El agua nunca ha sido una cuestión baladí para los valencianos. La existencia de un Tribunal de las Aguas desde el califato de Córdoba ilustra sobradamente la necesidad que tenían los regantes de contar con una autoridad que impartiera orden ante la escasez de agua. Cualquier labrador de la comarca de L’Horta (Valencia) o del Vinalopó (Alicante) ha protagonizado, vivido o conocido incidentes -algunos muy serios y muy graves- entre agricultores, ante la imposibilidad de que el agua llegara a sus campos. Vicente Blasco Ibáñez, en su novela La Barraca, narra algunos de estos enfrentamientos. El agua siempre ha sido un bien escaso en la Comunidad Valenciana, aunque en los últimos años los impulsores del urbanismo salvaje hayan actuado como si no fuera así.
El discurso populista del PP conectó rápidamente con esa veta emocional y cultural de los valencianos y aprobó un Plan Hidrológico Nacional que contemplaba el trasvase del Ebro. Los populares hicieron de la reivindicación del agua una bandera que no dudaron en monopolizar. Financiaron desde el Consell fundaciones que avalaran las tesis de los trasvases frente a quienes apostaban por otras alternativas. Y, para rematar, construyeron un discurso nacionalista excluyente que tildaba poco menos que de traidores a todos aquellos que se oponían al trasvase. La campaña de propaganda, más los errores de los socialistas (pocos valencianos perdonarán a Cristina Narbona la foto en que brindaba con cava tras la derogación del trasvase), aportó centenares de miles de votos al PP que se convirtió en el partido que defendía los intereses de los valencianos, frente a un PSOE que se enredaba cada vez más en su discurso, incapaz de explicarse y explicar a los ciudadanos cuál era su posición en una cuestión tan emocional como la del agua.
Por el contrario, el PP nacional asumía con gusto el discurso victimista que Francisco Camps emitía desde el Palau de la Generalitat, aún a costa de posibles pérdidas de apoyos electorales en Castilla-La Mancha y Aragón. En aquellos tiempos, Esteban González Pons, ahora vicesecretario general de Comunicación del PP, y entonces consejero de Medio Ambiente, calificaba las desaladoras como “nucleares del mar”, paralizando su construcción con la legislación medioambiental autonómica. La influencia del PP valenciano en la política nacional era inmensa. Incluso Mariano Rajoy llegó a poner a la Comunidad Valenciana como ejemplo del estilo de gobierno que implantaría cuando llegara a la Moncloa.
Pero estalló el caso Gürtel. El poder de Camps y el del PP valenciano se fue diluyendo en la misma medida en que perdían credibilidad el uno por su implicación en el caso de los trajes y el otro se veía inmerso en un escándalo de supuesta financiación irregular. Además, los escándalos en la Comunidad Valenciana empezaban a pesar como un fardo en la mochila de Mariano Rajoy, que siempre gusta ir ligero de equipaje.
Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas fueron la puntilla para la organización de los populares valencianos. Camps volvió a ganar, pero bajó cuatro puntos cuando su partido subía como la espuma en España. Y en Castilla-La Mancha se imponía María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y partidaria de suspender el trasvase Tajo-Segura que abastece al Vianlopó y a la Vega Baja en Alicante y a Murcia. Y en Aragón otra mujer, Luisa Fernanda Rudi, gobernaría la Diputación General y también estaba contra el trasvase del Ebro. El PP, ya sin Camps en la presidencia, se ha convertido en rehén de la guerra del agua que desató. Ahora, el presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra, se conforma con una vaporosa referencia en el programa electoral del PP a la cesión de agua desde las cuencas excedentarias a las deficitarias. La copla de un mudo cantada a la puerta de un sordo.
Los populares valencianos pesan cada vez menos en su organización nacional. Hasta el mismo Pons ha tenido que oir como un subalterno suyo, Carlos Floriano, portavoz en el Congreso del área de Medio Ambiente, y secretario de comunicación, reivindicaba el papel de las desaladoras –“no se van a achatarrar”, dijo recientemente- y se olvidaba del trasvase del Ebro. Floriano reclamó que “el agua no se utilice más como arma de confrontación política ni electoral”. Sus compañeros de la Comunidad Valenciana han hecho justamente todo lo contrario desde hace años: Utilizar el agua como arma política de destrucción masiva. Pero han perdido el favor de Rajoy. Lo sabía Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, cuando se lamentó del poco caso que se le hacía y lo sabe todo el mundo dentro y fuera del PP.
P.S. En la Comunidad Valenciana, y fuera de ella, no son pocos los que opinan que el agua que iba a llegar por el trasvase del Ebro iba destinada a las urbanizaciones y no tanto al campo
Hay 2 Comentarios
El debate del agua, entre la demagogia impresentable del "Agua para Todos" del PP y el recelo atávico de ciertos sectores de la sociedad valenciana hacia todo lo que venga de la derechona (y que, además, afecte a la provincia de Alicante pero no esencialmente al Cap i Casal y su ámbito de influencia), es una de las grandes desgracias de nuestra pobre política valenciana.
Aquí nadie ha querido jugar en serio a decir la verdad y a hacer política, eso es, a explictar opciones y decidir qué nos conviene. El resultado de todo esto es que previsiblemente vamos a tener un problemón en el sur de nuestro querido País Valenciano en breve, en medio de la desarticulación de PSPV y PPCV como partidos con un mínimo de sensibilidad hacia las cuestiones que nos afectan como valencianos.
PS: El agua no es para chalets y urbanizaciones. Si así fuera, de hecho, no habría problema alguno. Cada hectárea de chalet o de urbanización consume como una décima parte que una hectárea de huerta o de cítricos. Por este motivo, a lo mejor, el problema se soluciona solo en el futuro cuando optemos por liquidar para siempre la agricultura como posible fuente de riqueza y dedicar nuestro solo al monocultivo ladrillista.
Publicado por: Andrés Boix Palop | 02/11/2011 19:32:04
Siempre he tenido la sensación de que la Comunidad Valenciana es la única que se "ha tragado" el sistema de las antonomías creado en nuestra democracia, y esa sensación venía exactamente porque el PP ha gobernado en ella comportándose en cierta manera como los nacionalistas que tanto critican en el PP -a los catalanes, a los vascos- pero sin el miedo de decir "España" de vez en cuando. Hacer esto es más fácil con la influencia del PPvalenciano sobre la estructura del partido, que tal y como comentabas ahora se ha diluido. Unas estadísticas que aparecieron no hace mucho -no recuerdo dónde las leí- venía a decir que "nosotros, los valencianos" somos realmente los que nos sentimos españoles siendo valencianos de una forma exactamente a la que nuestro estatuto decía, es decir, absolutamente "autonómica". El gran éxito electoral en nuestra comunidad del PP siempre ha venido de aprovechar ese españolismo que propugnan desde el centro y la apropiación del valencianismo, y sin duda lo han hecho con un éxtio apabullante, con ese victimismo que citas. Pero no sólo en el tema del agua, para cualquier tema. Es lo bueno de decir "me creo las autonomías, para algo gobierno en la comunidad valenciana, pero si no me interesa como mi partido tampoco es tan "autonomista" siempre puedo disimular" Que viene a ser más victimismo: "si la comunidad valenciana va mal es porque ZP no nos da dinero" "si la comunidad valenciana va mal es porque ZP nos quita el agua" "si la comunidad valenciana va mal es porque..." Pues eso. Ahora a la cantidad de tópicos que tenemos los valencianos se nos unen la corrupción, mala gestión, los trajes... Es lo triste del póstdata, que posiblemente fuese así, es decir, nuestros dirigentes han hecho batalla con una mentira y nos la hemos tragado.
Publicado por: Aun aun | 01/11/2011 18:30:15