La gestión del PP empieza a convertirse en una auténtica pesadilla para los valencianos. ¿Exagero? Es probable; pero no hay semana en la que no nos desayunemos con alguna de sus calamidades. Durante mucho tiempo fuimos descubriendo con horror y espanto hasta qué punto el expresidente Francisco Camps y sus megalomanías habían arruinado las finanzas autonómicas y destrozado la poca o mucha autoestima de la Comunidad Valenciana, convertida en icono de la corrupción española por más que no fuera la única ni la mayor en latrocinios.
La llegada de Alberto Fabra a la presidencia hizo pensar que una nueva etapa se había instalado en la Generalitat. Nos equivocamos. Ahora ya sabemos que estamos ante un presidente lampedusiano que apuesta por cambiar alguna cosa para que todo siga igual. El Gobierno valenciano ha regalado más de 14 millones y medio de euros a unos supuestos empresarios que, supuestamente, se encargaban de organizar la Fórmula 1 en el circuito urbano de Valencia. Así, cualquiera es empresario. No arriesgas un euro y, si hay pérdidas, que las paguen los contribuyentes. ¿Será eso la cultura del esfuerzo? No creo. Con nuestro dinero pagamos las pérdidas de los querendones del PP y Fabra, y Ciscar, destruyen lo que sí hemos pagado con nuestro dinero: Canal 9, por ejemplo. Ahora quieren sembrar de sal los estudios de Burjassot para que no quede memoria de uno de los mayores desatinos cometidos por gobierno alguno. Y para mayor vergüenza pagarán los despidos de 1.700 trabajadores con las ayudas destinadas a la economía productiva. Difícilmente se encontrará mejor imagen de cómo gestiona el PP la economía. Echa a la calle a cerca de dos mil empleados de una empresa pública y paga sus indemnizaciones con el dinero destinado a la creación de empleo. Y el tripartito es la hidra de las siete cabezas para estos genios que, dicen, son los únicos capaces de acabar con la crisis económica. Para cuándo el despertar de esta pesadilla.
Foto: José Ciscar y Alberto Fabra en sus escaños en las Cortes Valencianas. Detrás de ellos Rafael Maluenda, Ricardo Costa y Jorge Bellver / JOSÉ JORDÁN