la CIA, que propone a sus jefes un plan realmente insólito para rescatar a seis miembros de la embajada norteamericana en Irán que lograron escapar poco antes de que los guardias de la revolución asaltasen el complejo: el rodaje de una película de ciencia ficción.